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Fr. Alex Ukken CMI
Miss. ad gentes - Diál. en el contexto no cristiano

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MISSIO AD GENTES
Diálogo en el contexto no cristiano

 

Asia es la cuna de varias grandes religiones mundiales y de muchas antiguas civilizaciones. Rica en cultura y profunda en tradiciones religiosas, Asia es un vasto continente habitado por tres cuartos de la población mundial, en su mayoría joven: de aquí que sea un continente en crecimiento y lleno de promesas. Afinidad cultural, similitud religiosa, cooperación económica y eclesial han contribuido enormemente a la formación de una conciencia eclesial asiática, única en su naturaleza, contenido, intereses y aspiraciones. El rasgo característico de esta conciencia asiática es la unidad en la diversidad. Entre los múltiples factores que configuran las vidas y las culturas de los asiáticos, las grandes religiones mundiales desempeñan un papel importante. En Asia las religiones son religiones vivas, que inspiran sin cesar la vida de la gente, afectan la sociedad, especialmente la familia y plasman sus convicciones culturales. En Asia la religión es una manera de vivir. Es una realización. La religión es fundamentalmente una actitud del espíritu y del corazón, un talante interior que enriquece desde dentro y envuelve todo lo que hacemos y somos. Es éste el contexto en que debemos entender el significado y las perspectivas futuras de diálogo en el contexto no cristiano. Asia debe dar testimonio de Jesús en el contexto de las grandes religiones mundiales como el Hinduismo, el Budismo, el Judaísmo y el Islam. Las dinámicas de unidad-diversidad deben preparar los caminos para el diálogo entre las religiones, configurar las formas relevantes de dar testimonio de Jesús y encauzar las nuevas perspectivas de la misión en Asia.

Al ser la consagración religiosa esencialmente eclesial y orientada hacia la evangelización, los religiosos que en Asia vivimos en medio de las varias religiones mundiales y de su herencia espiritual, necesitamos entrar constantemente en un diálogo significativo con nuestros vecinos más cercanos. Este enfoque de diálogo está bien delineado en la encíclica Redemptoris Missio (4.56). El diálogo inter-religioso es un encuentro de espíritu y corazón entre los seguidores de distintas religiones. Es comunicación entre dos creyentes en el nivel religioso. El diálogo es un reconocimiento pacífico y creativo, es escucha de aquello que los demás están diciendo sobre si mismos, sobre su fe, y sobre sus experiencias religiosas. Encontramos sentido en otra fe porque Dios va al encuentro del otro por caminos que nos son desconocidos. Y así el diálogo entra a formar parte de la misión evangelizadora de la iglesia.

En el corazón del diálogo está la obra del espíritu. La apertura genuina es una condición esencial para una diálogo efectivo. El diálogo es, ante todo, actividad espiritual que se vuelve experiencia religiosa. Ya que el Oriente es conocido por la primacía que da al Espíritu, el diálogo en Asia no puede dar frutos si se separa del Espíritu. De aquí que sea sumamente esencial e importante una espiritualidad profunda en cualquier tipo de diálogo con las religiosas no cristianas. La Iglesia en general, y los Institutos religiosos en particular, deben ser los primeros en enriquecer el diálogo con una espiritualidad que responda al talante del continente. Los religiosos debemos dar la preferencia a los apostolados orientados hacia la interioridad, centrados en la oración y en la contemplación, a las actitudes y al culto inculturados y típicos de los Ashram, promoviendo siempre una proclamación de presencia cristiana que anima en medio de las demás religiones.

Para tener un diálogo significativo debemos cambiar en nosotros las actitudes siguientes:

    Aceptar la diversidad de las religiones como una gracia enorme de Dios; por esto debemos conocer mejor las demás religiones. Esto nos permitirá apreciar su identidad, crear intercambios más significativos, y ayudar a alcanzar una mayor armonía y comprensión. Si la diferencia es una gracia positiva, debemos respetar las otras tradiciones. El auténtico diálogo exige que respetemos las semejanzas y las diferencias en las otras religiones. El Santo Padre dijo en Asís: "solamente en la aceptación mutua del otro y en el respeto mutuo que brota de la aceptación, hecho más profundo por el amor, reside el secreto de la humanidad finalmente reconciliada" (L'Osservatore Romano, 13 de enero, 1993, p.2). Debemos comprometernos genuinamente en varios tipos de diálogo: en el campo de las relaciones más allá de las fronteras religiosas a nivel de la vida diaria en la familia, en el lugar de trabajo o en las actividades sociales; en la cooperación inter-religiosa, en las actividades sociales y de desarrollo; en las discusiones teológicas, que llevan a una nueva teología del pluralismo religioso; y por último en la puesta en común de experiencias religiosas y de espiritualidades de otras religiones. La formación de una voluntad colectiva en el contexto interreligioso para luchar en contra del fanatismo religioso y del fundamentalismo de todas las religiones. Todas las religiones deben tener una misión transformadora en el mundo, deberían trabajar juntas para la promoción de los valores humanos, especialmente por la paz en el mundo. Ya que la esencia de toda religión es la integración (yoga) y la armonía, dentro y fuera, nuestras actividades dialogantes tienen que tender a la armonía ecológica en el universo entero. El diálogo nos ayudará a entender que en lo más profundo de la diversidad hay una unidad en toda fibra del ser, desde la naturaleza hasta el ser humano. Las dinámicas unidad-diversidad en el diálogo contribuirán posiblemente a una nueva visión y espiritualidad ecológicas. Por último, un diálogo significativo se dará en el contexto no cristiano si el asombro de la conversión actúa en nosotros. La conversión significa esencialmente conversión de convicciones, conversión del corazón, conversión de actitudes. Este milagro de conversión debe darse en la Iglesia, una conversión genuina de actitudes, un abandono consciente del triunfalismo, de la arrogancia y de una superioridad indebida. La Iglesia debe recuperar su primacía originaria del espíritu y dejarse enriquecer por el espíritu del Señor resucitado trasformándose así cada vez más en una ecclesia que inspira suavemente en lugar de conquistar violentamente. También los Institutos religiosos tendrán que seguir esta senda de conversión. La profundidad interior y el poder inspirador de nuestra existencia consagrada son de extrema importancia. El suficiente toque de misticismo es un imperativo para el éxito del diálogo en Asia. Debemos salir de nuestras estructuras seguras y protectoras, optar por estilos de vida más sencillos y cultivar actitudes humildes. La vida religiosa dominada por las instituciones debe dar paso a una vida religiosa orientada hacia la persona y guiada por el espíritu. Deben emerger nuevos tipos de comunidades religiosas proféticas en el contexto de diálogo. Y daría un paso más, y sugeriría que debemos, quizá, dar vida a una nueva forma de vida religiosa que pueda expresar de manera elocuente la Buena Noticia y compartirla más eficazmente, una comunidad con una llamada interior acuciante, inspirada siempre por la ley del Espíritu más que por la letra de la ley. La vida consagrada en nuestro contexto pluralista sacará mucha inspiración de nuestra actitud básica de diálogo con las religiones no cristianas.

Deseo concluir esta breve nota: Desde la iglesia cristiano-apostólica de Santo Tomás de la India con viejas tradiciones orientales, y con una herencia cultural oriental de la India como la que tengo, quisiera concluir esta nota con una referencia a la Resurrección de nuestro Señor, que es el acontecimiento salvífico de Dios por excelencia. El diálogo de mañana sacará más inspiración del significado y del contexto de este acontecimiento central. El resumen más común del mensaje misionero de la primitiva iglesia fue que daba testimonio de la resurrección del Señor. Fue un mensaje de gozo, de esperanza y de libertad que los creyentes compartieron con otros. Una actitud de theosis, de divinización en el espíritu de las Iglesias orientales enriquecería nuestro enfoque de diálogo en el contexto no cristiano, especialmente en el contexto asiático con su tendencia y gusto por el misticismo. De aquí que, Missio ad Gentes consista sencillamente en compartir los frutos del Señor Resucitado y en irradiar el poder de Su Espíritu. El diálogo dará frutos abundantes si nuestras comunidades religiosas en el contexto no cristiano llegan a ser Buena Noticia auténtica del amor, de la paz y del gozo del Señor, inspirando y no dominando, caminando con alegría juntas en el mismo espíritu de Cristo resucitado.

 




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