MISSIO AD GENTES
Diálogo en el contexto no
cristiano
Asia es la cuna de varias grandes religiones mundiales y de muchas antiguas
civilizaciones. Rica en cultura y profunda en tradiciones religiosas, Asia es
un vasto continente habitado por tres cuartos de la población mundial, en su
mayoría joven: de aquí que sea un continente en crecimiento y lleno de
promesas. Afinidad
cultural, similitud religiosa, cooperación económica y eclesial han contribuido
enormemente a la formación de una conciencia eclesial asiática, única en su
naturaleza, contenido, intereses y aspiraciones. El rasgo característico de
esta conciencia asiática es la unidad en la diversidad. Entre los
múltiples factores que configuran las vidas y las culturas de los asiáticos,
las grandes religiones mundiales desempeñan un papel importante. En Asia las
religiones son religiones vivas, que inspiran sin cesar la vida de la gente,
afectan la sociedad, especialmente la familia y plasman sus convicciones
culturales. En Asia la religión es una manera de vivir. Es una realización. La religión es
fundamentalmente una actitud del espíritu y del corazón, un talante interior
que enriquece desde dentro y envuelve todo lo que hacemos y somos. Es éste
el contexto en que debemos entender el significado y las perspectivas futuras
de diálogo en el contexto no cristiano. Asia debe dar testimonio de Jesús en el
contexto de las grandes religiones mundiales como el Hinduismo, el Budismo, el
Judaísmo y el Islam. Las dinámicas de unidad-diversidad deben preparar los
caminos para el diálogo entre las religiones, configurar las formas relevantes
de dar testimonio de Jesús y encauzar las nuevas perspectivas de la misión en
Asia.
Al ser la consagración religiosa esencialmente eclesial y orientada hacia
la evangelización, los religiosos que en Asia vivimos en medio de las varias
religiones mundiales y de su herencia espiritual, necesitamos entrar constantemente
en un diálogo significativo con nuestros vecinos más cercanos. Este enfoque de
diálogo está bien delineado en la encíclica Redemptoris Missio (4.56).
El diálogo inter-religioso es un encuentro de espíritu y corazón entre los
seguidores de distintas religiones. Es comunicación entre dos creyentes en el
nivel religioso. El diálogo es un reconocimiento pacífico y creativo, es
escucha de aquello que los demás están diciendo sobre si mismos, sobre su fe, y
sobre sus experiencias religiosas. Encontramos sentido en otra fe porque Dios
va al encuentro del otro por caminos que nos son desconocidos. Y así el diálogo
entra a formar parte de la misión evangelizadora de la iglesia.
En el corazón del diálogo
está la obra del espíritu. La apertura genuina es una condición esencial para
una diálogo efectivo. El diálogo es, ante todo, actividad espiritual que se
vuelve experiencia religiosa. Ya que el Oriente es conocido por la primacía que
da al Espíritu, el diálogo en Asia no puede dar frutos si se separa del Espíritu.
De aquí que sea sumamente esencial e importante una espiritualidad profunda en
cualquier tipo de diálogo con las religiosas no cristianas. La Iglesia en
general, y los Institutos religiosos en particular, deben ser los primeros en
enriquecer el diálogo con una espiritualidad que responda al talante del
continente. Los religiosos debemos dar la preferencia a los apostolados
orientados hacia la interioridad, centrados en la oración y en la
contemplación, a las actitudes y al culto inculturados y típicos de los Ashram,
promoviendo siempre una proclamación de presencia cristiana que anima en medio
de las demás religiones.
Para tener un diálogo
significativo debemos cambiar en nosotros las actitudes siguientes:
Aceptar la diversidad de las religiones como una
gracia enorme de Dios; por esto debemos conocer mejor las demás
religiones. Esto nos permitirá apreciar su identidad, crear intercambios
más significativos, y ayudar a alcanzar una mayor armonía y comprensión.
Si la diferencia es una gracia positiva, debemos
respetar las otras tradiciones. El auténtico diálogo exige
que respetemos las semejanzas y las diferencias en las otras religiones. El Santo Padre dijo en Asís:
"solamente en la aceptación mutua del otro y en el respeto mutuo que
brota de la aceptación, hecho más profundo por el amor, reside el secreto
de la humanidad finalmente reconciliada" (L'Osservatore Romano, 13 de
enero, 1993, p.2).
Debemos
comprometernos genuinamente en varios tipos de diálogo: en el campo de las
relaciones más allá de las fronteras religiosas a nivel de la vida diaria
en la familia, en el lugar de trabajo o en las actividades sociales; en la
cooperación inter-religiosa, en las actividades sociales y de desarrollo;
en las discusiones teológicas, que llevan a una nueva teología del
pluralismo religioso; y por último en la puesta en común de experiencias
religiosas y de espiritualidades de otras religiones.
La
formación de una voluntad colectiva en el contexto interreligioso para
luchar en contra del fanatismo religioso y del fundamentalismo de todas
las religiones.
Todas las
religiones deben tener una misión transformadora en el mundo, deberían
trabajar juntas para la promoción de los valores humanos, especialmente
por la paz en el mundo.
Ya que la
esencia de toda religión es la integración (yoga) y la armonía,
dentro y fuera, nuestras actividades dialogantes tienen que tender a la
armonía ecológica en el universo entero. El diálogo nos ayudará a entender que en lo más
profundo de la diversidad hay una unidad en toda fibra del ser, desde la
naturaleza hasta el ser humano. Las dinámicas unidad-diversidad en el
diálogo contribuirán posiblemente a una nueva visión y espiritualidad
ecológicas.
Por último, un diálogo significativo se dará en
el contexto no cristiano si el asombro de la conversión actúa en nosotros.
La conversión significa esencialmente conversión de convicciones,
conversión del corazón, conversión de actitudes. Este milagro de
conversión debe darse en la Iglesia, una conversión genuina de actitudes,
un abandono consciente del triunfalismo, de la arrogancia y de una
superioridad indebida. La Iglesia debe recuperar su primacía originaria
del espíritu y dejarse enriquecer por el espíritu del Señor resucitado
trasformándose así cada vez más en una ecclesia que inspira suavemente
en lugar de conquistar violentamente.
También los Institutos religiosos tendrán que
seguir esta senda de conversión. La profundidad interior y el poder
inspirador de nuestra existencia consagrada son de extrema importancia. El
suficiente toque de misticismo es un imperativo para el éxito del diálogo
en Asia. Debemos salir de nuestras estructuras seguras y
protectoras, optar por estilos de vida más sencillos y cultivar actitudes
humildes. La vida
religiosa dominada por las instituciones debe dar paso a una vida
religiosa orientada hacia la persona y guiada por el espíritu. Deben
emerger nuevos tipos de comunidades religiosas proféticas en el contexto
de diálogo. Y
daría un paso más, y sugeriría que debemos, quizá, dar vida a una nueva
forma de vida religiosa que pueda expresar de manera elocuente la Buena
Noticia y compartirla más eficazmente, una comunidad con una llamada
interior acuciante, inspirada siempre por la ley del Espíritu más que por
la letra de la ley. La vida consagrada en nuestro contexto pluralista
sacará mucha inspiración de nuestra actitud básica de diálogo con las
religiones no cristianas.
Deseo concluir esta breve nota: Desde la iglesia cristiano-apostólica
de Santo Tomás de la India con viejas tradiciones orientales, y con una herencia
cultural oriental de la India como la que tengo, quisiera concluir esta nota
con una referencia a la Resurrección de nuestro Señor, que es el acontecimiento
salvífico de Dios por excelencia. El diálogo de mañana sacará más
inspiración del significado y del contexto de este acontecimiento central. El
resumen más común del mensaje misionero de la primitiva iglesia fue que daba
testimonio de la resurrección del Señor. Fue un mensaje de gozo, de
esperanza y de libertad que los creyentes compartieron con otros. Una actitud
de theosis, de divinización en el espíritu de las Iglesias orientales
enriquecería nuestro enfoque de diálogo en el contexto no cristiano,
especialmente en el contexto asiático con su tendencia y gusto por el
misticismo. De aquí que, Missio ad Gentes consista sencillamente en
compartir los frutos del Señor Resucitado y en irradiar el poder de Su
Espíritu. El diálogo
dará frutos abundantes si nuestras comunidades religiosas en el contexto no
cristiano llegan a ser Buena Noticia auténtica del amor, de la paz y del gozo
del Señor, inspirando y no dominando, caminando con alegría juntas en el mismo
espíritu de Cristo resucitado.
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