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MANASSÉ entra con precaución y llevando en la mano una linterna sorda.
MANASSÉ.- (Los puritanos, los caballeros, Cromwell y Carlos II, todos son cristianos.)
CROMWELL.- (Viendo a Manassé.) (¿Qué vendrá a hacer aquí ese judío? ¿Saldrá de alguna tumba?)
MANASSÉ.-Me es igual que sucumba cualquiera de los dos partidos rivales; de todos modos correrá a ríos la sangre cristiana. Que Ormond acabe con Oliverio, o que Oliverio acabe con Ormond, aquí se verificará el desenlace del drama y yo deseo presenciarlo. Las apariencias están contra Cromwell...
MANASSÉ.- (Elevando los ojos al cielo.) Todos están contra él, menos las estrellas del firmamento. Parece próxima su muerte, y sin embargo, su planeta brilla aún en el cenit con luz pura y limpia; y combinando con él las líneas de su mano; sólo veo un peligro real para Cromwell..., mañana...
CROMWELL.- (¿Qué peligro mañana? ¿Qué dice?)
MANASSÉ.-Pero de todos modos, o ha de perecer Ormond o Cromwell. - ¡Hermosa está la noche!
CROMWELL.- (Tras el cortesano lenguaraz, el judío impío.)
MANASSÉ.- (Mirando al cielo con el anteojo.) Mientras llegan nuestros conjurados, estudiemos las curvas que describen los satélites de He en la órbita de Than. Golpeemos el umbral de la puerta con el santo martillo. (La línea se recurva en cuernos de carnero.)
(Se oye el grito de un centinela lejano.)
CROMWELL.- (Me interrumpen en estos momentos y tengo que repetir el grito.) ¡Alerta! ¡Alerta!
MANASSÉ.- (Al oír la voz se vuelve sobresaltado.) (¡Dios de Jacob! ¡No había visto al centinela!) ¡Buenas noches, señor soldado!
CROMWELL.- (El grito de alerta le intimidó; lo siento, porque me hubiera revelado...) Buenas noches, judío.
MANASSÉ. - ¿Os ha apostado aquí lord Ormond?
CROMWELL.-Extraño que un hijo de los profetas me lo pregunte.
CROMWELL.-Sí.
MANASSÉ.-Me alegraré de vuestro triunfo, y si Cromwell sucumbe os felicitaré.
MANASSÉ - ¡Qué felicidad sería para nosotros que resultase el poder de los antiguos reyes!
MANASSÉ.-Si llega ese caso, adelantaréis mucho en la carrera.
CROMWELL.-Sí, me ascenderán a cabo.
MANASSÉ. - ¡Buena graduación! Un cabo manda a cuatro hombres, y además lleva galones.
CROMWELL.-Sí, es una buena graduación.
MANASSÉ.-Me alegro que la caída de Cromwell labre vuestra fortuna.
MANASSÉ.-Es una vergüenza que el Protector saque cuentas de todo; no puedo sufrir a los fabricantes coronados; su corta inteligencia no sale de un círculo muy limitado; no dan brillantes festines ni fiestas suntuosas, ni hacen nunca empréstitos. De este modo no puede prosperar el comercio. Si, por ejemplo, os apoderáis de un brick sueco, os registran los bolsillos, os miran los dedos, y en cambio de los peligros que arrostráis para acometer esa empresa, os dan todo lo más las tres cuartas partes del botín.
CROMWELL.-Eso es desollaros vivo.
MANASSÉ.-Son unos reyes tacaños que no saben distinguir los besantes de los zequíes.
CROMWELL.-Eso es una iniquidad.
MANASSÉ.-Eso es matar la industria.
CROMWELL.- (Muchas máscaras ocultan el rostro odioso del judío; voy a arrancárselas todas.) Judío, ¿quieres decirme la buenaventura?
MANASSÉ. - ¿Queréis que os descubra vuestra futura grandeza?
MANASSÉ.-Pues os voy a predecir vuestro horóscopo. Haré lo que en latín llamamos una experiencia in anima vili. (Puedo burlarme en latín en las narices de este ignorante.) Dadme la mano. (Examinando con la linterna la mano que Cromwell le presenta.) ¡Qué mano! ¡Dios de Jacob, soy muerto!
(Cae arrodillado a los pies de Cromwell.)
CROMWELL.- (Sonriendo.) ¿Qué haces, judío? ¿Te ha mordido el diablo?
CROMWELL. - ¿Es que me conoces, rabino?
MANASSÉ.- (Con voz débil.) Esa es la mano que gobierna al mundo, la reconozco; en sus líneas el cielo no ha escrito otro nombre que el de Cromwell. ¡Vuestro planeta no me engañó!
CROMWELL.-Judío, eres un miserable, y yo podía a mi vez hacer en ti con mi puñal una experiencia in anima vili, pero no quiero aplastar a un gusano. Levántate. (Manassé se levanta y Cromwell le indica un banco de piedra cerca de la puerta.) Siéntate ahí. (El judío se sienta aterrado.) ¡Siéntate y calla! Si pronuncias una sola palabra, ya no te levantarás del banco. (El judío deja caer la cabeza sobre el pecho.) ¡Ponerse a las órdenes de Ormond! La muerte que le hace caer entre mis redes mezcla esta ave nocturna con aquellas aves de presa. (Se pasea, dejando escapar de vez en cuando algunas palabras.) Para ellos mis únicos crímenes son saludar mal y no contar bastante bien, pero no me echan en cara ni a Carlos I ni la Carta inglesa. ¿Pero qué me pesa en el bolsillo? (Saca la bolsa que le entregó Murray.) ¡Ah! ¡Es el precio de mi sangre! No recordaba ya que me han pagado los sublevados para asesinarme. (Toma la linterna de Manassé, mira la bolsa a su luz y retrocede con horror.) ¡Gran Dios! ¡El nombre de mi hijo está bordado en la bolsa! No me equivoco; he aquí su escudo: ésta es la prueba más patente de su traición. ¡Ha entregado su oro para comprar mi cabeza (Arroja disgustado la bolsa al suelo.) Sus prodigalidades han llegado hasta el parricidio... Oigo pasos.... alguien viene.