VI. El Consagrado y la persona y misión de Cristo
Como primer fruto de la consagración hecha por el Espíritu
los consagrados
llegan a ser personas cristiformes, prolongación en
la historia de una especial presencia del Señor resucitado.(VC 19)
La profesión de los consejos evangélicos manifiesta el deseo
explícito de una conformación total a El. El "modo" de vivir de los
consagrados puede decirse
divino porque es abrazado por El. Hombre-Dios... Este es el
motivo por el que en la tradición cristiana se ha hablado siempre de la
excelencia objetiva de la vida consagrada. (VC 18)
Cristo ha vuelto al Padre, pero la Iglesia, y en particular
la vida consagrada, es un signo
de una nueva presencia de Jesús... ella lo prolonga y lo
continúa. Ahora bien, es ante todo su misión y su condición de evangelizador lo
que ella está llamada a continuar (EN 15).
La práctica de los consejos
constituye un "modo particularmente íntimo y fecundo de participar también
en la misión de Cristo" (VC 18). Los consagrados no son sólo los
seguidores de Cristo, sino especialmente de "su misión".
La misión de la Iglesia desarrolla
en la historia la misión de Cristo. Y los "consagrados" pueden vivir
"en pos de Cristo" (VC 18) y reproducir el estilo de Jesús en el
momento de realizar la misión:
Y como esta misión (de la Iglesia) continúa y desarrolla a
lo largo de la historia la misión de Cristo...la Iglesia debe caminar, bajo el
impulso del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguió, es decir por
el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio y de la inmolación de
sí mismo hasta la muerte. (AG 5).
Si la Persona de Cristo como salvador es definitiva, y no
podemos esperar a ningún otro nuevo salvador, definitivo es también el camino
abierto por él en el momento de cumplir su misión. Por este motivo no faltan
nunca en las misiones de los consagrados la pobreza, el servicio y el martirio.
Estos aspectos cristológico-misioneros guardan hoy toda su actualidad.
El aspecto litúrgico es hoy central en la teología de la
vida religiosa(PC 6). Que se conserve y sea celebrada la Eucaristía, para que
sea verdaderamente el centro de la comunidad.(Can. 608)
La consagración es una manera de vivir la Pascua de Cristo.
La liturgia es el ejercicio de la función sacerdotal de Cristo, pero en
"esta obra Cristo asocia siempre a sí la Iglesia, su esposa
amadísima", (SC 7) y concretamente los consagrados (VC 59). Así,
toda celebración litúrgica en cuanto obra de Dios sacerdote
y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, y ninguna
otra acción de la Iglesia iguala la eficacia en el mismo modo (SC 7.14)
La celebración litúrgica tiene una dimensión misionera, como
ha querido subrayarlo la teología misionera de los Ortodoxos: de la Liturgia a
la misión que se convierte en una liturgia.
El primer gesto del Verbo enviado y encarnado fue el
anonadamiento, "se despojó de si mismo" (Fl 2,7), y es ésta la
primera regla subjetiva de la inculturación (VC 79, considera la inculturación
a la luz de la cristología). Luego hay una segunda regla, objetiva,
la de aceptar muchos valores de las culturas entre las que se trabaja.
Aplicándose con estas actitudes
al estudio y a la comprensión de las culturas, los consagrados pueden discernir
mejor en ellas los valores auténticos y el modo en que pueden ser acogidos.(VC
79)
Ciertamente, esta actitud necesita de una formación
verdadera y continua. No se improvisa. Así ha actuado la Iglesia misionera,
como lo recuerda la historia (cfr.GS 44), y ha visto, por ejemplo, en la obra
de los santos Cirilo y Metodio, un modelo de lo hoy lleva el nombre de
inculturación, la encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas, y junto
con esto la introducción de las mismas en la vida de la Iglesia.
Si la inculturación conlleva la introducción de los valores
culturales en la vida de la Iglesia, esto es válido a mayor abundamiento para
la vida de los Institutos consagrados,
los valores descubiertos en las diversas civilizaciones
pueden animarlas a incrementar su compromiso de contemplación y de oración, a
practicar más intensamente el compartir comunitario y la hospitalidad, a
cultivar con mayor diligencia el interés por la persona y el respeto por la
naturaleza. (VC 79)
Una auténtica inculturación ayudará a las personas
consagradas a vivir la radicalidad evangélica "según el carisma del propio
Instituto y la idiosincrasia del pueblo con el cual entran en contacto"
(VC 80).
Ciertamente, si la inculturación no es auténtica presenta
riesgos, y por esto la Iglesia nos ha ofrecido criterios para proceder por el
camino.
Teniendo presente el doble principio de la compatibilidad
con el Evangelio de las varias culturas a asumir y de la comunión con la
Iglesia universal se deberá proseguir .... para que esta inculturación se lleve
a cabo cada vez más ampliamente (Familiaris Consortio, 1981, n.10)
El Evangelio purificará muchos elementos culturales pues
todo lo bueno presente... en los ritos y en las culturas propias (in ritibus et
culturis) de los pueblos se sana, se eleva, se perfecciona (AG 9)
En el momento del anuncio del mensaje del Evangelio, así
como en el campo de las expresiones litúrgicas, de la catequesis, de la
formulación teológica, de las estructuras eclesiales secundarias, el Papa nos
anima a que utilicemos un lenguaje no puramente semántico, sino también
antropológico y cultural.
La evangelización corre el riesgo de perder su alma y
desvanecerse, si se vacía o desvirtúa su contenido, bajo pretexto de
traducirlo; si queriendo adaptar una realidad universal a un espacio local, se
sacrifica esta realidad y se destruye la unidad sin la cual no hay
universalidad (EN 63).
Hemos hablado ya del "diálogo" y de la vida
religiosa. Una verdadera inculturación comporta necesariamente un serio y
abierto diálogo interreligioso, que no está en contraposición con la misión ad
gentes: y que no dispensa de la evangelización. (VC 79)
Ahora nos centramos en la palabra dirigida a la conversión
(RM 46). La evangelización es un proceso en el que el anuncio de la palabra
ocupa un lugar central. Hoy se ha desarrollado la teología misionera de la
palabra. En la obra misionera es necesario, pero no suficiente el testimonio mudo
de la vida (EN 21). El testimonio de la vida es un "signo" necesario.
Y todos los nuevos documentos de la Iglesia señalan la vida consagrada como un
"signo", gracias a las múltiples manifestaciones de su amor (VC 5 y
ss). La vida consagrada es misionera, bien que se limite a una presencia muda.
Pero sin "el testimonio de la palabra" no hay verdadera
evangelización (EN 22). El misterio y el Evangelio de Cristo deben anunciarse
siempre. El diálogo no reemplaza la evangelización, ni dispensa de la misma (RM
55, 11,44,46).
¿Cómo anunciar? En la teología actual el término
"transmitir fielmente" el Evangelio recibido ha pasado a ocupar un
primer plano. No debemos olvidar que la revelación que anunciamos es
"nueva y definitiva" (DV 4; Gl 1). No podemos crear un Evangelio más
actual que aquel que nos ha transmitido la Iglesia: es cierto que debemos
encontrar siempre fórmulas nuevas, nuevos modos de expresarlo (aquí entra de
nuevo en juego la inculturación) para expresar este contenido irremplazable. El
misionero tiene la obligación de la "denuncia profética",
especialmente si se trata de las denuncias del pecado. Pero, Cristo nos ha
mandado ser sus "testigos" (Hc 1,8). El testigo no es un simple
evangelizador, sino que habla de una "experiencia" vivida, comunica
al mundo la experiencia de Jesús (1 Jn y ss). Jesús, testigo fiel (Ap 1,5)
hablaba de aquello que ha visto y oído del Padre (Jn 3,11). El Bautista empezó
como profeta a preparar los caminos del Señor, pero después del encuentro con
Jesús, después de "haber visto al Espíritu sobre El", se convirtió en
testigo (Jn 1,34). Los consagrados, a través de su vida de intimidad
con Jesús, se convierten fácilmente en "testigos", no son
sencillamente maestros, sino que son los que hablan de Jesús, que lo sienten
siempre cerca. Es esto
lo que hoy el mundo espera de los evangelizadores. El Evangelio que anuncian es
ante todo "una nueva noticia", - hemos sido salvados y tenemos a un
salvador - , que debe contagiar esperanza y gozo al mundo.
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