Cap.

 1     11|         entero! -gritó don Santos Barinaga, que siempre acudía a maldecir
 2     11|        tiene que ver que al señor Barinaga, al bueno de don Santos,
 3     11|        Candelas...!~ ~ Don Santos Barinaga gritó:~ ~ -No señores, no
 4     11|          él. Es un pillo, a fe de Barinaga, un pillo que ya  yo de
 5     11|         qué muerte va a morir.~ ~ Barinaga olía a aguardiente. Era
 6     11|            ni el mismo don Santos Barinaga que andaba a caza de las
 7     15|           el mísero de don Santos Barinaga se había ido arruinando.~ ~
 8     15|         el arroyo. Era don Santos Barinaga, que volvía a su casa -tres
 9     15|           donde sonaba el violín, Barinaga, que venía hablando solo,
10     15|           decía: La Cruz Roja.~ ~ Barinaga se cubrió, dio una palmada
11     15|        Provisor... ¡Ladrones!»~ ~ Barinaga hablaba con el letrero de
12     15|       víctima del aguardiente?~ ~ Barinaga seguía diciendo:~ ~ -Sí,
13     15|          demasiado.~ ~ Quedó solo Barinaga en la calle, y el Magistral
14     15|       ministro soy yo, yo, Santos Barinaga, honrado comerciante...
15     15|          pobre... ¡Ingrato! -dijo Barinaga, cayendo en profundo desaliento.~ ~
16     15|         menos de aquel don Santos Barinaga que le había estado arrojando
17     15|         la puerta de la tienda de Barinaga, que era también entrada
18     15|          palabras del sereno y de Barinaga; parecía que hablaban un
19     15|      barandilla, hacia la casa de Barinaga, pretendiendo oír algo.~ ~
20     15|             Celestina, la hija de Barinaga, era una beata ofidiana,
21     15|          su padre. Bebía el señor Barinaga, y en esto ya no se podía
22     15|          malos tratos de su hija, Barinaga no había querido pasarse
23     20|       años tropezó con don Santos Barinaga en el Restaurant y café
24     20|       impiedad fría del filósofo, Barinaga los rencores del sectario,
25     20|      fortuna del Magistral.~ ~ Si Barinaga tomó de don Pompeyo su apostasía,
26     20|         el derecho del pataleo de Barinaga.~ ~ El Chato iba y venía,
27     21|     faltaba auditorio. Don Santos Barinaga no salía de casa, estaba
28     22|         que de él.~ ~ «Don Santos Barinaga, el rival mercantil de La
29     22|         parte en la enfermedad de Barinaga, pero sus efectos, sin duda,
30     22|       para calumniar a don Santos Barinaga; harto tiene el pobre con
31     22|         menor es que sea borracho Barinaga...~ ~ -De modo que si usted
32     22|         eclipsar al valetudinario Barinaga, que, en efecto, se consumía
33     22|        sombra al pobre don Santos Barinaga, al cabo de algunas semanas
34     22|    ultrajada. El pobre don Santos Barinaga, víctima del monopolio escandaloso
35     22|          al pobre ciudadano señor Barinaga, ¡ése no se gozará en su
36     22|          don Custodio; la hija de Barinaga, la beata paliducha y seca,
37     22|           va? -gritó desde dentro Barinaga ronco y jadeante.~ ~ -Son
38     22|   madrugaba para correr a casa de Barinaga; estaba allí casi siempre
39     22|    reducido a tal estado al señor Barinaga era bien miserable, merecía
40     22|           colocó a la cabecera de Barinaga en compañía de un clérigo,
41     22|           el tiempo había traído. Barinaga, con buenos modos, usando
42     22| testamento: que muero, yo, Santos Barinaga..., por falta de líquidos
43     22|        Carraspique lo ha dicho... Barinaga ya ha perdido el conocimiento, ¿
44     22|        tienda triste y desnuda de Barinaga. Sus amigos, que habían
45     22|          y como yo. -Era mentira. Barinaga moría hablando, pero sin
46     22|      última hora de la miseria de Barinaga -. ¡Muerte gloriosa! ¡Qué
47     22|         parte de su vida el pobre Barinaga. Ahora los ratones roían
48     22|           No había muerto el gran Barinaga, aquel mártir de las ideas,
49     22|        evidente para Vetusta, que Barinaga había muerto como un perro
50     22|     estaba don Santos..., el buen Barinaga que había vendido patenas
51     26|         el entierro de don Santos Barinaga, don Pompeyo no volvió a
52     26|          con el entierro civil de Barinaga y la consiguiente ojeriza
53     26|          con todos». La muerte de Barinaga le hacía temblar al recordarla. «¡
54     26|        madre, de los Jesuitas, de Barinaga, de Glocester, de Mesía,
55     26|      clero en general... y además Barinaga sólo así podía ser conquistado... ¡
56     26|      podía ser conquistado... ¡Oh Barinaga! ¡Infeliz don Santos! ¿Estará
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