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Dichos, DOÑA SOL, pajes, criados y dos doncellas
RUY.- ¡Aquí tienes a mi Virgen del Pilar! Ora ante ella y te atraerás la felicidad. Acércate, doña Sol; ¿cómo es que no llevas todavía el anillo nupcial ni la corona?
HERNANI. (Con Voz de trueno.)- ¿Quién quiere ganarse mil CARLOS de oro? Yo soy Hernani.
Todos se vuelven sorprendidos y asombrados. HERNANI se desgarra el hábito de peregrino y aparece vestido de montañés.
SOL. (Con alegría.)- (¡Cielos, vive!)
HERNANI. (A los criados.)- Soy el proscripto que persiguen. (Al duque.) ¿Queríais saber mi nombre? Pues me llamo Hernani. Os entrego la cabeza puesta a precio. Vale bastante para pagar vuestra boda. Os la ofrezco a todos; tomadla, que os la pagarán bien. Atadme de pies y manos, aunque eso será inútil, porque estoy atado ya por una cadena que no puedo romper.
RUY.- (¡Sin duda mi huésped está loco!)
HERNANI.- Vuestro huésped es un bandido.
SOL.- Señor, no le hagáis caso.
RUY.- ¡Mil CARLOS de oro! Tan enorme es la cantidad, que no respondo de todos mis criados.
HERNANI.- Basta con que uno solo me delate y me entregue.
RUY.- ¡Callaos! Os pueden tomar la palabra.
HERNANI.- Amigos, la suerte os favorece; os aseguro que soy el rebelde Hernani.
SOL.- ¡Cállate por Dios! (Bajo a HERNANI.)
HERNANI.- Aquí se casan; yo también quiero casarme, mi esposa también me espera. (Al duque.) Mi esposa no es tan hermosa como la vuestra, señor duque, pero es más fiel... Mi esposa es la muerte.
SOL.- ¡Por piedad! (Bajo a HERNANI.)
HERNANI.- ¿Nadie quiere ganarse mil escudos de oro?
HERNANI.- ¡Veo que estáis temblando! ¡Qué desgraciado soy!
RUY.- Si se atrevieran a prenderte, en vez de entregar tu cabeza se expondrían a perder la suya. Aunque seas Hernani u otro bandolero más ruin, y en lugar de oro por prenderte ofrecieran un imperio, dentro de mi casa te protegería contra todos, hasta contra el mismo rey; porque a los huéspedes los envía Dios. Antes moriré yo que nadie se atreva a tocar un cabello de tu cabeza. Doña Sol, dentro de una hora serás mi esposa. Vuelve a tu aposento. Voy a poner en armas todo el castillo y a cerrar las puertas.
HERNANI. (Mirándose el cinto.)- ¡Ah! ¡No llevar ni un puñal!
Luego que ha desaparecido el duque, da DOÑA SOL algunos pasos para seguir a sus doncellas, pero después se detiene y retrocede cuando salen, acercándose con gran ansiedad hacia HERNANI.