Victor Hugo
Hernani

Acto Tercero

Escena IV

«»

Enlaces a las concordancias:  Normales En evidencia

Link to concordances are always highlighted on mouse hover

Escena IV

HERNANI y DOÑA SOL

HERNANI contempla con miradas frías el cofrecillo nupcial que está sobre la mesa; después menea la cabeza y le centellean los ojos.

     HERNANI.- Os doy mi parabién; me encanta, me enamora, me admira vuestro traje de bodas. (Acercándose al cofrecillo.) El anillo nupcial es de buen gusto... La corona ducal preciosa..., el collar admirable..., los brazaletes bellísimos; pero todo esto vale cien veces menos que la mujer hermosa que oculta un corazón infame. ¿Con qué habéis comprado todo esto? ¿Con un poco de amor? ¡Verdaderamente es muy barato! ¡Dios mío! ¡Engañar de este modo y no tener vergüenza de vivir! (Examinando el cofrecillo.) Quizá las perlas sean falsas, el oro sea cobre, vidrio y plomo los diamantes, quizá estas joyas sean falsas. Si esto es así, duquesa, es falso tu corazón como estas joyas, y tú misma eres de oropel. Pero no, estas alhajas son de buena ley, son hermosas y buenas; no se atrevería a engañarte el hombre que tiene un pie en la tumba. El juego está completo; collar, brillantes, pendientes, corona, anillo nupcial...; nada falta. Es el magnífico regalo que merece tu amor fiel, leal y profundo. Es precioso el cofrecillo.

     SOL. (Registra el cofre y saca de él un puñal.)- No has visto lo que contiene en el fondo. Este puñal, que arrebaté al rey CARLOS en el momento de ofrecerme el trono, que desprecié por ti, por ti, que ahora me ultrajas.

     HERNANI. (Cayendo a sus pies.)- Permíteme que de rodillas recoja las lágrimas que derraman tus bellísimos ojos. Después te daré toda mi sangre por esas lágrimas.

     SOL. (Enternecida.)- Hernani, te amo y te perdono; pero olvides nunca que mi amor es siempre para ti.

     HERNANI.- ¡Me perdona y me ama! ¡Después de lo que le he dicho, me ama y me perdona!

     SOL.- ¡Hernani mío!

     HERNANI.- Debo serte odioso; pero dime otra vez que me amas, tranquiliza a un corazón que duda; dímelo por piedad, porque muchas veces las palabras que salen de los labios de una mujer curan profundas heridas.

     SOL. (Absorbida y sin oírle.)- ¡Creerme tan olvidadiza! ¡No comprender que ningún otro hombre puede entrar en el corazón que él llena!

     HERNANI.- He blasfemado de ti. En tu lugar yo, doña Sol, me hubiera cansado ya de este loco furioso, que no sabe acariciar hasta después de haber ofendido, y le hubiera hecho huir de mi lado. Recházame, que aunque me rechaces te bendeciré, porque has sido siempre tierna y bondadosa conmigo, porque me has soportado mucho tiempo, porque soy perverso, porque he oscurecido tus días con mis noches. Tu alma es bella, noble y pura, y no es culpable de que yo sea perverso. Enlázate con el duque; es bueno y poderoso; dichosa con él. esposa del anciano; él te merece más. ¿Cómo casar tu pura frente con mi cabeza proscripta? ¿Quién, viéndonos unidos, a ti tranquila y bella, a mí violento y fiero, a ti apacible y limpia como blanca azucena, a mí sombrío y azotado por tantas tempestades, quién dirá que nuestra suerte sigue la misma ley? Dios, que es la suprema sabiduría, no te creó para mí. No tengo derecho alguno para poseerte; poseer tu corazón sería un robo; yo se lo restituyo al que es más digno y debe poseerlo. Todo se acabó para mí; llego a estar avergonzado de no haber sabido vengarme ni ser feliz. Nací para el odio y sólo he sabido amar. Perdóname, huye de mí, te lo ruego.

     SOL.- Ingrato.

     HERNANI.- ¡Acarreo la desgracia a todo lo que me rodea! Montañas de Aragón, de Galicia y de Extremadura, os arrebaté vuestros mejores hijos, y sin remordimiento les hice pelear por defender mis derechos y los llevé a la tumba. Por mí murieron los hombres más bravos de la valiente España. ¡Esto es lo que yo proporciono a todo el que se me liga! No debes envidiar mi destino cruel; enlázate con el duque, con ese rey diabólico, con el infierno; todo eso será para ti mejor que yo. No me queda ni un amigo que me recuerde, todo me abandona; es preciso ya que te llegue este turno, porque yo debo vivir solo. Huye de mi contagio. Que no sea para ti el amor una religión; ten compasión de ti misma y huye de mí. Quizá me crees un hombre como los demás, un ser inteligente que va recto a conseguir el objeto de sus sueños; pues no, no lo soy. Soy una fuerza que impulsan, soy el agente ciego y sordo de los misterios fúnebres, soy el alma de la desgracia impregnada de tinieblas. ¿Dónde voy? No lo . Sólo que me impulsa con soplo impetuoso un destino insensato; sólo que desciendo más cada vez, sin detenerme nunca. Si algunas veces, jadeante, me atrevo a volver la cabeza, oigo una voz que me grita: ¡Adelante!, y el abismo es profundo, y veo su fondo rojo, o de llama o de sangre, y entretanto, a una y a otra parte de mi vertiginosa carrera, todo se destroza, todo se muere. ¡Ay del que me toca! ¡Huye de mí! Apártate de mi fatal camino.

     SOL.- ¡Gran Dios!

     HERNANI.- Demonio terrible es el que me empuja, y darme la felicidad es el único prodigio que no puede realizar, porque mi felicidad eres tú... y tú no eres para mí. Busca otro señor..., enlázate con el duque.

     SOL.- No te satisficiste con desgarrarme el corazón, y quieres arrancármelo. ¡Ah! No me amas.

     HERNANI.- Eres para mí el ardiente foco de donde nace mi única felicidad; ¡si huyo de él no me aborrezcas, vida mía!

     SOL.- No puedo aborrecerte.... pero moriré.

     HERNANI.- ¡Morir por mí!

     SOL.- Moriré. (Llorando cae sentada en un sillón.)

     HERNANI. (Sentándose cerca de ella.)- ¡Lloras por mi culpa! ¿Quién me castigará, ya que tú siempre me perdonas? Pero... mis amigos han muerto, estoy loco y... perdóname otra vez. Quisiera saber amar y no ; y, sin embargo, la pasión que me domina es muy profunda. ¡No llores! Quisiera tener un mundo para postrarlo a tus pies. ¡Soy tan desgraciado!

     SOL. (Abrazándole.)- ¡Oh! No; tú eres el león soberbio y generoso que yo amo.

     HERNANI.- El amor sería el bien supremo si pudiéramos morir a fuerza de amar. ¿Quién de los dos hubiera muerto antes?

     LOS DOS A UN TIEMPO.- ¡Yo!

     HERNANI. (Apoyando la frente en el seno de DOÑA SOL.)- Pues bien, que Dios nos una. Tú lo quieres así, pues sea. Resistí cuanto pude.

Se contemplan extasiados; D. RUY, que entra por el fondo, los ve y se para como petrificado.




«»

Best viewed with any browser at 800x600 or 768x1024 on Tablet PC
IntraText® (VA2) - Some rights reserved by EuloTech SRL - 1996-2010. Content in this page is licensed under a Creative Commons License