Victor Hugo
Cromwell

Acto quinto

Escena XIV

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Escena XIV

Dichos y CARR

   CARR. - ¿Para qué me llamas? Ni los calabozos sirven de refugio contra el tirano. ¿Qué me quiere el apóstata y el tránsfuga?

   VARIAS VOCES. - ¡Qué calle ese furioso!

   CROMWELL.-Dejadle hablar, amigos: cuando el cielo quiso experimentar a David, permitió que le anatematizara el hijo de Semey. -Continúa.

   CARR.-Éste ha sido siempre tu sistema de hipocresía; ocultar sonriendo planes engañosos y cubrir tu frente infernal con un velo celeste; burlarte atormentando y hablar con ironía al corazón que gotea sangre; pero para romper tu cetro y tu máscara al mismo tiempo, el Señor me ocultó y me dijo -: Coge el laúd, recorre la ciudad, arroja del templo de Cromwell al pueblo servil, pulveriza el altar y arroja su ídolo al fuego. Dile: El egipcio es hombre y no es Dios. -Has ascendido, Cromwell, hasta tu trono de gloria, pero tiembla, porque al día radiante sucede la oscura noche. Recuerda al cazador Nemrod: el Señor, triunfante, rompió su arco de hierro como un juguete de niño. -Señor de los potentados, señor de los poderosos, tu brazo ha borrado a su capricho los límites de los Estados; la muchedumbre ante ti retrocede y tiembla, y el mundo es para ti una presa, de la que te has apoderado en tu marcha triunfal con tus grandes combates, y Dios te ha sostenido desde arriba y el pueblo desde abajo. Tú no eras nada por ti mismo. Eres el instrumento de la cólera celeste. ¿Dónde están los dioses de Emath? ¿Dónde están los dioses de Ava? Esos ídolos reinaron, y tú pasarás como ellos. Muy pronto los santos Gab, Zabulón, Azer, Benjamín, Neftalí, subirán al monte Hébal para maldecirte; las mujeres y los niños te seguirán riendo; para tus ojos, que cegará el infierno, el cielo será de bronce y la tierra de hierro. Te dormirás en lecho de púrpura, pero Dios te aplastará la cabeza entre dos piedras, y llegará un día en que veremos que los pueblos ilustrados con tus huesos apedreen a los tiranos. Porque ya hemos visto sobre tronos impíos Faraones en Menfis, sultanes en Etiopía, papas, duques, emperadores y déspotas divertirse en torturar a los pueblos. Pero entre todos los azotes que el Señor nos , no ha nacido mago, monarca ni sátrapa tan atrevido, cruel y astuto como tú. ¡Maldito seas Cromwell. - ¿Habéis concluido ya?

   CARR.-Todavía no. ¡Maldito seas al salir la aurora y al ponerse el sol! ¡Maldito en tu corcel de batalla!

   CROMWELL. - ¿Y qué más?

   CARR.-En el aire que respiras, en el lecho que duermes, en la mesa que comes.

   CROMWELL. - ¡Basta!, que vais a echar los pulmones. Escuchadme. Porque lo merecisteis estabais encerrado en la cárcel. Os abro las puertas y os perdono. Marchaos.

   CARR. - ¿Y con qué derecho? ¿Con qué derecho me quieres arrancar del calabozo y romper las cadenas que tú mismo me has forjado? El Parlamento largo me encarceló; lo merecí por haberle hecho traición y me castigó. Encerrado estuve en el fondo de una torre, sin ver la luz del día, sumido en perpetua noche, y tuve hambre y sed, pero el castigo era justo y lo sufrí. ¿Pero tú con qué derecho vienes a tocar el templo santo? Lo que los santos han ligado tú no lo puedes desatar. Los santos me condenaron, y nadie más que ellos tienen derecho a absolverme, y ante ese pueblo vil yo marcho con altivez, porque soy el último vestigio vivo de su autoridad. Prefiero mi muerte a tu destino, Cromwell; mi torre a tu palacio, y no cambiaría mi condena por tu crimen, ni tu cetro usurpado por mi cadena legítima. Si quieres abrirme las puertas de la prisión y que goce de completa libertad, pon el Estado en equilibrio, restablece el Parlamento... Después ya veremos. Vendrás conmigo, a mi lado, marchando los dos con la frente baja y atados con una soga, y nos presentaremos a la barra a implorar nuestro perdón. Mientras llega ese día, déjame en libertad de volver a la cárcel. (Grandes risas en todo el auditorio.) Haz callar a tu jauría. Soy el único inglés quizá que, aunque encerrado en mi calabozo, no te reconozco por señor; soy el único inglés que es libre. Desde allí te maldeciré, Cromwell. Me vuelvo a la cárcel.

   CROMWELL.-Como queráis.

   TRICK.-Se equivoca. No vuelve a su prisión, vuelve a su palco.

   (Vase Carr con aire altivo y sale de la escena entre los silbidos del pueblo.)

   SYNDERCOMB.- (Bajo a Garland.) Carr ha sido el único hombre que ha habido entre nosotros.

   VARIAS VOCES. - ¡Gloria a los santos! ¡Gloria a Cristo! ¡Gloria al Dios del Sinaí! ¡Dios conserve la vida al Protector!

   (Syndercomb, exasperado por las imprecaciones de Carr y por las aclamaciones del pueblo, saca el puñal y sube al estrado.)

   SYNDERCOMB.- (Agitando el puñal.) ¡Muerte al rey de Sodoma!

   CARLISLE.- (A los alabarderos.) ¡Detened al asesino!

   CROMWELL. - ¡Dejad subir a ese hombre! ¿Qué quieres?

   SYNDERCOMB.-Tu muerte.

   CROMWELL.-Te dejo en libertad. Vete.

   SYNDERCOMB.-Yo soy el vengador, y si tu impuro séquito no me cerrase la boca...

   CROMWELL.-Habla.

   SYNDERCOMB.-No es ésta ocasión de hablar; si no me detuvieran el brazo...

   CROMWELL.-Hiere. (Presentándole el pecho.)

   SYNDERCOMB. - ¡Muere, pues, tirano!

   (Va a herirle, pero el pueblo se precipita sobre él y le desarma.)

   UNA VOZ. - ¡Ya que con el asesinato responde a la clemencia, que perezca el asesino, que muera el parricida!

   (El pueblo, indignado, se apodera de Syndercomb y le arrastra fuera de la sala.)

   CROMWELL.- (A Thurloe.) Id a ver lo que sucede.

   (Thurloe sale.)

   OTRA VOZ. - ¡Que muera el pérfido!

   CROMWELL.-Hermanos míos, le perdono, porque no sabe lo que hace.

   UNA VOZ. - ¡Que le arrojen al Támesis! ¡Que le echen al agua!

   THURLOE.- (Que entra.) El pueblo ya está satisfecho, porque lanzó al río al furioso apóstol.

   CROMWELL.- (La clemencia es un medio excelente de gobierno.)

   (Pausa. -Óyense los gritos de alegría y de triunfo de la multitud. Cromwell, sentado en el trono, saborea con fruición las aclamaciones delirantes de la muchedumbre y del ejército.)

   OVERTON.- (Bajo a Milton.) Ése ha sido una víctima humana inmolada al ídolo; ya dispone de todo, del ejército y del pueblo. Tiene todo lo que necesita para afirmarse en el poder; nuestros esfuerzos sólo han servido para engrandecerle: inútil es ya desafiarle y combatirle; ahora puede ya anonadarnos uno tras otro; consiguió inspirar amor y miedo. Debe estar satisfecho.

   CROMWELL.- (Pensativo.) (¿Cuándo seré rey?)


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