Victor Hugo
Cromwell

Acto tercero

Escena II

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Escena II

Dichos y CROMWELL, JUAN MILTON, con traje negro, cabello

blanco y largo, con solideo; lleva colgada al cuello la cadena de secretario del Consejo, y sale apoyándose en un paje que lleva la librea del Protector; WHITELOCKE, PIERPOINT, THURLOE, LORD ROCHESTER y HANNIBAL SESTHEAD.

   CROMWELL.-Me alegro que estén aquí los cuatro bufones, porque ya es hora de que nos distraigamos un rato.

   Entra THURLOE.

   THURLOE.-Milord, en la sala del Trono el Parlamento espera...

   CROMWELL. - ¡Que espere!

   THURLOE.- (Bajo al Protector.) Va a presentaros la humilde exposición del pueblo, que pide que el Protector se digne ser rey.

   CROMWELL.- (Con alegría.) ¡Entonces ya es cosa segura! Le recibiré luego, después que celebre Consejo; antes quiero ver los caballos grises que el Holstein me envía. Entretenlesentretanto. (Vase Thurloe.) Ya que estamos solos, deseo reírme unos instantes, doctor; os presento a mis cuatro bufones. Cuando estamos contentos tienen delicioso humor y todos escribimos versos. Todos, menos mi viejo amigo Milton.

   MILTON.- (Con despecho.) ¿Viejo me llamáis, milord? Si me lo permitís, os diré que tengo nueve años menos que vos.

   CROMWELL.-Os lo permito.

   MILTON.-Vos habéis nacido en el año noventa y nueve y yo en el seiscientos ocho.

   CROMWELL.-Tenéis buena memoria.

   MILTON.-Soy hijo de un notario, que era aldeman en su ciudad natal.

   CROMWELL.-Lo , y también, Milton, que sois gran teólogo y buen poeta, aunque inferior a Vithers y a Doune.

   MILTON.- (¡Inferior! Es dura la calificación..., pero el porvenir me juzgará de otro modo.)

   CROMWELL.-Es una obra buena vuestra Iconoclasta, pero es malo vuestro diablo Leviathán.

   MILTON.- (Indignado.) (Cromwell se ríe de él por celos.)

   ROCHESTER.-Señor Milton, no comprendéis bien lo que es poesía; tenéis talento, pero os falta gusto. Los franceses son nuestros maestros en todo. Estudiad a Racan, leed sus poesías pastoriles.

   MILTON. - ¿Qué significa esa jerga en los labios de un santo?

   ROCHESTER.-Fue una broma mía, Milton.

   MILTON.-Broma necia.

   CROMWELL.-Vamos, señores, es preciso divertirnos un poco. Bufones, decidnos alguna gracia; y, sino vos, sir Hannibal de Sesthead.

   SESTHEAD.-Señor, excusadme; yo no soy bufón, soy primo de un rey, y de un rey de la antigua raza, que gobierna la Dinamarca por derecho .

   CROMWELL.- (Mordiéndose los labios.) Trata de ultrajarme!) ¡Vamos! ¡Reíos! ¡Reíos! (A los bufones.)

   LOS BUFONES. - ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! (Riendo.)

   CROMWELL.- (¡Me parece sardónica su risa!) Callaos. Para disipar mi fastidio, Trick, haz que nos traigan cerveza y una pipa.

   TRICK. - ¡Ah! Milord quiere fumar.

   Sale y vuelve un momento después, seguido por dos criados que traen una mesa cargada de pipas y de brocs.

   CROMWELL.-Esto disipará mi mal humor y quizá me alegre. (¡Engañado por mi hijo!)

   Una pausa. CROMWELL parece entregado a pensamientos dolorosos. Los asistentes guardan silencio. Sólo ROCHESTER y los bufones observan la fisonomía siniestra del Protector. De repente CROMWELL, apercibiéndose de la actitud embarazosa de sus familiares, sale de su abstracción y se dirige a los bufones.

   ¿Habéis escrito algunos versos después de los que yo escribí respondiendo al soneto del coronel Liburne?

   TRICK.-Nuestra musa es esquiva; sin embargo, algo ha parido.

   Presenta al Protector el pergamino rollado.

   CROMWELL.-Lee.

   TRICK.- (Leyendo.) Madrigal.

   «A la bella Egeria...»

   ROCHESTER.- (¡Diablo! Mi madrigal.)

   Se precipita sobre TRICK y le arranca el pergamino.

   Milord, no puedo dejar que se desborde ese torrente de impudicia. Huye de aquí, edomita, impuro madianita... (No me acuerdo de la otra clasificación que termina en ita... Esos demonios me los han sacado de la faltriquera.)

   CROMWELL.- (A Rochester.) Comprendo que os indignen esos versos; pero aquí no estamos en la iglesia, y deseo leer lo que os escandaliza. Dadme ese madrigal.

   ROCHESTER.-Es un canto perverso.

   CROMWELL. - ¡Te repito que me lo entregues!

   ROCHESTER.-Pero Milord...

   CROMWELL.- (Con imperio.) Obedece. (CROMWELL, que lo lee en voz baja y se lo vuelve, diciéndole:) Esos versos son muy malos.

   ROCHESTER.- (¡Mientes, regicida! ¡Qué entiende él de juzgar versos!...)

   CROMWELL.-Ese madrigal es estúpido.

   ROCHESTER.-Mi lord, están condenados los que escriben tales cosas, pero esos versos están bien escritos.

   TRICK.- (Bajo a los otros bufones.) (Sin ninguna duda él es el autor.) A pesar de haberlos yo rimado, comprendo que Apolo tomaría por un crimen cada uno de esos versos. ¡Tan malos me parecen!

   ROCHESTER.- (Indignado.)Burlaos a vuestra vez, monos del leopardo, loros del buitre!)

   CROMWELL.-Doctor, no es de vuestra incumbencia juzgar ese madrigal, galantemente soporífero.

   ROCHESTER se lo mete en el bolsillo.

   ROCHESTER.- (Francisca le encontrará mejor.).

   TRICK.-Es bastante bueno para haberlo escrito yo.

   ROCHESTER - ¡Tú!

   Entra el CONDE DE CARLISLE.

   TRICK.- (¡Vaya al diablo lord Carlisle, que viene a estorbarnos!)

   ROCHESTER.- (¡Gracias a Dios!)

   CROMWELL se lleva precipitadamente a LORD CARLISLE a un rincón del teatro y le pregunta:

   CROMWELL. - ¿Y lord Ormond?

   CARLISLE.-No vive ya en aquella casa.

   CROMWELL. - ¿Y Rochester?

   CARLISLE.-Se esconde y no le hemos podido encontrar.

   CROMWELL. - ¿Y Ricardo?

   CARLISLE.-Lo niega todo. El tormento podrá arrancarle la confesión.

   CROMWELL.-Me respondéis con la cabeza de que no se le toque ni un solo cabello; me causan horror los suplicios; no quiero torturar a mi hijo...; el tormento para sus cómplices. ¿Y Lambert?

   CARLISLE.-Se ha fortificado en su casa de campo con mucha gente.

   CROMWELL.-Todos se me escapan; pero... (no se me escapará la corona).

   CARLISLE.-Alrededor de Westminster se apiña la multitud, y el pueblo y los soldados no quieren que os nombre rey el Parlamento.

   CROMWELL. - ¡Pesad lo que decís, milord!

   CARLISLE.-Dispénseme vuestra alteza si le digo la verdad.

   CROMWELL.- (Todo va mal.) Os be dicho que me divirtáis. (Bajo a CARLISLE.) Milord, doblad la guardia alrededor de palacio. (Se va Carlisle.) (¡Me ahogo de cólera!)

   THURLOE.-Milord, la secta de los ranters, que el Espíritu Santo ilumina, quiere consultarnos sobre un punto de fe, y están ahí.

   CROMWELL.-Que entren. (Thurloe vase.) (Si yo fuera rey los arrojaría de aquí, pero un jefe popular tiene que mimar a la muchedumbre.)

   THURLOE entra acompañando a los ranters, que vienen vestidos de negro con medias azules, con grandes zapatos grises y grandes sombreros del mismo color, que rematan en una cruz pequeña y blanca, y que ellos conservan en la cabeza.

   EL JEFE DE LA DIPUTACIÓN.-Oliverio, capitán y juez de Sion; los santos, después de reunirse en Londres en congregación, conociendo que tu ciencia es un vaso que se derrama, te preguntan por mediación nuestra si se deben quemar o colgar los que no hablan como San Juan hablaba, y dicen Siboleth en vez de Schiboleth.

   CROMWELL.- (Meditando.) La cuestión es grave y debe madurarse. Pronunciar Siboleth es una idolatría, es un crimen que merece la muerte, pero todo crimen debe tener el doble objeto de castigar el cuerpo y de salvar el alma. Luego hay que decidir qué es más a propósito, si la cuerda o el fuego, para reconciliar al pecador con Dios. El fuego purifica...

   ROCHESTER.- (Y la cuerda ahoga.)

   CROMWELL.-Daniel se purificó en el brillante triángulo, pero el cadalso tiene una ventaja, y es la de que la cruz sirvió de horca. La cuestión es difícil, y me parece este punto uno de los más sutiles y delicados. Decidid por nosotros, doctor. (A Rochester.)

   ROCHESTER.- (Obra como Pilatos.)

   CROMWELL.-Es otro Cromwell. (Señalándoselo a los ranters.)

   ROCHESTER.-Vuestra alteza me honra demasiado.

   EL JEFE. - ¿Os decidís por la cuerda o por el fuego?

   ROCHESTER.- (Con autoridad.) Por la horca.

   EL JEFE. - ¿Por qué por la horca?

   ROCHESTER. - ¿Por qué?...; porque se sube a ella por medio de una escala..., y Dios hizo ver en sueños a su fiel pastor que al cielo se sube también por medio de una escala. (Apenas puedo contener la risa que me causan estos mentecatos.)

   CROMWELL. - ¡Es verdaderamente docto!

   EL JEFE.-Pues bien; los ahorcaremos.

   Vanse los ranters.

   CROMWELL.-Estoy satisfecho de vos.

   ROCHESTER.-Milord me honra demasiado.

   GIRAFF.- (A los otros bufones.) Compañeros, ninguno de nosotros lo hubiera hecho mejor.

   Entra THURLOE.

   THURLOE.- (A Cromwell.) El Consejo privado...

   CROMWELL.-Bien.

   THURLOE.-Desea...

   CROMWELL.-Ya lo , que entre.

   TRICK.- (A sus compañeros.) Bufones, cedamos el sitio a los magos.

   A un gesto de CROMWELL se van los bufones, LORD ROCHESTER, y HANNIBAL SESTHEAD, y los dos criados se llevan la mesa. THURLOE introduce al Consejo privado, que avanza en dos filas, y cada uno de sus miembros se coloca de pie delante de un taburete, mientras que CROMWELL sube a su gran sillón, y MILTON, conducido por el paje, se aproxima a la silla de tijera. WHITELOCKE, STOUPE y LORD CARLISLE ocupan sus sitios respectivos cerca del Protector y sobre las escalones del estrado.




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