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P. Jesús López Gay, SJ
La vida cons. en la mis. ad gentes de hoy

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  • IV. La Vida Consagrada en la Iglesia
    • VI. El Consagrado y la persona y misión de Cristo
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VI. El Consagrado y la persona y misión de Cristo

Como primer fruto de la consagración hecha por el Espíritu los consagrados

llegan a ser personas cristiformes, prolongación en la historia de una especial presencia del Señor resucitado.(VC 19)

La profesión de los consejos evangélicos manifiesta el deseo explícito de una conformación total a El. El "modo" de vivir de los consagrados puede decirse

divino porque es abrazado por El. Hombre-Dios... Este es el motivo por el que en la tradición cristiana se ha hablado siempre de la excelencia objetiva de la vida consagrada. (VC 18)

Cristo ha vuelto al Padre, pero la Iglesia, y en particular la vida consagrada, es un signo

de una nueva presencia de Jesús... ella lo prolonga y lo continúa. Ahora bien, es ante todo su misión y su condición de evangelizador lo que ella está llamada a continuar (EN 15).

La práctica de los consejos constituye un "modo particularmente íntimo y fecundo de participar también en la misión de Cristo" (VC 18). Los consagrados no son sólo los seguidores de Cristo, sino especialmente de "su misión".

La misión de la Iglesia desarrolla en la historia la misión de Cristo. Y los "consagrados" pueden vivir "en pos de Cristo" (VC 18) y reproducir el estilo de Jesús en el momento de realizar la misión:

Y como esta misión (de la Iglesia) continúa y desarrolla a lo largo de la historia la misión de Cristo...la Iglesia debe caminar, bajo el impulso del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguió, es decir por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte. (AG 5).

Si la Persona de Cristo como salvador es definitiva, y no podemos esperar a ningún otro nuevo salvador, definitivo es también el camino abierto por él en el momento de cumplir su misión. Por este motivo no faltan nunca en las misiones de los consagrados la pobreza, el servicio y el martirio. Estos aspectos cristológico-misioneros guardan hoy toda su actualidad.

El aspecto litúrgico es hoy central en la teología de la vida religiosa(PC 6). Que se conserve y sea celebrada la Eucaristía, para que sea verdaderamente el centro de la comunidad.(Can. 608)

La consagración es una manera de vivir la Pascua de Cristo. La liturgia es el ejercicio de la función sacerdotal de Cristo, pero en "esta obra Cristo asocia siempre a sí la Iglesia, su esposa amadísima", (SC 7) y concretamente los consagrados (VC 59). Así,

toda celebración litúrgica en cuanto obra de Dios sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, y ninguna otra acción de la Iglesia iguala la eficacia en el mismo modo (SC 7.14)

La celebración litúrgica tiene una dimensión misionera, como ha querido subrayarlo la teología misionera de los Ortodoxos: de la Liturgia a la misión que se convierte en una liturgia.

El primer gesto del Verbo enviado y encarnado fue el anonadamiento, "se despojó de si mismo" (Fl 2,7), y es ésta la primera regla subjetiva de la inculturación (VC 79, considera la inculturación a la luz de la cristología). Luego hay una segunda regla, objetiva, la de aceptar muchos valores de las culturas entre las que se trabaja.

Aplicándose con estas actitudes al estudio y a la comprensión de las culturas, los consagrados pueden discernir mejor en ellas los valores auténticos y el modo en que pueden ser acogidos.(VC 79)

Ciertamente, esta actitud necesita de una formación verdadera y continua. No se improvisa. Así ha actuado la Iglesia misionera, como lo recuerda la historia (cfr.GS 44), y ha visto, por ejemplo, en la obra de los santos Cirilo y Metodio, un modelo de lo hoy lleva el nombre de inculturación, la encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas, y junto con esto la introducción de las mismas en la vida de la Iglesia.

Si la inculturación conlleva la introducción de los valores culturales en la vida de la Iglesia, esto es válido a mayor abundamiento para la vida de los Institutos consagrados,

los valores descubiertos en las diversas civilizaciones pueden animarlas a incrementar su compromiso de contemplación y de oración, a practicar más intensamente el compartir comunitario y la hospitalidad, a cultivar con mayor diligencia el interés por la persona y el respeto por la naturaleza. (VC 79)

Una auténtica inculturación ayudará a las personas consagradas a vivir la radicalidad evangélica "según el carisma del propio Instituto y la idiosincrasia del pueblo con el cual entran en contacto" (VC 80).

Ciertamente, si la inculturación no es auténtica presenta riesgos, y por esto la Iglesia nos ha ofrecido criterios para proceder por el camino.

Teniendo presente el doble principio de la compatibilidad con el Evangelio de las varias culturas a asumir y de la comunión con la Iglesia universal se deberá proseguir .... para que esta inculturación se lleve a cabo cada vez más ampliamente (Familiaris Consortio, 1981, n.10)

El Evangelio purificará muchos elementos culturales pues todo lo bueno presente... en los ritos y en las culturas propias (in ritibus et culturis) de los pueblos se sana, se eleva, se perfecciona (AG 9)

En el momento del anuncio del mensaje del Evangelio, así como en el campo de las expresiones litúrgicas, de la catequesis, de la formulación teológica, de las estructuras eclesiales secundarias, el Papa nos anima a que utilicemos un lenguaje no puramente semántico, sino también antropológico y cultural.

La evangelización corre el riesgo de perder su alma y desvanecerse, si se vacía o desvirtúa su contenido, bajo pretexto de traducirlo; si queriendo adaptar una realidad universal a un espacio local, se sacrifica esta realidad y se destruye la unidad sin la cual no hay universalidad (EN 63).

Hemos hablado ya del "diálogo" y de la vida religiosa. Una verdadera inculturación comporta necesariamente un serio y abierto diálogo interreligioso, que no está en contraposición con la misión ad gentes: y que no dispensa de la evangelización. (VC 79)

Ahora nos centramos en la palabra dirigida a la conversión (RM 46). La evangelización es un proceso en el que el anuncio de la palabra ocupa un lugar central. Hoy se ha desarrollado la teología misionera de la palabra. En la obra misionera es necesario, pero no suficiente el testimonio mudo de la vida (EN 21). El testimonio de la vida es un "signo" necesario. Y todos los nuevos documentos de la Iglesia señalan la vida consagrada como un "signo", gracias a las múltiples manifestaciones de su amor (VC 5 y ss). La vida consagrada es misionera, bien que se limite a una presencia muda. Pero sin "el testimonio de la palabra" no hay verdadera evangelización (EN 22). El misterio y el Evangelio de Cristo deben anunciarse siempre. El diálogo no reemplaza la evangelización, ni dispensa de la misma (RM 55, 11,44,46).

¿Cómo anunciar? En la teología actual el término "transmitir fielmente" el Evangelio recibido ha pasado a ocupar un primer plano. No debemos olvidar que la revelación que anunciamos es "nueva y definitiva" (DV 4; Gl 1). No podemos crear un Evangelio más actual que aquel que nos ha transmitido la Iglesia: es cierto que debemos encontrar siempre fórmulas nuevas, nuevos modos de expresarlo (aquí entra de nuevo en juego la inculturación) para expresar este contenido irremplazable. El misionero tiene la obligación de la "denuncia profética", especialmente si se trata de las denuncias del pecado. Pero, Cristo nos ha mandado ser sus "testigos" (Hc 1,8). El testigo no es un simple evangelizador, sino que habla de una "experiencia" vivida, comunica al mundo la experiencia de Jesús (1 Jn y ss). Jesús, testigo fiel (Ap 1,5) hablaba de aquello que ha visto y oído del Padre (Jn 3,11). El Bautista empezó como profeta a preparar los caminos del Señor, pero después del encuentro con Jesús, después de "haber visto al Espíritu sobre El", se convirtió en testigo (Jn 1,34). Los consagrados, a través de su vida de intimidad con Jesús, se convierten fácilmente en "testigos", no son sencillamente maestros, sino que son los que hablan de Jesús, que lo sienten siempre cerca. Es esto lo que hoy el mundo espera de los evangelizadores. El Evangelio que anuncian es ante todo "una nueva noticia", - hemos sido salvados y tenemos a un salvador - , que debe contagiar esperanza y gozo al mundo.




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