Victor Hugo
Hernani

Acto Tercero

Escena V

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Escena V

Dichos y D. RUY

     RUY. (Inmóvil y con los brazos cruzados.)- ¡He aquí el pago de mi buena hospitalidad!

     SOL.- ¡Dios mío! ¡El duque!

Los amantes se separan sobresaltados.

     RUY. (Siempre inmóvil.)- ¿Así me recompensa el huésped? Buen caballero, id a ver si la muralla está bien guarecida, las puertas cerradas y el arquero vigilando en la torre. Revisad el castillo, vestíos en el arsenal una fuerte armadura, ciñéndoos a los sesenta años un arnés de batalla. Volved y veréis con qué lealtad pagamos la vuestra. En los largos años que cuento de existencia he visto asesinos, traidores, monederos falsos, criados infieles que envenenan a sus señores; he visto a Sforza, a Borgia y a Lutero, pero nunca vi perversidad tan grande que no temiera hacer traición al huésped. Este crimen no es de mi época; tan negra traición petrifica al viejo en el umbral de su casa y le convierte en la estatua de su propia tumba. Moros y castellanos, ¿quién es este hombre?

Levanta los ojos y pasea las miradas por los retratos que rodean la sala.

     ¡Ilustres antepasados míos, ilustres Silvas que me escucháis, perdonad si en mi cólera digo ante vosotros que la hospitalidad es mala consejera!...

     HERNANI.- Señor duque...

     RUY.- ¡Silencio! ¡Muertos sagrados! ¡Antepasados míos, hombres de hierro, que sabéis lo que viene del cielo y lo que viene del infierno, decidme quién es este hombre! ¿Es Hernani o Judas?

     HERNANI.- Señor duque...

     RUY.- ¿Veis? ¡Aún se atreve a hablarme el infame! Pero mejor que yo, vosotros leéis en su alma. Prevéis acaso que mi brazo va a ensangrentar mis lares, que mi corazón quizá engendra una venganza horrible... Antepasados míos, ya lo estáis viendo, la culpa no es mía, es suya. Juzgadnos a los dos.

     HERNANI.- Duque de Silva, nunca se elevó hacia el cielo frente tan noble ni corazón tan grande como el vuestro. Soy culpable y no me defiendo, porque que merezco vuestra cólera. Quise robaros esta dama, vuestra futura esposa, y manchar vuestro lecho; que esto es infame, pero podéis derramar la sangre que por mis venas corre y después limpiar la espada.

     SOL.- Señor, yo soy la única culpable; castigadme a mí sola.

     HERNANI.- Callad, doña Sol, porque esta hora es suprema y me pertenece por completo, porque ya no tendré otra. Dejadme hablar al duque. Os juro, señor, que soy culpable; pero no estéis intranquilo, porque os juro que doña Sol es pura. Ella es pura y yo culpable; merece que le consagréis vuestro cariño, y yo merezco que me deis una puñalada.

     SOL.- Yo soy la causa de todo, porque yo le amo.

D. RUY retrocede sorprendido al oír estas palabras y fija terribles miradas en DOÑA SOL; ella se arrodilla a sus pies.

     ¡Perdonadme, señor! ¡Perdonadme, pero le amo!

     RUY.- ¡Le amas! (A HERNANI.) ¡Tiembla, pues!...

Se oyen fuera sonar trompetas; entra un paje.

     ¿Qué es ese ruido? (Al paje.)

     PAJE.- Señor duque, viene el rey con su cuerpo de arqueros, y su heraldo es el que ha tocado la trompeta.

     SOL.- ¡Gran Dios, el rey!

     PAJE.- Pregunta el rey por qué está cerrado el castillo y manda abrir la puerta.

     RUY.- Abrídsela. (Vase el paje.)

     SOL.- (¡Está perdido!)

D. RUY se dirige a un cuadro, que es su propio retrato, y que es el último de la izquierda, toca un resorte y se abre una puerta, dejando ver un escondrijo practicado en la pared. Luego se vuelve hacia HERNANI y le dice:

     RUY.- Entrad aquí.

     HERNANI.- Mi cabeza es vuestra. Entregádsela, señor, que soy vuestro prisionero y estoy decidido a morir.

Entra en el escondrijo, que vuelve a cerrar D. RUY.

     SOL.- ¡Señor, tened compasión de él!

     PAJE. (Entrando.)- ¡Su alteza el rey!

DOÑA SOL se baja precipitadamente el velo. Ábrese de par en par la puerta del fondo y entra por ella D. CARLOS en traje de guerra, seguido de multitud de gentileshombres y de arcabuceros.




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