La vocación misionera de todos los bautizados
Los Asociados de la Sociedad Maryknoll, que he conocido a lo largo de los
años, tenían las ideas claras sobre su vocación ad gentes. Bien que agradecidos a la Sociedad
Maryknoll por encauzar su vocación, no se consideran "ayudantes" o
"voluntarios", sino misioneros a pleno título, una pequeña
distinción, pero con muchas implicaciones. Aunque muchos
Asociados tengan capacidades y habilidades técnicas en agricultura,
contabilidad, electrónica, informática, etc. consideran su aporte no en
términos de capacidad, sino en términos de compromiso de fe y de testimonio
cristiano. Algunos prefieren usar sus capacidades "seculares",
mientras que otros prefieren implicarse más directamente en actividades
vinculadas a la Iglesia. Existe la tendencia a considerar la función de los
laicos en la misión ad gentes como la de auxiliarios de los sacerdotes y
religiosos, y es un reto entender el rol de los laicos como misioneros con sus
propios derechos, aceptar y trabajar con los Asociados laicos considerándolos
enteramente como socios. Habría
que distinguir entre un programa para "misioneros laicos" de un
programa para voluntarios laicos o pertenecientes al clero o expertos técnicos
que desean ayudar a un misionero o un programa misionero particular limitado a
un determinado campo.
Otra tendencia es la de
considerar un programa para Asociados como fuente de futuras vocaciones para el
Instituto misioneros. El reto consiste en entender y desarrollar la vocación
misionera laica y al mismo tiempo promover las vocaciones para el Instituto,
sin reducir sencillamente el programa para los asociados al status de una nueva
fuente de vocaciones. Las vocaciones entre los Asociados han surgido, pero el
Programa para los Asociados tiene valor e importancia de por sí y es un
instrumento para vivir la vocación misionera a lo que todos somos llamados en
virtud del bautismo y del sacerdocio de los fieles.
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