III. Problemática actual acerca de la misión ad
gentes
Ya antes del Vaticano II, en 1943,
se publicó un libro de dos sacerdotes franceses, La France, pays de mission?.
La respuesta era
positiva. Salvar las almas de París es el primer cometido. Los
misioneros no son los que salen hacia países lejanos, sino los que trabajan en
nuestras ciudades para los no creyentes. El sexto Congreso de International
Missionary Council, celebrado en México en 1963, lleva como título
"mission dans six continents"; la misión no tiene fronteras
geográficas, se realiza en los seis continentes. Por efecto de esta mentalidad no pocos han sido los
Institutos de vida consagrada que han frenado el impulso misionero. Si toda la
actividad de la Iglesia es misión, ¿por qué ir afuera, a las misiones ad
gentes?
Esta problemática se manifiesta ya en el "vocabulario
misionero"... existe una cierta hesitación en emplear los términos
"misiones" y "misioneros", considerados superados... (RM
32).
Como tesis conclusiva podemos decir que la actividad
misionera específica, o misión ad gentes, que supone una salida hacia
los países donde Cristo no ha sido anunciado aún, donde la Iglesia no ha
arraigado todavía, y cuya cultura no ha sido influenciada por el Evangelio,
guarda hoy su actualidad (RM 34).
La misión ad gentes tiene ante sí una tarea inmensa
que de ningún modo está en vías de extinción. (RM 35)
La actividad misionera se ha definido con relación a
territorios específicos, y esta dimensión territorial sigue siendo importante
para determinar responsabilidades, competencias, urgencias.
Es verdad que hoy en países
tradicionalmente cristianos hay regiones confiadas al régimen especial de la
misión ad gentes, grupos y áreas no evangelizadas. Se impone, pues, incluso en estos
países, no sólo una nueva evangelización sino también, en algunos casos, una
primera evangelización. (RM 37)
Pensemos, además, por ejemplo al fenómeno de tantos
no-cristianos emigrados en países ya cristianos. Pero esta evangelización ad
gentes no reemplaza la primera, que está en sus comienzos, como repite el
Papa (RM 1,37).
De ahí que, el criterio geográfico, aunque no muy preciso y
siempre provisional, sigue siendo válido... (RM 37)
No olvidemos la realidad de los países no evangelizados.
Pensemos a Asia, donde vive el 59,8% de la población mundial, y sólo el 2,6% es
católico. En Africa vive el 12,2% de la población mundial y sólo el
13,6% es católico. Quien
gana a Asia ganará al mundo. Por este motivo el Papa nos recuerda dos veces la
urgencia asiática (RM 37). Quizá los Institutos vinculados de alguna manera a
la labor misionera han olvidado demasiado a menudo a Asia, que presenta algunas
dificultades.
A pesar del gran número de las diócesis, existen todavía
grandes áreas en que las Iglesias locales o no existen en absoluto o son
insuficientes... queda por realizar un gran trabajo de implantación y
desarrollo de la Iglesia. (RM 49)
La peculiaridad de esta misión ad gentes está en el
hecho de que se dirige a los "no cristianos". Por tanto, hay que
evitar que esta "responsabilidad más específicamente misionera que Jesús
ha confiado y diariamente vuelve a confiar a su Iglesia" se vuelva una
flaca realidad dentro de la misión global del Pueblo de Dios y,
consiguientemente, descuidada u olvidada. (RM 34)
No obstante, podemos y debemos hablar hoy de "misión
ad gentes" en el interior de nuestros países ya evangelizados y en
nuestras ciudades, pero sin olvidar ni descuidar la misión fuera de nuestro
ambiente. El Papa lanza un llamamiento para que nos abramos a la universalidad
de la Iglesia, evitando toda forma de particularismo y exclusivismo; uno de los
peligros es que las Iglesias antiguas, comprometidas en la nueva
evangelización, piensan que la misión han de realizarla en su propia casa, y
corren el riesgo de frenar el impulso hacia el mundo no cristiano, y, por otro
lado, las Iglesias jóvenes sienten el problema de la identidad, de la
inculturación, de la libertad de crecer sin influencias externas, con la
posible consecuencia de cerrar las puertas a los misioneros. A estas Iglesias
les digo: lejos de aislaros, acoged abiertamente a misioneros y medios de las
otras Iglesias ... y enviadlos también vosotras mismas al mundo. (RM 85).
Cierto, la nueva evangelización, bien que urgente, no
reemplaza la misión específica ad gentes. Sino que es dando
generosamente de lo nuestro que recibiremos... (RM 85,34 al final) ¡La fe se
fortalece, dándola! (RM 2)
Teológicamente este hecho se funda en la comunión entre las
Iglesias, y tiene su fundamento en la Biblia..
Con el propósito de una sana independencia y de buscar la
propia identidad, las jóvenes iglesias caen en el fenómeno del aislamiento (EN
64). En este contexto hay que recordad las incontables Iglesias independientes
de Sudáfrica. Y los "misiógrafos" piensan que nos encontramos frente
a un problema que se va a multiplicar en los próximos años. Para salvar la autenticidad de una
Iglesia particular, ésta debe permanecer abierta a la Iglesia universal y unida
a "su centro vital y visible" (EN 64).
Cierto es, como recuerdan los documentos de la Iglesia, que
de una interpretación falsa de ideas teológicas nuevas y auténticas, no pocos,
y entre ellos algunos consagrados también, han llegado a un olvido de la misión
ad gentes: por ejemplo, la posibilidad de salvación abierta a todos,
Esta salvación viene realizada por Dios en quien El lo
desea, y por caminos extraordinarios que sólo El conoce... No será inútil que
cada cristiano y cada evangelizador examinasen en profundidad, a través de la
oración, este pensamiento: los hombres podrán salvarse por otros caminos,
gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio;
pero ¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por
vergüenza... o por ideas falsas omitimos anunciarlo? (EN 80
recordado en RM 36).
El problema ahora es nuestra salvación, porque abandonamos
las sendas señaladas por Dios, el camino ordinario querido por Dios.
Existe una relación entre la renovación de la vida
consagrada y su apertura misionera. Hoy ha disminuido el número de misioneros
consagrados (no conozco con exactitud las últimas estadísticas), y al mismo
tiempo ha disminuido considerablemente el número de vocaciones a la vida
consagrada. ¿Acaso no existirá una relación entre estas dos realidades?
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