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HERNANI.- De tu séquito soy; ¡dices bien!... ¡Voy tras de ti de día y de noche, siguiendo las huellas de tus pasos y con el puñal en la mano! Persigo a tu raza representando a la mía..., ¡y ahora descubro que eres mi rival!... Estuve un instante indeciso entre amar y aborrecer. Mi corazón no era bastante capaz para abrigaros a ella y a ti; amándola, olvidé el odio que te profeso; ¡pero has venido a recordármelo, y el amor, que inclinaba la incierta balanza, la hace caer por la parte del odio! Has dicho bien; ¡soy de tu séquito! Ninguno de los cortesanos que te lamen las manos y que te besan los pies te seguirá tan tenaz ni tan asiduamente como yo: los cortesanos van tras de ti por cosas baladíes, por juguetes de relumbrón, y yo voy para arrancarte el alma del cuerpo y para hacerte saltar la sangre de las venas. Ve andando, que yo te seguiré. Me acompaña. la venganza, hablándome al oído; espío, escucho y sigilosamente sigo tus huellas; te persigo. De día no podrás, ¡oh rey!, volver la cabeza sin verme inmóvil y sombrío turbar volverás tampoco sin tus solemnidades, y de noche no la volverás tampoco sin encontrar fijos en ti mis ojos fulgurantes.
FIN DEL ACTO PRIMERO