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I.1. Hoy
Tanto la vida consagrada
como la misión no se realizan en abstracto, sino en la historia que cambia e
impone imperativos.
La actividad misionera no es otra cosa, y nada menos, que la
manifestación o Epifanía del designio de Dios y su cumplimiento en el mundo y
en la historia. (AG 9)
Como misioneros y como consagrados no estamos separados de
la historia, ni de los momentos que el género humano vive hoy. La actividad
misionera está íntimamente unida a los hombres de hoy.
Para realizar este cometido pesa sobre la Iglesia el deber
permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la
luz del Evangelio. (GS 4)
Los consagrados intentan
"discernir" en los acontecimientos, en las aspiraciones, de que
participan juntamente con los hombres de nuestro tiempo, los verdaderos signos
de la presencia o de los planes de Dios. (GS 11). Nuestro tiempo presenta
nuevos retos (la "mundialización", la uniformidad, las emigraciones,
la post-modernidad...). De aquí el rol relevante de los Institutos seculares en
la misión de la Iglesia en un mundo sobre el cual pesa la amenaza de
convertirse en post-eclesial, post-cristiano y post-humano.
Teológicamente debemos estar
convencidos de que Dios guía la historia y de que Cristo es el centro del hoy,
porque centro y meta de la historia. Aquel Cristo a quien todos seguimos y anunciamos. Una visión
de la historia del pasado nos revela todo lo que ha hecho la Iglesia misionera
a lo largo de los siglos. No solamente en la línea de los valores culturales y
cambiando o vivificando la historia misma, sino en lo profundo de las
conciencias (cfr. J. Maritain). Y aquí surge una pregunta, el cristianismo de
que hoy la Iglesia misionera es portadora, ¿tiene la capacidad de cambiar, de
vivificar la historia misma y la conciencia de los hombres?
Quizá la actividad misionera se desarrolla demasiado
paralelamente al hoy de la historia, sin implicarse en ella. En los primeros
tiempos, el anuncio de Cristo generó crisis ideológicas, pero al final la gran
tradición patrística, que era misionera, hizo repensar a la luz de Cristo toda
la comprensión del mundo y del hombre que tenía la cultura griego-romana
(J.D.Danielou, Cantalamessa). Hoy el Reino de Dios debe ser anunciado y
realizado en la historia actual. La salvación que la Iglesia anuncia no es
solamente escatológica, sino que llega al hombre concreto de hoy en el íntimo
de sus problemas.
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