Victor Hugo
El Rey se divierte

Acto cuarto

Escena IV

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Escena IV

Los mismos menos TRIBOULET

SALTABADIL. -La tempestad se acerca y no tardará en descargar. (Relampaguea.) Tanto mejor; de ese modo la playa estará completamente solitaria.

REY. -Magdalena... (Queriendo cogerla por el talle.)

MAGDALENA. -Esperad.

REY. -¡Maldita!

MAGDALENA. (Cantando.)

 

Sarmiento que brota

 

en el mes de abril,

 

poquísimo vino

 

echa en el barril.

REY. -¡Qué hombros! ¡Qué brazos!

Se oye un trueno lejano.

MAGDALENA. -Tened formalidad,que sube mi hermano.

REY. -Nada me importa que tu hermano suba.

Óyese otro trueno.

MAGDALENA. -¡Ay, qué miedo!

SALTABADIL. (Entrando.) -Va a llover a cántaros.

REY. -Que lluevan lanzas de punta, que yo estoy bajo techado, y no me disgustará pasar la noche aquí.

MAGDALENA. -Pero, señor, vuestra familia estará con cuidado...

REY. -No tengo abuelas, ni hijas, ni apego a nada.

SALTABADIL. -Tanto mejor.

Empieza a llover muy fuerte y la noche está ya completamente cerrada.

REY. (A SALTABADIL.) -Tú te acostarás en el establo, en el infierno o donde quieras.

SALTABADIL. -Muchas gracias.

MAGDALENA. (Al REY en voz baja y con rapidez mientras enciende una luz.) -¡Vete!

REY. -¡Está lloviendo! ¿Dónde quieres que vaya?

El REY se asoma a la ventana.

SALTABADIL. (Enseñando a MAGDALENA el dinero que acaba de recibir.) -(Me ha dado diez escudos de oro y luego me dará otros diez.) (Al REY.) Tengo el placer de ofrecer a monseñor mi aposento, para que pase en él la noche; si queréis verlo...

REY. Veámoslo.

SALTABADIL toma la luz, el REY sigue al asesino al piso superior y MAGDALENA se queda donde estaba.

MAGDALENA. -¡Pobre joven! (Se asoma a la ventana.)

¡Qué oscuro está todo!

SALTABADIL. -Aquí tenéis, monseñor, la cama, la silla y la mesa.

REY. -Magnífico. (Acercándose a la ventana, cuyos vidrios están rotos.) Además, aquí se tiene la ventaja de dormir al aire libre, porque las ventanas no tienen vidrios ni pasadores. En fin, buenas noches.

SALTABADIL. -¡Dios os guarde! (Deja la luz y baja.)

REY. (Quitándose el tahalí.) -¡Estoy muy rendido! Voy a ver si puedo dormir un poco mientras espero ser afortunado.

Deja en la silla el sombrero y la espada, se quita las botas y se echa en la cama.

Magdalena está muy frescota, es muy alegre y muy lista.... me parece que ha la puerta abierta... ¡Claro está!

Al poco rato se queda dormido. MAGDALENA y SALTABADIL están los dos en la sala de abajo. Ha estallado la tempestad. Ambos guardan silencio durante algún tiempo, como preocupados por una idea grave.

MAGDALENA. -¡Es buen mozo ese militar!

SALTABADIL. -Tampoco a mí me disgusta, porque me hace ganar veinte escudos de oro.

MAGDALENA. -¿Cuántos?

SALTABADIL. -Veinte.

MAGDALENA. -Pues vale mucho más.

SALTABADIL - ¡No seas niña! Sube a ver si duerme; tómale la espada y bájamela.

MAGDALENA obedece. Aparece BLANCA por el foro, vestida de hombre con traje de montar; avanza hacia la casa, mientras SALTABADIL bebe y MAGDALENA contempla al REY dormido.

MAGDALENA. -¡Qué confiado duerme! ¡Pobre joven!

Le quita la espada.




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