José de Acosta
Historia natural y moral de las Indias

Libro cuarto

Capítulo XXXIX

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Capítulo XXXIX

 

De los micos o monos de Indias Micos hay innumerables por todas esas montañas de islas, y Tierra Firme y Andes. Son de la casta de monas, pero diferentes en tener cola, y muy larga, y haber entre ellos algunos linajes de tres tanto, y cuatro tanto más cuerpo que monas ordinarias. Unos son negros del todo, otros bayos, otros pardos, otros manchados y varios. La ligereza y maña de éstos admira, porque parece que tienen discurso y razón; en el andar por árboles parece que quieren imitar las aves. En Capira, pasando de Nombre de Dios a Panamá, vi saltar un mico de éstos de un árbol a otro, que estaba a la otra banda del río, que me admiró. Ásense con la cola a un ramo, y arrójanse adonde quieren, y cuando el espacio es muy grande, que no puede con un salto alcanzarle, usan una maña graciosa de asirse uno a la cola del otro y hacer de esta suerte una como cadena de muchos; después, ondeándose todos, o columpiándose, el primero, ayudado de la fuerza de los otros, salta y alcanza y se ase al ramo, y sustenta a los demás, hasta que llegan asidos, como dije, uno a la cola del otro.

Las burlas, embustes y travesuras que éstos hacen es negocio de mucho espacio; las habilidades que alcanzan cuando los imponen no parecen de animales brutos, sino de entendimiento humano. Uno vi en Cartagena en casa del gobernador, que las cosas que de él me referían apenas parecían creíbles. Como en envialle a la taberna por vino, y poniendo en la una mano el dinero, y en la otra el pichel, no haber orden de sacalle el dinero hasta que le daban el pichel con vino. Si los muchachos en el camino le daban grita o le tiraban, poner el pichel a un lado, y apañar piedras, y tirallas a los muchachos, hasta que dejaba el camino seguro; y así volvía a llevar su pichel. Y lo que es más, con ser muy buen bebedor de vino (como yo se lo vi deber echándoselo su amo de alto), sin dárselo, o dalle licencia, no había tocar al jarro. Dijéronme también que si vía mujeres , iba y les tiraba del tocado, y las descomponía y trataba mal.

Podrá ser algo de esto encarecimiento, que yo no lo vi, mas en efecto no pienso que hay animal que así perciba y se acomode a la conversación humana, como esta casta de micos. Cuentan tantas cosas, que yo, por no parecer que doy crédito a fábulas, o porque otros no las tengan por tales, tengo por mejor dejar esta materia con sólo bendecir al autor de toda criatura, pues para sola recreación de los hombres y entretenimiento donoso parece haber hecho un género de animal, que todo es de reír, o para mover a risa. Algunos han escrito que a Salomón se le llevaban estos micos de Indias occidentales: yo tengo para mí que iban de la India oriental.


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