4.3. Problemática
actual
Las dificultades principales de
la puesta en marcha de esta nueva visión son obstáculos a la movilidad y
enlazan con la evolución interna de nuestros Institutos.
En principio, los misioneros ad
gentes, afirmamos que acompañamos las comunidades cristianas que se constituyen
a partir de nuestro anuncio hasta el momento en que sean suficientemente
dinámicas y misioneras para anunciar a su vez la Buena Nueva. Pero, una vez que nos comprometemos,
no es fácil separarse. Y aun cuando habría que limitarse a construir el
conjunto de paredes maestras, es grande la tentación de quererse instalar en la
casa que se ha construido.
4.3.1. Dificultades
estructurales
Hemos trabajado en la primera
evangelización, pero somos en un cierto sentido víctimas de nuestro éxito. Hemos
creado estructuras de Iglesia de las que nos hemos vuelto prisioneros. Y
mientras, los territorios se han convertido en diócesis, pero nosotros seguimos
entreteniendo lo que hemos empezado. Y esto es particularmente verdad en las
diócesis en cuya fundación hemos contribuido y sobre todo si somos la única
congregación clerical presente en la diócesis. Hay parroquias que hemos fundado
hace cien años y de las que asumimos todavía la responsabilidad pastoral, sea
porque no hay suficiente personal, sea porque dudamos en poner en las manos del
clero diocesano estructuras a veces pesadas que sabemos por adelantado que el
clero diocesano no podrá mantener. Muchos misioneros se han convertido en
"curas de parroquias" en el extranjero, o administradores de obras y
esta situación les satisface, con todo el respeto debido a los esfuerzos de
aculturación, de aprendizaje del idioma, de integración en medios pocos
confortables.
¿No sería ésta una invitación a
diversificar los Institutos presentes en una diócesis de manera que puedan
dejar más sitio a los carismas?
4.3.2. Tensión entre
integración y movilidad
La aculturación exige tiempo y
esfuerzos importantes. Debemos
integrarnos en la cultura local para poder ayudar a la gente y acoger el
Evangelio como una fuerza divina que les permite transformar su sociedad desde
dentro y no ser un obstáculo a la inculturación del Evangelio. Allí donde el
Mensaje ha sido anunciado en términos de una cultura extranjera, ayudamos a las
personas a reformularlo siguiendo las categorías de pensamiento de su propia
cultura.
4.3.3. Dificultades psicológicas
La labor misionera es la del sembrador. Pero no es fácil
dejar a otros una obra que se ha puesto en marcha, que tiene éxito, y empezar
en otro lugar. La agilidad disminuye con la edad. El problema se complica más
aún si los jóvenes miembros originarios de la Iglesia local consideran esta o
tal obra como parte de su patrimonio y se resisten a lo que interpretan como un
empobrecimiento de su Provincia.
4.3.4. Una presencia en vista de reclutamiento
No es en los territorios de
primera evangelización donde es posible reclutar vocaciones misioneras, sino en
las Iglesias que hemos contribuido a hacer crecer. Cuando hemos empezado a
reclutar vocaciones misioneras locales, hemos visto la necesidad de
"arraigarnos", la necesidad de "estructuras de base", de
inserciones que pueden servir de campo pastoral para los hermanos en formación,
y que se eligen en función de criterios que no son siempre misioneros. (A veces se trata sólo de la
cercanía de una casa o de un centro de formación).
Una tarea que parece ser nuestra de manera específica en las
diócesis es la animación misionera de la Iglesia local, pero esto exige aún una
reflexión y una búsqueda profunda. No parece posible aplicar lo que se hace en
Europa por ejemplo.
4.3.5. Implicaciones financieras
Durante mucho tiempo, los compromisos misioneros han sido
sostenidos por la generosidad de los cristianos del primer mundo. Las
misiones tenían sus propias actividades de auto-financiación: plantaciones,
ganadería. Los
cristianos de la Tercera Iglesia se han acostumbrado a ser más beneficiarios de
la ayuda que a contribuir a sostener la obra misionera.
Nuestras directivas financieras
prevén que nos apoyemos cada vez más en aportaciones locales. Esto es válido en
el caso de parroquias pujantes, pero son ellas precisamente las que cedemos en
primer lugar. Uno de los criterios que tiene peso en la decisión de pasar una
parroquia o una obra a la diócesis es su viabilidad financiera. Y mientras, el
apoyo de los bienhechores tiende a disminuir.
4.3.6. La formación
de los misioneros
En el campo de la formación de
los sacerdotes de nuestros Institutos misioneros, la mayoría de nuestros
Institutos no tienen sus propios centros de formación, envían a sus estudiantes
en centros de otros Institutos que reproducen la Ratio Studiorum de la
Universidad en la que están afiliados. En este contexto, es difícil asegurar una formación
específicamente misionera. Muy a menudo, la formación dada apunta más bien a la
pastoral parroquial tradicional y no prepara a nuestros jóvenes para
compromisos auténticamente misioneros. Sería necesario poder reconocer el valor
de una Ratio Studiorum propia, que prepare de manera específica para la misión
ad gentes, de manera que los futuros misioneros puedan formarse en esta
perspectiva.
4.3.7. La estructura
de edad de nuestros Institutos
El
hecho de haber priorizado las vocaciones diocesanas hasta hace poco tiene como
consecuencia que nos falten hermanos capacitados para nuestras estructuras de
base (formadores, superiores...). Y ocurre muy frecuentemente que los mejores
entre ellos sean llamados a ser pastores en su diócesis de origen. Por otro
lado, a los grupos europeo y norteamericano les ha afectado mucho la crisis de
los años '70. El grupo de edad de 40-55 años, es decir el grupo que debería
asegurar el liderazgo, la formación y es capaz de lanzar las nuevas
fundaciones, es particularmente reducido.
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