José de Acosta
Historia natural y moral de las Indias

Libro cuarto

Capítulo XI

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Capítulo XI

 

Dónde se halla el azogue, y cómo se descubrieron sus minas riquísimas en Guancavelica Hállase el azogue en una manera de piedra, que da juntamente el bermellón, que los antiguos llamaron minio, y hoy día se dicen estar miniadas las imágenes que con azogue pintan en los cristales. El minio o bermellón celebraron los antiguos en grande manera, teniéndole por color sagrado, como Plinio refiere; y así dice, 165 que solían teñir con él el rostro de Júpiter los romanos, y los cuerpos de los que triunfaban, y que en la Etiopía, así los ídolos, como los gobernadores, se teñían el rostro de minio. Y que era estimado en Roma en tanto grado el bermellón (el cual solamente se llevaba de España, donde hubo muchos pozos y minas de azogue, y hasta el día de hoy las hay), que no consentían los romanos que se beneficiase en España aquel metal, porque no les hurtasen algo, sino así en piedra como lo sacaban de la mina, se llevaba sellado a Roma, y allá lo beneficiaban y llevaban cada año de España, especial del Andalucía, obra de diez mil libras; y esto tenían los romanos por excesiva riqueza.

Todo esto he referido del sobredicho autor, porque a los que ven lo que hoy día pasa en el Perú, les dará gusto saber lo que antiguamente pasó a los más poderosos señores del mundo. Dígolo, porque los Ingas, reyes del Perú, y los indios naturales de él labraron gran tiempo las minas del azogue, sin saber del azogue, ni conocelle, ni pretender otra cosa sino este minio, o bermellón que ellos llaman llimpi, el cual preciaban mucho para el mismo efecto que Plinio ha referido de los romanos y etíopes, que es para pintarse o teñirse con él los rostros y cuerpos suyos y de sus ídolos: lo cual usaron mucho los indios, especialmente cuando iban a la guerra, y hoy día lo usan cuando hacen algunas fiestas o danzas, y llámanlo embijarse, porque les parecía que los rostros así embijados ponían terror; y agora les parece que es mucha gala.

Con este fin, en los cerros de Guancavelica, que son en el Perú cerca de la ciudad de Guamanga, hicieron labores extrañas de , de donde sacaban este metal, y es de modo, que si hoy día entran por las cuevas o socavones que los indios hicieron, se pierden los hombres, y no atinan a salir. Mas ni se cuidaban del azogue, que está naturalmente en la misma materia o metal de bermellón, ni aun conocían que hubiese tal cosa en el mundo. Y no sólo los indios, mas ni aún los españoles conocieron aquella riqueza por muchos años, hasta que gobernando el licenciado Castro el Perú, el año de sesenta y seis y sesenta y siete se descubrieron las minas de azogue en esta forma.

Vino a poder de un hombre inteligente llamado Enrique Garcés, portugués de nación, el metal colorado que he dicho, que llamaban los indios llimpi, con que se tiñen los rostros, y mirándolo conoció ser el que en castilla llaman bermellón; y como sabía que el bermellón se saca del mismo metal que el azogue, conjeturó, que aquellas minas habían de ser azogue. Fué allá, y hizo la experiencia y ensaye, y halló ser así, y de esta manera descubiertas las minas de Paleas en término de Guamanga, fueron diversos a beneficiar el azogue para llevarle a Méjico, donde la planta se beneficiaba por azogue, con cuya ocasión se hicieron ricos no pocos. Y aquel asiento de minas, que llaman Guancavelica, se pobló de españoles y de indios que acudieron, y hoy día acuden a la labor de las dichas minas de azogue, que son muchas y prósperas.

Entre todas es cosa ilustrísima la mina que llaman de Amador de Cabrera, por otro nombre la de los Santos, la cual es un peñasco de piedra durísima empapada toda en azogue de tanta grandeza, que se extiende por ochenta varas de largo y cuarenta de ancho, y por toda esta cuadra está hecha su labor en hondura de setenta estados, y pueden labrar en ella más de trescientos hombres juntos, por su gran capacidad. Esta mina descubrió un indio de Amador de Cabrera, llamado Navincopa, de el pueblo de Acoria: registróla Amador de Cabrera en su nombre: trajo pleito con el Fisco, y por ejecutoria se le dió el usufructo de ella, por ser descubridora. Después la vendió por doscientos y cincuenta mil ducados, y pareciéndole que había sido engañado en la venta, tornó a poner pleito, porque dicen que vale más de quinientos mil ducados, y aún a muchos les parece que vale un millón; cosa rara haber mina de tanta riqueza.

En tiempo que gobernaba el Perú don Francisco de Toledo, un hombre que había estado en Méjico, y visto cómo se sacaba plata con los azogues, llamado Pero Fernández de Velasco, se ofreció a sacar la plata de Potosí por azogue. Y hecha la prueba, y saliendo muy bien, el año de setenta y uno se comenzó en Potosí a beneficiar la plata con los azogues que se llevaron de Guancavelica, y fué el total remedio de aquellas minas, porque con el azogue se sacó plata infinita de los metales que estaban desechados que llamaban desmontes. Porque como está dicho, el azogue apura la plata, aunque sea pobre, y de poca ley, y seca, lo cual no hace la fundición de fuego.

Tiene el Rey Católico, de la labor de las minas de azogue, sin costa, ni riesgo alguno, cerca de cuatrocientos mil pesos de minas, que son de a catorce reales, o poco menos, sin lo que después de ello procede, por el beneficio que se hace en Potosí, que es otra riqueza grandísima. Sácanse un año con otro de estas minas de Guancavelica, ocho mil quintales de azogue, y aún más.





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Lib. 33, cap. 7



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