Luis Vélez de Guevara
El diablo está en Cantillana

Jornada III

«»

Enlaces a las concordancias:  Normales En evidencia

Link to concordances are always highlighted on mouse hover

Jornada III

 

Salen todos los que pudieren armados graciosamente y RODRIGO de sacristán, CARRASCA, alcalde labrador, y ZALAMEA vejete, alcalde, y sacan cajas de guerra.

 

 

 

 

 

ZALAMEA

   Hagan alto las hileras

 

 

 

en aquesta encrucijada

 

 

que es por donde salir suele

 

 

 

este demonio o fantasma.

 

 

 

La frente del escuadrón

 

 

nos toca a mí y a Carrasca

 

 

 

por el oficio, en efecto,

 

 

de alcaldes de Cantillana.

 

 

El sacristán esté a punto

 

 

con el hisopo y el agua

 

 

para en oyendo el ruido...

 

RODRIGO

Por las aleluyas santas,

 

 

por los kiries y responsos,

 

 

que tengo de zampuzarla

 

 

en el caldero, aunque venga

 

 

en figura de tarasca.

 

 

Mal conocen los señores

 

 

alcaldes la temeraria

 

 

virtud del sacristán nuevo,

 

 

el valor y las palabras.

 

 

Conjuros con que puedo

 

 

arrojar esta fantasma

 

 

al rollo de Écija; miren

 

 

adónde quieren que vaya.

 

CARRASCA

Mira, el rollo, sacristán,

 

 

no la ha menester, echadla

 

 

a Vienes que hay una legua,

 

 

cuando aguas y lodos haya,

 

 

que por Dios entonces ella

 

 

la legua que he dicho pasa

 

 

viva, que no ha de quedar

 

 

en un mes para fantasma.

 

ZALAMEA

Harto mejor será, alcalde,

 

 

que llegue allá descansada

 

 

por que sepan los de Vienes

 

 

que hay valor en Cantillana

 

 

para hacerles mal.

 

CARRASCA

         Decid,

 

 

Zalamea, cuando falta

 

 

para esto, ¿cuánto y más dónde

 

 

hay tan bellacas entrañas

 

 

como en nosotros?

 

ZALAMEA

 Decidlo

 

 

por vos, compadre Carrasca,

 

 

que a pesar de todo el mundo

 

 

yo las tengo muy hidalgas.

 

CARRASCA

¡Qué hambrienta que las tendeles!

 

ZALAMEA

¿Qué queréis, han de estar hartas

 

 

de pan, ajos, cebollas

 

 

como las vuestras, Carrasca?

 

CARRASCA

Por eso, bien que las vuestras,

 

 

por no parecer villanas,

 

 

nunca han comido tocino.

 

ZALAMEA

Mentís por medio la barba.

 

CARRASCA

Y vos por esotra media.

 

ZALAMEA

¡Villano!

 

CARRASCA

             ¡Hidalgo sin branca!

 

ZALAMEA

¿Eso es falta?

 

CARRASCA

  ¿Pues hay cosa

 

 

que a todos haga más falta?

 

ZALAMEA

A mí, no; que mi nobleza,

 

 

tan conocida, me basta.

 

CARRASCA

¡Si descendéis de Lentinos,

 

 

claro está!

 

ZALAMEA

                Por la Giralda,

 

 

de la torre de Sevilla,

 

 

de un pampaco que la vara

 

 

os la rompo en la cabeza.

 

CARRASCA

No se os debe de dar nada

 

 

de la crisma que hay en ella.

 

RODRIGO

¡Ea, señores!, no vaya

 

 

esto a mayor rompimiento.

 

CARRASCA

Agradeced, Martín Gala,

 

 

 

al sacristán, que yo os diera

 

 

a entender.

 

RODRIGO

                 Digo que basta.

 

CARRASCA

Baste muy enhorabuena.

 

 

RODRIGO

Si no sea enhoramala.

 

CARRASCA

El sacristán nos perdone,

 

 

 

que tiene razón.

 

 

RODRIGO

      No falta

 

 

sino perderme el respeto;

 

 

no saben que en esta causa

 

 

traigo las veces del cura,

 

 

 

y su bonete y sotana,

 

 

y puedo descomulgarlos,

 

 

 

como quien no dice nada,

 

 

y casarlos siete veces,

 

 

si se me antoja.

 

 

ZALAMEA

     Esa es mala

 

 

burla de Dios.

 

RODRIGO

   No me enoje

 

 

que volveré las espaldas,

 

 

 

dejándoles, si son necios,

 

 

a cuesta con la fantasma.

 

 

CARRASCA

Señor sacristán Rodrigo,

 

 

 

perdone vuseñoranza,

 

 

para que Dios le perdone,

 

 

porque si mos desampara,

 

 

somos perdidos.

 

 

RODRIGO

       Está

 

 

 

muy bien, desle ahora traza

 

 

de cómo hemos de embestirle.

 

ZALAMEA

Con el guisopo y el agua

 

 

 

ha de ir delante de todos

 

 

 

cuando toquemos al arma,

 

 

el sacristán, y nosotros

 

 

guardándole las espaldas.

 

RODRIGO

¿Y esta fantasma, en efecto,

 

 

qué hora tiene señalada

 

 

 

para venir?

 

ZALAMEA

                 A las doce

 

 

y media, poco más, baja

 

 

 

de aquella ermita a la villa,

 

 

y poco a poco a la plaza

 

 

 

por aquellas cuatro calles.

 

 

Esto ha dicho Blas de Olaya,

 

 

que la vió, oyendo el ruido,

 

 

pasar desde su ventana,

 

 

 

y estuvo sin habla un día.

 

 

CARRASCA

Antona está con tercianas

 

 

de haberla visto una noche

 

 

desde lejos.

 

ZALAMEA

La Polanca

 

 

malparió un hijo.

 

 

CARRASCA

       Antón Crespo,

 

 

de escuchar desde su cama

 

 

el ruido, habrá tres días,

 

 

 

y serán cuatro mañana,

 

 

que no come y que se sale

 

 

como tinaja quebrada.

 

RODRIGO

Pasará gran pesadumbre,

 

 

si de esa suerte lo pasa;

 

 

 

¿y en qué figura, en efecto,

 

 

aparece esta fantasma,

 

 

por que estemos prevenidos?

 

ZALAMEA

Todos cuantos de ella hablan,

 

 

diferencian en el modo:

 

 

unos dicen que es muy blanca

 

 

y tan alta, que pasea

 

 

los tejados con la cara;

 

 

otros, que es un bulto negro;

 

 

otros, que es como una vaca,

 

 

con tres cabezas, echando

 

 

por todas tres humo y llamas;

 

 

mas ninguno se conforma

 

 

 

con el otro.

 

RODRIGO

                  Enigma extraña;

 

 

esta noche lo veremos;

 

 

alerta no se nos vaya

 

 

de las manos.

 

ZALAMEA

  Si ella viene

 

 

esta noche lo veremos;

 

 

le mando mala ventura.

 

CARRASCA

Yo prometo desollarla,

 

 

y a la puerta de la iglesia

 

 

 

colgarla llena de paja,

 

 

a donde todos la vean.

 

RODRIGO

¡Oh, qué graciosa alcaldada!

 

 

¿Qué es espíritu no veis?

 

 

CARRASCA

Porque no lo sea.

 

RODRIGO

        Extraña

 

 

simplicidad.

 

 

 

(Suena dentro ruido de cadenas.)

 

 

 

 

ZALAMEA

                Imagino,

 

 

si mi vejez no me engaña,

 

 

que han sonado unas cadenas.

 

CARRASCA

Y han vuelto a sonar.

 

RODRIGO

    Malhaya

 

 

quien no tiene muy gran miedo.

 

 

 

 

 

(Gemidos dentro.)

 

 

 

 

ZALAMEA

Parece que un toro brama.

 

RODRIGO

Y aun infierno de toros;

 

 

 

a todos tiembla la barba.

 

 

 

 

 

(Vuelven gemidos.)

 

 

 

 

 

Otra, ¡vive Dios!, que está

 

 

el diablo en Cantillana.

 

CARRASCA

Sacristán, esto se acerca;

 

 

salgamos tocando al arma

 

 

y comenzad el conjuro.

 

 

 

 

(TODOS a voces.)

 

 

 

 

TODOS.

¡Conjuradla, conjuradla!

 

RODRIGO

¡Conjúrela Barrabás!

 

CARRASCA

Ya llega.

 

 

 

ZALAMEA

             ¡Santa Leocadia!

 

 

¡Santa Tecla! ¡Santa Eufemia!

 

 

¡Santa Águeda! ¡Santa Engracia!

 

 

RODRIGO

¡Exíforas, abernuncio!

 

ZALAMEA

¡Todos los santos me valgan!

 

CARRASCA

¡No hay ánimo que la espere;

 

 

huyamos!

 

RODRIGO

               De buena gana.

 

 

 

(Van a entrarse y encuentran con el REY.)

 

 

 

 

 

Con ella hemos dado agora

 

 

por estotra parte; aparta,

 

 

 

no hay duda sino que está

 

 

el diablo en Cantillana.

 

 

 

(Vanse y salen DON GARCÍA y el REY.)

 

 

 

 

GARCÍA

Por fantasma te han tenido.

 

REY

Desta manera se engañan

 

 

los que dicen que la han visto.

 

GARCÍA

¡Qué propia gente villana!

 

REY

Con notable miedo corren,

 

 

y viene a ser de importancia

 

 

a mi amor, pues de esta suerte

 

 

la calle nos desamparan,

 

 

 

y sin testigos podremos

 

 

 

conquistar la hermosa causa

 

 

que adoro.

 

GARCÍA

                 Ya, al parecer,

 

 

va siendo menos ingrata,

 

 

 

pues esta noche me ha dado

 

 

de que te ha de hablar, palabra,

 

 

arrepentida, señor,

 

 

con razón de las pasadas.

 

REY

Tira una piedra, García.

 

 

 

(Tiran una piedra.)

 

 

 

 

GARCÍA

Ya va.

 

REY

          Y con ella a mis ansias,

 

 

que pudieran, don García,

 

 

con más razón despertarla.

 

GARCÍA

Y dices bien, que parece

 

 

 

que se ha dormido.

 

REY

              Pues vaya

 

 

otra piedra, y piedra a piedra

 

 

llame, donde amor no basta.

 

 

 

(Vuelven a tirar otra piedra.)

 

 

 

GARCÍA

Ya he tirado y parece

 

 

que han abierto la ventana.

 

 

 

(Abren una ventana y está en ella PERAFÁN, viejo.)

 

 

 

 

 

Pues retirate, García,

 

 

si no es sueño que me engaña.

 

 

 

 

 

 

(Vase GARCÍA.)

 

 

 

 

PERAFÁN

Un hombre a este balcón pienso

 

 

 

que se acerca.

 

REY

      ¿Es Esperanza?

 

 

¿Es mi bien?

 

PERAFÁN

Esto está bueno;

 

 

las piedras no me engañaban.

 

REY

¿No respondéis?

 

PERAFÁN

       Caballero,

 

 

cortesano o de la casa

 

 

del Rey: hacedme el favor

 

 

de ésta que veis, respetarla,

 

 

que es de un noble caballero

 

 

que su honor y sangre guarda,

 

 

y estamos en una aldea,

 

 

 

adonde con poca causa

 

 

 

desacreditarse puede

 

 

entre malicias villanas,

 

 

y no es bien hacer terrero

 

 

a costa de opinión tanta,

 

 

 

ni que deis por hacer señas

 

 

en mi honor tantas pedradas,

 

 

que descalabréis mi vida

 

 

 

y despertéis mi venganza.

 

 

Si pretendéis casamiento

 

 

 

y sois noble, las ventanas

 

 

 

no solicitéis con piedras,

 

 

 

que puertas tiene mi casa.  (Éntrase.)

 

 

 

REY

Entróse. ¡Por Dios, que el viejo

 

 

que tiene prudencia rara

 

 

 

y valor! ¿Iréme? No;

 

 

que él se habrá vuelto a la cama,

 

 

 

y ella saldrá, porque el Sol

 

 

primero que el Alba salga;

 

 

¡oh amor!, al inconveniente,

 

 

qué de pensiones que pagas,

 

 

aunque vencedor de todo

 

 

el mundo tiembla tus armas.

 

 

Lisonjea, amor, mis penas,

 

 

pues me estás debiendo tantas

 

 

con hacer que todos duerman

 

 

y sólo vele Esperanza.

 

 

Mas, ¡vive el cielo!, que ahora

 

 

sale un hombre de su casa:

 

 

o he de matarle, por Dios,

 

 

o conocerle.

 

 

 

(Sale PERAFÁN con espada y broquel.)

 

 

 

 

PERAFÁN

                 Pues causan

 

 

en vos tan poco respeto,

 

 

 

caballero, las palabras,

 

 

y me obligáis, ¡vive Dios!,

 

 

que con las obras os haga

 

 

conocer que sois grosero

 

 

 

y os he de echar con la espada,

 

 

 

pues no puedo con razones,

 

 

de la calle a cuchilladas;

 

 

 

veréis quien soy, aunque viejo,

 

 

porque el valor nunca falta

 

 

donde hay sangre noble.

 

 

 

 

(Vase el REY sin hacer caso de él.)

 

 

 

 

 

  Fuése

 

 

sin responderme palabra,

 

 

 

y vive Dios que parece

 

 

que es el Rey, si no me engaña

 

 

el crujido de las piernas.

 

 

 

Pesárame que Esperanza

 

 

 

al Rey ocasión ninguna,

 

 

siendo de don Juan hermana

 

 

y de aquesta sangre hija.

 

 

 

 

(Dentro DON JUAN.)

 

 

 

 

DON JUAN

Ten de aqueste estribo y llama.

 

PERAFÁN

Mi hijo es éste, sin duda

 

 

 

que ha llegado; bien se acaban

 

 

los recelos de esta noche

 

 

 

con nuevas tan deseadas.

 

 

 

(Vase y salen DOÑA ESPERANZA y DON LOPE.)

 

 

 

 

 

ESPERANZA

Ya, dueño del alma mía,

 

 

 

vuestra remisión culpaba,

 

 

 

y me ha debido por vos

 

 

 

muchas lágrimas el alma.

 

 

LOPE

Mi bien; no ha podido ser

 

 

menos, puesto que está el alma

 

 

siempre con vos.  (Dentro.)

 

 

 

PERAFÁN

       Entra, Juan,

 

 

despertarás a tu hermana.

 

DON JUAN

Un hombre está allí con ella,

 

 

si las sombras no me engañan.

 

PERAFÁN

¿Un hombre? ¡Mátale!

 

ESPERANZA

     ¡Ay, cielo!

 

 

Si puedes, mi bien, te escapas,

 

 

que son mi padre y mi hermano.

 

 

LOPE

No te alborotes, aparta,

 

 

y no temas, mientras vieres

 

 

en este brazo esta espada.

 

 

 

(Salen PERAFÁN y DON JUAN con espadas desnudas.)

 

 

 

 

PERAFÁN

¿Quién eres, hombre?

 

LOPE

Don Lope,

 

 

 

dueño de doña Esperanza.

 

DON JUAN

¿Quién, di?

 

LOPE

   Don Lope Sotelo.

 

PERAFÁN

¿Don Lope?

 

LOPE

    ¿De qué te espantas?

 

 

PERAFÁN

De verte en mi casa así.

 

 

LOPE

Para ese seguro guarda

 

 

doña Esperanza una firma

 

 

de mi mano, en que declara

 

 

que es mi esposa; reportaos,

 

 

que podrá ser de importancia

 

 

el haberme hallado aquí

 

 

 

a todos, con la llegada

 

 

del señor don Juan, que el cielo

 

 

para mi bien esto traza;

 

 

 

volved con este los dos

 

 

 

las espadas a las vainas,

 

 

 

pues sabéis quién soy.

 

PERAFÁN

      Entremos.

 

DON JUAN

Notable aventura.

 

 

PERAFÁN

         Extraña.

 

 

 

(Vanse y sale el REY vistiéndose y acompañamiento.)

 

 

 

 

REY

   ¡Pesadas noches!

 

GARCÍA

   Ningunas

 

 

tiene más cortas el año.

 

 

REY

Hácenlas más importunas

 

 

de un dulce amoroso engaño,

 

 

tantas contrarias fortunas,

 

 

   que en las sabrosas porfías

 

 

de las esperanzas mías,

 

 

 

que tan poco bien me ofrecen,

 

 

siglos las horas parecen

 

 

 

y eternidades los días.

 

 

 

(Sale DOÑA MARÍA y toma la toalla.)

 

 

 

 

 

   Dadme la toalla.

 

MARÍA

Aquí

 

 

para servírosla estoy.

 

REY

Vos tanta merced a mí

 

MARÍA

Si sois mi rey.

 

REY

      Vuestro soy.

 

 

MARÍA

Quiero ver, señor, si así

 

 

 

   puedo granjearos más,

 

 

pues nunca alcancé jamás

 

 

a gozar de vos una hora.

 

 

REY

Siempre habéis de estar, señora,

 

 

con celos.

 

MARÍA

                Ya es por demás

 

 

   el poder vivir sin ellos,

 

 

pues siempre tengo ocasión

 

 

de pedillos y tenellos.

 

REY

Vanas ilusiones son;

 

 

más valor fuera vencellos,

 

 

   que por los hermosos ojos

 

 

soles vuestros celestiales,

 

 

que son quimeras y antojos.

 

MARÍA

Siendo ciertas las señales,

 

 

¿no lo han de ser los enojos?

 

REY

   Ciertas, ¿cómo?

 

MARÍA

 Tomaos vos

 

 

cuenta a vos mismo, y veréis

 

 

si en vano os culpo.

 

REY

               Por Dios

 

 

que os engañáis, pues sabéis

 

 

que un alma somos los dos,

 

 

   y es de quien sois desigual

 

 

que habléis en cosa tan vil.

 

MARÍA

Si amáis, no os parezca mal,

 

 

que aunque es materia civil,

 

 

es de causa criminal.

 

REY

   Sí, pero a tales personas

 

 

los celos nunca han llegado,

 

 

que son líneas de otras zonas,

 

 

porque siempre han respetado

 

 

los cetros y las coronas;

 

 

 

   y cuando atrevidos fuesen

 

 

fuera bien que les venciesen.

 

MARÍA

Vos en salud nos sangrasteis,

 

 

que a don Lope desterrasteis

 

 

por que no se os atreviesen.

 

REY

   Ya es eso, por Dios, pasar

 

 

de celosa a maliciosa.

 

MARÍA

Siempre lo debe de estar

 

 

 

la que llega a estar celosa,

 

 

que celos es sospechar.

 

 

REY

   De esa suerte no es certeza.

 

MARÍA

Con vuestra Alteza no arguyo,

 

 

porque a ser sofista empieza.

 

GARCÍA

Perafán y un hijo suyo,

 

 

para entrar a vuestra Alteza,

 

 

   piden que puerta les den.

 

MARÍA

No falta sino que venga

 

 

 

doña Esperanza también.

 

 

 

La audiencia no se detenga,

 

 

por mí esperando no estén

 

 

   honrarlos, pues en efecto

 

 

a hacerlo estáis obligado,

 

 

 

en público y en secreto,

 

 

 

porque a un suegro y a un cuñado

 

 

se les debe ese respeto.

 

 

REY

   Todo de esta vez lo dijo:

 

 

notable es Doña María;

 

 

 

pero para qué me aflijo:

 

 

 

haced entrar, don García,

 

 

a Perafán y a su hijo;

 

 

   ahora corre este humor,

 

 

y ha de perdonar si en mí

 

 

 

viere causa a su rigor.

 

GARCÍA

Ya está Perafán aquí.

 

 

 

(Salen PERAFÁN y DON JUAN.)

 

 

 

 

 

PERAFÁN

Danos tus plantas, señor.

 

 

REY

   Dios os guarde, Perafán

 

 

de Ribera, y seáis vos

 

 

muy bien venido, don Juan.

 

DON JUAN

Mil años os guarde Dios,

 

 

 

y del helado alemán

 

 

   al etíope abrasado

 

 

dilate vuestro valor

 

 

con vuestro nombre.

 

REY

                ¿En qué estado

 

 

queda la guerra?

 

 

DON JUAN

      Señor,

 

 

estas treguas fin han dado;

 

 

   pide partido Archidona

 

 

para ser de la Corona

 

 

de Castilla, y a este efecto,

 

 

aunque sin gusto, os prometo

 

 

de que falte mi persona;

 

 

 

   con ese pliego me envía

 

 

Enrique.

 

 

 

REY

            ¿Queda mi hermano

 

 

con salud?

 

DON JUAN

                Salud tenía

 

 

cuando partí, aunque el verano

 

 

ha durado la porfía

 

 

   de la guerra.

 

REY

        Yo deseo

 

 

haceros merced, don Juan,

 

 

porque vuestro valor veo,

 

 

y el que tiene Perafán,

 

 

y acudir quiero al empleo

 

 

 

   de doña Esperanza.

 

PERAFÁN

     Ahora

 

 

hay ocasión.

 

REY

    ¿De qué suerte?

 

PERAFÁN

Don Lope Sotelo adora

 

 

 

sus partes, y aunque divierte

 

 

tras la espada vencedora

 

 

   de Enrique, en esta jornada,

 

 

con las armas el amor,

 

 

esta cédula firmada

 

 

del nombre suyo, señor,

 

 

(Dale al REY la cédula.)

 

 

a doña Esperanza dada,

 

 

 

   como es razón, reconoce,

 

 

y determina cumplilla,

 

 

que obligaciones conoce

 

 

del hospedaje Castilla,

 

 

así mil años os goce,

 

 

   que nos honréis, si hay lugar,

 

 

dando a don Lope licencia

 

 

para venirse a casar,

 

 

porque puede con su ausencia

 

 

riesgo nuestro honor pasar.

 

 

   Esto don Juan por merced

 

 

que pediros ha traído,

 

 

lo que interesamos ved,

 

 

 

y a lo que él os ha servido

 

 

aquella merced haced,

 

 

   o a lo que mi padre y yo

 

 

a vuestro padre y abuelo...

 

REY

De esta suerte.

 

 

(Rompe el REY la cédula.)

 

PERAFÁN

    ¿Quién premió

 

 

jamás tan heroico celo

 

 

que la obligación rompió?

 

 

   Vive Dios, que no habéis hecho

 

 

lo que debéis al valor

 

 

de esta sangre y de este pecho.

 

DON JUAN

Si con nuestro deshonor

 

 

queréis quedar satisfecho

 

 

   del enojo que tenéis

 

 

con don Lope, vive Dios,

 

 

que pagar no pretendéis

 

 

 

lo que debéis a los dos,

 

 

 

y que a los dos obliguéis.

 

 

PERAFÁN

   A un desatino.

 

 

REY

          ¿Qué es esto?

 

 

 

(Entrándose el REY, vuelve a ellos.)

 

 

 

 

PERAFÁN

Señor, yo...

 

DON JUAN

Yo...

 

REY

           Basta ya.

 

 

DON JUAN

Echó la fortuna el resto;

 

 

 

¡que nos despreciase así!

 

 

PERAFÁN

Otro secreto hay aquí

 

 

más que sabemos los dos,

 

 

que lo sospeché, por Dios,

 

 

y anoche lo descubrí,

 

 

   aunque te lo deslumbré

 

 

cuando llegaste, don Juan.

 

DON JUAN

¿Cómo?

 

 

 

PERAFÁN

              Presumo que fué

 

 

el Rey.

 

GARCÍA

           Señor Perafán,

 

 

hoy vuestro valor se ve.

 

 

 

   A vos y a don Juan, su Alteza

 

 

manda que así como estáis,

 

 

con pena de la cabeza,

 

 

de Cantillana salgáis

 

 

luego.

 

PERAFÁN

         Bien su Alteza empieza

 

 

a premiarnos.

 

GARCÍA

  Perdonadme,

 

 

y, como es justo, los dos

 

 

de las nuevas disculpadme.  (Vase.)

 

 

DON JUAN

¡Moros hay, y vive Dios!...

 

PERAFÁN

Calla, Juan.

 

DON JUAN

                  Padre, dejadme,

 

 

   que de cólera reviento.

 

PERAFÁN

Obedezcamos al Rey,

 

 

que ha de haber más sufrimiento

 

 

en más valor.

 

DON JUAN

  Esta es ley

 

 

de un injusto pensamiento.

 

PERAFÁN

   Esto debe de importar;

 

 

vamos donde van sus leyes,

 

 

que en todo hemos de pensar,

 

 

don Juan, que aciertan los reyes,

 

 

y obedecer es callar.

 

 

   Eso es justicia y razón,

 

 

lo demás es desatino,

 

 

porque Dios, en conclusión,

 

 

es en lo humano y divino

 

 

 

la postrera apelación.

 

 

 

(Vanse, y salen ESPERANZA, RODRIGO y LEONOR.)

 

 

 

 

ESPERANZA

   Rodrigo.

 

RODRIGO

                  A pedirte vengo

 

 

la mano y la bendición,

 

 

porque determinación

 

 

de irme con don Lope tengo.

 

 

   Pruebo mal en el oficio,

 

 

si puede llamarse así,

 

 

de sacristán, porque aquí

 

 

no es de ningún beneficio,

 

 

   que de almorzar no se gana

 

 

apenas, y es destruirse,

 

 

porque han dado en no morirse

 

 

cuantos hay en Cantillana,

 

 

   que el médico está enojado

 

 

con el cura, y descompuesto

 

 

el boticario, y por esto

 

 

los responsos han colgado,

 

 

   y han jurado el boticario

 

 

y el médico que han de estar

 

 

seis veranos sin matar,

 

 

como suele de ordinario;

 

 

 

   ésta es la causa, señora,

 

 

que con don Lope me lleva,

 

 

si la guerra no me prueba

 

 

 

también.

 

 

 

ESPERANZA

              No intentes ahora

 

 

hacer mudanza ninguna;

 

 

 

quédate, Rodrigo, en casa,

 

 

mientras de don Lope pasa

 

 

y de mi amor la fortuna,

 

 

 

   que será muy brevemente;

 

 

aquestas nuevas te doy.

 

 

RODRIGO

Tu esclavo, señora, soy,

 

 

 

y lo seré eternamente;

 

 

   vivas más años que un censo

 

 

 

perpetuo, que una muralla,

 

 

que la manta de Cazalla,

 

 

 

porque con tu ayuda pienso

 

 

   ser de Leonor, a pesar

 

 

del tiempo, dueño.

 

LEONOR

Eso no,

 

 

Miguel de Vargas, que yo

 

 

mejor me pienso emplear

 

 

 

   cuando haga ese disparate.

 

RODRIGO

Pues qué, ¿aun no somos amigos?

 

LEONOR

Vienes oliendo a bodigos.

 

RODRIGO

Pluguiera a Dios.

 

 

ESPERANZA

        No se trate

 

 

   de pesadumbres agora.

 

LEONOR

No entendí verte jamás

 

 

 

alegre, y pienso que estás

 

 

de mejor humor, señora;

 

 

 

   si no me engaño, imagino

 

 

que hace algún efecto el Rey,

 

 

porque un rey, a toda ley...

 

ESPERANZA

Mi padre pienso que vino,

 

 

   y mi hermano.

 

 

RODRIGO

       Pues ¿está

 

 

el señor don Juan aquí?

 

 

ESPERANZA

Desde anoche llegó.

 

RODRIGO

  Así

 

 

de don Lope nos dará

 

 

   famosas nuevas.

 

ESPERANZA

Rodrigo,

 

 

 

lo que te he dicho es lo cierto.

 

RODRIGO

Pliegue a Dios que al dulce puerto

 

 

llegue don Lope contigo,

 

 

   tras tantas olas de ausencia,

 

 

de celos y de temor;

 

 

yo quiero dar al señor

 

 

don Juan hoy, con tu licencia,

 

 

   la bienvenida.

 

 

 

 

(Salen PERAFÁN y DON JUAN.)

 

 

 

 

PERAFÁN

     Aquí está

 

 

Esperanza.

 

RODRIGO

                Bienvenido

 

 

vuesa merced haya sido,

 

 

 

que era deseado ya

 

 

   de todos sus servidores.

 

 

 

(Habla ESPERANZA con su padre en secreto.)

 

 

 

 

 

Vuesa merced ¿viene bueno?

 

DON JUAN

Perdonad, que soy ajeno

 

 

 

de quién sois.

 

RODRIGO

  Estos señores

 

 

   siempre me han hecho merced,

 

 

y les estoy obligado.

 

ESPERANZA

Es de don Lope criado

 

 

Rodrigo.

 

 

 

RODRIGO

              Vuestra merced

 

 

desde hoy por suyo me tenga.

 

DON JUAN

Guárdeos Dios.

 

PERAFÁN

      Esto ha pasado:

 

 

El Rey nos ha desterrado,

 

 

que de esta suerte se venga

 

 

   de sus celos y de ti.

 

ESPERANZA

En casa os habéis de estar,

 

 

sin que salgáis del lugar,

 

 

y dejadme hacer a mí,

 

 

   que el Rey quiere ser llevado

 

 

por bien.

 

PERAFÁN

              Tu hermano ha venido,

 

 

Esperanza, sin sentido.

 

ESPERANZA

Venid y perder cuidado,

 

 

   que no hay del Rey qué temer,

 

 

mientras mi industria os ampare,

 

 

y si yo no le engañare,

 

 

no me llamaré mujer.

 

 

 

(Vanse ESPERANZA, su padre y hermano.)

 

 

 

 

RODRIGO

¡Ah, doncella!

 

LEONOR

   ¿Qué nos manda?

 

RODRIGO

Que procure componerme

 

 

donde duerma.

 

LEONOR

    ¿Luego duerme?

 

RODRIGO

Y más si es la cama blanda.

 

LEONOR

   ¿No le desvela el amor?

 

RODRIGO

El suyo en toda mi vida.

 

LEONOR

¿Luego hay otro?

 

RODRIGO

        No me pida

 

 

tanta cuenta.

 

LEONOR

¡Qué rigor!

 

RODRIGO

   He dado en esto.

 

LEONOR

 ¡Oh, qué bueno!

 

RODRIGO

Yo me voy, mire que esté

 

 

de mano de su merced

 

 

la cama.

 

LEONOR

            Picaño, lleno

 

 

   de más vino que de amor,

 

 

¿él se hace grave conmigo?

 

RODRIGO

Oh, por vida de Rodrigo,

 

 

que está donosa Leonor.

 

LEONOR

   ¿Qué tanto?

 

RODRIGO

    Que me das gusto;

 

 

di a tu galán que me vea,

 

 

si ser dichoso desea,

 

 

que haceros merced es justo.

 

LEONOR

   ¡Bergante!

 

RODRIGO

  Basta.

 

 

 

 

 

(Vase RODRIGO.)

 

 

 

 

LEONOR

  No hay cosa

 

 

que cause tanto pesar

 

 

en el mundo, como estar

 

 

de un despicado celosa.    (Vase.)

 

 

 

(Sale DON LOPE. Es de noche.)

 

 

 

 

LOPE

   Noche, en cuyo atrevimiento

 

 

mis recelos se confían,

 

 

mis esperanzas se fían

 

 

y alienta mi pensamiento.

 

 

 

   Vos seáis tan bien venida

 

 

como fuisteis deseada

 

 

del alma más abrasada

 

 

que se vió de amor perdida.

 

 

   Vuestra ciega oscuridad

 

 

ampare mi loco amor,

 

 

y mi celoso temor

 

 

vuestra oscura majestad,

 

 

 

   que sin poder resistirme

 

 

vengo en tan dichoso empleo

 

 

a gozar lo que poseo,

 

 

siempre amante, siempre firme.

 

 

   Y antes de la deseada

 

 

 

hora en que a Esperanza veo,

 

 

me trae loco el deseo

 

 

con la vida aventurada.

 

 

   Dadme, dichosas paredes,

 

 

las nuevas de mi bien ya,

 

 

pues en vosotras está

 

 

al sol haciendo mercedes.

 

 

   Permitid, paredes mías,

 

 

mi dicha al Rey responded,

 

 

porque de tan gran merced

 

 

haga amor las alegrías.

 

 

   Gente parece que ha entrado

 

 

en la calle, y debe ser

 

 

cortesana, al parecer,

 

 

que el alma no me ha engañado.

 

 

   El Rey es; volverme quiero,

 

 

que en la ordinaria señal

 

 

 

le he conocido, que mal

 

 

 

hago en esperar, si espero

 

 

   ningún bien, pues ha venido

 

 

a la ordinaria porfía

 

 

de la esperanza que es mía.

 

 

Perdiendo voy el sentido.

 

 

 

(Vase, y salen el REY, DON GARCÍA, DON ÁLVARO y DON SANCHO, de noche todos.)

 

 

 

 

REY

   Un hombre atraviesa allí

 

 

que me da que sospechar;

 

 

o le tengo de matar,

 

 

o reconocerle; aquí

 

 

   os quedad por breve espacio

 

 

los dos, y venga García,

 

 

haciéndome compañía

 

 

solamente y a Palacio

 

 

   ninguno vuelva, hasta tanto

 

 

que todos vuelvan conmigo.

 

GARCÍA

Como tu sombra te sigo.

 

 

 

 

(Vanse DON GARCÍA y el REY.)

 

 

 

(Sale DOÑA MARÍA en hábito de hombre.)

 

 

 

 

MARÍA

Noche, en cuyo oscuro manto

 

 

   se amparan tantos secretos

 

 

y se ven tantas verdades;

 

 

 

lince de curiosidades,

 

 

de tu muda sombra efectos,

 

 

   a descubrir vengo en ti,

 

 

por perdida centinela,

 

 

el mal que el alma revela.

 

 

 

Gente parada hay allí.

 

SANCHO

   ¿Si es el Rey?

 

 

ÁLVARO

      ¿Es don García?

 

MARÍA

Los criados del Rey son.

 

 

SANCHO

¿Es vuestra Alteza?

 

MARÍA

(Aparte.)   Ocasión

 

 

me da la sospecha mía

 

 

   para conseguir mi intento,

 

 

pues con ellos no está el Rey;

 

 

a tanto obliga la ley

 

 

de un celoso pensamiento;

 

 

   quiero fingir que el Rey soy,

 

 

que los debió de dejar

 

 

entretanto que él fué a hablar

 

 

a quien tantos triunfos doy.

 

SANCHO

   ¿No responde?

 

ÁLVARO

        ¿Quién es?

 

MARÍA

              Yo,

 

 

seguidme.

 

ÁLVARO

               El Rey es.

 

MARÍA

 ¡Ah celos!

 

 

¿qué mal han hecho los cielos

 

 

que a vuestro infierno igualó?

 

 

 

(Vanse, y salen el REY y DON GARCÍA.)

 

 

 

 

REY

   Ilusión debió de ser,

 

 

o le dió mi pensamiento

 

 

 

alas con que venció al viento.

 

GARCÍA

No tienes ya que temer,

 

 

 

   que Esperanza está rendida;

 

 

que ha podido tu rigor

 

 

engendrar en ella amor.

 

 

REY

Con eso guarda la vida

 

 

   de su padre y de su hermano.

 

 

GARCÍA

Y aguarda en ese balcón,

 

 

si no es imaginación.

 

 

 

(ESPERANZA al balcón.)

 

 

 

 

ESPERANZA

¡Ce!

 

GARCÍA

       Ni he imaginado en vano,

 

 

   que te ha hecho señas ahora

 

 

para que llegues.

 

 

REY

          García,

 

 

a tu puesto te desvía,

 

 

y a las aves de la aurora

 

 

 

   apenas deja pasar.

 

GARCÍA

Lo que me mandas haré.

 

 

REY

Vino este bien que esperé,

 

 

tuvo mi dicha lugar

 

 

   en gloria tan soberana.

 

 

ESPERANZA

Para tu esclava nací.

 

REY

Ya no dirá amor por mí:

 

 

¡ay larga esperanza vana!,

 

 

   que tras el bien en que doy

 

 

tantos alcances al cielo,

 

 

 

¿cuántas noches ha que vuelo,

 

 

cuántos días ha que voy?

 

 

ESPERANZA

   Siempre venció la porfía

 

 

la más imposible empresa,

 

 

si de hacer guerra no cesa

 

 

con un día y otro día;

 

 

   porque la que es más tirana

 

 

se rinde como lo estoy,

 

 

 

engañando al día de hoy

 

 

 

y esperando al de mañana.

 

REY

   Para estimar tanto bien

 

 

habéis hallado, Esperanza,

 

 

sin caudal la confianza

 

 

y el pensamiento también.

 

 

   Ya no vive el albedrío

 

 

con leyes de embajador,

 

 

que después que tengo amor,

 

 

es muy más vuestro que mío.

 

 

   Haced, deshaced, mandad,

 

 

dad vidas, alzad destierros,

 

 

y de mis celos los yerros

 

 

como locos perdonad,

 

 

   con tal que la causa de ellos

 

 

no vuelva a veros jamás.

 

ESPERANZA

Eso es lo que estimo en más.

 

REY

Vuestros negros ojos bellos

 

 

   son dueños del alma mía.

 

 

 

(Suena ruido de cadenas dentro.)

 

 

 

 

 

Pero ¿qué es esto?

 

ESPERANZA

¡Ay de mí!

 

REY

¿Qué es lo que tenéis? ¡Decid,

 

 

luz del sol y sol del día?

 

 

ESPERANZA

   ¿No escucháis, señor?

 

REY

    Ya escucho

 

 

unas cadenas; ¿qué importa?

 

ESPERANZA

Vuestro valor os reporta.

 

REY

Aquí no es menester mucho.

 

 

 

 

 

(Quéjanse dentro.)

 

 

 

 

ESPERANZA

¿Los gemidos no escucháis?

 

REY

Pues ¿de quién son los gemidos?

 

ESPERANZA

¿No ha llegado a los oídos

 

 

 

vuestros, el tiempo que estáis

 

 

 

   en Cantillana, esta fiera

 

 

 

fantasma?

 

 

REY

Es burla, por Dios.

 

 

ESPERANZA

El Cielo quede con vos,

 

 

 

que el alma el temor me altera.

 

 

   y perdonadme.  (Vase.)

 

 

 

REY

            Cerró

 

 

la ventana, miedo extraño;

 

 

llegándose va, o me engaño,

 

 

el ruido. ¿Iréme? No.

 

 

   Ya la voz otra vez suena,

 

 

tristemente dilatado;

 

 

ahora en la calle ha entrado,

 

 

arrastrando una cadena,

 

 

 

   un bulto blanco, tan fiero

 

 

que me ha causado temor,

 

 

con tener tanto valor.

 

 

 

 

 

(Sale la fantasma.)

 

 

 

 

 

Llegarme y hablarle quiero;

 

 

   mas él se viene hacia mí;

 

 

vive Dios, que he de mostrar

 

 

ánimo sin recelar,

 

 

que esto debo a quien soy: Di

 

 

   quién eres y qué me quieres,

 

 

si es que vienes buscando

 

 

encargarme, deseando

 

 

alguna cosa: ¿quién eres?

 

 

   ¿Eres Blanca, que de esposa

 

 

sólo me diste la mano?

 

 

¿Eres Fadrique, mi hermano?

 

 

¿Eres don Juan de Hinestrosa?

 

 

   ¿Eres mi madre? Responde

 

 

si algo de mí has menester,

 

 

que yo te prometo hacer

 

 

 

cuanto pidas, aquí o donde

 

 

   te fuere más importante

 

 

a tu descargo y descuento,

 

 

que para escucharte atento

 

 

ánimo tengo bastante.

 

 

   ¿No respondes ni haces nada?

 

 

Pues hacerte hablar procuro,

 

 

ya que no otro conjuro

 

 

que el acero de mi espada.

 

 

 

(Cae el bulto y la cadena, y queda DON LOPE con cota y broquel, espada, media mascarilla y montera.)

 

 

 

 

 

   El bulto en el suelo dió,

 

 

y con espada y broquel

 

 

 

de su portento cruel

 

 

otro prodigio quedó.

 

 

   Hoy de mi valor me alabo,

 

 

hombre, fantasma o difunto;

 

 

no temo al infierno junto,

 

 

porque soy Don Pedro el Bravo.

 

 

 

(Éntrase retirando DON LOPE y REY acuchillándole y salen por una puerta DON GARCÍA y por otra DON ÁLVARO, DON SANCHO y DOÑA MARÍA.)

 

 

 

 

SANCHO

   Repórtese vuestra Alteza,

 

 

porque es irritar al Rey.

 

 

MARÍA

Amor nunca guarda ley

 

 

 

cuando a ser celoso empieza.

 

GARCÍA

   Caballeros, si es posible

 

 

vuélvanse por cortesía.

 

MARÍA

De guarda está don García;

 

 

esta vez es imposible

 

 

   dejar de pasar delante,

 

 

aunque vos al paso estáis.

 

GARCÍA

Otro imposible intentáis.

 

 

MARÍA

Seré a vencerle bastante.

 

 

GARCÍA

   ¿Quién es?

 

MARÍA

 ¡La Reina!

 

GARCÍA

       ¡Señora!

 

 

¿Vos de esta manera?

 

MARÍA

     Así

 

 

 

vengo buscando sin mí

 

 

a quien vos buscáis agora,

 

 

   por ver este desengaño.

 

ESPERANZA

(Dentro.) ¡Que matan al Rey!

 

MARÍA

                ¡Ah Cielo!

 

 

Mayor desdicha recelo;

 

 

 

venid, venid.

 

 

 

 

(Salen acuchillándose el REY y DON LOPE.)

 

 

 

 

GARCÍA

¡Caso extraño!

 

LOPE

   Suspenda la invicta espada,

 

 

no me mate vuestra Alteza.

 

REY

¿Quién eres?

 

LOPE

     Un desdichado,

 

 

 

que amor...  (De rodillas.)

 

 

REY

  Por amor comienzas,

 

 

disculpa tienes bastante;

 

 

 

levanta del suelo.

 

 

LOPE

          Deja

 

 

que en él humilde te pida

 

 

 

primero perdón.

 

 

REY

         ¿Qué esperas?

 

 

 

ya te he perdonado; alza.

 

 

LOPE

Con esa palabra, es fuerza

 

 

 

que sin máscara te bese

 

 

 

los pies, y decirte pueda

 

 

 

quién soy.

 

 

REY

¿Quién eres?

 

 

LOPE

 Don Lope

 

 

 

Sotelo.

 

REY

          ¿De esta manera?

 

LOPE

Fuerza de amor pudo tanto,

 

 

que desde la noche mesma

 

 

que me pediste a Esperanza

 

 

para dejarme sin ella

 

 

-porque imaginé, señor,

 

 

 

que teniendo algunas muestras

 

 

de mi voluntad, habías

 

 

de condenarme a su ausencia -,

 

 

por prevenirlo tracé

 

 

esta fantasma, que intenta

 

 

amor imposibles cosas

 

 

contra el poder y la fuerza.

 

 

Cuando dejar me mandaste

 

 

de Archidona por la guerra

 

 

a Cantillana, señor,

 

 

no estuve una legua apenas

 

 

ausente del bien que adoro;

 

 

y la misma estratagema

 

 

usando todas las noches,

 

 

 

entraba a gozarla y verla.

 

 

 

Hallóme don Juan, su hermano,

 

 

y Perafán de Ribera

 

 

con ella, y queriendo darme

 

 

muerte los dos, por la ofensa

 

 

hecha a su casa y honor,

 

 

 

enseñó Esperanza bella

 

 

una firma de mi mano.

 

 

Fueron a hablarte con ella;

 

 

vine a saber el suceso,

 

 

encontróme vuestra Alteza;

 

 

a su invencible valor

 

 

no bastó mi estratagema.

 

 

 

Esa es mi historia, mi culpa,

 

 

mis celos y vuestra ofensa;

 

 

si no me disculpa amor

 

 

aquí tenéis mi cabeza.

 

 

 

(Salen PERAFÁN yDON JUAN y ESPERANZA, LEONOR y RODRIGO por una puerta, y por la otra DOÑA MARÍA, DON GARCÍA, DON ÁLVARO y DON SANCHO.)

 

 

 

 

PERAFÁN

No importa que el Rey agravie,

 

 

para que la sangre nuestra

 

 

vertamos por él.

 

 

MARÍA

      Llegad.

 

GARCÍA

Señora. aquí está su Alteza.

 

ÁLVARO

El Rey está aquí.

 

 

MARÍA

      Señor.

 

REY

Señora, ¿qué es esto?

 

MARÍA

     Fuerza

 

 

de mis celos, imposibles

 

 

 

de vencer de otra manera.

 

ESPERANZA

Cielos, aquí está don Lope;

 

 

¿qué novedad es aquesta?

 

PERAFÁN

Vuestra Alteza nos perdone;

 

 

que puesto que vuestra Alteza

 

 

 

nos mandó de Cantillana

 

 

 

salir esta tarde mesma,

 

 

y no lo habemos cumplido,

 

 

las voces que en esta reja

 

 

dió Esperanza, nos obliga,

 

 

sin reparar en la pena

 

 

que nos fué puesta, señor,

 

 

 

a ofrecer a vuestra Alteza

 

 

nuestras haciendas y vidas.

 

REY

Que ese amor os agradezca,

 

 

Perafán, es justa cosa;

 

 

don Lope Sotelo sea

 

 

de doña Esperanza esposo.

 

LOPE

Mil años que el sol te vea

 

 

rey de Castilla y León.

 

REY

Con la mayor Encomienda

 

 

de Castilla, que es lo menos

 

 

que debo a vuestra nobleza.

 

PERAFÁN

Guárdeos el Cielo.

 

REY

             De un tercio

 

 

doy a don Juan de Ribera,

 

 

pues es tan grande soldado,

 

 

por que me sirva en la guerra.

 

DON JUAN

Sobre vuestros hombros ponga

 

 

su imperio el sol.

 

 

REY

          Y a vos, reina

 

 

de Castilla y de mi alma,

 

 

 

que es de vuestro sol esfera,

 

 

palabra de nunca daros

 

 

 

celos, porque que llegan

 

 

a perderos el respeto.

 

MARÍA

Guárdete el Cielo, que es deuda

 

 

 

de mi amor.

 

ESPERANZA

Estoy confusa

 

 

 

y no creyendo yo mesma

 

 

 

lo que estoy viendo.

 

LOPE

               Después

 

 

 

sabréis, Esperanza bella,

 

 

 

grandes cosas.

 

RODRIGO

  A Rodrigo

 

 

que los pies te bese deja,

 

 

 

pues fué sacristán por ti

 

 

 

más de una semana y media.

 

LOPE

Guárdete Dios.

 

LEONOR

     Dame a mí

 

 

 

tus manos también.

 

RODRIGO

 No quieras,

 

 

 

que estaba ahora fregando,

 

 

y no es mucho al ámbar huelan.

 

 

REY

A Palacio.

 

RODRIGO

                 Dando aquí,

 

 

por que a sus casas se vuelvan,

 

 

 

de EL DIABLO ESTÁ EN CANTILLANA,

 

 

senado, fin la comedia.

 



FIN

 


«»

Best viewed with any browser at 800x600 or 768x1024 on Tablet PC
IntraText® (VA2) - Some rights reserved by EuloTech SRL - 1996-2010. Content in this page is licensed under a Creative Commons License