José de Acosta
Historia natural y moral de las Indias

Libro sexto

Capítulo II

«»

Enlaces a las concordancias:  Normales En evidencia

Link to concordances are always highlighted on mouse hover

Capítulo II

 

Del modo de cómputo y calendario que usaban los mejicanos Comenzando, pues, por el repartimiento de los tiempos y cómputo que los indios usaban, que es una de las más notorias muestras de su ingenio y habilidad, diré primero de qué manera contaban y repartían su año los mejicanos, y de sus meses y calendario, y de su cuenta de siglos o edades.

El año dividían en dieciocho meses; a cada mes daban veinte días, con que se hacen trescientos y sesenta días, y los otros cinco que restan para cumplimiento del año entero, no los daban a mes ninguno, sino contábanlos por sí y llamábanlos días valdíos, en los cuales no hacía la gente cosa alguna, ni acudían al templo, sólo se ocupaban en visitarse unos a otros perdiendo tiempo y los sacerdotes del templo cesaban de sacrificar. Los cuales días cumplidos, tornaban a comenzar la cuenta de su año, cuyo primer mes y principio era por marzo cuando comienza a reverdecer la hoja, aunque tomaban tres días de febrero, porque su primer día del año era a veintiséis de febrero, como constaba por el calendario suyo; en el cual está incorporado el nuestro con notable cuenta y artificio, hecho por los indios antiguos, que conocieron a los primeros españoles, el cual calendario yo vi y aun le tengo en mi poder, que es digno de considerar para entender el discurso y habilidad que tenían estos indios mejicanos.

Cada uno de los dieciocho meses que digo tiene su nombre especial y su pintura y señal propia, y comúnmente se tomaba de la fiesta principal que en aquel mes se hacía, o de la diferencia que el año va entonces causando. Y para todas sus fiestas tenían ciertos días señalados en su calendario. Las semanas contaba de trece en trece días y a cada día señalaban con un cero o redondo pequeño, multiplicando los ceros hasta trece y luego volvían a contar uno, dos, etc. Partían también los años de cuatro en cuatro signos, atribuyendo a cada año un signo. Estas eran cuatro figuras: la una de casa, la otra de conejo, la tercera de caña, la cuarta de pedernal, y así las pintaban, y por ellas nombraban el año que corría, diciendo: A tantas casas, o a tantos pedernales de tal rueda, sucedió tal y tal cosa.

Porque es de saber que su rueda, que es como siglo, contenía cuatro semanas de años, siendo cada una de trece, de suerte que eran por todos cincuenta y dos años. Pintaban en medio un sol, y luego salían de él en cruz cuatro brazos o líneas hasta la circunferencia de la rueda, y daban vueltas, de modo que se dividía en cuatro partes la circunferencia, y cada una de ellas iba con su brazo de la misma color, que era cuatro diferentes, de verde, de azul, de colorado, de amarillo, y cada parte de éstas tenía sus trece apartamientos, con su signo de casa, o conejo, o caña, o pedernal, significado en cada uno su año, y al lado pintaban lo sucedido en aquel año. Y así vi yo en el calendario que he dicho señalado el año que entraron los españoles en Méjico, con una pintura de un hombre vestido a nuestro tallo de colorado, que tal fué el hábito del primer español que envío Hernando Cortés.

Al cabo de los cincuenta y dos años que se cerraba la rueda, usaban una ceremonia donosa, y era, que la última noche quebraban cuantas vasijas tenían, y apagaban cuantas lumbres había, diciendo que en una de las ruedas había de fenecer el mundo, y que por ventura sería aquella en que se hallaban, y que, pues se había de acabar el mundo, no habían de guisar, ni comer, que para qué eran vasijas, ni lumbre, y así se estaban toda la noche, diciendo que quizá no amanecería más, velando con gran atención todos para ver si amanecía. En viendo que venía el día, tocaban muchos atambores, y bocinas, y flautas y otros instrumentos de regocijo y alegría; diciendo, que ya Dios les alargaba otro siglo, que eran cincuenta y dos años, y comenzaban otra rueda.

Sacaban, el día que amanecía para principio de otro siglo, lumbre nueva, y compraban vasos de nuevo, ollas y todo lo necesario para guisar de comer, e iban todos por lumbre nueva donde la sacaba el sumo sacerdote, precediendo una solemnísima procesión en hacimiento de gracias, porque les había amanecido, y prorrogádoles otro siglo. Este era su modo de contar años, y meses, y semanas y siglos.


«»

Best viewed with any browser at 800x600 or 768x1024 on Tablet PC
IntraText® (VA2) - Some rights reserved by EuloTech SRL - 1996-2010. Content in this page is licensed under a Creative Commons License