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Dichos, ORMOND, DROGHEDA, ROSEBERRY, CLIFFORD, el doctor JENKINS,
SEDLEY, PETERS DOWNIE, WILLIAM MURRAY.
Los caballeros entran sigilosamente llevando al frente a ORMOND y a ROSEBERRY. Se
habla en voz baja. CROMWELL se pone el mosquete al hombro y se coloca bajo la ojiva de la poterna.
ROSEBERRY.-Aquí es.
ORMOND.-Sí, aquí es; reconozco el sitio.
PETERS.-Wilmont debía esperarnos aquí.
DROGHEDA.-Tiene que cumplir con los deberes de su cargo.
ORMOND.-Ya que ha impedido el éxito del complot, y ya que le retienen en otra parte, me felicito de ello.
CROMWELL.- (Yo también.)
ORMOND.-Tiemblo siempre delante de Wilmont..., pero vamos a concluir.
CROMWELL.- (Concluir, esa es la palabra.)
ORMOND.-Rochester ha llevado su locura hasta el extremo de querer galantear a una de las hijas de Cromwell.
ORMOND.-Ha escrito para ella un madrigal, echándola de poeta, y olvidando lo que se me debe por mi edad y por mi rango, me lo quiso leer; recibí como debía esta afrenta, y cuando yo estaba esperando un aviso importante, llega a mis manos una carta, la abro impaciente y encuentro dentro del sobre el madrigal dedicado a la hija del Protector.
ROSEBERRY.-Milord, veo que os persigue por todas partes Rochester.
ORMOND.-Después de haber recibido los indicados versos, me envió él mismo otro mensaje y su aviso, que es el que nos reúne aquí en este momento; esta vez no llegó a mis manos por medio de un pergamino atado con una cinta de color de rosa. ¡Ved ese loco a lo que nos expone!
CLIFFORD.-Semejantes chanzas son indignas.
ORMOND.-Entregó el mensaje a Willis, pero podía haber caído en manos desleales.
ROSEBERRY.-Entonces estábamos perdidos.
SEDLEY.-Tampoco ha acudido Davenant.
ORMOND.-Davenant es un poeta, un saltimbanqui, y quizá se haya escondido.
PETERS.-A propósito; nuestro amigo Ricardo, el hijo del intruso, está encarcelado. Un pérfido...
CROMWELL.- (¡Pobre parricida!)
SEDLEY.-Su padre ha averiguado que brindó a la salud del rey.
ORMOND.-No perdamos el tiempo hablando inútilmente. Empecemos. Acerquémonos al soldado.
(Se aproxima hacia Cromwell y éste le presenta el mosquete.)
ORMOND.- (Bajo a Cromwell.) Hermano mío, COLONIA.
CROMWELL.- (¡No sé el final de la consigna! ¿Qué haré?)
CROMWELL.- (No sé qué responder.)
ORMOND, asombrado del silencio del centinela, retrocede con desconfianza.
ROSEBERRY. - ¿Qué es eso?
ORMOND.-Que el centinela no responde a la consigna.
ROSEBERRY. - ¿Se habrá enterado Cromwell de nuestra trama y habrá cambiado la guardia?
ORMOND.-En estas ocasiones hay que aventurarse, por que retroceder es perderlo todo. Avancemos.
CROMWELL.- (¿Cómo conseguiría engañarles?)
ORMOND.-El centinela no quiere responder.
CLIFFORD.-Pues bien, matemos al centinela.
JENKINS. - ¡Lanzar un alma a Dios sin rezar por ella!
ORMOND.-Pero importa no herir a un hombre por la espalda.
CLIFFORD.-Es preciso pasar, milord.
TODOS.- (Bajo a Ormond.) Sí, matemos al soldado.
JENKINS. - ¡Enviarle a su juez de ese modo!
TODOS.- (Bajo a Jenkins.) Es preciso que muera.
CROMWELL.- (¿Qué es lo que están diciendo?)
(Los caballeros sacan los puñales y avanzan hacia Cromwell; William Murray los detiene.)
MURRAY.-Creo que estáis en un error, estoy seguro que este hombre es de los nuestros. Si no lo fuese, al vernos agrupados hace ya tiempo que hubiera dado la voz de alarma. Quizá dándole algunos doblones le desarmemos; se calla porque quiere ser mejor pagado. Vale más que compremos otro salvoconducto que darle de puñaladas.
ROSEBERRY.-William tiene razón.
CLIFFORD.-Pues bien, tratad de comprarle.
PETERS.-Desgraciadamente tenemos pocos fondos.
SEDLEY.-Porque Cromwell ha sido un ladrón, que ha escamoteado nuestro brick como si fuera un buque contrabandista. ¡Y pretende sentarse en el trono inglés ese jefe de bandoleros!
ORMOND.-El avaro rabino Manassé me prestó una cantidad, pero ya la hemos gastado. ¡Ah! Ahora recuerdo que Rochester me entregó una bolsa. Aquí la tengo.
(La saca del bolsillo y la enseña a los caballeros.)
ROSEBERRY. - ¡Excelente recurso!
CROMWELL.- (Parece que están celebrando consejo; se encuentran tan embarazados como yo; ellos quieren entrar y yo quiero que entren, pero ni ellos ni yo sabemos cómo.)
MURRAY.-Obremos con habilidad.
CROMWELL.- (A Murray, que se le acerca.) ¿Quién vive?
MURRAY.- (Hablemos su lenguaje a los evangelistas.) Hermano, Sion tenía arqueros en la torre que vigilaban de día y de noche, como vigiláis vos.
MURRAY.-La noche está fría, los pájaros duermen en sus nidos, los bueyes en sus establos, todo duerme; sólo vos vigiláis.
CROMWELL.-Cumplo con mi obligación.
MURRAY.-Estaríais mejor acostado en una buena cama.
CROMWELL.- (¡Ojalá pudiera estar!)
MURRAY.-Os heláis de frío, mientras que vuestro jefe Cromwell, duerme profundamente.
CROMWELL. - ¿Crees que duerme Cromwell?
MURRAY.-Estoy seguro; por vos disfruta tranquilo y apacible sueño; os sacrificáis por él, y él ni siquiera sabrá vuestro nombre.
CROMWELL.- (Y tú eres muy astuto.)
MURRAY.-Consagráis vuestra vida a Cromwell, derramaréis por él vuestra sangre gota a gota, y nada le importará ni vuestra vida ni vuestra muerte. No tenéis que esperar ninguna recompensa, continuaréis siendo soldado, mientras él permanecerá siendo gran capitán. Para poseer palacios, carruajes de corte, cortesanos, guardias y criados, ¿qué es Cromwell? Un soldado no más.
CROMWELL.-Nada más.
MURRAY.-Entonces, ¿por qué le servís tan humildemente?
MURRAY.- (Ha caído en mis redes.) Podíais muy bien ocupar su sitio y no servirle como soldado; ¿qué paga obtenéis por tan ardua ocupación?
MURRAY. - ¡No os paga! Es criminal olvidarse de los soldados veteranos. Os compadezco.
MURRAY. - ¡Haceros servir sin salario! ¡Cromwell es un tirano! La cólera me ahoga. Quiero aliviar vuestra suerte y vengaros.
MURRAY.- (Bajo al oído de Cromwell.) Abridnos la poterna; dejad que Judit corte la cabeza a Holofernes.
CROMWELL.-Para ser Judit tenéis la barba demasiado negra.
MURRAY.-Dejadnos llegar hasta el aposento donde Cromwell duerme y no os arrepentiréis.
CROMWELL. - ¿No me arrepentiré?
MURRAY. - ¿Qué te importa que cinco o seis vivos pasen por esa puerta? Aprovéchate de la fortuna que en estos momentos te cae llovida del cielo.
CROMWELL. - ¡Llovida del cielo!
MURRAY.- (Entregándole una bolsa.) Toma a cuenta. Tu única ocupación consistirá en contestar WHITE-HALL al que te diga COLONIA.
CROMWELL.- (¡Ah! La palabra es WHITE-HALL.)
MURRAY.-Toma y guárdate este dinero. Nosotros pagamos en el acto.
CROMWELL.- (También yo pago.) (Tomando la bolsa.) Muchas gracias.
MURRAY.-Vigilarás aquí hasta que te avisemos.
MURRAY.-Muy bien. Eres un bravo.
CROMWELL.-A propósito; ¿qué pensáis hacer de Cromwell cuando os apoderéis de él?
MURRAY.-Desde luego supongo que le mataremos... y nada más.
CROMWELL.-Eso es poco.
MURRAY.-Nos satisfaremos con que muera con rapidez; no somos crueles.
CROMWELL.- (Ni yo tampoco lo seré.)
MURRAY. - ¿Convenidos?
(Murray se acerca a los caballeros que le esperan en el otro extremo del teatro.)
MURRAY.-Venid pronto; he pagado al levita y podemos entrar en el santuario.
ORMOND. - ¿Es cosa ya convenida?
MURRAY.-Sí.
(Los caballeros, formados de dos en dos, avanzan hacia Cromwell, que les presenta el mosquete.)
ORMOND.-Está bien. Murray, quedaos aquí para vigilar a ese hombre. ¿Dónde encontraremos al Protector?
CROMWELL.-En la sala que se llama cámara pintada.
ORMOND.- (A Cromwell.) Nos favorece la oscuridad de la noche; pero, sin embargo, vigilad.
CROMWELL.-Confiad en mí. Pasad.
ORMOND.- (Con alegría.) (Al fin voy a alcanzar el objeto que me propuse toda la vida, voy a conseguir el triunfo y a apoderarme de Cromwell.)
CROMWELL.- (Siguiéndole con la vista.) (A veces lo que se pide al cielo lo concede el infierno.)
(Ormond entra en la poterna por la que ya todos los caballeros han pasado, excepto William Murray.)