Cap.

 1      5|        en el alma y una plácida pereza en el cuerpo. Las tías le
 2      5|   despertar sintió la deliciosa pereza que era casi el único placer
 3      8|       era una conjuración de la pereza; en entrando allí daban
 4      8| almohadas! ¡Y se encoge con una pereza! Cualquiera diría que en
 5     11|       valor. Y gracias que, por pereza, se había decidido a dejarle
 6     18|       un desorden caótico, y la pereza de emprender la tarea penosa
 7     19|    rayos del sol con voluptuosa pereza, como si el sol de Vetusta,
 8     21|  conocer. No tema que vuelva la pereza a detenerme en casa olvidada
 9     21|       ahora sentía Anita cierta pereza de rozarse otra vez con
10     21|         aún más fuerte, huyó la pereza del colchón y saltó al suelo
11     21|       aquella libertad, aquella pereza moral que el verano hacía
12     23| sintiendo entre temblores de la pereza pinchazos de la carne. El
13     23|      repente, y la dominaba una pereza invencible de buscar el
14     24|        voluntad, a despertar la pereza y los instintos de voluptuosidad...
15     25|    floja. Cerró los ojos, y una pereza de vivir que parecía sueño
16     27|         hastío, de descuido, de pereza pública, se refleja en las
17     27|     sorprendida, sin sacudir la pereza corresponde con tibias caricias,
18     29|      Venció con gran trabajo la pereza, bostezó muchas veces, y
19     29|        importuno. El sueño y la pereza le decían que parecía más
20     29| reconoció imparcialmente que la pereza aquella mañana no se quejaba
21     29|    huesos; y sentía una extraña pereza su cuerpo, un egoísmo material
22     29|      felicidad para siempre. La pereza de ser desgraciado, de padecer,
23     29|          de padecer, unida a la pereza del cuerpo que pedía a gritos
24     29|   románticas y combatida por la pereza, el egoísmo y la flaqueza