2.4. respetar y
favorecer la variedad de los carismas
La Iglesia local tiene que
favorecer la identidad y la variedad de los carismas. No está constituida por
uno sólo de los tres estamentos de manera exclusiva, sino por su
complementariedad. Una
diócesis no está formada sólo por el clero diocesano, sino por todo el pueblo
de Dios que para vivir y crecer necesita de sus diversas expresiones.
La vida consagrada es uno de los
elementos esenciales de la vida y misión de la Iglesia. Ya que la vida
consagrada tiene distintas expresiones, es oportuno que la Iglesia local
cultive por lo menos algunas de sus formas, incluyendo a las de vida
contemplativa y a las formas orientadas de manera más específica hacia la
misión para los no cristianos. El respeto de los carismas facilitará una nueva
manera de hacer la misión.
Los Institutos de vida
consagrada en sus distintas formas tienen que dar una aportación especial a la
evangelización, y en particular, a la misión ad gentes (VC 76-78). "Permaneciendo dinámicamente
fieles a su carisma, no pueden dejar de sentirse implicadas en una singular
colaboración con la actividad misionera de la Iglesia" (VC 77). La misión
refuerza la vida consagrada, le infunde un renovado entusiasmo y nuevas motivaciones,
y estimula su fidelidad" (VC 78).
Los distintos Institutos de vida consagrada tienen que ser
respetados y favorecidos en todos los aspectos de su carisma: la
espiritualidad, el apostolado y la vida comunitaria. Los Institutos
internacionales se enfrentan al gran reto de trasmitir el carisma fundacional,
para que se viva con fidelidad creativa e inculturada. Tienen que ser
sostenidos también por los pastores, que tienen la responsabilidad de promover
todos los estamentos del Pueblo de Dios (cfr VC 48-50).
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