JORNADA PRIMERA
Salen MÚSICOS y SOLDADOS. Suenan cajas y
trompetas y salen ASTREA con un espejo, LIBIA con una
fuente, y en
ella una espada; FLORA con otra y en ella un sombrero;
todos los
músicos descubiertos; detrás de todos,
SEMÍRAMIS, vestida de luto, suelto el cabello, como vis-
tiéndose, y todas las mujeres
sirviéndola
SEMÍRAMIS: En
tanto que Lidoro, Rey de Lidia,
áspid humano de mortal envidia,
viendo que yo, por muerte de Nino,
el reino rijo, osado y fuerte,
opuesto a mis hazañas,
de Babilonia infesta las campañas;
Babilonia eminente,
ciudad que en las cervices del Oriente
yo fundé, a competencia
de Nínive imperial, cuya eminencia
tanto a los cielos sube,
que fábrica empezando, acaba nube;
en tanto, pues, que ufano, altivo y loco
mi valor y sus muros tiene en poco,
porque vea su ejército supremo
que su venida bárbara no temo,
cantad vosotros, y a las roncas voces
de cajas y trompetas que veloces
embarazan los vientos,
repetidos respondan los acentos;
que aquéllos quellorosamente graves,
y lísonjeramente éstos süaves,
que me hablen es justo;
aquéllos al valor, y éstos al gusto.
Las almohadas llegad, idme quitando
estas trenzas, irélas yo peinando.
Siéntase a tocar, sirviéndola todas con
la mayor ostentación que se pueda
MÚSICOS:
"La gran Semíramis bella,
que es, por valiente y hermosa,
el prodigio de los tiempos
y el monstruo de las historias.
en tanto que el Rey de Lidia
sitio pone a Babilonia,
a sus trompetas y cajas
quiere que voces respondan;
y confusas las unas y las otras,
éstas suaves, cuando aquéllas roncas,
varias cláusulas hacen
la cítara de amor, clarín de Marte."
Toca un clarín y sale Friso por una parte y
por otra LICAS
LICAS:
Esta trompeta que animada suena,
en golfos de aire militar sirena...
FRISO: Este
clarín que canta lisonjero,
en jardines de pluma acude acero...
LICAS: De
paz haciendo salva, solicita
que hoy a un embajador se le permita
de Lidoro llegar a tu presencia.
FRISO: Y
para prevenir esta licencia,
cubierto el rostro, viene.
No sé el embozo qué misterio tiene.
SEMÍRAMIS: Decid que entre al
instante;
que aunque me esté tocando, mi arrogante
condición no da espera
a que me aguarde quien hablarme quiera;
y más siendo enemigo.
Paréntesis haced vosotras, digo,
la acción un breve rato;
que no es ceremonioso mi recato.
Entra LIDORO con banda en el rostro, y
quítasela al hacer reverencia
LIDORO: Hasta
llegar a verte,
cubierto tuve el rostro de esta suerte,
por no desmerecer en tanto abismo,
oh gran reina de Siria, por mí mismo,
lo que a merecer llego
como mi embajador.
SEMÍRAMIS:
Y
no lo niego;
pues si supiera que eras
tú de ti embajador, de mí no fueras
dentro de mis palacios admitido;
pero ya que has venido,
tratarte en todo intento
como
a tu embajador. Dadle un asiento
en taburete raso y apartado,
sin que toque en la alfombra de mi estrado.
Di agora lo que intenta,
embajador, el rey.
LIDORO:
Escucha
atenta.
Ya te acuerdas, reina invicta
del Oriente, a cuyos hechos,
para haberlos de escribir,
coronista tuyo el tiempo,
da pocas plumas la fama,
poca tinta los sangrientos
raudales de tus victorias,
y poco papel el viento,
ya te acuerdas de que yo,
disfrazado y encubierto,
por la hermosura de Irene,
beldad que hoy muerta venero,
deidad que ausente idolatro,
y uno y otro reverencio,
serví a Nino, esposo tuyo,
que hoy, de la prisión del cuerpo
su espíritu desatado,
reina en más
ilustre imperio.
Y ya te acuerdas, en fin,
de que a esta ocasión vinieron
nuevas del reino de Lidia,
mi feliz patria, diciendo
que Estorbato, rey de Batria,
tomando por mí el pretexto
de la guerra, pretendía
restituirme a mi reino
y que yo le acompañaba;
porque para dar por cierto
el vulgo lo que imagina,
basta pensarlo, sin verlo.
Nino, embarazado entonces
en otros divertimientos,
hallándose bien servido
de mí en la paz, y queriendo
servirse de mí en la guerra,
de general me dio el puesto,
para el socorro de Lidia.
¿Quién creerá que a un mismo tiempo
Arsidas contra Lidoro
se viese nombrado, y siendo
Lidoro y Arsidas yo,
en dos contrarios opuestos,
allí rey y aquí vasallo,
marchase contra mí mesmo?
A otro día, pues, que Nino
reina te juró -- no quiero
acordarte de aquel día
los admirables portentos,
pues el cielo que los hizo
sólo sabrá inferir de ellos
si fueron de tu reinado
o vaticinios o agüeros;
y aun Menón también pudiera
decirlo, siendo el primero
que examinó tus rigores;
pues vivió abatido y ciego,
hasta que desesperado,
o con rabia o con despecho,
al Eufrates le pidió
su rápido monumento.
A otro día, pues, que Nino
reina te juró -- aquí vuelvo -- ,
salí de Nínive yo,
marchando a los palmirenos
campos, que, cuna del sol,
me alojaron en su centro.
Aquí, cuando los de Lidia
tremolar al aire vieron
de Nino los estandartes,
cobraron ánimo nuevo,
como temor los de Batria;
pero después que supieron
que era yo quien los regía,
se trocaron los afectos,
creyendo todos que fuera,
la parcialidad siguiendo,
traidor a la confïanza
que
Nino de mi había hecho.
Yo, pues, más que a mi interés,
a mi obligación atento,
de lo neutral de la duda
me desempeñé bien presto;
porque llegando Estorbato
a
verse conmigo en medio
de los dos campos, así
le dije, "De parte vengo
de Nino; esta gente es suya;
la confïanza que ha hecho
de mí, engañado de mí,
satisfacérsela tengo;
que yo soy antes que yo,
y no monta estado y reino
más que mi honor." Quiso entonces
convencerme con pretextos
de que cobrar yo mi patria
no era traición; y, en efecto,
desavenidos los dos,
él osado y yo resuelto,
la batalla prevenimos,
en cuyos duros encuentros
llevé lo mejor; que como
jugaba entonces mi aliento
por otro, gané; que, en fin,
tahur desdichado, es cierto
que los restos gana cuando
no gana en los restos.
Volvióse a Batria Estorbato,
desbaratado y deshecho,
y yo, en el nombre de Nino,
a Lidia aseguré, haciendo
que solamente se oyese,
"¡Viva Nino, que es rey nuestro!"
Llegaron entrambas nuevas
a sus oídos, y viendo
de confïanza y valor
en mí dos vivos ejemplos,
admirado y obligado
de mi lealtad y mi afecto,
uno y otro me pagó
con Irene, conociendo
que tantas nobles finezas
no se premiaran con menos.
Dióme con Irene a Lidia,
mi misma patria, advirtiendo
que había de reconocerle
feudatario de su imperio.
En esta tranquilidad
gozoso viví y contento,
hasta que se subió a ser
astro añadido del cielo,
dejando en prendas de humana
a Irán, hijo suyo bello,
retrato de Amor, con quien
sus soledades divierto.
En este intermedio quiso
el gran Júpiter supremo
que súbitamente Nino
también muriese. No puedo
excusar aquí el seguir
-- perdóname si te ofendo --
la voz común, que en su muerte
cómplice te hace, diciendo
que al verte con sucesión
que asegurase el derecho
de sus estados, pues Ninias
joven, hijo del rey muerto,
afianzaba la corona
en tus sienes, tu soberbio
espíritu levantó
máquinas sobre los vientos,
hasta verte reina sola;
fácil es de ti el creerlo.
Esta opinión asegura
el ver que hiciste, primero
que él muriese, que te diese
por seis días el gobierno
de sus reinos, en los cuales,
a los alcaides que fueron
de Nino hechuras, quitaste
las plazas fuertes, poniendo
hechuras tuyas; y así
en todos los demás puestos.
Siguióse a esto hallar a Nino
una mañana en su lecho,
sin que antes le precediese
crítico accidente, muerto.
Y aun no falta alguien que diga
que, en lo cárdeno del pecho
lo hinchado del corazón,
son indicios verdaderos
de que del difunto rey
fuese homicida un veneno,
tan traidoramente osado,
tan osadamente fiero,
que, imagen ya de la muerte,
hizo dos veces al sueño.
También de tu tiranía
es no menor argumento
el ver que, teniendo un hijo
de esta corona heredero,
y tan digno por sus partes
de ser amado -- que el cielo
le dio lo mejor de ti,
pues te parece en extremo,
sin nada de lo que es alma,
en todo de lo que es cuerpo;
pues, según dicen, la docta
Naturaleza un bosquejo
hizo tuyo, en rostro, en voz,
talle y acciones -- , y siendo
hijo tuyo y tu retrato,
le crías con tal despego,
que de Nínive en la fuerza,
sin el decoro y respeto
debido a quien es, le tienes,
donde de corona y cetro
tiranamente le usurpas
la majestad y el gobierno.
De todos aquestos cargos,
como hermano del rey muerto,
pues fui de su hermana esposo,
de quien hoy sucesión tengo,
que a aquesta corona aspire,
a residenciarse vengo;
porque si es así que tú
diste muerte, y yo lo pruebo,
a Nino, tú, ni tu sangre,
habéis de heredarle, y entro,
como pariente mayor
yo, en el perdido derecho
de los dos; y como, en fin,
de los reyes en los pleitos
es tribunal la campaña,
jurisconsulto el acero
y la fortuna el jüez,
con armas, hüestes vengo
de ejércitos numerosos,
que, inundando los amenos
campos hoy de Babilonia,
pongan a sus muros cerco.
Porque no ignores la causa
que para esta guerra tengo,
como mi embajador quise
hacerte este manifiesto;
y así, en tanto que estos cargos
se te articulan y de ellos
no te absuelves, te has de dar
a prisión, o yo cumpliendo,
con haberlos intimado,
podré, sin calumnia
o riesgo
de tirano, publicar
el asalto a sangre y fuego,
para que el cielo y la tierra
vean cuánto soy tu opuesto;
pues tú, como fiera ingrata,
quitas la vida a tu dueño;
y yo, como can leal,
le sirvo después de muerto.
SEMÍRAMIS: No sé cómo mi valor
ha tenido sufrimiento
hoy para haberte escuchado
tan locos delirios necios,
sin que su cólera ardiente
haya abortado el incendio
que en derramadas cenizas
te esparciese por el viento.
Pero ya que esta vez sola
templada me he visto, quiero
ir, no por ti, mas por mí,
a esos cargos respondiendo.
Dices que ignoras si fue
aquel eclipse sangriento
del día que me juraron
o favorable o adverso;
y bien la causa pudieras
inferir por los efectos;
pues no agüero, vaticinio
sería el que dio sucesos
tan favorables a Siria
desde que yo en ella reino.
Díganlo tantas victorias
como he ganado en el tiempo
que esposa de Nino he sido,
sus ejércitos rigiendo,
Belona suya, pues cuando
la Siria se alteró, vieron
los castigados rebeldes
en mi espada su escarmiento.
Sobre los muros de Icaria,
cuando estaba puesto a cerco,
¿quién fue la primera que
la plaza escaló, poniendo
el estandarte de Siria
en su homenaje soberbio,
sino yo? ¿Quién esguazó
el Nilo, ese monstruo horrendo
que es, con siete bocas, hidra
de cristal, en seguimiento
de la rota que le di
al gitano Tolomeo?
En la paz, ¿quién las dio más
esplendor, lustre y aumento
a las políticas doctas
con leyes y con preceptos?
Pues cuando Marte dormía
en el regazo de Venus,
velaba yo en cómo hacer
más dilatado mi imperio.
Babilonia, esa ciudad
que desde el primer cimiento
fabriqué, lo diga; hablen
sus muros, de quien pendiendo
jardines están, a quien
llaman pensiles por eso.
Sus altas torres, que son
columnas del firmamento,
también lo digan, en tanto
número, que el sol saliendo,
por no rasgarse la luz,
va de sus puntas huyendo.
Pero ¿para qué me canso
cuando mis obras refiero,
si ellas mismas de sí mismas
son las corónicas? Luego
recibirme a mí con salva,
al jurarme, todo el cielo,
padecer de asombro el sol
y de horror los elementos,
pues siguieron favorables
a esta causa los efectos,
bien claro está que serían
vaticinios y no agüeros.
Decir que Menón lo diga
es otro blasón, si advierto
que ninguno pudo ser
mayor; pues ¿qué más trofeo
que morir desesperado
de mi amor y de sus celos?
En cuanto a que di a mi esposo
muerte, ¿no es vano argumento
decir que, porque me dio
antes de morir el reino
por seis días, le maté?
¿No alega en mi favor eso
más que en mi daño? Sí; pues
si vivía tan sujeto,
tan amante y tan rendido
Nino a mi amor, ¿a qué efecto
había de reinar matando,
si ya reinaba viviendo?
Y cuánto le adoré vivo,
como a Rey, esposo y dueño,
¿no lo dice un mausoleo
que hice a sus cenizas, muerto?
Decir que a Ninias, mi hijo,
de mí retirado tengo,
y que, siendo mi retrato,
parece que le aborrezco,
es verdad lo uno y lo otro;
que como has dicho tú mesmo,
no me parece en el alma,
y me parece en el cuerpo.
Y aunque tú que en lo mejor
me parece has dicho, es cierto
que en lo peor me parece,
pues sería más perfecto
si hubiera de mí imitado
lo animoso que lo bello.
Es Ninias, según me dicen,
temeroso por extremo,
cobarde y afeminado;
porque no hizo sólo un yerro
Naturaleza en los dos,
si es que lo es el parecernos,
sino dos yerros: el uno
trocarse con su concepto,
y el otro habernos trocado
tan totalmente el afecto,
que, yo mujer y él varón,
yo con valor y él con miedo,
yo animosa y él cobarde,
yo con brío, él sin esfuerzo,
vienen a estar en los dos
violentados ambos sexos.
Ésta es la causa por que
de mí apartado le tengo,
y por que del reino suyo
no le doy corona y cetro,
hasta que disciplinado
en el militar manejo
de las armas y en las leyes
políticas del gobierno,
capaz esté de reinar.
Mas ya que murmuran eso,
parte, Licio, y di a Lísias,
ayo suyo, que al momento
Ninias venga a Babilonia.
Verán su ignorancia, viendo
que es próvido en esta parte,
y no tirano mi intento.
Y agora, a la conclusión
de tus discursos volviendo,
¿de qué vienes de estos cargos,
Lidoro, a ponerme pleito?
Ya que no me dé a prisión,
sólo responderte quiero
que ya echas
de ver que aquí
has entrado a hablarme a tiempo
que estaba entre mis mujeres,
consultando con ese espejo
mi hermosura, lisonjeada
de voces y de instrumentos;
y así, en esta misma acción
has de dejarme, volviendo
las espaldas; pues aqueste
peine, que en la mano tengo,
no ha de acabar de regir
el vulgo de mi cabello,
antes que en esa campaña
o quedes rendido o muerto.
Laurel de aquesta victoria
ha de ser; porque no quiero
que corone mi cabeza
hoy más acerado yelmo
que este dentado penacho,
que es femenil instrumento;
y así, me le dejo en ella
entretanto que te venzo.
Y aunque pudiera esperar,
fïada en aquesos inmensos
muros, el asalto, no
me consiente el ardimiento
de mi cólera que apele
a lo prolijo del cerco.
A la campaña saldré
a buscarte; pues es cierto
que cuando no hubiera tanto
número de gentes dentro
de Babilonia, ni en ella,
por Atlante de su peso,
estuviesen Friso y Licas,
hermanos en el aliento
como en la sangre, y los dos
generales por sus hechos
de mar y tierra, yo sola
hoy con mis mujeres pienso
que te diera la batalla,
porque un instante, un momento
sitiada no me tuvieras.
Y así, vete, vete presto
a formar tus escuadrones;
que si te detienes, temo
que la ley de embajador
su inmunidad pierda, haciendo
que vuelvas por ese muro,
tan breves pedazos hecho,
que seas materia ociosa
de los átomos del viento.
LIDORO: Pues si a
la batalla intentas
salir, en ella te espero.
LICAS: Y en
ella verás que tiene
vasallos cuyos esfuerzos
sus laureles aseguran.
LIDORO: En el
campo lo veremos.
FRISO: Sí
verás, tan a tu costa,
que llores, Lidoro, el verlo.
LIDORO: Quien
menos habla, obra más.
LICAS:
Pues a obrar más.
FRISO:
A hablar menos.
LIDORO: Toca al
arma.
LICAS
Al arma toca.
Vase LIDORO
SEMÍRAMIS: Dadme ese bruñido acero;
seguidme todos, y tú,
Licas,
ostenta hoy tu esfuerzo;
mira que anda por hacerte
dichoso un atrevimiento.
LICAS: No
entiendo a qué fin persuades
a mi valor, conociendo
ya mi valor.
SEMÍRAMIS:
No te admires;
que yo tampoco lo entiendo.
Tocad al arma, y en tanto,
vosotras tenedme puesto,
mientras salgo a la campaña,
el tocador y el espejo,
porque en dando la batalla,
al punto a tocarme
vuelvo.
Vase SEMÍRAMIS. Suenan cajas,
trompetas y
ruido de armas y dicen dentro
VOCES:
¡Armas, armas!
OTROS:
¡Guerra, guerra!
OTROS: ¡Viva
Semíramis!
TODOS:
¡Viva!
OTROS: ¡Viva
Lidoro, y reciba
la posesión de esta tierra!
Salen LIDORO y SOLDADOS
SOLDADO:
Ya de los muros salieron
diversas tropas, y ya
tu gente dispuesta está.
LIDORO: ¿Adónde,
cielos, cupieron
tantas gentes? ¿Qué ciudad
tener pudo, sin espanto,
en sus entrañas a tanto
número capacidad?
Cuerpos tomaron sutiles,
sin duda, a tantos combates
las arenas del Eufrates,
las hojas de los pensiles.
Del sol el nuevo arrebol
las luces mira deshechas;
que las nubes de sus flechas
son noche alada del sol.
VOCES:
¡Guerra,
guerra!
Dentro
LIDORO:
Ya hacia allí
trabada la lid se ve.
A morir matando iré.
Éntranse, y dase la batalla
LICAS:
¿Dónde estás,
Lidoro?
Dentro
LIDORO:
Aquí
me hallarás; que nunca yo,
aunque me siga la suerte,
la espalda volví a la muerte.
SOLDADO: El rey en la
lid entró;
seguidle, no le dejéis.
Vuelve a salir LIDORO herido, cayendo y tras
él LICAS y FRISO, y por otra parte sale SEMÍRAMIS
FRISO: Mía
será esta victoria.
LICAS: Mía
ha de ser esta gloria.
SEMÍRAMIS: Esperad, no le matéis.
FRISO:
¿Tú le defiendes?
SEMÍRAMIS:
Sí, que hoy,
más que verle muerto quiero
de mis armas prisionero.
LIDORO: Rendido a
tus pies estoy,
ya que mis desdichas son
tales, y ya que ninguna
vez se puso la Fortuna
de parte de la razón.
SEMÍRAMIS: Haced
que de la batalla
el alcance no se siga.
FRISO:
Apenas de la enemiga
hueste en el campo se halla
más que la ruina; que en sumas
tragedias, ya del Eufrates
las arenas son granates
y corales las espumas;
y huyendo por los desiertos,
de tus rigores esquivos,
los que han escapado vivos
van tropezando en los muertos.
SEMÍRAMIS: Que yo me
diese a prisión
fue tu intento; y siendo así,
será prenderte yo a ti
debida satisfacción.
Fiera ingrata me llamaste
hoy, cuando a ti can leal;
luego si con nombre tal
me ofendiste y te ilustraste,
tiranías no serán
que yo en esta parte quiera,
procediendo como fiera,
tratarte a ti como can.
De mi palacio al umbral
atado te he de tener;
allí has de estar; que he de ver
si me le guardas leal
y vigilante desde hoy;
que si del can es empeño
el ser leal con su dueño,
desde aquí tu dueño soy.
LIDORO:
Es verdad; pero aunque eres
tú mi dueño, y yo can sea,
no es justo que en mí se vea
esa lealtad que hallar quieres,
maltratado; pues si agravia
el dueño a su can, le pierde
el cariño, y al fin muerde
a su dueño con la rabia.
A tus pies estoy rendido;
no con tan grande rigor
me trates.
LICAS:
El vencedor
siempre honra al que ha vencido.
Esto por merced, señora,
de haberlo rendido yo,
te pido humilde.
FRISO:
Yo no,
que también le rendí agora,
sino que su singular
error castigues, porque
nadie se te atreva en fe
de que le has de perdonar.
LICAS:
Vence dos veces, piadosa.
FRISO: El
castigo es el vencer.
SEMÍRAMIS: Dices bien, y eso ha de
ser.
LIDORO: Reina
invencible y hermosa,
dame muerte, y no con tanto
oprobio quieras que viva.
SEMÍRAMIS: Poco mi soberbia altiva
se enternece de tu llanto.
A un villano haced llamar,
que desde Ascalón tras mí
vino a Nínive, a quien di
el oficio de cuidar
de los perros de mi caza.
Sale CHATO, de vejete
CHATO: Aquí
está Chato, señora;
que para seguirte agora
el temor no le embaraza
de la guerra, porque ya
sabía que habías de ser
la que había de vencer,
según declarada está
en tu dicha la Fortuna.
Y ¿qué razones más llanas
que, estando lleno de canas
yo, no tener tú ninguna,
siendo los dos de una edad,
cuarenta años más o menos,
y con sucesos tan buenos
yo como tú?
SEMÍRAMIS:
Levantad.
¿Qué sucesos?
CHATO:
¿Pueden ser
más iguales que enviudar
los dos a un tiempo, y quedar
sin marido y sin mujer?
Pero ya que me he casado,
sea para darme agora
algún oficio, señora,
que me saque de aperreado.
¿Qué me mandas?
SEMÍRAMIS:
Que del modo
que alimentar, Chato, sueles
mis sabuesos y lebreles,
trates a ese hombre; y todo
su manjar ha de comer;
en mi zaguán han de verlo
cuantos pasaren, y al cuello
traílla le has de poner;
y tú como él, si no
le guardas, has de vivir.
CHATO: Pues
si él se me quiere ir,
¿qué le tengo de hacer yo?
SEMÍRAMIS: Con
aquesto, a la ciudad
volvamos. Ven tú conmigo;
que tienes de ser testigo
mayor de mi vanidad.
Al estribo te han de ver
de mi caballo.
LIDORO:
¿Ya estás
vengada?
LICAS:
Reina...
SEMÍRAMIS:
No más.
FRISO: Bien
haces.
SEMÍRAMIS:
Esto ha de ser;
que si de can blasonabas,
quejoso no es bien te ofrezcas,
pues te hago que parezcas
lo mismo de que te alabas.
FRISO:
Con nueva salva reciba
Babilonia victoriosa
a su heroica reina hermosa.
TODOS: ¡Viva
Semíramis, viva!
CHATO:
¡En buen cuidado esta vez
la fortunilla me ha puesto!
Sólo me faltaba esto
al cabo de mi vejez.
Si mi riesgo no remedia
el desvelo y el cuidado,
peor está que el soldado
de la primera comedia.
¿Guardar
yo, siendo esto así
que en mi vida guardé un cuarto?
¡Guárdele otro! ¿No hace harto
un hombre en guardarse a sí?
Suena la música de chirimías
¡Con qué grande majestad
vuelve a la ciudad triunfante
esta altiva, esta arrogante
hija de su vanidad!
Ya en su palacio la espera
toda la gente; yo quiero
ir allá, pues de perrero
me he convertido en perrera.
SEMÍRAMIS habla dentro a
LIDORO
SEMÍRAMIS: A este
umbral has de quedarte,
racional bruto, y de aquí
ninguno pase.
Sale SEMÍRAMIS
ASTREA:
Hoy en ti
a Venus se rinde Marte,
LIBIA:
Dicha ha sido singular.
SEMÍRAMIS: Astrea, toma este acero;
Libia, el espejo; que quiero
acabarme de tocar.
El tono que se cantaba
cuando aquel clarín sonó,
prosiga agora; que yo
me acuerdo bien de que estaba
en oírle divertida;
y una batalla, no es justo
decir que me quitó el gusto
que me tuvo entretenida.
Vuelva, pues, donde cesó;
y este bajel vuelva el bello
golfo a surcar del cabello,
donde varado quedó.
MÚSICOS:
"La gran Semíramis bella,
reina del Tigris al Nilo..."
Tocan cajas y dicen dentro
VOCES: ¡Viva
Ninias, nuestro rey!
¡Viva el sucesor de Nino!
SEMÍRAMIS: Oíd.
¿Qué confusas voces
son éstas? ¿Qué ha sucedido?
Licas, ¿qué es esto?
Sale LICAS
LICAS:
No sé,
porque solamente miro,
desde aquestos corredores,
todo el vulgo dividido
ocupar calles y plazas,
ya en tropas y ya en corrillos;
y sin saber más, mi afecto
me trujo a hablarme contigo.
SEMÍRAMIS: (Bien
ese afecto me debes. Aparte
Pero yo miento. ¿Qué digo?)
Dentro voces
VOCES: Viva
nuestro invicto rey!
OTRO:
No dejemos ya regirnos
de una mujer, pues tenemos
príncipe tan grande.
SEMÍRAMIS:
Friso,
¿qué es eso?
Sale FRISO
FRISO:
No sé, señora,
porque solamente el ruido
a tu presencia me trae.
SEMÍRAMIS: Ya saberlo solicito.
Sale LISÍAS
LISÍAS: Aguarda,
detente, espera;
que pues que yo me anticipo,
señora, a besar tu mano
antes que Ninias tu hijo,
sólo ha sido a darte cuenta
de la novedad que ha habido.
SEMÍRAMIS: Dilo, aunque para saberlo
no me importa ya el oírlo.
LISÍAS: Que
viniese a Babilonia
Ninias, de tu parte Licio
me mandó, y a tu obediencia
pronto se puso en camino.
A Babilonia llegamos,
donde el puente levadizo,
viendo tu mismo retrato,
nos dio paso sobre el río.
A palacio caminaba
el príncipe, agradecido
a la dicha de llegar
a tus pies en tan propicio
día, que tú victoriosa
triunfabas
de tu enemigo.
Su hermosura ganó en todos
un afecto tan benigno,
que, no diciéndolo nadie,
todos dijeron a gritos...
UNO:
No una mujer nos gobierne, Dentro
porque aunque el cielo la hizo
varonil, no es de la sangre
de nuestros reyes antiguos.
VOCES:
¡Viva Ninias, nuestro
Rey! Aparte
¡Viva el sucesor de Nino!
SEMÍRAMIS: Calla, calla, no lo
digas,
pues ya esa voz me lo ha dicho,
y es hoy sentirlo dos veces
llegar dos veces a oírlo.
Desagradecido monstruo,
que eres compuesto vestigio
de cabezas diferentes,
cada una con su jüicio,
pues cuando acabo de darte
la victoria que has tenido,
¿de que soy mujer te acuerdas,
y te olvidas de mi brío?
VOCES: Sí,
que Rey varón queremos. Dentro
OTRO:
Habiéndole en edad visto
Dentro
capaz de reinar, no es justo
que reines tú, que no has sido
sangre ilustre y generosa
de nuestros Reyes invictos.
SEMÍRAMIS: Es verdad; pero de dioses
desciende mi origen limpio.
Licas, de este atrevimiento
venganza a tu valor pido.
LICAS: Bien
sabes de mí la fe
y lealtad con que te sirvo;
mas si el príncipe es, señora,
de mi rey natural hijo,
y tiene razón, y es pueblo,
¿quién bastará a reducirlo?
FRISO: Yo
bastaré, y de tu nombre
la voz tomaré; que estimo
más el ser vasallo tuyo.
SEMÍRAMIS: Yo te lo agradezco,
Friso;
y Licas verá algún día
cuánto en mi gracia ha perdido.
(Estoy por decirlo;
pero Aparte
vame mucho en no decirlo.
Mas detente; que ya es justo,
en empeño tan preciso,
mudar de consejo y dar
a este vulgo más castigo
del que de mí habrá esperado,
si no del que ha merecido.)
Formado cuerpo de tantos,
que parciales y divisos
os alimentáis de solas
las novedades del siglo,
bien sabéis de mi valor
que pudiera reduciros
al yugo de mi obediencia
y de esta espada a los filos;
pero quiero de vosotros
tomar, con mejor estilo,
mejor venganza. Esta sea,
pues no me habéis merecido,
que me perdáis desde aquí.
Ya del gobierno desisto,
de vuestro cargo me aparto,
de vuestro amparo me privo.
La viudez que no he guardado
hasta aquí por asistiros,
guardaré desde hoy; y así,
el más oculto retiro
de este palacio será
desde hoy sepulcro mío,
adonde la luz del sol
no entrará por un resquicio.
Ningún hombre me verá
el rostro, siendo mi hijo,
por serlo, de aquesta ley
el primer comprehendido;
y así, entrar no le dejéis
a él, ni a nadie, a hablar conmigo.
En sus manos, le decid,
que el cetro y laurel altivo
dejo; que dé a sus vasallos
ese gusto de regirlos,
hasta que a mí me echen menos;
pues ya sólo el valor mío
siente que se me parezca,
porque no podrá el olvido
borrarme de sus memorias.
FRISO:
¡Señora!
SEMÍRAMIS:
Déjame, Friso.
LICAS:
Advierte...
SEMÍRAMIS:
Vos no me habléis.
LISÍAS: Mira
que...
SEMÍRAMIS:
Ya nada miro.
Quédate, pueblo, sin mí.
Todos me dejad. Conmigo
nadie venga. Rey tenéis;
seguidle a él. Un basilisco
tengo en los ojos, un áspid
en el corazón asido.
¿Yo sin mandar? De ira rabio.
¿Yo sin reinar? Pierdo el juicio.
Etna soy, llamas aborto;
volcán soy, rayos respiro.
LICAS: ¡Qué
ambicioso sentimiento!
FRISO: ¡Qué
sentimiento tan digno!
LISÍAS: ¡Qué
resolución tan ciega
y sin tiempo!
LICAS:
Lisís, dinos:
¿Dónde el príncipe quedó,
viniéndote tú?
LISÍAS:
No quiso
acabarme de escuchar
Semíramis.
FRISO:
Ahora dilo.
LISÍAS: Viniendo a
palacio ya,
ese eminente obelisco,
regular Atlante nuevo,
nuevo fabricado Olimpo,
mauseolo consagrado
a las cenizas de Nino,
preguntó qué templo era;
y habiendo entonces oído
que era el sepulcro eminente
de su padre, así le dijo,
"Salve, depósito fiel
del mejor rey que ha tenido
el mundo, si amor no hubiera
borrado su nombre altivo.
Salve, y de mí no se diga
que la primer vez que miro
de tu urna las cenizas,
no doy de mi amor indicios.
No he de llegar de palacio
a ver los umbrales ricos,
sin que primero vea el mundo
que, a mi ser agradecido,
es aquéste en Babilonia
el primer umbral que piso,
reverenciando postrado
hoy en su fin mi principio."
Y echándose del caballo,
dentro entró, y al mármol liso
que muerto le deposita
y le representa vivo,
besó la mano, pidiendo
de su culto a los ministros
le sacrifiquen; y él queda
asistiendo al sacrificio,
cuya acción piadosa más
pudo alterar los motivos
del pueblo. A buscarle vuelvo,
y a decir cuánto ha sentido
Semíramis sus aplausos,
porque venga prevenido
a desenojarla. ¡Dioses,
doleos de su peligro!
ASTREA: Padre y
señor, ¿de esa suerte
te vas, y habiéndome visto
para besarte la mano,
lugar no me has permitido?
LISÍAS:
¡Ay hija! No a mi amor culpes,
que esta novedad que admiro
ha embargado los afectos
hoy de todos mis sentidos.
Vase LISÍAS
LICAS:
Aunque Babilonia hoy
en confusiones y gritos
alterada, hermosa Libia,
cumpla con su nombre mismo,
porque no excepta lugares,
tiempos ni personas, dijo
un sabio que amor y muerte
eran los más parecidos;
y así, pues las novedades
que a todos han suspendido,
a mí me han dado ocasión
de hablaros, ose deciros,
¿cuándo seré tan dichoso
que merezca el amor mío
la suma gloria que espero
y el grande amor a que aspiro?
LIBIA: Ya
vos sabéis cuánto, Licas,
a vuestra fe agradecido,
mi pecho os estima; pero
esa ocasión que habéis dicho,
no he de darla yo. La reina
es dueño de mi albedrío.
Pedidme a la reina vos.
LICAS: Con
esa esperanza vivo.
FRISO: Yo,
hermosa, divina Astrea,
ya que ninguna he tenido,
no os digo, ¿cuándo seré
felice? Que sólo os digo
¿cuándo no seré infelice?
Pues favor no solicito
para ser amado; basta
el no ser aborrecido.
ASTREA: Tarde,
Friso, porque en mí
esos desdenes esquivos
son naturaleza, y mal
podéis nunca reducirlos.
FRISO: Tan
hallado estoy con ellos
y por vuestros los estimo,
que con ellos no echo menos
el bien a que no me animo.
Tocan chirimías y dicen dentro
VOCES: ¡Viva
Ninias, nuestro rey!
¡Viva el sucesor de Nino!
LIBIA: Ya de
más cerca se escuchan
las voces que dan indicio
de que ya el príncipe llega;
y así, de esta cuadra idos
los dos.
LICAS:
Aquí, a mi pesar,
de vuestra luz me despido.
FRISO: Yo
no, Astrea, de la vuestra,
porque sé que en esto os sirvo.
ASTREA: No se va
quien deja tantos
pesares de haberle visto.
FRISO:
También vivo feliz yo,
pues padezco.
ASTREA:
Si imagino
que mi desprecio estimáis,
ni aun desprecios tendréis míos.
LIBIA:
Adiós, Licas.
LICAS:
El os guarde.
Vamos, porque es justo, Friso,
que al príncipe le besemos
los dos la mano.
FRISO:
Yo sigo
a Semíramis en todo;
y así, hasta que haya sabido
si en esto pude enojarla,
no le veré.
LICAS:
Esto es preciso,
que es nuestro príncipe.
FRISO:
Ella
nuestra reina, a quien yo sirvo.
LICAS: Pues
yo voy a verle.
FRISO:
Y yo
de su vista me retiro.
Vanse los dos
LIBIA:
¿Hasta cuándo, hermosa Astrea,
ingrato tu pecho altivo
ha de negarle al Amor
tributo?
ASTREA:
Aunque ves que a Friso
aborrezco, no a mi pecho
acuses con desvaríos
de incapaz Amor. Bien sé
qué es querer; y si te digo
la verdad, mis pensamientos
son más osados y altivos.
LIBIA:
¿Cómo?
ASTREA:
Hija soy de Lisías;
con
Ninias, príncipe invicto,
me he crïado.
LIBIA:
Ya te entiendo.
Fuera de que ha interrumpido
tu voz la música.
ASTREA:
(Aquí
Aparte
esperarán mis sentidos,
locos de amor, a su
dueño.)
Vanse. Tocan chirimías y sale todo el
acompañamiento y detrás NINIAS en traje de camino,
y a la puerta por donde sale está LIDORO atado con cadena
y CHATO junto a él
VOCES: ¡Viva
el sucesor de Nino!
NINIAS:
De todos vuestros aplausos
hago a los cielos testigos,
que, a disgusto de mi madre,
ni los escucho ni admito.
UNO:
Tú eres nuestro rey, y tú
solamente has de regirnos.
NINIAS: Y ya que
una obligación
de hijo en el templo he cumplido,
dejad que acuda a las otras,
a mi madre agradecido.
CHATO:
(Cuando niño no era Ninias, Aparte
a su madre parecido
tanto, aquel rostro y aquéste,
¿quién no dirá que es el mismo?)
NINIAS:
Tened, no paséis de aquí.
¿Qué lástima es la que miro,
cuando del real palacio
la primera losa piso?
CHATO: (Ella
es, vestida de hombre Aparte
o yo he de perder el juicio.)
NINIAS: Hombre,
¿quién eres?
LIDORO:
Señor,
de la Fortuna un delirio,
un frenesí de la suerte,
de los hados un prodigio,
y del humano poder el
escarmiento más vivo.
CHATO: (Lo
de un huevo a otro no es nada, Aparte
que hay huevos no parecidos;
que unos se dan a dos cuartos,
y otros se pagan a cinco.)
NINIAS: ¿Qué
delito así te ha puesto?
LIDORO: Haber
infeliz nacido.
NINIAS: ¿Delito es
ser infeliz?
LIDORO: Y no
pequeño delito.
NINIAS: Dime,
¿quién eres?
LIDORO:
Lidoro,
rey de Lidia; y este aviso,
pues te coge a los umbrales
de reinar, príncipe invicto,
sírvate de algo, observando
cuerdo, atento y advertido,
que pasar de extremo a extremo
es de la Fortuna oficio.
NINIAS: ¿Tú eres
el que a Babilonia
intentaste poner sitio?
LIDORO: Sí, señor,
y tú y tu padre
alentasteis mis motivos.
NINIAS: Eso no
entiendo ni quiero
entenderlo. Enternecido
me han dejado tus fortunas,
y aun me ha parecido indigno
que así al vencido se trate;
y si agora no te libro,
es porque no sé si tienes
más culpa que ser vencido.
Y aunque la tengas, Lidoro,
palabra doy al impíreo
coro de los dioses que hoy
no pida, a los pies rendido
de Semíramis mi madre,
en premio de que no admito
un reino, sino que tengas
la libertad que has tenido.
LIDORO: Como can
estoy atado,
y así, como can me humillo,
halagándote los pies
humilde y agradecido.
Vase LIDORO
CHATO: No
hará un bien sólo en librarle,
sino dos, porque no vivo,
ni como, ni bebo, ni
duermo, ni hago otro
ejercicio,
guardándole.
NINIAS:
Pues, ¿quién eres?
CHATO:
Chato, aquél que cuando niño
solía jugar con él.
NINIAS: No te
había conocido.
CHATO: Yo
tampoco, porque está
a su madre parecido
más que antes; todo su rostro
cortado es aqueste mismo.
NINIAS: Dime,
¿cómo estás tan viejo
y tan pobre?
CHATO:
Como sirvo.
NINIAS: Yo me
acordaré de ti.
CHATO: Y yo
diré, Si me miro
medrado, que como hay
un diablo a otro parecido,
un ángel a otro también.
Salen LICAS y FRISO
FRISO: ¿Que
salir no haya podido
de palacio, sin que todos
vean que de él me retiro
pesaroso de este aplauso?
LICAS: En
tanto, príncipe invicto,
que al cuarto vas de la reina,
mi señora, te suplico
permitas besar tu mano.
LISÍAS: Licas,
gran señor, ha sido
el vasallo que dio a Siria
más victorias.
NINIAS:
Ya he oído
vuestro nombre, y conocemos
por vuestra persona estimo.
LICAS:
Conoceréis el vasallo
que más desea serviros.
NINIAS: Alzad del
suelo. ¿Un hermano
no tenéis?
LICAS:
Sí, señor; Friso.
NINIAS: Pues
¿cómo, tan retirado,
no llegas a hablarme?
FRISO:
Rendido
a vuestras plantas estoy.
NINIAS: Muy tarde
y de espacio ha sido;
y quizá algún día veréis
que, aunque no caigo advertido
en todo, lo entiendo todo,
y uno entiendo y otro estimo.
LICAS:
¿Porqué...?
NINIAS:
No hablo con vos, Licas.
FRISO: Yo
quise...
NINIAS:
Bien está, Friso.
¿Cuál es de mi madre el cuarto?
Salen ASTREA y LIBIA
ASTREA: Aqueste,
príncipe invicto,
a cuyos umbrales yo
a besaros me anticipo
la mano.
NINIAS:
Del suelo alzad;
que en mis brazos os recibo,
por deciros que el ausencia
en mí nunca engendra olvido,
porque vengo muy gustoso
a veros amante y fino.
ASTREA: Todo a mi
fe lo debéis,
mas callar ahora es preciso.
NINIAS: Entraré a
ver a mi madre.
LIBIA: Ella,
gran señor, nos dijo
que nadie entrar se permita
dentro aunque fueseis vos mismo.
NINIAS: Si quien
no fuera una dama
aqueso me hubiera dicho,
respondiera de otra suerte;
pero a vos basta deciros
que esos preceptos se entienden
con todos y no conmigo.
LISÍAS: ¡Qué
prudencia!
LICAS:
¡Qué cordura!
LIBIA:
¡Qué severidad!
ASTREA:
¡Qué brío!
Vanse, y quedan FRISO y LICAS
LICAS: ¡Que
hayas, Friso, procurado
el ser hoy del rey mal visto!
FRISO: No es
el rey, porque hasta agora
reina Semíramis.
LICAS:
Digo
que en todo mi opuesto eres.
FRISO: Si tú
no lo fueras mío,
no lo fuera yo; demás
de que si hacerme he querido
mal visto de Ninias, tú
de Semíramis.
LICAS:
Yo sigo
la parte de la justicia,
que Ninias es del rey hijo.
FRISO: Pues
yo la de la Fortuna,
que Semíramis ha sido
quien se ha sabido hacer reina.
LICAS:
Pues vamos por dos caminos,
tú verás en el fin de ellos...
FRISO:
¿Qué?
LICAS:
Que es mejor el mío.
pues que lleva la razón
de su parte.
FRISO:
Ése es delirio.
Ten tú razón, yo fortuna,
y verás que no te envidio.
FIN DE LA PRIMERA JORNADA