Victor Hugo
Hernani

Acto Segundo

Escena IV

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Escena IV

HERNANI y DOÑA SOL

     SOL.- Ahora huyamos sin tardanza.

     HERNANI.- Veo que estás resuelta a aceptar mi desgracia y a compartir mi vida y mi muerte; noble propósito, digno de un corazón enamorado y fiel; pero para llevarme alegre a mi retiro el tesoro de hermosura que codicia un rey, para que me sigas y unas tu existencia a la mía, para arrastrarte conmigo, no es tiempo aún: veo la horca demasiado cerca.

     SOL. ¡Qué dices!

     HERNANI.- El rey, a quien he desafiado cara a cara, va a castigarme porque le perdoné. Huyó y ha entrado ya quizá en palacio y ha llamado quizá a sus guardias, a sus criados, a sus caballeros y a sus verdugos.

     SOL.- ¡Ah! ¡Me haces temblar, Hernani! Pues si eso es así, apresurémonos; huyamos.

     HERNANI.- Ha pasado ya la hora de huir juntos. Doña Sol, cuando te revelaste a mis ojos, tan bondadosa y tan enamorada, te ofrecí aquello de lo que yo disponía, las montañas, los bosques, el negro pan del proscripto, la mitad del lecho de musgo en que reposo; pero hoy sólo puedo ofrecerte la mitad del cadalso, y... ¡perdona, oh, Sol!, el cadalso es sólo para mí.

     SOL.- Sin embargo, también me lo habías prometido.

     HERNANI. (Arrodillándose a los pies de DOÑA SOL.)- ¡Ángel mío! En este instante en que quizá la muerte se me aproxima, declaro que, aunque proscripto y errante, soy feliz y soy digno de envidia porque me has amado, y porque amándome has bendecido mi frente maldita.

     SOL.- ¡Hernani mío!

     HERNANI.- Bendita mil veces la suerte que hizo nacer esta preciosa flor al borde de mi abismo! No te lo digo a ti, se lo digo al cielo que me oye, se lo digo a Dios.

     SOL.- Permíteme que te siga.

     HERNANI.- Cometería un crimen arrancando la flor al caer en el abismo. He respirado su perfume y me basta. Vete. Anuda tu vida a otra vida; esposa del anciano; te desligo de tus juramentos..., déjame volver a mi oscuridad; y tú, olvídame y dichosa.

     SOL.- No, yo te sigo; quiero la mitad de tu mortaja; no me separo de ti.

     HERNANI. (Abrazándola.)Oh, déjame huir solo!

Después de abrazarla se separa de ella .

     SOL. (Con sentimiento.) Huyes de mí, después de haberte entregado la vida! ¡Me rechazas, y a pesar de la pasión que me juras no me permites la dicha de morir a tu lado!

     HERNANI.- ¡Estoy desterrado, estoy proscripto, soy un hombre funesto!

     SOL.- ¡Eres un ingrato!

     HERNANI.- Pues bien, me quedo; lo quieres y no me separo de ti. Ven, ven a mis brazos. Estaré a tu lado hasta que tú quieras y lo olvidaré todo. Siéntate en este banco.

DOÑA SOL se sienta y él se coloca a sus pies.

     La luz de tus ojos ilumina los míos. Entóname algún cantar como otras noches, en que tus pestañas temblaban hasta dejar caer en mis labios las blancas perlas de tus lágrimas. ¡Seamos felices! Bebamos, ya que la copa está llena. Esta hora nos pertenece; olvidémonos de todo lo demás. Háblame y embriágame. ¿No es verdad, sol de mi cielo, que es dulce amar y ser amados, ser dos, estar solos y requerirse de amores de noche, cuando todo duerme? ¡Déjame dormir y soñar en tu seno, vida de mi vida!...

Óyense tañidos de campanas desde lejos.

     SOL. (Levantándose asustada,)- ¿Oyes? Tocan a rebato.

     HERNANI.- No, anuncian nuestra boda.

Arrecia el campaneo. Se oyen murmullos confusos; se ven antorchas en las calles y luces en las ventanas.

     SOL.- ¡Huye! ¡Sálvate! ¡Gran Dios! ¡Parece que incendian a Zaragoza!

     HERNANI.- Tendremos boda con antorchas.

Se oyen gritos y choques de espadas.

     SOL.- Ésa es la boda de los muertos, la boda de las tumbas.

     HERNANI. (Reclinándose en el banco.)- Volvamos a soñar.

     UN MONTAÑÉS. (Corriendo con la espada en la mano.)- Señor, los esbirros y los alcaldes desembocan en la plaza en tropel. Alerta, monseñor.

HERNANI se levanta.

     SOL. (Pausa.)- Ya te lo decía yo.

     MONTAÑÉS.- ¡Socorro!

     HERNANI.- Aquí estoy; no temas.

     GRITOS A LO LEJOS..- ¡Muera el bandido!

     HERNANI. (Al montañés.)- Dame la espada. Adiós, doña Sol.

     SOL.-¡Ya te perdí! ¿Dónde vas? Ven, huyamos por esta puerta.      HERNANI.- No puedo abandonar a mis amigos.

Aumentan el tumulto y los gritos.

     SOL.- Esos clamores me aterran. (Reteniendo a HERNANI.) Piensa que si tú mueres, yo moriré también.

     HERNANI.- (Abrazándola.)- Un beso...

     SOL.- ¡Dueño mío! ¡Esposo mío!

     HERNANI.- (Besándola en la frente.)- ¡El primero!

     SOL.- ¡Y quizá el último!

Parte HERNANI y DOÑA SOL cae sobre el banco.

FIN DEL ACTO SEGUNDO


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