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Que la causa de la idolatría ha sido la soberbia y envidia del demonio Es la soberbia del demonio tan grande y tan porfiada, que siempre apetece y procura ser tenido y honrado por Dios, y en todo cuanto puede hurtar y apropiar a sí lo que sólo al altísimo Dios es debido, no cesa de hacerlo en las ciegas naciones del mundo, a quien no ha esclarecido aún la luz y resplandor del santo evangelio.
De este tan soberbio tirano leemos en Job, 193 que pone sus ojos en lo más alto, y que entre todos los hijos de soberbia él es el rey. Sus dañados intentos y traición tan atrevida con que pretendió igualar su trono con el de Dios, bien claro nos lo refieren las divinas Escrituras, diciéndole en Isaías: 194 Decía entre ti mismo: Subiré hasta el cielo, pondré mi silla sobre todas las estrellas de Dios, sentarme he en la cumbre del testamento, en las faldas de aquilón, pasaré la alteza de las nubes, seré semejante al Altísimo. Y en Ezequiel: 195 Elevóse tu corazón, y dijiste: Dios soy yo, y en silla de Dios me he sentado en medio del mar.
Este tan malvado apetito de hacerse Dios, todavía le dura a satanás; y aunque el castigo justo y severo del muy Alto le quitó toda la pompa y lozanía, por donde se engrió tanto, tratándole como merecía su descortesía y locura, como en los mismos profetas largamente se prosigue; pero no por eso aflojó un punto su perversa intención, la cual muestra por todas las vías que puede, como perro rabioso, mordiendo la misma espada con que le hieren. 196 Porque la soberbia, como está escrito, de los que aborrecen a Dios, porfía siempre.
De aquí procede el perpetuo y extraño cuidado que este enemigo de Dios ha siempre tenido de hacerse adorar de los hombres, inventando tantos géneros de idolatrías, con que tantos tiempos tuvo sujeta la mayor parte del mundo, que apenas le quedó a Dios un rincón de su pueblo Israel. 197 Y con la misma tiranía, después que el fuerte del evangelio le venció, y desarmó y entró por la fuerza de la cruz las más importantes y poderosas plazas de su reino, acometió las gentes más remotas y bárbaras, procurando conservar entre ellas la falsa y mentida divinidad que el Hijo de Dios le había quitado en su Iglesia, encerrándole como a fiera en jaula, para que fuese para escarnio suyo y regocijo de sus siervos, como lo significa por Job. 198 Mas, en fin, ya que la idolatría fué extirpada de la mejor y más noble parte del mundo, retiróse a lo más apartado y reinó en estotra parte del mundo, que, aunque en nobleza muy inferior, en grandeza y anchura no lo es.
Las causas porque el demonio tanto ha esforzado la idolatría en toda infidelidad, que apenas se hallan gentes que no sean idólatras, y los motivos para esto, principalmente, son dos. Uno es el que está tocado de su increíble soberbia, la cual, quien quisiere bien ponderar, considere que al mismo Hijo de Dios y Dios verdadero acometió la misma espada con que le hiere, 199 que se postrase ante él y le adorase; y esto le dijo, aunque no sabiendo de cierto que era el mismo Dios, pero teniendo por lo menos grandes barruntos de que fuese Hijo de Dios. ¿A quién no asombrará tan extraño acometimiento? ¿Una tan excesiva y tan cruel soberbia? ¿Qué mucho que se haga adorar de gentes ignorantes por Dios el que al mismo Dios acometió, con hacérsele Dios, siendo una tan sucia y abominable criatura?
Otra causa y motivo de idolatría es el odio mortal y enemistad que tiene con los hombres. Porque, como dice el Salvador: 200 Desde el principio fué homicida, y eso tiene por condición y propiedad inseparable de su maldad.
Y porque sabe que el mayor daño del hombre es adorar por Dios a la criatura, por eso no cesa de inventar modos de idolatría con que destruir los hombres y hacelles enemigos de Dios. Y son dos los males que hace el demonio al idólatra: uno, que niega a su Dios, según aquello: 201 Al Dios que te crió desamparaste; otro, que se sujeta a cosa más baja que él, porque todas las criaturas son inferiores a la racional; y el demonio, aunque en la naturaleza es superior al hombre, pero en el estado es muy inferior, pues el hombre en esta vida es capaz de la vida divina y eterna. Y así, por todas partes con la idolatría Dios es deshonrado y el hombre destruido, y por ambas vías el demonio soberbio y envidioso, muy contento.