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CROMWELL, su familia, su séquito y la muchedumbre
En cuanto Cromwell aparece en la puerta grande, cesan de oírse el vuelo de campanas, el
toque de clarines y los cañonazos, pero en cambio se oyen las aclamaciones desde fuera de palacio.
VOZ AFUERA. - ¡Viva el lord Protector de Inglaterra!
OVERTON.- (Bajo a Garland.) Esas aclamaciones son pagadas.
GARLAND.- (Bajo a Overton.) No tardaremos en hacerlas callar.
(Cromwell da algunos pasos en la escena. Silencio profundo.)
CROMWELL. - ¡La paz sea con vosotros, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!
VARIAS VOCES. - ¡Viva Cromwell!
THURLOE.- (Bajo a Cromwell.) El pueblo os apoya y os idolatra.
CROMWELL.- (Bajo a Thurloe.) Como hoy aplaude mi elevación, mañana aplaudiría mi suplicio.
EL ORADOR DEL PARLAMENTO.-Milord, cuando Samuel ofrecía Sacrificios, por Medio de una parábola viva manifestaba al rey Saúl que era un peso excesivo para un hombre solo el gobernar un pueblo entero, por lo que Maximiliano dice con frecuencia que es muy difícil gobernar un imperio. En efecto, hay pocos mortales capaces de dirigir el paso de las naciones. El inmenso carro que arrastran los acontecimientos, cargado de hombres, rueda pesadamente, y para guiarle por escabrosos caminos se necesitan brazo fuerte y manos poderosas, por lo que es dificilísimo escoger un hábil conductor: deben elegirle dos poderes, y necesita reunir la elección del pueblo y la elección de Dios: escogido así, llegará a ser uno de los pocos e ilustres mortales que como faros alumbran a los pueblos, cuya luz siguen desde lejos. De lo que acabo de decir se deduce que sólo un brazo poderoso y hábil es capaz de dirigir la marcha de un pueblo, y que el pueblo necesita un jefe, y el mundo un hombre; este hombre, milord, sois vos.
CROMWELL.- (Al orador.) Agradecido, manifiesto a todas horas mi reconocimiento al Todopoderoso, porque me ha impulsado a conseguir la grandeza y la prosperidad de Inglaterra. En Irlanda, a pesar de las discordias civiles, la fe rápidamente invade las ciudades; y la carnosidad de la úlcera papista, que quema Harry, mi teniente, la extirpa con una mano y la cauteriza con la otra. Dentro de sus murallas Roma ya no tiene ningún apóstol. En Escocia a los clans se les ha obligado a cumplir con su deber. En el exterior todo va bien. Dunkerque no tiene esperanza de salvarse, e Inglaterra, aliándose con Francia, influye sobre España. Nuestro comercio en la India ha progresado mucho. He enviado dos escuadras a la Jamaica. El toscano está ya arrepentido, le perdonaremos; y cuando todo a nuestro alrededor esté pacificado, iremos a salvar al moscovita de las hordas del Sultán, ya que éste nos invita y ya que Dios secunda nuestros proyectos. Ya que conseguimos el favor celestial, inclinemos la frente y doblemos las rodillas; recemos para que el Espíritu Santo descienda hasta nosotros.
(Cromwell se arrodilla; todos le imitan. Momentos de silencio y de recogimiento.)
SYNDERCOMB.- (Bajo a Overton y a Garland.) Ahora que todos están arrodillados, con las espadas en el suelo y distraídos, ¿por qué no nos arrojamos sobre él?
GARLAND.-Ahora no. ¡Matarle cuando está rezando!
SYNDERCOMB. - ¿Pues qué hacemos?
GARLAND.-Rezar también, por que Dios le pierda. Que elija Dios entre las dos oraciones.
CROMWELL.- (Levantándose.) ¡Vamos!
(Todos le imitan. El conde de Warwick avanza con pasos lentos y mesurados hacia el Protector, pone una rodilla en tierra y le presenta el manto real guarnecido de armiño.)
WARWICK.-Dignaos vestir esta púrpura, milord.
(Con la ayuda de Warwick, Cromwell se pone el manto real.)
OVERTON.-Se cubre ya con la mortaja.
GARLAND.-Es del color de escarlata de la prostituida Tyro.
WILDMAN. - ¡Tarda mucho en caer el rayo!
(Cromwell, con la púrpura, de la que lord Robert sostiene la cola, avanza hacia el trono. El conde Warwick le precede con la espada en alto; lord Carlisle le sigue con la espada inclinada hacia el suelo.)
MILTON.- (Con voz de trueno.) ¡Cromwell, ay de ti!
CROMWELL.- (Volviéndose.) ¿Quién habla?
MILTON.-Acuérdate de los idus de marzo.
OVERTON.- (A Milton.) No divulgues nuestros secretos.
(Cromwell le mira con desprecio y sube al trono.)
OVERTON. - ¡Sube al trono! Respiro.
(Cromwell se sienta en el trono. Se coloca a su lado Warwick y Carlisle detrás del sillón; Thurloe y Stoupe a los lados. El lord Corregidor, seguido del Ayuntamiento, avanza hasta el pie del trono con el almohadón que sostiene la espada; sube algunos escalones, pone una rodilla en tierra y presenta la espada a Cromwell.)
CORREGIDOR.-Lord Oliverio, recibid de nuestras manos esta espada. No en la fragua, sino en la frente de los tiranos, un pueblo entero ha forjado este acero. La hoja tiene dos filos, para que pueda servir como espada de la justicia y como espada de la guerra. Para que a la vez, terrible en el combate y en el templo, brille en las manos del soldado y flamee en las manos de Dios. La honorable ciudad de Londres os la entrega.
(Cromwell se ciñe la espada, la desenvaina, la blande, después se la devuelve a lord Corregidor, que la envaina y se retira.)
WHITELOCKE.- (Se aproxima a Cromwell con el mismo ceremonial.) Milord, aquí tenéis los sellos.
(Cromwell toma los sellos; después se los devuelve a Whitelocke, que se retira. El orador del Parlamento, con los oficiales de la Cámara de los Comunes, avanza llevando la Biblia.)
ORADOR.-Milord, aquí tenéis el libro.
(Cromwell toma la Biblia, el orador se retira. El general Lambert, pálido e inquieto, se aproxima llevando la corona en un rico almohadón de terciopelo carmesí. Overton se coloca cerca de él.)
LAMBERT.- (Arrodillado en las gradas del estrado de Cromwell.) Milord...
OVERTON.- (Aquí estoy yo, ¡valor!)
LAMBERT.- (¡A mi lado!) Recibid la corona...
OVERTON.- (Sacando el puñal y en voz baja a Lambert.) (Y la muerte.)
(Todos los conjurados que están entre la multitud llevan la mano a los puñales.)
CROMWELL.- (Como despertándose sobresaltado.) ¡Deteneos! ¿Qué significa esto? ¿Por qué darme la corona? ¿Quién me la da? ¿Con qué derecho vienen a confundirme con los reyes? ¿Por qué escandalizar así nuestras fiestas religiosas? ¡Coronarme a mí, que hice caer la cabeza de los reyes! Milores, amigos, hermanos, que me estáis escuchando; no he venido aquí para ceñirme la diadema, sino para que el pueblo corrobore mi título, para que rejuvenezca mi poder, para que renueve mis derechos. La escarlata sagrada está teñida dos veces; su púrpura pertenece al pueblo, y yo la recibí de él con lealtad, pero ni le he pedido ni quiero la corona real; que yo no daría uno solo de mis cabellos, que han blanqueado sirviendo a Inglaterra, por todos los florones de los príncipes del mundo. Quitad de mi vista y llevaos ese juguete ridículo que halaga la vanidad. Me conocen muy mal los que quieren afrentarme coronándome. He recibido de Dios lo que ellos no me pueden dar, un don imperdible, el de ser dueño de mí mismo. El que es hijo del cielo no puede dejarlo de ser: por eso el universo está envidioso de nuestras prosperidades, y el pueblo inglés es un pueblo escogido. La Europa es el humilde satélite de nuestra isla; todo cede a nuestra buena estrella: parece que el Señor nos haya dicho: «Inglaterra, sé grande y serás mí hija predilecta» El señor nos colma con abundantes bondades, y cada día que acaba, cada día que amanece, añade un eslabón de oro a nuestra cadena inmensa. ¡Y me atrevería yo a ir contra Dios, que nos concede una suerte privilegiada entre todas las suertes del mundo! ¡Me atrevería a hollar el derecho del pueblo escogido posponiendo su interés al mío! ¿Creéis cogerme con el anzuelo de una vana diadema? Ingleses, yo he destrozado una corona en otro tiempo, sin haber llevado nunca ninguna, y sé bien lo que pesa. No quiero cambiar por una corte el campamento que me rodea, ni la espada por él cetro, ni el casco por la corona; ¡no soy tan niño! Construirme un trono es cavarme una tumba. Cromwell sabe que el que sube ha de caer. ¡Ah! ¡Llevaos ese símbolo execrable y odioso! Tened piedad de mí, hermanos, en vez de envidiar al Protector, porque siento ya al peso de los años debilitarse mis fuerzas y que está próximo mi fin. Hace ya mucho tiempo que estoy atado al poder; estoy viejo y cansado y necesito reposar. Cada día suplico a la bondad divina, dándome golpes de pecho, que aparte de mi pensamiento el vano orgullo de querer ser rey, y voy a llamar, para que lea en mi alma, a un teólogo que sea lumbrera de la Iglesia para consultarle sobre este punto. Debo rendir cuentas al Altísimo de vuestra libertad, y quiero, siguiendo su ley como mi ley suprema, cumplir lo que dice el salmo doce. (Grandes aclamaciones y aplausos. Las palabras de Cromwell han disipado poco a poco la hostilidad que el pueblo y los soldados sentían hacia él, hasta el punto de hacerles entusiasmar. Estupor en el Parlamento y en el séquito del Protector. Cromwell se levanta, y con un gesto imperioso hace callar a la multitud.) Sobre esto roguemos al Señor con corazón humilde que nos persevere en su santa gracia. Os he hablado con el corazón en la mano, y como última súplica os pido perdón por haberos entretenido con mis palabras tanto tiempo.
(Vuélvese a sentar.-Nuevos transportes y aclamaciones del pueblo. Los conjurados puritanos, desconcertados, guardan silencio sombrío.)
OVERTON.- (¡Morirá en la cama!)
GARLAND.- (Ya que le aplauden, que le sufran.)
VARIAS VOCES. - ¡Viva el Protector de Inglaterra! ¡Gloria al vencedor de Tyro!
OVERTON.- (¡Nos ha chasqueado! Alguno nos ha denunciado... )
BAREBONE.- (Este es el único medio de salvar mis intereses.)
CROMWELL.-Lambert, comeréis hoy conmigo. (Bajo.) ¿Por qué tembláis ya si no está a vuestro lado?
LAMBERT. - ¿Quién? (Asustado.)
CROMWELL.-Overton. Ya sé que erais del complot.
LAMBERT.-Pero si...
CROMWELL.-Tengo testigos. Erais el jefe.
CROMWELL.-De nombre.... porque estabais asustado de vuestra propia audacia, y no os hubierais atrevido a clavarme el puñal frente a frente.
CROMWELL.-Me han asegurado que habéis sentido de pronto grandes deseos de vivir en la soledad, por lo que me presentaréis en seguida vuestra dimisión.
(Cromwell le despide con un signo. Lambert desciende del estrado y vuelve a formar parte del séquito. Cromwell ve en aquel momento el cetro que lord Broghill ha depositado en las gradas del trono.)
CROMWELL. - ¿Qué hace ahí ese cetro? Quitad de ahí esa muñeca. Para ti, bufón (Indicando a Trick.)
(Redoblan las aclamaciones. Entra un ujier de la ciudad, se inclina ante el trono y se dirige a Cromwell.)
UJIER.-Milord, el supremo Shérif.
CROMWELL.-Que entre.
CROMWELL. - ¿Qué tenéis que decir?
SHÉRIF.-Milord, los prisioneros, los condenados a muerte...
CROMWELL. - ¿Están ya ejecutados?
SHÉRIF.-Hewlet levantó al amanecer la horca en Tyburn. Antes de ser conducidos al sitio fatal desean ser introducidos ante vuestra alteza. ¿Ordeno la ejecución o la retardo?
CROMWELL. - ¿Qué es lo que alegan?
SHÉRIF.-Dicen que quieren hablaros.
CROMWELL.-Aquí. (A una señal de Cromwell el Shérif se inclina y se va.) Doctor Lockyer, habéis sido elegido para edificarnos con la palabra santa; os espero. El tiempo pasa.
(El doctor Lockyer sube con embarazo al púlpito que está enfrente del trono.)
LOCKYER.-Milord, he aquí el texto que he elegido.
LOCKYER.- (Leyendo en una Biblia que tiene en la mano.) «Un día que se reunieron los árboles para nombrar rey, dijeron al olivo: Sed nuestro monarca...»
CROMWELL.-Hermano, ¿de dónde tomáis ese texto temerario?
LOCKYER.-De la Biblia, milord.
CROMWELL. - ¿De dónde?
LOCKYER.- (Presentándole el libro.) Del libro de los Jueces; capítulo IX, versículo VIII.
CROMWELL. - ¡Callaos! Ese texto en nada se relaciona con las circunstancias. Podíais haber encontrado otro mejor en las Sagradas Escrituras; como por ejemplo: «Maldito sea el que en su camino engaña al ciego errante o este otro: «El verdadero sabio se atreve y duda podíais tratar esas y otras cuestiones ante un pueblo instruido, piadoso y grande; estoy cansado de oír esas predicaciones de colegio; bajad de ahí.
(Nuevas aclamaciones. Lockyer, confundido, baja del púlpito y se pierde entre la multitud.-Entra un ujier de la ciudad, que se para en el umbral de la puerta grande y dice en alta voz):
UJIER.-Milord, los prisioneros.
(Entran los caballeros presos; lord Ormond va al frente. Les precede el supremo Shérif y vienen custodiados por arqueros y guardias del Municipio.)