Xavier de Maistre
Expedición nocturna alrededor de mi cuarto

Capítulo VII

«»

Enlaces a las concordancias:  Normales En evidencia

Link to concordances are always highlighted on mouse hover

Capítulo VII

 

He comenzado mi viaje a las ocho de la noche en punto. Hacía buen tiempo y prometía hacer una hermosa noche. Había tomado mis precauciones para que no me molestaran las visitas, que son muy raras en las alturas en que vivía, en las circunstancias, sobre todo, en que me encontraba entonces y para estar solo hasta medianoche. Cuatro horas bastaban ampliamente para la ejecución de mi empresa, no queriendo hacer esta vez más que una simple excursión alrededor de mi cuarto. Si el primer viaje ha durado cuarenta y dos días es porque no había dependido de mí hacerlo más corto. No quería tampoco sujetarme a viajar mucho tiempo en coche como antes, persuadido de que un viajero pedestre ve muchas cosas en que no se fija el que va en diligencia. Resolví, pues, ir alternativamente, y según las circunstancias, a pie o a caballo, nuevo método que todavía no he dado a conocer y cuya utilidad pronto habrá de verse. En fin, me proponía tomar notas por el camino y escribir observaciones a medida que las fuera haciendo, para no olvidar nada.

 

Con el fin de poner orden en mi empresa y darle una probabilidad más de buen éxito, pensé que debía comenzar por redactar una epístola dedicatoria y escribirla en verso para que resultara más interesante. Pero tropezaba con dos dificultades que estuvieron a punto de hacerme renunciar a ello, a pesar de todas las ventajas que podía proporcionarme. La primera consistía en saber a quién había de dirigir la epístola; la segunda, cómo me las compondría para hacer versos. Después de haber maduramente reflexionado, no tardé en comprender que sería razonable escribir primero la epístola lo mejor que pudiera y buscar luego alguien a quien pudiera convenir. Puse en seguida manos a la obra, y trabajé más de una hora sin poder encontrar una rima al primer verso que me había salido, y que quería conservar porque me parecía un feliz hallazgo. Me acordé entonces muy oportunamente haber leído en alguna parte que el célebre Pope no escribía nunca nada interesante sin verse obligado a declamar un buen rato y en voz alta y a ir y venir de un lado a otro en su despacho para excitar su vena poética. Traté en el acto de imitarle. Cogí las poesías de Ossian y las recité en alta voz, paseándome por la habitación a grandes pasos con el fin de elevarme al entusiasmo.

 

Vi, en efecto, que este método exaltaba insensiblemente mi imaginación y me daba un sentimiento secreto de capacidad poética, del cual me hubiera aprovechado seguramente para escribir con éxito mi epístola dedicatoria en verso si, por desgracia, no me hubiera olvidado de la oblicuidad del techo de mi cuarto, cuya rápida inclinación hacia abajo impidió a mi frente ir tan lejos como mis pies en la dirección en que iba marchando. Me di tan reciamente con la cabeza contra aquella maldita pared, que sacudí el tejado de la casa; los gorriones que dormían sobre las tejas huyeron espantados y el golpazo que recibí me hizo retroceder tres pasos por lo menos.

 

 

 

 


«»

Best viewed with any browser at 800x600 or 768x1024 on Tablet PC
IntraText® (VA2) - Some rights reserved by EuloTech SRL - 1996-2010. Content in this page is licensed under a Creative Commons License