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Trátase la razón por qué el sol fuera de los trópicos, cuando más dista, levanta aguas, y dentro de ellos al revés, cuando está más cerca
Pensando muchas veces con atención de qué causa proceda ser la equinoccial tan húmeda, como he dicho; deshaciendo el engaño de los antiguos, no se me ha ofrecido otra sino es que la gran fuerza que el sol tiene en ella atrae y levanta grandísima copia de vapores do todo el océano, que está allí tan extendido, y juntamente con levantar mucha copia de vapores, con grandísima presteza los deshace y vuelve en lluvias. Que provengan las lluvias y aguaceros del bravísimo ardor, pruébase por muchas y manifiestas experiencias. La primera es la que ya he dicho que el llover en ella es al tiempo que los rayos hieren más derechos, y por eso más recios; y cuando el sol ya se aparta y se va templando el calor, no caen lluvias ni aguaceros. Según esto, bien se infiere que la fuerza poderosa del sol es la que allí causa las lluvias.
Ítem, se ha observado, y es así en el Perú y en la Nueva España, que por toda la región tórrida los aguaceros y lluvias vienen de ordinario después de mediodía, cuando ya los rayos del sol han tomado toda su fuerza; por las mañanas, por maravilla llueve, por lo cual los caminantes tienen aviso de salir temprano y procurar para mediodía tener hecha su jornada, porque lo tienen por tiempo seguro de mojarse: esto saben bien los que han caminado en aquestas tierras. También dicen algunos pláticos que el mayor golpe de lluvias es cuando la luna está más llena. Aunque, por decir verdad, yo no he podido hacer juicio bastante de esto, aunque lo he experimentado algunas veces. Así que el año, el día y el mes todo da a entender la verdad dicha, que el exceso de calor en la tórrida causa las lluvias. La misma experiencia enseña lo propio en cosas artificiales, como las alquitaras y alambiques que sacan agua de hierbas o flores, porque la vehemencia del fuego encerrado levanta arriba copia de vapores, y luego, apretándolos, por no hallar salida, los vuelve en agua y licor. La misma filosofía pasa en la plata y oro, que se saca por azogue, porque si es el fuego poco y flojo, no se saca cuasi nada del azogue; si es fuerte, evapora mucho el azogue, y topando arriba con que llaman sombrero, luego se torna en licor y gotea abajo. Así que la fuerza grande del calor, cuando halla materia aparejada, hace ambos efectos, uno de levantar vapores arriba, otro de derretirlos luego y volverlos en licor cuando hay estorbo para consumirlos y gastarlos.
Y aunque parezcan cosas contrarias que el mismo sol cause las lluvias en la tórrida, por estar muy cercano, y el mismo sol las cause fuera de ella, por estar apartado, y aunque parece repugnante lo uno a lo otro, pero bien mirado no lo es en realidad de verdad. Mil efectos naturales proceden de causas contrarias por el modo diverso. Ponemos a secar la ropa mojada al fuego, que calienta, y también al aire, que enfría. Los adobes se secan y cuajan con el sol y con: el hielo. El sueño se provoca con ejercicio moderado; si es demasiado, y si es muy poco o ninguno, quita el sueño. El fuego, si no le echan leña, se apaga; si le echan demasiada leña, también se apaga; si es proporcionada, susténtase y crece. Para ver, ni ha de estar la cosa muy cerca de los ojos, ni muy lejos; en buena distancia se ve, en demasiada se pierde y muy cercana tampoco se ve. Si los rayos del sol son muy flacos, no levantan nieblas de los ríos; si son muy recios, tan presto como levantan vapores, los deshacen, y así el moderado calor los levanta y los conserva. Por eso comúnmente ni se levantan nieblas de noche, ni al mediodía, sino a la mañana, cuando va entrando más el sol. A este tono hay otros mil ejemplos de cosas naturales, que se ven proceder muchas veces de causas contrarias. Por donde no debemos maravillarnos que el sol con su mucha vecindad levante lluvias, y con su mucho apartamiento también las mueva, y que siendo su presencia moderada, ni muy lejos, ni muy cerca, no las consienta.
Pero queda todavía gana de inquirir por qué razón dentro de la tórrida causa lluvias la mucha vecindad del sol, y fuera de la tórrida las causa su mucho apartamiento. A cuanto yo alcanzo, la razón es porque fuera de los trópicos en el invierno no tiene tanta fuerza el calor del sol, que baste a consumir los vapores que se levantan de la tierra y mar, y así éstos vapores se juntan en la región fría del aire en gran copia, y con el mismo frío se aprietan y espesan. y con esto, como exprimidos o apretados, se vuelven en agua. Porque aquel tiempo de invierno el sol está lejos y los días son cortos y las noches largas, lo cual todo hace para que el calor tenga poca fuerza. Mas cuando se va llegando el sol a los que están fuera de los trópicos, que es en tiempo de verano, es ya la fuerza del sol tal, que juntamente levanta vapores y consume y gasta y resuelve los mismos vapores que levanta.
Para la fuerza del calor ayuda ser el sol más cercano y los días mas largos. Mas dentro de los trópicos, en la región tórrida, el apartamiento del sol es igual a la mayor presencia de esotras regiones fuera de ellos, y así, por la misma razón, no llueve cuando el sol está más remoto en la tórrida, como no llueve cuando está más cercano a las regiones de fuera de ella, porque está en igual distancia, y así causa el mismo efecto de serenidad. Mas cuando en la tórrida llega el sol a la suma fuerza y hiere derecho las cabezas, no hay serenidad ni sequedad, como parecía que había de haber, sino grandes y repentinas lluvias. Porque con la fuerza excesiva de su calor atrae y levanta cuasi súbito grandísima copia de vapores de la tierra y mar océano; y siendo tanta la copia de vapores, no los disipando, ni derramando el viento, con facilidad se derriten y causan lluvias mal sazonadas. Porque la vehemencia excesiva del calor puede levantar de presto tantos vapores, y no puede tan de presto consumirlos y resolverlos; y así levantados y amontonados con su muchedumbre, se derriten y vuelven en agua.
Lo cual todo se entiende muy bien con un ejemplo manual. Cuando se pone a asar un pedazo de puerco, o de carnero, o de ternera, si es mucho el fuego y está muy cerca vemos que se derrite la grosura y corre y gotea en el suelo, y es la causa que la gran fuerza del fuego atrae y levanta aquel humor y vahos de la carne; y porque es mucha copia no puede resolverla, y así destila y cae; mas cuando el fuego es moderado y lo que se asa está en proporcionada distancia, vemos que se asa la carne y no corre ni destila, porque el calor va con moderación sacando la humedad y, con la misma, la va consumiendo y resolviendo. Por eso los que usan arte de cocina mandan que el fuego sea moderado y lo que se asa no esté muy lejos, ni demasiado cerca, porque no se derrita.
Otro ejemplo es en las candelas de cera o de sebo, que si es mucho el pábilo derrite el sebo o la cera, porque no puede gastar lo que levanta de humor. Mas si es la llama proporcionada, no se derrite ni cae la cera, porque la llama va gastando lo que va levantando. Esta, pues (a mi parecer), es la causa, porque en la equinoccial y tórrida la mucha fuerza del calor cause las lluvias que en otras regiones suele causar la flaqueza del calor.