IntraText Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText | Búsqueda |
Link to concordances are always highlighted on mouse hover
MAROT, LOS CABALLEROS y después TRIBOULET
GORDES. (A MAROT.) -¿Qué ha sucedido?
MAROT. -Que el león ha arrastrado a la oveja a su madriguera.
PARDAILLAU. (Con alegría.) -¡Pobre Triboulet!
MAROT. -A mí solo me puede reconocer, porque no habló más que conmigo.
PIEUNE. -Hagamos como que no sabemos nada.
Entra TRIBOULET. Nada ha cambiado en él; únicamente está muy pálido.
PIEUNE. (Como continuando una conversación.) -Entonces fue, señores, cuando inventaron esta copia:
|
|
|
|
|
|
|
en la ciudad hallaremos? |
TRIBOULET. (Continuando la canción.)
|
|
|
Y subieron todos juntos, |
|
mas soplándose los dedos. |
TODOS. -¡Bravo!
TRIBOULET. (Adelantado hacia el proscenio.) -(¡Pobre hija mía! ¿Dónde estará?... ) (Cantando.)
Y subieron todos juntos, mas soplándose los dedos.
GORDES. (Aplaudiendo.) -¡Muy bien!
TRIBOULET. -(No hay duda que entre todos ellos me la robaron.)
COSSÉ. (Riendo y dándole una palmada en el hombro.) ¿Qué hay de nuevo, bufón?
TRIBOULET. -Este gentilhombre se ríe lúgubremente. (Remedándole.) ¿Qué hay de nuevo, bufón?
COSSÉ. (Riendo.) -Tú nos lo dirás.
TRIBOULET. -Que no la echéis de gracioso, porque aún estáis más horrible. (¿Dónde la habrán escondido?... Si se lo preguntase, se burlarían de mí.) (Acercándose a MAROT.) Me alegro que no te hayas constipado esta noche.
TRIBOULET. -Ha sido una buena tostada.
MAROT. -Te aseguro que al toque de Ánimas estaba ya en la cama, y que cuando me desperté había ya algunas horas de sol.
TRIBOULET. -¿No has salido de casa esta noche? Entonces es que lo he soñado.
Ve un pañuelo en una mesa y se echa encima de él.
PARDAILLAU. -Mira, duque, cómo registra la marca de mi pañuelo.
TRIBOULET. (Dejando caer al suelo el pañuelo.) -(¡No es el suyo! ¿Dónde estará?)
PIEUNE. (A GORDES.) -¿Por qué te ríes tanto?
GORDES. -Porque tú nos haces reír.
TRIBOULET. -Están todos hoy muy risueños. ¿El rey no se ha levantado aún?
TRIBOULET. -Parece que se oye ruido en su habitación.
Va hacia allí y PARDAILLAU le detiene.
PARDAILLAU. -No quiero que vayas a despertar a su majestad. GORDES. -Este diablo de Marot nos está refiriendo un cuento muy gracioso. Al volver los tres Guy, no sé de dónde, encontraron a sus tres mujeres...
MAROT. -Con otros tres que no eran sus maridos. TRIBOULET. -¡La moral ahora está muy relajada!
COSSÉ. -¡Son tan traidoras las mujeres!...
TRIBOULET. -¡Cuidado con lo que decís!
COSSÉ. -¿Por qué?
TRIBOULET. -Porque no hay que mentar la soga...
TRIBOULET. (Burlándosele en las narices.) -En una aventura enteramente igual.
TRIBOULET. -Señores, acertad cuál es el animal que cuando está furioso dice: ¡Hum!
Todos se ríen. Entra VANDRAGON.
PIEUNE. -¿Qué ocurre, Vandragon?
VANDRAGON. -La reina, mi señora, desea ver al rey para hablarle de un asunto urgente.
PIEUNE le hace señal de que es imposible, pero el gentilhombre insiste.
Sin embargo, no está con el rey la señora de Merze.
PIEUNE. -Es que el rey no se ha levantado todavía.
VANDRAGON. -¿No se ha levantado? Hace un instante estaba hablando con vosotros.
PIEUNE. (Haciéndole señas que él no comprende.) -El rey está de caza.
VANDRAGON. -No se caza sin pajes y sin monteros.
PIEUNE. -A ver si ahora me entendéis: el rey no quiere ver a nadie en estos momentos.
TRIBOULET. (Con voz de trueno.) -¡Entonces está aquí! ¡Entonces está con el rey!
Se asombran todos los caballeros.
GORDES. -El bufón está delirando.
TRIBOULET. -Bien sabéis todos a lo que me refiero: la mujer que anoche robasteis en mi casa está aquí y la recobraré.
PIEUNE. (Riendo.) -¡Triboulet ha perdido su querida! Pues, sea fea o sea hermosa, búscala en otra parte.
TRIBOULET. -He perdido a mi hija.
TODOS. -¡Su hija!
TRIBOULET. (Cruzando los brazos.) -Es mi hija, y... reíos ahora. ¡Os habéis quedado mudos, os habéis sorprendido de que un bufón sea padre y de que tenga una hija!... Los lobos y los señores tienen familia; también yo la puedo tener. Basta de burlas.
Sé que está aquí mi hija y quiero que me la devolváis.
Los caballeros se colocan delante de la puerta y le impiden que pase.
MAROT. -Su locura ha entrado en el período de la furia.
TRIBOULET. (Retrocediendo con desesperación.) -¿Es verdad que estos cortesanos, que estos bandidos, que esta raza de demonios me han robado a mi hija? Una mujer a sus ojos no vale nada: cuando el rey es un rey disoluto, las mujeres de los grandes señores, si son hábiles, les hacen a éstos hacer carrera... El honor de una doncella es para ellos un lujo inútil, un tesoro oneroso. Una mujer debe ser un campo productivo, una heredad, cuyo real colono paga cada plazo, y por eso llueven sobre ellos favores, de no se sabe dónde; hoy un gobierno, mañana el collar del Toisón, y una porción de gracias que van en aumento cada día.
Mirándoles cara a cara.
¿Hay alguno entre vosotros que se atreva a desmentirme? No; porque todo lo venderíais, si no lo habéis vendido ya, por un título o por una vanidad cualquiera. Tú, Brion, a tu mujer; tú, Gordes, a tu hermana; tú, Pardaillau, a tu madre.
¡Quién me había de decir que los más ilustres personajes de la nación se juntarían para robarle la hija a un pobre hombre! Son indignos de nobles razas corazones tan viles; sin duda vuestras madres se prostituyeron a sus lacayos y sois todos bastardos.
TRIBOULET. -¿Cuánto os ha dado el rey por haberle vendido mi hija? (Mesándose el cabello.) ¡Yo no tenía en el mundo más tesoro que ella! ¿Creerá el rey que puede, hacer algo por mí? ¿Darme un título como los vuestros? ¿Puede convertirme en gallardo, en hermoso como los demás! ¡No puede, y todo me lo ha quitado!... Señores, devolvedme mi hija al momento. Abridme esa puerta.
Corre a pasar por la puerta otra vez y los cortesanos se lo vuelven a impedir. Lucha porfiadamente con ellos hasta caer de rodillas en el suelo.
¡Todos juntos contra mí! ¡Diez contra uno! No me avergüenzo de llorar... (Arrastrándose a los pies de los cortesanos.) Ved cómo me arrastro a vuestras plantas pidiéndoos perdón... Estoy enfermo... ¡Tened piedad de mí! ¡Es mi único tesoro! ¡Oh, fatalidad! No sabéis más que reír o callar.
Abrese de repente la puerta de la real cámara y aparece BLANCA, despavorida y desgreñada.
TRIBOULET. -¡Ah, es mi hija! (Recibiéndola en sus brazos.) Señores, es toda mi familia, es mi ángel tutelar, y eran legítimos mis arrebatos y justas mis lágrimas. (A BLANCA.) No temas ya nada.... es una broma que te gastaron y que te habrá asustado mucho; pero estos señores son buenos, han conocido ya cuánto te amo, y desde hoy en adelante nos dejarán vivir en paz. ¡Qué dicha es volverte a abrazar, hija mía! Pero.... ¿por qué lloras?
BLANCA. (Tapándose la cara avergonzada.) -¡Somos muy desgraciados los dos!
TRIBOULET. (Estremeciéndose.) -¡Qué dices!
BLANCA. (En voz baja a su padre.) -No lo diré delante de nadie; sólo quiero ruborizarme ante vos.
Cayendo a los pies de su padre.
TRIBOULET. -(¡El infame! ¡Ella también!)
Dando tres pasos y despidiendo a los desconcertados caballeros.
Idos de aquí, y si el rey de Francia se atreviera a entrar, decidle que no entre, porque se encontrará conmigo.
PIEUNE. -No he visto nunca un loco semejante.
GORDES. -Con los locos y con los niños es preciso transigir. Estemos, sin embargo, a la mira por lo que pueda suceder.
Se van los caballeros.
TRIBOULET. (Sentándose en el sillón del REY y con voz siniestra y tranquila.) -Vamos, habla, dímelo todo.