IV. La Vida Consagrada en la Iglesia
"En la Iglesia y para la Iglesia" es el título de
la IIIa parte del cap.II de la Exhortación apostólica Vida Consagrada. La
eclesiología sufrió una crisis después del Concilio, pero hoy ha sido superada
por el concepto de Iglesia como misterio, es decir, misterio de la presencia de
Cristo salvador en el mundo, por el concepto de Iglesia como comunión, y por el
de Iglesia particular, con su fisonomía propia, pero siempre unida a la Iglesia
universal. En estos tres conceptos, que son esencialmente
misioneros, los consagrados han encontrado un lugar privilegiado. En ellos se
hace más radical y efectivo el Cristo misionero, ellos están llamados a vivir
la "comunión", y son ellos que con su diversidad y presencia en todo
el mundo, ayudan en la formación de la "particularidad" eclesial.
También la visión de la relación de los consagrados con la
Iglesia ha cambiado después del Concilio. En el Vaticano I el esquema
"Caput de apostolicis missionibus" presenta una visión jurídica de la
"exemptio" de los religiosos respecto a los obispos. Hoy se subraya
la vida consagrada como "carisma"; cada Instituto ha nacido como un
"don" del Espíritu para toda la Iglesia, y ha nacido con un carisma y
una misión propios. También la visión de la Iglesia se caracteriza en
términos pneumatológicos, como obra del Espíritu, el Espíritu de la Iglesia
vivo en la comunidad de los fieles, y más en particular en los consagrados. La visión de la Iglesia no es sólo
jerárquica.
"todos los Institutos religiosos han nacido por la
Iglesia y para ella; obligación de los mismos es enriquecerla con sus propias características
en conformidad con su espíritu peculiar y su misión específica"(RM 66,
citando MR 14).
El CIC (can.573) nos ha ofrecido una descripción de la vida
consagrada recogiendo los elementos presentes en Lumen Gentium y en Perfectae
Caritatis. Y así, como primera conclusión,
En la inagotable y múltiple riqueza del Espíritu se sitúan
las vocaciones de los Institutos de Vida consagrada, cuyos miembros "por
su misma consagración se dedican al servicio de la Iglesia, y están obligados a
contribuir de modo especial a la tarea misional, según el modo propio de su
instituto " (MR 69, citando CIC, canon. 783; véase LG
44).
"Consagrados". La
consagración es obra de Dios, y es El quien nos consagra. En el bautismo Dios
nos consagra para ser hijos en el Hijo y miembros de la Iglesia, que es
misionera por su naturaleza misma. La consagración resta a una persona del mundo ordinario y la
reserva para Cristo y su misión (VC 30).
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