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LORD ORMOND, con traje de puritano, esto es, con el cabello rapado, con el sombrero alto y de alas anchas, con ropilla de paño negro, calzones de sarga negra y botas altas. LORD BROGHILL, vestido de caballero elegante, sombrero con plumas, con calzones y ropilla de satín acuchillados y con borceguíes.
LORD BROGHILL, entra por la puerta del fondo, que deja entreabierta y que permite ver la plaza y las casas alumbradas por el día, que amanece. Viene leyendo atentamente una carta. LORD ORMOND está sentado delante de una mesa en un rincón oscuro.
BROGHILL.-«Mañana, 25 de junio de 1657, la persona que lord Broghill buscaba en otro tiempo le espera al amanecer en la taberna de las «Tres Grullas». Ésta es la taberna; aquí fue donde se escondió, dentro del mismo Londres, Carlos, cuando se vio solo y abandonado de Dios y defendía la cabeza, después de defender la corona, para huir de Cromwell. ¿Pero quién me enviará este billete que recibí ayer? Esta letra...
ORMOND.- (Acercándosele.) ¡Dios guarde a lord Broghill!
BROGHILL. - ¿Quién eres tú que a esta hora me haces abandonar el palacio para venir a este tabuco desierto? ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Quién te envía? (Yo he visto a este hombre en alguna parte.)
BROGHILL.-Respóndeme, que a los ganapanes como tú se les hace gran honor tratándoseles bien como te trato yo.
ORMOND.-Esas palabras no son dignas de un senador popular ni de un amigo de Cromwell.
BROGHILL.-Cromwell es un antiguo puritano, que si le hubieses despertado tan temprano como a mí, te hubiera hecho colgar de una horca para que nunca te se hubiera vuelto a ocurrir semejante idea.
ORMOND.- (No espero despertarle, espero dormirle.)
BROGHILL.-Cromwell al fin va a asegurarse en el trono y sabrá castigar a la canalla insolente.
ORMOND.-Su trono es un tajo y su púrpura es sangrienta. Yo veo esto, y vos, servidor tránsfuga de los Stuardos, vos lo habéis olvidado.
BROGHILL.-Esa mirada... esa voz... ¿Quién sois?
ORMOND.-Acordaos, milord, de las guerras de Irlanda; en ellas los dos servíamos al rey.
BROGHILL - ¡Eres mi antiguo amigo el conde de Ormond! ¡Eres tú! ¡Tú en Londres! ¡Y la víspera del mismo día en que Cromwell, triunfante, va a elevarse a la dignidad real! ¡Han puesto a precio tu cabeza! ¡Si te conociesen...! ¿Qué vienes a hacer aquí, desgraciado?
BROGHILL.-Te disfraza completamente ese traje... ¡Qué cambiado estás!
ORMOND.-Menos que tú, que doblas las rodillas ante Cromwell y que te arrastras a los pies de un infame regicida. Yo cambié de traje, pero tú has cambiado de alma. ¡Tú, que tan grande eras en los combates! Has subido muy alto para caer muy bajo.
BROGHILL.-Te compadecía vencido, te reverenciaba proscripto, pero ese lenguaje...
ORMOND.-Es severo, pero justo. Óyeme, que todo puede aún repararse. Sírveme...
BROGHILL. - ¿Acerca de Cromwell? Sí; corro a implorar tu perdón...; puedo salvarte la vida.
ORMOND. - ¡Detente! Pídeme primero que proteja tu cabeza; porque tu protector, tu rey, Cromwell, está más cerca de perderla que yo.
BROGHILL. - ¿Qué estás diciendo?
ORMOND.-Escúchame. Cromwell, devorado por la tristeza, cansado de los títulos mezquinos de protector y de alteza, quiere subir las gradas del trono y que los reyes le llamen majestad. Pretende apoderarse de la sangrienta herencia de Carlos I; pues bien, heredará su trono y su tumba. El orgulloso rey regicida sentirá muy pronto el peso de la corona, verá muy pronto que aplasta algunas veces las cabezas que ciñe.
BROGHILL. - ¿Qué quieres decir?
ORMOND.-Que mañana, a la hora en que se abra el palacio de Westminster para ese rey, que el infierno va a consagrar, en las mismas gradas del trono que va a usurpar, nuestras espadas le harán caer ensangrentado.
BROGHILL. - ¡Insensato! El ejército le adora, y es imposible traspasar sus filas espesas de alabarderos, de heraldos, de maceros, de mosqueteros negros y de coraceros rojos.
ORMOND.-Los tenemos de nuestra parte.
BROGHILL. - ¿Fundas tu loca esperanza en unir en un mismo bando a los caballeros y a los puritanos?
ORMOND.-Verán tus propios ojos aquí dentro de poco a los partidarios del rey confundidos con los partidarios del Parlamento. A los sombríos puritanos los arrastra el fanatismo, y no quieren a Cromwell, como no quieren a Carlos. Su jefe Lambert, que es rival de Oliverio, se ha unido a nosotros y pretende reemplazar a Cromwell; pero eso ya lo trataremos más tarde. El oro de España y de Flandes nos proporciona muchísimos aliados; en una palabra, la partida es nuestra y vamos a jugar los dados.
BROGHILL.-Tened presente que Cromwell es muy diestro y que os jugáis la cabeza.
ORMOND.-Nuestra sublevación es de éxito seguro. Rochester es el emisario que nos traerá aquí ahora mismo la voluntad secreta del rey y que vendrá con Sedley, Jenkins, Clifford y Davenant. A esta cita asistirán también Carr, Harrison, Ricardo Willis...
BROGHILL.-Ésos están en la cárcel, son enemigos que Cromwell tiene encerrados en la Torre de Londres.
ORMOND.-Una palabra va a confundirte. Ligados a la misma causa, pero por motivos diferentes, para derribar a Oliverio contamos entre nuestras filas al carcelero de la Torre, a Barksthead el regicida, que la esperanza de alcanzar el perdón le hizo afiliarse a nuestro bando. Ya ves que la rebelión está bien tramada, la red bien tendida, y caerá en ella. Unánimes los partidos, han cruzado sus abismos bajo el trono que él levanta. Por eso yo llego ahora del continente. Quisiera salvarte, milord, y por eso te pregunto en nombre de Carlos II mi señor: ¿quieres vivir siendo leal o morir siendo traidor?
BROGHILL - ¿Qué es lo que pretendes?
ORMOND.-Que vuelvas a alistarte bajo la bandera real.
BROGHILL.-He sido vasallo tan digno y tan leal como tú; defendiendo a Carlos I, en nuestras guerras civiles tomé por asalto castillos y defendí ciudades, y vine a parar por mi destino cruel de soldado de los Stuardos a cortesano de Cromwell. Deja que siga su triste suerte este desgraciado tránsfuga, y a tu vez escúchame: quiero que seas mi juez. Durante la guerra con el Parlamento vine a Londres a armar un regimiento, escondiéndome como tú hoy, porque estaba proscrito. Un día vino a visitarme un desconocido; era Cromwell. Mi vida estaba en su poder, él me salvó, y por él olvidé mi deber. Se apoderó de mí, y muy pronto, como él, me convertí en rebelde y en sacrílego, apoyé a sus republicanos, y a pesar de ser enviado del rey, le combatí. Después Cromwell me nombró par, teniente general de artillería, lord de su corte y de su Consejo privado. De modo que habiendo recibido tantos favores de su mano, si cae debo caer con él, y no puedo, a pesar de ser rebelde a mi rey legítimo y de que el afecto me ligue a su causa, volver a sus banderas sin cometer una traición.
ORMOND.-Rompiendo con nosotros el yugo que nos oprime, probarás que te arrepientes.
BROGHILL.-Me arrepentiría cometiendo un nuevo crimen. No puedo ser cómplice de tu fatal secreto, pero sí que puedo ser discreto confidente. Debo, permaneciendo neutral en la lucha, sufrir vuestro triunfo o dulcificar vuestra caída, y sea quien sea el vencedor, o perecer con Cromwell o inclinarle a que os perdone.
ORMOND. - ¡Debes callar y no obrar! De ese modo serás pérfido con Cromwell, sin servir a tu verdadero señor. Sé sincero amigo o sincero enemigo; no seas traidor ni fiel a medias. Antes que eso, denúnciame.
BROGHILL.-Conde, si no estuvieras proscripto me darías explicación de esa palabra.
ORMOND.-Perdóname, milord, que soy un soldado veterano, que he servido veinte años fielmente al rey, y casi todos mis servicios, casi todos mis combates los llevo escritos en mi cuerpo con grandes cicatrices. Mi cabeza ha blanqueado bajo el casco y mi cuerpo ha envejecido dentro de la armadura. He luchado con los únicos brazos que podían en el mundo derribar o sostener el trono de Inglaterra, y vi caer ese trono destrozado en los campamentos. Pero al fin, voy a alcanzar el objeto de todas mis fatigas, porque Cromwell va a sucumbir; pero para amargar mi alegría, para emponzoñar mi gloria, ¿ha de matar mi triunfo a un amigo antiguo y querido? Acuérdate que juntos los dos hemos mojado en la misma sangre nuestras espadas y hemos aspirado el polvo de los mismos combates. Por segunda y por última vez te pregunto: ¿quieres vivir siendo leal o morir siendo traidor? Reflexiona: para contestar te concedo una hora. (Escribe algunas palabras en un papel, que presenta a Broghill.) Aquí tienes mi nombre fingido y las señas de mi secreta guarida.
BROGIIILL.- (Rechazando el papel.) No me lo digas, no quiero saberlo; ya sé demasiado. Largo tiempo la misma tienda nos cobijó en los campamentos; no lo ignoro, pero hoy es preciso que siga cada uno el camino que le traza su suerte. No he de ser delator ni cómplice, y olvidaré todo lo que me has dicho. ¿Pero estás seguro de que triunfará la sublevación? Nada se escapa a las miradas de Cromwell; vigila la Europa; su ojo todo lo espía y su mano todo lo envuelve, y cuando tu brazo busque donde herirle, quizá ya tenga cogido el hilo que impida mover tu brazo. ¡Tiembla, Ormond!
ORMOND.-Te ruego que me dejes y que vayas a besar las manos al dictador.
(Lord Broghill sale y cierra tras sí la puerta del fondo.)