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THURLOE, WHITELOCKE, WALLER, poeta de la época; el alguacil MAYNARD,
JEPHSON, el coronel GRACE, WILLIAM MURRAY, WILLIAM LENTHALL, LORD BROGHILL y CARR.
CARR llega el último y se para en el fondo, arrojando a su alrededor miradas
escandalizadas, mientras los otros hablan sin verle.
WHITELOCKE.- (A Thurloe.) ¿Su alteza está ausente?
LENTHALL.-Vengo a recordarle mis derechos
MAYNARD.-Vengo al palacio por un asunto urgente.
JEPHSON.-Importante negocio me trae aquí.
MURRAY.-En el memorial que a milord entrego solicito un empleo en su futura corte.
WALLER.-Tengo por costumbre no importunar a su alteza, pero...
CARR.- (Con voz fuerte y con los ojos fijos en la bóveda.) ¡Esto es una nueva Sodoma!
Todos se vuelven sorprendidos y contemplan a CARR, que se ha quedado inmóvil y con los brazos cruzados sobre el pecho.
MURRAY. - ¿Quién será este extraño animal?
CARR.- (Con gravedad.) Comprendo que el hombre venga disfrazado a este antro, en el que Baal enseña la cara desnuda, en el que se encuentran lobos, histriones, falsos profetas, buitres, dragones de mil cabezas, serpientes aladas y basiliscos que llevan por cola un dardo de fuego.
WALLER.- (Riendo.) Si ésos son nuestros retratos, os damos las gracias.
CARR.- (Animándose.) ¡Convidados de Satanás! La manzana encierra ceniza; comed. El pueblo ha muerto: ¡vampiros de Israel, comeos su carne, la carne de los santos elegidos! ¡Reíd, bocas del infierno!
WALLER.- (Riendo.) Me gusta su urbanidad.
LENTHALL.-Buen hombre, idos, porque si entra su alteza...
CARR.-No saldré yo, que saldréis vosotros.
WHITELOCKE.-Es un santo.
CARR. - ¡Llamáis locura a mi sabiduría!
BROGHILL.-Pensad en que va a venir su alteza.
BROGHILL. - ¿Queréis decirnos para qué?
CARR.-Porque tengo que hablarle.
BROGHILL.-Enteradme de vuestros deseos y yo se los comunicaré; tengo mucho crédito con su alteza... soy lord Broghill.
CARR.- (Amargamente.) ¡Qué cambiando está Oliverio! El republicano viejo tiene que ir a la cola de su cortejo y un caballero como Broghill tiene que protegerle!
THURLOE.- (Que ha estado contemplando a CARR mucho rato.) (No me es desconocido este hombre; no es claro lo que dice, pero, por loco que sea, parece que más que en Bedlam debe estar en la Torre de Londres. Vamos a buscar a milord.) (Se va.)