Victor Hugo
Cromwell

Acto quinto

Escena IV

«»

Enlaces a las concordancias:  Normales En evidencia

Link to concordances are always highlighted on mouse hover

Escena IV

BAREBONE, LAMBERT, JOYCE, OVERTON, PLINLIMMON, HARRISON,

WILDMAN, LUDLOW, SYNDERCOMB, PIMPLETON, PALMER, GARLAND, PRIDE, JEROBOÁN, O´EMER y otros conjurados puritanos.

   LAMBERT.- (Señalando el trono a sus compañeros.) Ya lo veis, hermanos; Cromwell, insistiendo en sus designios, prosigue en su obra de reprobación. Todo lo tiene dispuesto en Westminster; el estrado y el dosel y las gradas, en las que un Parlamento vil va a faltar a su juramento, postrado a los pies de Oliverio. Aprovechemos para obrar los instantes que nos quedan; juzguemos al que va a proclamarse rey, ya que su crimen es tan patente que estáis mirando el trono que se ha erigido.

   OVERTON.-Lo que estamos viendo es un cadalso; si sube al trono será para caer de más altura. Él mismo marca su última hora. La pompa que evoca debe ser la pompa fúnebre de su tumba, y nuestros puñales deben arrojar su cadáver a la sombra no vengada de Stuardo. Ese déspota hipócrita desentierra en beneficio suyo la monarquía proscripta, y por arrebatar a Carlos el sangriento cetro, escarba en su sepulcro para robar a la tumba su corona. La muerte de Cromwell debe servir de escarmiento, y si más tarde alguno se atreve a imitarle, que tenia el que lo intente que la púrpura real se convierta en mortaja.

   LAMBERT.- (Va demasiado lejos.)

   OVERTON - ¡Anatema contra él!

   TODOS. - ¡Anatema!

   JOYCE.-Cuando desenvainemos la espada debemos volverla a la vaina humeando y ensangrentada hasta el puño por segunda vez con la sangre de un rey.

   PRIDE.-Vino a buscar su sepulcro en Westminster, siendo el sacerdote supremo de su secta infiel, condenada al infierno; quiso además ser el ídolo; pues bien, para celebrar su fiesta, inmolémosle sobre su mismo altar.

   GARLAND.- (Fijando la vista en los primeros rayos del sol naciente.) Jamás brilló ante mí sol tan hermoso; jamás sentí tanto orgullo ni alegría en andar por el camino que el Señor me traza; ni cuando Strafford dobló la cabeza por nuestra voluntad entre la espada y el tajo. Ni cuando murió Land, prelado que desde su templo, en el que renacía Bethel, volvió hacia el Oriente el sacrílego altar; ni cuando Stuardo, orgulloso con sus antiguos derechos, tomaba por rayos de Dios los florones de los reyes, y soberbio se arrodilló ante el hacha del pueblo. Cada uno de ellos creyó, según está escrito, bajo su forma humana inmolar al Anticristo, pero veo hoy que Sion, triunfante, hiere en Cromwell al fatal Sicofanta, y desde las gradas del trono mal asegurado le vuelven a hundir en el Tophet, de donde Satanás lo vomitó.

   SYNDERCOMB. - ¡Buena puñalada daremos hoy!

   PRIDE.-Gran honor será para los que pelean en nombre del Señor.

   BAREBONE.- (Los veo decididos a mancharme el trono de sangre; perdería mucho y no lo puedo consentir.) Cuanto decís tiene para mí la dulzura del ámbar, hermanos míos, y aunque soy el último miembro de la comunidad, escuchadme. Veo que queréis asesinar a Cromwell. ¿Es esto lícito? ¿No prohíbe el Todopoderoso herir y derramar sangre? Si sobre este punto dudáis de lo que os digo, abrid el Génesis y leed el capítulo nueve y el libro de los Números, capítulo treinta y cinco.

   (Los puritanos se sorprenden y se indignan.)

   JOYCE. - ¿Quién se atreve a hablar así?

   LUDLOW. - ¿Os habéis vendido, Barebone?

   GARLAND. - ¿Queréis que perdonemos al Anticristo?

   BAREBONE.- (Balbuciente.) No he dicho eso...

   SYNDERCOMB. - ¿Seréis un hermano traidor?

   HARRISON.-No somos bandidos ni asesinos a los que se debe condenar.

   OVERTON.-Matar no es asesinar. Ante el altar en que brilla una llama pura, el impuro macho cabrío se transforma en víctima sagrada y el carnicero en sacrificador. Samuel, matando a Agac, y nosotros al Protector, representamos a los ministros del pueblo y del Altísimo.

   JOYCE.- (A Barebone.) Vuestras miradas siniestras me están indicando que tratáis de salvar a Cromwell.

   BAREBONE. - ¡Gran Dios, yo proteger a Atila!

   GARLAND. - ¿Pues de qué nace la compasión que os inspira?

   BAREBONE.-De que derramar su sangre es violar la ley.

   SYNDERCOMB.-Y tendréis que teñir entonces la púrpura.

   PRIDE.-Barebone está loco.

   LUDLOW.-El escrúpulo disfraza la traición.

   BAREBONE. - ¿Eso creéis?... (Asustado.)

   SYNDERCOMB.- (Furioso.) ¡Silencio!

   PRIDE.-No reconozco a Barebone. Quizá un demonio ha adoptado su fisonomía para socorrer a Ammón.

   GARLAND.-Puede ser, porque esta noche he tenido un mal sueño.

   SYNDERCOMB.- (Sacando la daga.) Sometamos su magia a la prueba de la espada.

   BAREBONE.-Pero al menos oídme.

   LAMBERT.-Habla.

   BAREBONE.-Hermanos míos, no trato de salvarle de la muerte, que es muy justa; pero podemos matarle sin cometer un sacrilegio; por ejemplo, a golpes, estrangulándole o envenenándole.

   SYNDERCOMB.- (Envainando la daga.) Eso es otra cosa.

   GARLAND.-Yo lo había comprendido mal.

   WILDMAN.-Veo que por fin piensas razonablemente.

   OVERTON.-Aunque sea grave falta derramar la sangre, no tenemos tiempo para matarle de otro modo.

   BAREBONE.-Pues matadle como queráis... (aunque me cueste caro).

   HARRISON.-Hermanos míos, demos gracias al Señor porque nos salva de que nos presten apoyo los caballeros; su ayuda hubiera empañado nuestra gloria; en esto se ve patente que el Señor reserva al triunfo para nosotros solos, pues Él es el que entrega lord Ormond a Cromwell, y Cromwell a los santos.

   TODOS.- (Agitando los puñales.) ¡Bendito sea el Señor!

   LAMBERT.-Pensad en que el tiempo se pasa, y que ahora mismo la multitud invadirá este sitio y pueden sorprendernos.

   OVERTON.- (Bajo a Joyce.) (Lambert siempre tiene miedo.)

   LAMBERT.-No debe hacernos dormir nuestra halagüeña esperanza; debemos apresurarnos a concluir.

   SYNDERCOMB.-Pues librémonos de Cromwell.

   LAMBERT - ¿Pero cuándo y cómo?

   OVERTON.-Como espectadores curiosos presenciaremos la ceremonia, pero teniendo en la mano siempre el mango del puñal. Oiremos los discursos que se pronuncien, y cuando Cromwell reciba, sentado en el trono, la púrpura que le presente Warwick, el acero que le presente el lord Corregidor, los sellos de manos de Whitelocke, la Biblia de manos de Widdrington, y cuando tome la corona de manos de Lambert, ese debe ser nuestro instante decisivo. Entonces le rodeamos, y cuando en su frente luzca la impura diadema, nos lanzamos sobre él.

   TODOS. - ¡Sí, Sí!

   LAMBERT. - ¿Quién le herirá el primero?

   SYNDERCOMB.-Yo.

   PRIDE.-Yo.

   WILDMAN.-Yo.

   OVERTON.-Ese honor me pertenece.

   GARLAND.-Yo le reclamo también, porque para que el golpe sea más seguro he bendecido la hoja del puñal.

   HARRISON.-Debo yo herirle el primero, porque le debe mi daga un golpe por cada uno de los cien nombres del Señor, y hace quince días que mi brazo se está ejercitando en herir a un Cromwell de cera.

   LUDLOW.-La gloria de ser el primero en esta ocasión es grande, y yo concibo que todos la deseemos; pero es muy oportuno en tan críticos instantes que todos nos sacrifiquemos por el público interés. Imitadme; yo renuncio a este honor y se lo confiero al general Lambert.

   LAMBERT.- (¡Nadie le pedía esa generosidad!)

   PRIDE.-Tiene razón Ludlow.

   SYNDERCOMB.-Creo lo mismo.

   LAMBERT.- (Balbuceando.) Hermanos míos, tanto honor me sirve de consuelo en mis aflicciones... (No debo renunciar.)

   WILDMAN.-Vais a tener la dicha de hacer caer a Cromwell.

   GARLAND.-Vais a tener a Satanás a los pies como el Arcángel.

   LAMBERT.- (Turbado.) Me confunde tanto honor...

   OVERTON.- (Bajo a Joyce.) Observad qué pálido está.

   JOYCE.- (Bajo a Overton.) Es un cobarde.

   LAMBERT.-Vuestra elección me llena de alegría, pero...

   SYNDERCOMB.-Vuestro papel será tan fácil como brillante. En este sillón se sentará Cromwell. (Sube al estrado y le indica a Lambert el sitio que debe ocupar cerca del trono.) Vos os colocaréis aquí.

   LAMBERT.- (Ya no lo puedo impedir.)

   SYNDERCOMB.-Y desde aquí, sin esfuerzo, sólo separando su manto, al entregarle la corona, le hundís el puñal en el corazón. Os envidio.

   LAMBERT.- (A Syndercomb.) Como buen hermano, os cedo el sitio de honor, si queréis admitirlo.

   LUDLOW.-No; sois necesario para desempeñar ese papel. Tenéis que presentarle la corona, y nadie puede colocarse tan bien como vos para herirle; encargar esto a cualquiera de los demás sería arriesgarlo todo.

   LAMBERT.-Pero yo soy el menos digno...

   OVERTON. - ¡Qué es eso! ¿Vaciláis?

   LAMBERT.-No, no, yo lo heriré.

   TODOS.- (Agitando los puñales.) ¡Muera el amalecita! ¡Muera Oliverio Cromwell!

   BAREBONE.-Os suplico, hermanos míos, que me hagáis un favor. Cuando libertéis a Israel de un rey falso, cuando deis de puñaladas a Cromwell, no me manchéis el trono; el terciopelo ése es muy caro y vale diez piastras cada ana.

   (Nueva explosión de indignación entre los conjurados.)

   SYNDERCOMB. - ¡Es un vil publicano!

   PRIDE. - ¡Es un avaro!

   GARLAND. - ¡Creo oír hablar a Nabucodonosor!

   WILDMAND. - ¿Has aprendido la parábola del mal rico?

   LUDLOW.-Al sacrificar la vida no debe pensarse en el óbolo.

   BAREBONE.-Permitidme que yo me explique: no soy rebelde a Dios ni traidor a la república por tener cuidado de los bienes que del cielo he recibido; desde la base del trono hasta lo alto del dosel tiene diez codos de altura; ¿no he de temer que se me estropee cuando esto es todo lo que yo poseo?

   HARRISON.- (Contemplando el trono.) Verdaderamente es precioso y yo no me había fijado en él: las bellotas son de oro puro, y sólo ese sillón de brocado vale mil jacobos.

   BAREBONE.-Lo menos.

   SYNDERCOMB.-El Dios que nos protege, hermanos, concede a sus santos los bienes del mundo. El trono nos pertenece si Cromwell muere en él, y repartiremos entre todos sus despojos.

  BAREBONE. - ¡Eso no! ¡Cielos, el brocado de oro y los cortinajes de seda!

   OVERTON.-Matémosle primero; después ya nos ocuparemos de lo demás.

   TODOS. - ¡Amén!

   BAREBONE.- (¡Estos santos son piratas y quieren saquearme!)

   OVERTON.-Hermanos, esperando que Israel ataque cuerpo a cuerpo al rey de Babilonia sentado en el trono, y enarbolen nuestras manos contra Oliverio I el estandarte donde haremos revivir el arpa y la palmera, seis de los nuestros se apostarán en la sala de guardias.

   TODOS. - ¡Bien!

   OVERTON.-Doce de vosotros, ocultando los puñales, se agruparán en las gradas del vestíbulo; cuatro en las Aides; otros cuatro en el patio de las Tuteles. Los demás se diseminarán por todas las capillas de los Plantagenet, de los Stuardo y de los Tudor, defendiendo las escaleras e impidiendo el paso por los corredores. Y pierda o gane Oliverio podremos cerrarle o abrirnos el paso, y atizando la cólera de la multitud que llenará el palacio, apresurar la erupción del volcán popular.

   TODOS.-Sí, que le devore.

   LAMBERT.-Hermanos, la hora ha llegado; salgamos. (¿Cómo le daré el golpe?)

   LUDLOW.-Salgamos.

   (Todos los conjurados, menos Barebone, salen procesionalmente lo mismo que entraron. En el momento de llegar Lambert a la puerta de la sala, Overton le retiene por el brazo.)




«»

Best viewed with any browser at 800x600 or 768x1024 on Tablet PC
IntraText® (VA2) - Some rights reserved by EuloTech SRL - 1996-2010. Content in this page is licensed under a Creative Commons License