Victor Hugo
El Rey se divierte

Acto quinto

Escena V

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Escena V

Dichos, hombres y mujeres del pueblo

UNA MUJER. -Su dolor me llega al alma.

TRIBOULET. (Volviéndose.) -¿Ahora venís? ¡A buen tiempo llegáis!

Agarra del cuello a un carretero que lleva la fusta en la mano.

¿Debes tener carro y caballos?

EL CARRETERO. -Sí. (¡Está furioso!)

TRIBOULET. -Pues bien; cógeme la cabeza y ponla debajo de las ruedas. (Volviéndose hacia BLANCA.) ¡Hija mía!

HOMBRE. -Este asesinato desespera a un padre infeliz; separémoslos.

Quieren separar a TRIBOULET de su hija; éste se resiste.

TRIBOULET. -No os empeñéis; quiero quedarme aquí; quiero verla. No os he hecho ningún daño para que queráis quitármela; no os conozco. (A una mujer.) Señora, vos que sois buena, tan buena que lloráis conmigo, decidles que no me separen de mi hija.

Intercede la mujer y TRIBOULET vuelve al lado de BLANCA, cayendo de rodillas ante el cadáver.

¡De rodillas, de rodillas, miserable, y muere a su lado!

MUJER. -Tranquilizaos, buen hombre; si gritáis tanto, os echarán de aquí.

TRIBOULET. -No, no, dejadme. (Cogiendo a BLANCA en sus brazos.) Creo que respira aún y que me necesita. Id en seguida a pedir socorro en la ciudad; dejadla en mis brazos y yo me quedaré tranquilo. Pero no; está muerta: ¡tan hermosa y muerta! No, no. Dadme algo para secar su frente... Sus labios aún están sonrosados... Cuando era pequeña era rubia, y la tenía yo en brazos como ahora; y cuando se despertaba era un ángel... Yo no le parecía repugnante y se sonreía mirándome con sus ojos divinos, mientras yo le besaba las dos manos. No está muerta, está durmiendo y pronto la veréis abrir los ojos. Ya estáis viendo que hablo con mucho juicio, que estoy tranquilo, que no ofendo a nadie; y ya que no hago nada de lo que me prohibís, bien podéis dejar que contemple a mi hija. No tiene ni una arruga en la frente. Ya he conseguido calentar sus manos entre las mías. Venid aquí, tocádselas y os convenceréis.

Entra un MÉDICO.

MUJER. -Ahí tenéis a un cirujano.

TRIBOULET. (Al MÉDICO, que se acerca.) -Venid, examinadla, que yo no lo impediré. ¿Verdad que no está más que desmayada?

EL MÉDICO. (Reconociendo a BLANCA.) -Está muerta.

TRIBOULET. -¡Muerta!

MÉDICO. -Tiene en el izquierdo una herida muy profunda, y la sangre la ha muerto, ahogándola.

TRIBOULET. (Con desesperación.) -¡He matado a mi hija! ¡He matado a mi hija!

Cae al suelo sin sentido.

FIN DE El Rey se divierte

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