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Los mismos menos TRIBOULET
SALTABADIL. -La tempestad se acerca y no tardará en descargar. (Relampaguea.) Tanto mejor; de ese modo la playa estará completamente solitaria.
REY. -Magdalena... (Queriendo cogerla por el talle.)
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REY. -¡Qué hombros! ¡Qué brazos!
MAGDALENA. -Tened formalidad,que sube mi hermano.
REY. -Nada me importa que tu hermano suba.
SALTABADIL. (Entrando.) -Va a llover a cántaros.
REY. -Que lluevan lanzas de punta, que yo estoy bajo techado, y no me disgustará pasar la noche aquí.
MAGDALENA. -Pero, señor, vuestra familia estará con cuidado...
REY. -No tengo abuelas, ni hijas, ni apego a nada.
SALTABADIL. -Tanto mejor.
Empieza a llover muy fuerte y la noche está ya completamente cerrada.
REY. (A SALTABADIL.) -Tú te acostarás en el establo, en el infierno o donde quieras.
SALTABADIL. -Muchas gracias.
MAGDALENA. (Al REY en voz baja y con rapidez mientras enciende una luz.) -¡Vete!
REY. -¡Está lloviendo! ¿Dónde quieres que vaya?
SALTABADIL. (Enseñando a MAGDALENA el dinero que acaba de recibir.) -(Me ha dado diez escudos de oro y luego me dará otros diez.) (Al REY.) Tengo el placer de ofrecer a monseñor mi aposento, para que pase en él la noche; si queréis verlo...
SALTABADIL toma la luz, el REY sigue al asesino al piso superior y MAGDALENA se queda donde estaba.
MAGDALENA. -¡Pobre joven! (Se asoma a la ventana.)
SALTABADIL. -Aquí tenéis, monseñor, la cama, la silla y la mesa.
REY. -Magnífico. (Acercándose a la ventana, cuyos vidrios están rotos.) Además, aquí se tiene la ventaja de dormir al aire libre, porque las ventanas no tienen vidrios ni pasadores. En fin, buenas noches.
SALTABADIL. -¡Dios os guarde! (Deja la luz y baja.)
REY. (Quitándose el tahalí.) -¡Estoy muy rendido! Voy a ver si puedo dormir un poco mientras espero ser afortunado.
Deja en la silla el sombrero y la espada, se quita las botas y se echa en la cama.
Magdalena está muy frescota, es muy alegre y muy lista.... me parece que ha dejado la puerta abierta... ¡Claro está!
Al poco rato se queda dormido. MAGDALENA y SALTABADIL están los dos en la sala de abajo. Ha estallado la tempestad. Ambos guardan silencio durante algún tiempo, como preocupados por una idea grave.
MAGDALENA. -¡Es buen mozo ese militar!
SALTABADIL. -Tampoco a mí me disgusta, porque me hace ganar veinte escudos de oro.
MAGDALENA. -¿Cuántos?
SALTABADIL. -Veinte.
MAGDALENA. -Pues vale mucho más.
SALTABADIL - ¡No seas niña! Sube a ver si duerme; tómale la espada y bájamela.
MAGDALENA obedece. Aparece BLANCA por el foro, vestida de hombre con traje de montar; avanza hacia la casa, mientras SALTABADIL bebe y MAGDALENA contempla al REY dormido.
MAGDALENA. -¡Qué confiado duerme! ¡Pobre joven!