VII. Hacia el Padre
Hemos empezado hablando de la misión en la
"historia", esa historia camina hacia una meta, el Padre, y los
misioneros-consagrados que trabajan en la historia van hacia el Padre. El
origen de toda vocación es el Padre, como reconocía Cristo,... por los que tú
me has confiado, pues son tuyos. (Jn 17,9-12)
El origen de la misión se
encuentra en el "amor fontal del Padre" (AG 2), y la misión se
desarrolla porque el Padre "quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tm 2,4). Los consagrados ven su vida "A
Patre ad Patrem" (VC 17), Este es el sentido de la vocación a la vida
consagrada: una iniciativa enteramente del Padre. (VC 17)
El misterio de nuestra consagración-misión, desde el Padre, por
medio de Cristo, en el Espíritu, y de nuevo hacia el Padre.
El Padre tiene su "ritmo, su hora", para el
momento de las vocaciones a nuestros Institutos y de las conversaciones. No
debemos vivir con impaciencia. Los discípulos preguntaron a Jesús en un contesto
misionero, ¿Vas a restablecer ya el reino de Israel? Les respondió: "No os
toca a vosotros saber los tiempos y las circunstancias que el Padre ha fijado
con su autoridad (Hc 1,7) - id más bien a trabajar.
Cristo no nos pide que veamos
los frutos, nos pide que trabajemos con confianza. Las varias dificultades los
consagrados encuentran, no deben en absoluto hacernos perder la confianza en la
fuerza misionera de la vida consagrada (VC 63). La figura y la realidad del Padre, que es ante todo
Providencia, nos llevan a la confianza y a la esperanza.
El Padre cuida de todas sus
criaturas, también de las más pequeñas e insignificantes, como las flores del
campo y los pájaros (Mt 6,26-30). El Padre es el "creador" y todas las
criaturas han sido creadas para ser un día recapituladas en Cristo. El pecado
tuvo consecuencias en la creación. La creación misma, sometida a la caducidad, espera poder
entrar en la libertad de la gloria (Rm 8,20-22). Al final el Padre adaptará el
universo al estado glorificado. Las criaturas conocerán al final una especie de
restauración general. El horizonte escatológico es el de una renovación
universal, no de una ruina. Y la labor misionera se sitúa en este movimiento de
búsqueda y de protección de todo lo que hay de bueno en la creación, para
someterlo a Cristo.
También la vida consagrada, se encamina por las sendas del
tiempo con la mirada fija en la futura recapitulación de todo en Cristo... y
Cristo 'entregue a Dios Padre el Reino...' 1Cor 15,24-28. (VC 59).
Por este motivo, tanto en la vida misionera como en la vida
consagrada aparece la dimensión "ecológica". La historia ha
contemplado muchos ejemplos de esa dimensión en los consagrados. Hoy más que
nunca la ecología está amenazada, y podemos preguntarnos si los consagrados
responden a este reto.
Y con este retorno al Padre deseo terminar. Hemos salido de
El desnudos, llamados y consagrados por el Espíritu para trabajar, pero no
podemos volver al Padre con las manos vacías.
Muchas parábolas nos presentan al Padre con esta pregunta:
¿qué habéis hecho con el dinero recibido? Da cuenta de tu herencia. (Y la
nuestra es ¡tan rica!)
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