Victor Hugo
Hernani

Acto Cuarto

Escena III

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Escena III

LOS CONJURADOS

Se acercan unos a otros y se dan las manos, cambiando algunas palabras en voz baja.

     CONJURADO . (Con una antorcha encendida.)- Ad augusta.

     CONJURADO .- Per augusta.

     CONJURADO .- Los santos nos protejan.

     CONJURADO .- Los muertos nos sirven.

     CONJURADO .- ¡Dios nos guarde!

Entran otros CONJURADOS.

CONJURADO .- ¿Quién vive?

     VOZ EN LA OSCURIDAD.- Ad augusta.

     CONJURADO .- Per augusta.

     CONJURADO .- Bien, ya estamos todos. -Gotha, habla. -Amigos; la sombra espera la luz.

Los CONJURADOS se sientan en semicírculo en los sepulcros. El primer CONJURADO va de uno a otro, y en su antorcha todos los demás encienden cirios. Después se sientan en el sepulcro más alto, que está en el centro del círculo.

     DUQUE DE GOTHA.- (Levantándose.) -Amigos, Carlos de España, que es extranjero por parte de su madre, aspira al sacro imperio.

     CONJURADO .- Conseguirá la tumba.

     GOTHA. (Tirando al suelo su antorcha y pisándola.)- Que hagan con él lo que yo hago con esta antorcha.

     TODOS.- Así sea.

     CONJURADO .- ¡Muera Carlos!

     GOTHA.- ¡Muera!

     TODOS.- ¡Muera!...

     JUAN DE HARO.- Su padre es alemán.

     DUQUE DE LUTZELBURGO.- Su madre es española.

     GOTHA.- De modo que ni es español ni alemán.

     CONJURADO .- ¡Si los electores le nombrasen emperador!...

     CONJURADO .- No lo creo.

     GIL TÉLLEZ.- Hiriéndole en la cabeza no le coronarán.

     CONJURADO .- Si consigue el sacro imperio, será tan augusto e inviolable que sólo Dios pueda tocarle.

     GOTHA.- Lo más seguro es que expire antes que sea augusto.

     CONJURADO .- No le elegirán.

     TODOS.- No obtendrá el imperio.

     CONJURADO .- ¿Cuántos brazos se necesitan para meterle en el ataúd?

     TODOS.- Uno sólo.

     CONJURADO .- ¿Quién ha de dar ese golpe?

     TODOS.- Yo.

     CONJURADO .- Echemos suertes.

Los CONJURADOS escriben sus nombres en pequeños pergaminos, que rollan y depositan uno tras otro en la urna de un sepulcro.

     CONJURADO .- Oremos.

Todos se arrodillan, menos el CONJURADO .

     Que el elegido crea en Dios, hiera como un romano y muera como un hebreo; que tenga valor para arrostrar la rueda y las tenazas, para cantar en el potro, para reír en el fuego; en una palabra, que se resigne a matar y a morir.

Saca de la urna uno de los pergaminos.

     TODOS.- ¿A quién le toca? ¿Quién es?

     CONJURADO . (Leyendo el pergamino.) -Hernani.

     HERNANI. (Saliendo de entre los conjurados.)- Yo he ganado. (Por fin voy a conseguir mi venganza.)

     RUY. (Aparte a HERNANI.)- Cédeme tu sitio.

     HERNANI.- No; no debéis envidiarme mi buena suerte Es la primera vez que la alcanzo.

     RUY.- Eres pobre, y por que me cedas ese sitio, te daré feudos, castillos, cien mil siervos de mis trescientas villas, todo lo que poseo.

     HERNANI.- No cedo el puesto de honor.

     GOTHA.- Anciano, tu brazo no darla un golpe tan certero y tan firme.

     RUY.- Si el brazo me faltara, me sobraría el alma. (A HERNANI.) Recuerda que me perteneces.

     HERNANI.- Mi vida es vuestra, pero la suya es mía.

     RUY.- Te entregaré la mano de doña Sol y te devolveré la bocina.

     HERNANI (Vacilando.)- ¡Doña Sol y la vida!... No, no; antes es mi venganza. Tengo también que vengar a mi padre y acaso algo más.

     RUY.- Piénsalo bien.

     HERNANI.- Señor duque, dejadme mi presa.

     RUY.- ¡Maldita tenacidad! (Separándose de él.)

     CONJURADO . (A HERNANI.)- Hernani, bueno sería acabar con Carlos antes de que le elijan emperador.

     HERNANI.- No temáis; bien cómo se quita la vida a un hombre.

     CONJURADO .- ¡Que la traición recaiga sobre el traidor y Dios te guarde! Todos nosotros, si el elegido perece sin matar, juremos desempeñar su papel sin excusa alguna, porque hemos condenado a muerte a Carlos.

     TODOS. (Sacando las espadas.)- ¡Juremos!

     GOTHA.- ¿Por qué juramos?

     RUY.- Por esta cruz.

Tomando la espada por la punta y levantándola en alto.

     TODOS. (Levantando las espadas.)- ¡Que muera impenitente!

Se oye un cañonazo lejano. Todos se paran y callan. La puerta del sepulcro se entreabre. D. CARLOS aparece en el umbral, pálido y escuchando. Suena otro cañonazo y después otro. Entonces se abre del todo la puerta del sepulcro, en la que permanece D. CARLOS sin dar un paso, de pie e inmóvil.




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