JORNADA SEGUNDA
Suenan chirimías y atabalillos y sale en lo
alto del teatro LICAS con un estandarte, y por lo bajo
salen
FRISO, FABIO y gente
LICAS:
Oíd, oíd, oíd, vasallos.
Ninias vive, Ninias reina.
Decid todos ¡viva!
TODOS:
¡Viva
siglos y edades eternas!
Enarbola el estandarte, vuelven a tocar, y vase
LICAS y el acompañamiento, y quédanse FRISO y FABIO
FRISO: Viva
porque muera yo.
FLAVIO: Señor,
pues ¿de esta manera,
en día tan celebrado
de la plebe y la nobleza,
tú sólo al concurso faltas
y de la jura te ausentas?
FRISO: Sí,
Flavio; que aquestas voces,
que ufanas y lisonjeras
publican que Ninias viva,
publican que Friso muera;
porque siendo para todos
de alegría, gusto y fiesta,
son para mí solamente
de pena, llanto y tristeza.
FLAVIO: Pues ¿qué
novedad, señor,
hay para que tú lo sientas?
FRISO: Si no
sabes, escucha
lo que ha pasado en tu ausencia.
Vino a Babilonia Ninias,
y ganando su belleza
un común afecto en todos,
o fuese natural deuda,
o heredero vasallaje,
o confusa o novelera
ceremonia de la plebe,
que ésa es la opinión más cierta,
su nombre vio repetido
y aclamado de las lenguas
del vulgo, cuyos acentos
llegaron a las orejas
de Semíramis, que, airada
de ver que reinando ella
tan victoriosa aplaudiesen
ni aun a su hijo en su ofensa,
y más, día en que acababa
de darles la más sangrienta
victoria que vio el Eufrates
sobre sus, ondas soberbias,
por vengarse así de todos,
irritada de la queja,
ofendida del agravio,
y de la cólera ciega,
del gobierno desistió,
diciendo a voces que ella
el cetro y laurel dejaba
en su hijo. ¡Oh, cuánto yerra
quien grandes resoluciones
toma aprisa! Pues es fuerza
que quien presto se resuelve,
presto también se arrepienta.
Yo, pues, juzgando que aquello
más efecto no tuviera
que una cosa dicha acaso,
con cólera y sin prudencia,
quise llevar adelante
las empezadas finezas
de su servicio, creyendo
que su ambición y soberbia
no había de querer jamás
darse la partido, y que puesta
en castigar el motín,
se había de salir resuelta
con todo, quedando yo
en su gracia, viendo que era
el que solo no había dado
a su hijo la obediencia.
Entrambos discursos, Flavio,
me salieron mal, porque ella
llevar también adelante
quiso el rencor, de manera
que, de la última cuadra
de aquesa fábrica inmensa,
para estancia suya, hizo
clavar ventanas y puertas,
guardando desde aquel día
una viudez tan severa,
que el sol apenas la ve,
y si el sol la ve, es a penas.
De todas las damas suyas
una sola sale y entra
a servirla, sin que otra
ninguna el rostro la vea;
tanto, que, entrando su hijo
a rendirla la obediencia,
le habló, cubierta la cara
de un negro cendal; y en muestra
de que gustaba que él
gobernase, la diadema
y el cetro de oro, que fue
de Nino su esposo herencia,
le dio, y para coronarse
con tantas públicas muestras
como hoy hace Babilonia,
su permisión y licencia.
Si la habrá pesado ya,
no sé; pero bien se deja
conocer cuánto burlada
halla un hombre su soberbia
el día que, por vengarse
de otro, en sí mismo se venga.
Yo, pues, que por ella estaba
declarado, y que con guerras
civiles pensaba ver
a Babilonia revuelta,
no besé a Ninias la mano,
o se la besé por fuerza.
Cuando vino a Babilonia,
informado de mi queja,
se mostró airado conmigo;
de suerte que a verse llega
hoy tan neutral mi fortuna,
que, por servir a la reina,
no serví al rey, siendo así
que a la que obligué se ausenta
y al que ofendí se corona;
y siendo de esta manera,
hoy que la nobleza y plebe
le jura y su mano besa,
y que mi hermano levanta,
del mauseolo a las puertas,
el estandarte por él,
yo huyo de su presencia;
porque esas festivas voces
son de mi fortuna exequias,
cuando repetidas dicen
en tantas confusas lenguas...
VOCES: ¡Viva
Ninias!
Dentro
Suenan chirimías dentro
TODOS:
¡Ninia viva Dentro
siglos y edades eternas!
FLAVIO:
Ya todas las ceremonias
se acabaron.
FRISO:
Bien lo muestra
el grande acompañamiento
con que da a palacio vuelta.
FLAVIO: Señor, si
de aconsejarte
merezco alguna licencia,
no te extrañes con el rey.
Llega con todos, y deja
que obre su enojo; no tú
te anticipes. Considera
que quizá el verte tan
fino
antes de ahora con la reina
le obligará a que presuma
que con él lo serás.
FRISO:
Esa
razón en un pecho, Flavio,
de sustancia y de prudencia
militada es, pero no
en el suyo; porque piensa
que, afeminado, de todo
se recata y se recela.
Pero tu consejo es bien
seguir; y puesto que llega
con tanto acompañamiento,
en él quiero que me vea
entre todos.
Sale todo el acompañamiento, LISÍAS,
LICAS y NIMIAS, y vuelve la música
TODOS:
¡Ninias viva
siglos y edades eternas!
NINIAS: Vasallos,
deudos y amigos,
leal plebe, ilustre nobleza,
a cuyos grandes aplausos,
a cuyas raras finezas
siempre agradecida el alma
vivirá ufana y atenta.
Ya que Semíramis quiso,
mi señora y vuestra reina,
que yo os gobierne y que ciña
el laurel, por su obediencia
aún más que por mi deseo,
a todos hacer quisiera
merced y pagar a todos,
reconociendo la deuda
en que os estoy; y así, en tanto
que la ocasión se me ofrezca
de honraros a todos, quiero
empezar a que se vea
en mis mercedes el gusto
que he de tener en hacerlas.
Una palabra que di
hoy ha de ser la primera
que cumpla; que a mi palabra
acudir antes es fuerza.
A Lidoro desatad
de aquella injusta cadena
en que está, y decid que al punto
venga libre a mi presencia.
LISÍAS: Señor, que
con él piadoso
andes, en noble clemencia;
mas no
le des libertad
absolutamente. Piensa
que es poderoso contrario,
y que antes que la tenga
es justo asentar con él
que te ha de dar la obediencia
y feudo que dio a tu padre.
NINIAS: Tú,
Lisías, me aconsejas
siempre lo mejor, y yo
seguir lo mejor quisiera;
y así, por ese consejo,
por tus canas y experiencia,
juez mayor te hago de Siria
y gobernador en ella.
LISÍAS:
Los pies te beso por tantas
honras y mercedes.
NINIAS:
Deja
vanos agradecimientos;
más le debo a tu prudencia,
en el mar de mi fortuna,
piloto has de ser de aquesta
nave, pues será contigo
serenidad la tormenta.
Licas.
LICAS:
Señor.
NINIAS:
General
eres ya de mar y tierra.
LICAS:
Tus invictas plantas beso
por tantas, por tan inmensas
mercedes; pero, señor,
de no aceptarlas licencia
me has de dar.
NINIAS:
¿No es ser ingrato?
LICAS:
No, gran señor, como adviertas
que del mar es general
Friso mi hermano, y no fuera
justo que aceptara cargo
que has de quitarle a él por fuerza.
NINIAS: A Friso le
hará merced
Semíramis, y con ella
no habrá menester más cargos
quien tiene los de la reina.
FRISO:
Señor, verme a mí tan fino
con su majestad debiera
advertirte que lo soy
con quien sirvo, y la experiencia
más es mérito que culpa.
NINIAS: Está
bien. El cargo acepta,
que no es bien por complacer
a Friso, que a mí me ofendas.
LICAS: Yo le
acepto, gran señor,
porque mi hermano le tenga
teniéndolo yo, pues sólo
depósito es mientras cesa
tu enojo.
FRISO:
(¡Qué presto, cielos, Aparte
de mí su rigor se venga!)
SOLDADO: Señor, yo soy
el soldado
que, al advertir tu presencia,
el primero te aclamó
rey, y a quien le debes esta
majestad, que eterna goces.
NINIAS: Medio
talento en las rentas
y tributos de Ascalón,
que por la muerte violenta
de Menón se confiscaron,
quiero que de sueldo tengas.
SOLDADO: Beso tus
plantas.
FRISO:
A mí
de ellos Semíramis bella
merced me hizo.
NINIAS:
A este soldado
la hago yo, y es acción cuerda
premïar yo a quien me sirve
si a quien tú sirves te premia.
LISÍAS: Señor, a
hombre sedicioso,
aunque en tu favor lo sea,
no le honres; que es hacer
al delito consecuencia.
NINIAS:
Advirtiéraismelo antes,
que esta merced ya está hecha.
LISÍAS: Con todo,
de reformarla
me has de dar, señor, licencia.
Salen LIDORO y CHATO
LIDORO: Vivas, ¡oh
Príncipe, augusto!,
en la verde primavera
de tu juventud lozada,
sin que el invierno se atreva
de los años a borrar
la flor más inútil de ella,
la edad del sol, ese hermoso
lucero que, en blanda hoguera,
fénix del cielo, renace
entre sus cenizas mesmas.
NINIAS: Alza,
Lidoro, del suelo.
Levanta, a mis brazos llega;
que quiero desagraviar
de mi madre las ofensas
con mis favores.
LIDORO:
Bastantes
son los de tu gran clemencia
para que ya la pasada
fortuna al cielo agradezca.
NINIAS: La
libertad te ofrecí;
pero antes que la tengas,
tengo que tratar contigo;
y así, de no hacer
ausencia
sin mi gusto, la palabra
me has de dar, aunque te veas
libre de aquella prisión.
LIDORO: ¿Qué
importa estarlo de aquélla,
si con más seguridades
me prendes, señor, en ésta?
No la cadena le quita
al noble quien la cadena
le quita; antes se la pone
más fuerte, pues cosa es cierta
que la de la obligación
ni se lima ni se mella.
NINIAS: De paso
ayer me dijiste
que el pretexto de la guerra
que a Semíramis hacías,
por mí y por mi padre era,
y quiero tener mejor
entendida esa materia.
LIDORO: Yo, señor,
te la diré.
NINIAS: No ha de
ser, Lidoro, en esta
ocasión; con más espacio
y menos gente saberla
quiero. Mañana os dará
Lisías, Lidoro, audiencia;
y agora, porque
acusarme
la murmuración no pueda
de que un breve instante tuve
la corona en mi cabeza,
sin que como cosa mía
a mi madre se la ofrezca,
a su cuarto pasar quiero;
que cuando ella no consienta
que la vea, habré cumplido
con llegar hasta sus puertas.
CHATO:
Licencia estas luengas canas,
por ser canas y ser luengas,
para
hablarte una palabra
antes que te ausentes, tengan.
NINIAS: Di, ¿qué
quieres? Ya te escucho.
CHATO:
Señor, tu madre y mi reina
me mandó que con Lidoro
tuviese muy grande cuenta,
porque el día que faltase
de la trailla o cadena,
me había de poner a mí
por viejo perrazo de ella.
Tú me mandas que le suelte,
y así un recibo quisiera
tener
tuyo.
NINIAS:
Pues si yo
te lo mando, ¿qué recelas?
CHATO: Que
se le antoje reinar
otra vez, que todo es que a ella
sin razón o con razón
se la ponga en la cabeza,
y me diga, "Dacá el preso."
Si agora tú me le llevas,
no se le podré dacar,
con que del Tazón la pena,
que es la del tanto por tanto,
no dudo que me eche a cuestas
y me mande atar a mí.
NINIAS:
¡Qué simplicidad tan necia!
CHATO:
Señor, el viejo más simple
es compuesto de experiencias.
Mejor que tú la conozco;
pues tú puedes conocerla
como a quien parió, mas yo
como si yo la pariera.
Mandamiento de soltura
quiero.
NINIAS:
El mandamiento sea
que te hagan una libranza
de cien
escudos de renta.
CHATO: Mil
siglos estés de un lado
en la gloria sempiterna;
y hasta entonces, oh famoso
monarca! vivas dos suegras,
una sobre otra, que es
inmortal
supervivencia.
Señor Lisías, ¿quién hace
estas libranzas de rentas?
LISÍAS: Acudid a
los oficios.
Vase LISÍAS
CHATO:
¿Sabéis vos adónde sean,
señor Lidoro?
LIDORO:
¿De
qué
queréis vos que yo lo sepa?
CHATO:
¿Sabéis vos hacer libranzas,
señor Frisón?
FRISO:
Quita, bestia.
CHATO: ¿Y
vos, señor Licas?
LICAS:
Loco,
aparta.
CHATO:
¿Hay cosa como ésta?
Mas, ¿qué me admiro, si son
las mercedes palaciegas
jubileo, y no se ganan
sin hacer las diligencias?
LICAS: Ya,
Friso, que los dos solos
hemos quedado, tus penas
hoy con mis felicidades
alivio y reparo tengan,
bien así como dos plantas,
que los naturales cuentan
que son cada una un veneno,
y estando juntas se templan
de suerte que son entonces
la medicina más cierta.
Si tú estás triste, yo alegre;
si de pérdida estás, piensa
que estoy de ganancia yo.
Partamos la diferencia
entre los dos, porque así
tristeza ni alegría puedan
descomponernos, mezclando
mi alegría y tu tristeza.
Tu cargo me han dado; nunca
más tuyo ha sido, pues...
FRISO:
Deja
de consolarme; porque es
decir, quien a otro consuela,
que siente; y yo en esta parte
no hay sentimiento que tenga.
Ni que tú seas dichoso,
ni que desdichado sea
yo, podrán hacer jamás
que, postrada mi soberbia,
ni con el semblante diga
que eso estime ni esto sienta.
Hijo de la guerra soy,
y sabrá darme la guerra
ocasiones en que Ninias
conozca que esta sangrienta
cuchilla es rayo tan fuerte,
que ningún laurel respeta,
y podrá ser que amenace
tal vez el de su cabeza.
LICAS:
Calla, calla. No pronuncies,
Friso, razón tan ajena
a tu obligación, tu sangre,
tu valor y tu nobleza.
Ninias es Rey natural
de Siria, y a su obediencia
has de estar más fino cuanto
más quejoso.
FRISO:
Eso se cuenta
de muchas maneras, Licas.
LICAS: La
pasión, Friso, te ciega;
y no quiero que te arrojes,
irritada la paciencia
con la oposición, a que
a decirlo otra vez vuelvas.
Tu hermano soy y tu amigo.
Alma, honor, vida y hacienda,
todo es tuyo; mientras yo
felice soy, no te tengas
por infelice, pues tú
aún más que yo en mí gobiernas.
Esto ha de entenderse en cuanto
como quien naces procedas;
que si tropiezan tus pies
donde desbarre tu lengua,
ni tu hermano ni tu amígo
seré; porque considera
que también es esta espada
rayo que nada reserva,
y podrá ser que se manche
tal vez en tu sangre mesma.
Vase LICAS
FRISO: Quien
no teme a la Fortuna
sus iras, ¿quieres que tema
tus amenazas? Pues
yo,
aunque ruinas me prevengas,
he de buscar ocasiones
en que toda Siria vea
que sé vengar mis agravios
y sé sentir mis ofensas.
Batria, ¿rebelada siempre
no está? Pasaréme a ella,
y como ladrón de casa
haré a Babilonia guerra,
que hoy no hay defensa,
pues hoy Semíramis no gobierna.
Por ella y por mí las armas
he de tomar, porque vea
un joven rey que vasallos
como yo no se desprecian.
La fama a voces dirá,
llena de plumas y lenguas,
cuando la pregunte el viento,
quién quitó de la cabeza
el laurel a Ninias.
FLORA se asoma en lo alto
FLORA:
Friso.
FRISO: ¿Qué
escucho? ¿Tan presto empieza
ya la fama a publicarle,
que aun no aguarda a que suceda?
FLORA:
Friso.
FRISO:
Mi nombre otra vez
escuché. ¿Si de mi idea
fue ilusión? Nadie se mira.
FLORA: Hacia
aquesta parte llega.
FRISO: De
aquel cuarto de las damas
una ventana entreabierta
está, y de allí me han llamado.
Oh tú, quienquiera que seas,
¿qué me mandas?
FLORA:
¿Estáis solo?
FRISO: Sí,
que nadie hay que hacer
quiera compañía a un desvalido.
Échale un papel
FLORA: Pues
tomad, y la respuesta sea
hacer lo que se os manda,
sin que ninguno lo entienda;
que os va el honor y la vida.
Vase FLORA
FRISO:
¿Quién vio enigma como ésta?
Una mano solamente
vi, que rompió de la reja
la clausura para darme
este papel. Cúyo sea
no sé, porque es en amor
tan desdichada mi estrella
como en las demás fortunas;
o si no, dígalo Astrea,
a quien, tan aborrecido,
he adorado. Fácil nema,
a quien dio tantos secretos
nuestra confïanza necia,
pues se fía de unas guardas
tan fáciles de romperlas,
di, ¿cúyo eres? No trae firma,
y dice de esta manera:
Lee
"Una mujer afligida,
que poco a su estrella debe,
de vos a fïar se atreve
fama, ser, honor y vida.
Y pues se fía de vos,
venid a verla; que abierta
del jardín tendréis la puerta
esta noche. Guárdeos Dios."
¿Qué he de hacer en el empeño
de una confusión tan nueva?
Mas ¿qué pregunto? La duda,
¿no es de mi valor ofensa?
¿Cómo me puedo excusar
de la obligación y deuda
en que una mujer me pone,
diciendo que a mi nobleza
ser, honor y vida fía?
Y así, esta noche iré a verla;
que, aunque no sepa
quién es,
que es mujer basta que sepa,
y que se ampara de mí,
para que arriesgue por ella
también ser, honor y vida,
ya que la Naturaleza
les dio tales privilegios
sobre las acciones nuestras;
que aun primero que al amarlas,
nos obliga a obedecerlas.
Vase FRISO. Salen por una
parte LIBIA y ASTREA y
por otra NINIAS, solo
ASTREA:
Ya que la reina, ¡ay de mí!,
dejarse ver no ha querido
del rey, y que él despedido
vuelve a pasar por aquí,
aquí, Libia, has de quedarte,
mientras yo a su majestad
llego a
hablar.
LIBIA:
De mi amistad
sabes que puedes fïarte.
ASTREA:
Avisa si alguien viniere;
que no quiero que me vea
nadie con él.
NINIAS:
Bella Astrea.
ASTREA: Más
felicidad no espere
quien ha merecido aquí
llegar tu mano a besar.
NINIAS: Libia
escucha. ¿Podré hablar
delante de Libia?
ASTREA:
Sí.
NINIAS:
Pues antes, divina Astrea,
que yo entrase aquí, sabía
que Semíramis no había
de permitir que la vea;
pero quise con aquella
ocasión entrar aquí
por verte, mi bien, a ti,
más que por hablarla a ella.
Pero ¿qué es esto? En el día
que a ser más dichoso empieza,
¿son muestras de tu tristeza
parabién de mi alegría?
¿Tú lágrimas al mirar
mis felicidades?
ASTREA:
Sí;
que haber lágrimas oí
de placer y de pesar;
y en mí lo he llegado a ver
todo, pues cuando te adoro
como rey y amante, lloro
de pesar y de placer.
De placer, señor, por verte
dueño del mayor trofeo;
de pesar, porque me veo
indigna de merecerte.
Y así, entre gustos y enojos,
doy a lisonjas y agravios
el parabién con los labios
y el pésame con los ojos.
NINIAS:
¿Pudiste nunca ignorar
que era príncipe heredero
de Siria?
ASTREA:
No, y a eso quiero
que responda un ejemplar.
Ninguno ignora, señor,
que su amigo o que su hermano
es mortal: aquesto es llano;
pero ninguno el
rigor
de serlo llega a sentir
tan anticipadamente,
que dé a entender que lo siente,
hasta que le ve morir;
porque, en fin, hasta aquel día
no le pierde. Así,
aunque no
ignoré, gran señor, yo
que mi Rey eras, no hacía
tan anticipado acuerdo
como el que ahora haciendo estoy;
que si hoy llega el caso, hoy
es el día que te pierdo.
NINIAS:
Aunque es verdad que en la calma
del morir se ve perdida
la acción de aquello que es vida,
no el ser de aquello que es alma.
Alma en mí ha sido mi amor.
Luego no la habrá mudado
el haberse hoy elevado
a esfera más superior.
Y así, pues hoy llego a verme
tan rendido, no llegó
de llorarme el día, pues no
llegó el día de perderme.
No llores, mi bien, mi cielo.
Mira qué pesar me das.
ASTREA: ¡Qué
tarde, señor, podrás
mejorar mi desconsuelo,
no siendo tan necia yo,
que no conozca, ¡ay de mí!
que este día te perdí!
NINIAS:
¿Porqué, Astrea?
ASTREA:
Porque no
pueden dos desigualdades
tales tener proporción.
NINIAS:
Amor es dios, y no son
distintas dificultades
la de una ilustre vasalla
y de un rey enamorado.
Y cree de mi cuidado
que, si cobarde se halla
en declararse, es porque
no airada mi voluntad
novedad a novedad;
yo, mi bien, me casaré.
Déjame entablar primero
en el reino; que no ignoro
de la fe con que te adoro,
la verdad con que te quiero,
Astrea; y cuán tuyo soy,
sepa después tu amoroso
pecho, pues de ser tu esposo
mano y palabra te doy.
ASTREA:
Y yo a tus plantas rendida,
por amor y por respeto,
una y mil veces la aceto
con el alma y con la vida.
Arrodillase ATREA y él la alza
NINIAS:
¿Qué haces?
ASTREA:
Este lugar tienen
por centro las glorias mías.
LIBIA:
Licas, señor, y Lisías
entrando a esta sala vienen.
ASTREA:
Pues que yo me ausente es bien,
por desvelar su sospecha.
NINIAS: Vete, que
yo la deshecha
haré con Libia también,
dando a entender que ella fue
con quien hablaba yo aquí.
Vase ASTREA
LIBIA: Pues
¿no basta que de mí
te sirvas, señor, en que
te avise, sino querer
que padezca agora yo
malicias de lo que no
he llegado a merecer?
NINIAS:
Esto importa, y no te has de ir.
LIBIA
Suéltame, señor, la mano.
Advierte...
NINIAS:
Porfías en vano.
Salen LICAS y LISÍAS
LICAS:
(¿Esto es mirar o
morir?) Aparte
LISÍAS:
Señor.
LICAS:
(¡Qué extraños recelos!) Aparte
NINIAS:
¿Qué queréis?
LISÍAS:
Licas y yo
venimos...
LICAS:
(¿Quién jamás
vio
Aparte
tan cara a cara sus celos?)
LISÍAS:
...buscándote, porque ha habido
una grande novedad.
NINIAS: El ingenio
y la beldad
de Libia aquí divertido
me tenía ahora en contarme
la tristeza con que está
Semíramis, tal que ya
aun a mí no quiere hablarme.
Decidme vos, ¿cuál ha sido
esa novedad?
LISÍAS:
Señor,
Licas la dirá mejor,
que es quien la carta ha tenido.
LICAS:
De Lidia un propio ha llegado,
e Irán, señor, me previene,
de Lidoro hijo, que viene
con grande ejército armado
a ponerle en libertad,
cuya multitud extraña
la más desierta campaña
vuelve poblada ciudad.
NINIAS:
¿Qué haremos para que
haya
medio en tan grandes extremos?
¿No será bien que le demos
libertad, y que se vaya?
LISÍAS:
En ningún tiempo, señor,
te importa tenerle preso
más que agora.
A tanto exceso
la seguridad mayor
la vida suya ha de ser.
NINIAS:
Dices bien, mas yo quisiera
que guerra en Siria no hubiera.
LISÍAS: Pues no lo
des a entender;
que
aunque el natural temor
en todos obra igualmente,
no mostrarle es ser valiente,
y esto es lo que hace el valor.
NINIAS:
Venid conmigo los dos;
que los dos habéis de ser
los que habéis de disponer
el suceso. Libia, adiós.
Vanse NINIAS y LISÍAS
LICAS:
Aunque el rey me espere, hablar
tengo; que celos que nacen
bastardos hijos del mar,
son tan vanos
que se hacen
en cualquier parte lugar.
LIBIA
Pues antes que me hables, deja
que responda a la intención
con que tu labio se queja,
porque la satisfacción
salga al camino a la queja.
LICAS:
¿Qué satisfacción, si ha sido
la queja de calidad
tal, que no la ha permitido?
Supuesto que divertido
de tu ingenio y tu beldad
el
rey estaba, y yo vi
que tu hermosa mano aquí
fue tiranamente aleve,
para él áspid de nieve
y de fuego para mí.
LIBIA:
La razón de tus enojos
no te la puedo negar;
mas los celos traen anteojos
de aumento con que engañar
a la ambición de los ojos.
LICAS:
¿Puede ser que engaño sea
lo que vi?
LIBIA:
¿No puede ser?
LICAS: No,
ni que yo te lo crea.
LIBIA: Pues
si no lo has de creer,
no te diré...
LICAS:
¿Qué?
LIBIA:
...que Astrea
es a la que el Rey amó,
que hablaba con él aquí;
que como a su padre vio
venir, se retiró, y yo
deshecha de su amor fui.
Viendo, pues, que tú venías
también, señor, con Lisías,
quise irme; pero en vano,
porque fue del rey la mano
rémora a las plantas mías.
Ésta es la verdad; si en nada
satisface mi beldad,
eso mismo te persuada...
LICAS: ¿A
qué, Libia?
LIBIA:
...a que es verdad,
supuesto que es desdichada.
LICAS:
Libia, ni verdad la creo,
ni desdichada la dudo;
mas sólo saber deseo
si lo que escuché, ser pudo
más cierto que lo que veo.
Aquello vi, esto escuché:
luego licencia tendré
de apelar a la experiencia.
LIBIA: Yo te
doy esa licencia.
LICAS: No,
no, yo la tomaré.
Lince ya de mis pasiones,
las palabras, las acciones
del Rey es bien que yo vea,
y en sabiendo que es Astrea
dueño de sus atenciones,
cesará aquesta vioencia.
A ellos es razón que acuda;
que una celosa violencia
tarde de costumbres muda,
y sufrirá la evidencia.
LIBIA:
Yo me holgaré de que sea
crisol el amor de Astrea,
que examine esta verdad.
LICAS: ¡Con
cuánta facilidad
hará que yo se lo crea!
LIBIA:
¿Por qué?
LICAS:
Porque estriba en ella
mi vida; porque se halla
mi felicidad en vella;
y porque voy a buscalla
con ánimo de creerla.
Vanse. Salen FLORA y FRISO
FLORA:
Pisa con silencio.
FRISO:
Apenas
darán, entre sombras tantas,
mudas serías de mis plantas
las flores ni las arenas
de aquellos jardines; pues
bandos distantes se han hecho,
todo el valor en el pecho,
todo el temor en los pies.
FLORA:
No me pierdas, ven tras mí.
FRISO: Desde
que al jardín llegué,
desde que en su esfera entré,
y desde que te seguí,
grande espacio hemos andado,
y no sufre el corazón
padecer la dilación
de tan penoso cuidado
un instante más; porque
ya es un siglo cada instante.
No, pues, dos veces amante
quieras, señora, que esté.
Dime si eres quien mandó
que a verte viniese aquí,
y el papel me arrojó.
FLORA:
Sí.
FRISO: ¿Y
eres quién me llama?
FLORA:
No.
FRISO:
Pues no me dilates más
el declararme quién fue.
FLORA:
Quédate aquí solo; que
presto, Friso, lo verás.
Vase FLORA
FRISO:
Confusa, pálida sombra,
del pasmo, el susto, el pavor,
madre infeliz, cuyo horror
atemoriza y asombra,
dime, ¿dónde me ha traído
mi loca temeridad?
Y a tu atezada deidad,
diosa del sueño y olvido,
un templo fabricaré,
de triste ciprés compuesto
de negro jaspe funesto,
el altar, y en él pondré
de negro azabache una
imagen tuya, tan bella,
que trémulamente de ella
sea lámpara la luna,
en cuyas aras presumo
que arda, por más pompa y fausto,
sin llamas el holocausto,
por no dejar de hacer humo.
Dime, pues, dándome indicio
de que piadosa te ofreces,
y de que el voto agradeces,
mientras llega el sacrificio,
¿dónde estoy? ¿Quién me llamó?
¿Y quién esta mujer fue?
Sale Semíramis vestida de luto, con un velo
en el rostro, y trae una luz
SEMÍRAMIS: Yo, Friso, te lo diré.
FRISO:
Pues decidme, ¿quién fue?
SEMÍRAMIS:
Yo.
FRISO:
Ya es otra la duda mía,
viendo que en aqueste punto
a la noche lo pregunto
y me lo responde el día.
¿Vos sois la que me llamáis?
SEMÍRAMIS: Yo os escribí aquel
papel.
FRISO: Pues
¿cómo decís en él
que honor,
vida y ser fiáis,
señora, de mi valor,
como mujer afligida?
SEMÍRAMIS: Porque mi honor, ser y
vida,
ni es ser, ni vida, ni honor,
y de vos fïarlo intento,
porque sé que me servís
sólo vos.
FRISO:
Bien lo advertís.
¿Qué mandáis?
SEMÍRAMIS:
Estadme atento.
Yo...mas primero que aquí
mi pecho os descubra osado,
dedidme vos si restado
tendréis valor para...
FRISO:
Sí.
SEMÍRAMIS: Pues
¿cómo de aqueste modo,
antes de oír para qué,
me respondéis?
FRISO:
Porqué sé
que le tengo para todo.
SEMÍRAMIS: ¿Y
daisme palabra hoy?
FRISO: Sí,
señora.
SEMÍRAMIS:
¿Antes de oír
de qué?
FRISO:
Sí, que esto es decir
que para todo os la doy.
Y porque confuso lucho,
cuanto imaginéis ofrezco
hacer; y si oírlo merezco,
decid.
SEMÍRAMIS:
Escuchad.
FRISO:
Ya escucho.
SEMÍRAMIS: Yo, de
Nino mujer, y de él viuda,
reino en Siria.
FRISO:
Mi pecho no lo duda.
SEMÍRAMIS: Corrió voz que alevosa
muerte le di.
FRISO:
La envidia es maliciosa.
SEMÍRAMIS: Con esta acción Lidoro
a Babilonia vino.
FRISO:
No lo ignoro.
SEMÍRAMIS: Díjome que crüel
tiranizaba
a mi hijo el laurel.
FRISO:
Presente estaba.
SEMÍRAMIS: Por él
envié al instante.
FRISO: Sé
que vino también; pasa adelante.
SEMÍRAMIS: Vencí a Lidoro en
singular batalla.
FRISO: Tu
peine lo dirá, no hay que acordalla.
SEMÍRAMIS: Volviendo vitoriosa,
hallé...
FRISO:
Nobleza y plebe sospechosa.
SEMÍRAMIS: De Ninias esparcido el
nombre al viento...
FRISO: Aun
agora parece que lo siento.
SEMÍRAMIS: Del aplauso ofendida...
FRISO: Ya lo
sé, que el dolor nunca se olvida.
Hasta aquí sé de tus desdichas graves.
SEMÍRAMIS: Pues oye desde aquí lo
que no sabes.
Si al corazón que late en este pecho
todo el orbe cabal le vino estrecho,
¿qué le vendrá un retrete tan esquivo
que tumba es breve a mi cadáver vivo?
Yo, Friso, arrepentida
de verme, tan a costa de mi vida,
en mí misma vengada,
vivo, si esto es vivir, desesperada.
Esta quietud me ofende,
matarme aquesta soledad pretende,
angústiame esta sombra,
este pavor me asombra,
esta calma me asusta,
esta paz me disgusta,
y este silencio, en fin, tanto me oprime
que a un fatal precipicio me comprime.
Yo, pues, no quepo en mí, y con nuevo cisma
solicito explayarme de mí misma;
si con fiera arrogancia
me declaro, es faltar a la
constancia
que prometí, del reino haciendo ausencia,
y es poner el laurel en contingencia
cuando con señas de mi esfuerzo viles
agora mueva yo guerras civiles.
Y así, Friso, procuro
en la industria hallar medio más seguro;
pero antes que la industria te declare,
dile a tu admiración que no se pare;
que volando en ajenas alas venga,
cuando las suyas desplumadas tenga;
porque es preciso hallar en esta parte
juntos el hablar yo y el admirarte.
Ninias es mi retrato;
pues con sus mismas señas robar trato
la majestad;
que, sin piedad alguna
ladrona me he de hacer de mi fortuna.
A este efecto ya tengo prevenidos
adornos a los suyos parecidos,
porque aun las circunstancias más pequeñas
no puedan desmentirnos en las señas.
A este efecto, en aqueste vil retiro,
donde un suspiro alcanza otro suspiro,
del femenil adorno haciendo ultraje,
me he ensayado en el traje
varonil, porque en nada
me halle la novedad embarazada.
Este luto funesto
pudiera asegurártelo bien presto,
pues hipócrita es, que triste encubre
la vanidad que de modestias cubre.
A este efecto también me he retirado
con tanta autoridad, tanto cuidado,
por tener hecha ya la consecuencia
de que ninguno llegue a mi presencia.
La industria dije ya; pues oye el modo,
para que de una vez lo sepas todo.
Ya he dicho que ladrona
he de ser de su cetro y su corona.
Para robo tan grave,
el paso me asegura aquesta llave.
No hay en todo palacio
tan retirado espacio
que no registre y más el cuarto suyo;
pues por un caracol secreto, arguyo
que, ya vencido el miedo
con haberío pensado, llegar puedo
del rey al cuarto. Cuando
las sombras de la noche sepultando
su vida estén en el silencio mudo
de su sueño, no dudo
que, tapando su boca
con los fáciles nudos de la toca,
podré ciego traerle
donde el sol otra vez no llegue a verle,
en su lugar quedando
yo con mentido sexo, gobernando.
Una dificultad hay solamente,
y es que dé voces. Ésta ácilmente
la he de salvar con que un retrete tengo
que para prisión suya le prevengo,
donde, aunque a voces con sus penas luche,
no es posible que nadie las escuche.
Para tan grande empeño
me he de valer de ti, después del sueño;
porque sola no fuera
posible que yo a tanto me atreviera;
que aunque es verdad que Licas me ha debido
más afectos que tú, (Pierdo el sentido Aparte
cuando de ellos me acuerdo,
y aun el jüicio es poco que no pierdo.)
Viéndote a ti más fino
conmigo
en la opresión de mi destino,
de ti quise fïarme,
de ti, Friso, valerme y ampararme.
Mujer soy afligida,
pues muero sin reinar, no tengo vida.
Mi ser era mi reino;
sin ser estoy supuesto que no reino.
Mi honor mí imperio era;
sin él honor no tengo; de manera
que, a tus plantas rendida,
fío de ti mi honor, mi ser, mi vida.
FRISO: Si
desde el mismo instante
que conocí tu espíritu arrogante
no me ofrecí a servirte,
fue, señora, por no dejar de oírte,
sacando en tan extraño
caso de cada voz un desengaño.
Tuyo soy, tuyo he sido,
de mi elección estoy desvanecido;
y sólo te respondo
cuando a quien soy osado correspondo;
que pues la noche ya caduca baja,
empañada en su lóbrega mortaja,
declinando en bostezos y temblores
la primera lección de sus horrores,
hasta el cuarto pasemos
del rey, no porque nada efectuemos,
sino porque veamos
en qué disposición su gente hallamos,
para ir previniendo
el dónde, el cómo y cuándo.
SEMÍRAMIS:
Ya te entiendo,
y la respuesta sea
apagar esta llama. Así se vea
cuánto desalumbradas mis locuras
aborrecen la luz y obran a escuras.
Ven agora conmigo,
que yo te he de ayudar.
FRISO: Tus
pasos sigo.
(Cumplióse mi
esperanza;
Aparte
trujo el cielo a mis manos la venganza.)
SEMÍRAMIS: Ven, no temas, que cuando
no consiga
el intento, me basta que se diga
que lo emprendí. El concepto de mi idea
escándalo de todo el mundo sea.
Vanse. Salen LISÍAS y CHATO con luz
LISÍAS:
Cómo vos estáis aquí
a esta hora?
CHATO:
Mi oficio es éste.
LISÍAS: Vuestro
oficio ¿allá en la caza
el ejercicio
no tiene?
CHATO:
Concedo.
LISÍAS:
Pues ¿cómo lo es
el entrar en el retrete
del rey a esta hora?
CHATO:
Escuchadme.
Responderé en forma, y breve.
Alimentar es mi oficio
los perros.
LISÍAS:
Pues bien, ¿qué tiene
que ver eso con entrar
aquí?
CHATO:
Agora lo veredes.
Mandóme el rey cien escudos;
ninguno escribirme quiere
la libranza; siendo así
que ha sido, señor, aquéste
un puesto que el rey me ha dado,
¿buscarle aquí no conviene,
para darle cuenta de él
siempre que me le pidiere?
LISÍAS: ¡Qué
necedades! Por vida
del rey...
Sale LICAS
LICAS:
¿Qué rumor es éste?
LISÍAS: Ese loco,
ese villano,
que aquí se ha entrado.
LICAS:
¿Qué quieres,
Chato, aquí?
CHATO:
Lo dicho, dicho;
no he de decirlo dos veces;
que es contra el arte, y habrá
un crítico que lo enmiende.
LICAS: Vete
de aquí.
CHATO:
Yo me iré.
En palacio, finalmente,
toda es gente honrada, pero
mi libranza no parece.
Vase CHATO
LISÍAS: ¿Qué hace
el Rey?
LICAS:
Medio desnudo,
quiso ver unos papeles,
y dormido se ha quedado
sobre ellos y en el bufete;
que ésta es la señal que sólo
dan de mortales los reyes.
Yo, aunque conozco que ya
es hora de recogerse,
no me atrevo a despertarle,
por el gusto con que duerme.
LISÍAS: Bien has
hecho. La cortina
le corre hasta que despierte
y llame.
LICAS:
Confuso estoy,
Lisías.
LISÍAS:
¿De qué?
LICAS:
De verle
de un ánimo tan cobarde.
No sé cómo se lo enmiende.
En esto habemos de hablar.
LISÍAS: Salgámonos
del retrete;
conferiremos los dos
cómo corregirse puede
este defecto, que en él
ha sido natural siempre.
LICAS: Dices
bien, porque entre sueños
algunas veces se entiende
lo que se habla.
LISÍAS:
El llamará,
si despertare.
LICAS:
¡Qué fuerte
pasión es la de los celos!
¿Si
el Rey ama a Libia?
LISÍAS:
Tente.
Dejémosle reposar.
¡Oh, quiera el cielo que llegue
tiempo en que me desengañe
de dudas tan inclementes!
Vanse, y salen SEMÍRAMIS y FRISO
FRISO: Rumor
ninguno se oye
en todo el cuarto.
SEMÍRAMIS:
Ya debe
de estar recogido.
FRISO:
No hace;
que allí vestido se ofrece,
en una silla dormido.
SEMÍRAMIS: Mucho extraño que le
dejen
tan solo.
FRISO:
Pues por si acaso
ha sido descuido éste,
y no sucede otra vez,
logrémosle hoy que sucede.
SEMÍRAMIS: En un pensamiento
estamos.
FRISO: Las
grandes acciones suelen
hacerse acaso mejor
que cuando se piensan. ¿Quieres
que boca y rostro le tape,
porque así ni conocerme
pueda, ni pueda dar voces,
y a tu cuarto me le lleve?
SEMÍRAMIS: Sí; toma aqueste cendal,
y mientras que tú lo prendes,
cerraré esta puerta yo,
porque nadie a tiempo llegue
que nos estorbe; que luego
disculparé fácilmente
haberla cerrado, como
una vez la acción se acierte.
FRISO: Pues
a cerrar tú la puerta,
y yo, señora, a prenderle.
SEMÍRAMIS: Fortuna, si a los osados
se dice que favoreces,
yo lo soy.
FRISO:
Infeliz joven,
tu desdicha te condene
a esta prisión de mortal,
puesto que eres rey y duermes.
SEMÍRAMIS cierra la puerta, FRISO entra
dentro, suena ruido y cae el bufete
NINIAS:
¡Ay de mí! ¿Qué es
esto?
Dentro
FRISO:
Es Dentro
un traidor leal, que ofende
a su rey con la disculpa
de que a su reino obedece.
NINIAS: ¡Licas!
¡Lisías!
Dentro
SEMIRAMIS:
En vano
con él aquí te detienes.
Llévale presto a mi cuarto.
Sale FRISO con NIMIAS en brazos, tapado el rostro y
con vestido parecido al de Semíramis
FRISO: ¡Qué
mal de mí te defiendes!
LICAS:
Pasos y ruidos
escucho. Dentro
LISÍAS: Dentro
entremos.
Dentro
SEMÍRAMIS:
Gente viene.
LISÍAS: Cerrada la
puerta
está.
Dentro
LICAS:
¿Quién hay dentro que la cierre? Dentro
SEMÍRAMIS: Perdí la ocasión mejor,
puesto que no puede hacerse
tan sin ruido, que allá fuera
no lo sientan.
LISÍAS:
¿Qué pretendes? Dentro
LICAS: Abrir
la puerta y entrar Dentro
a ver qué rumor es éste.
SEMÍRAMIS: ¡Ay de mí! ¿Qué puedo
hacer?
Aunque abran, es fuerza que entren,
pues ya la puerta derriban.
LICAS: ¿Cómo
a mi fuerza rebelde Dentro
tanto estás, porfiado cedro?
SEMÍRAMIS: Si me voy, y cuando
lleguen
no hallan a nadie, es hacer
que algo en mi daño sospechen.
Si llegan a verme aquí
y a Ninias no, inconveniente
es mayor. Todo, el valor
y el ingenio lo remedie.
Desnúdase y queda en jubón
Adiós, femenil modestia;
que de esta vez has de verte
desnuda de tus adornos,
aunque en los ajenos quedes.
Esconderé aquestas ropas;
depositadas se queden
debajo de aqueste lecho.
Esconde los vestidos y salen LICAS y LISÍAS
LICAS: A ser
el muro más fuerte,
te rindieras a mis golpes.
LISÍAS: Señor,
¿qué rumor es éste?
SEMÍRAMIS: Ninguno: al sueño rendido
estaba, y él, entre leves
fantasías, me obligó
a que alterado despierte;
y así, con aquel furor
tropecé y cayó el bufete.
LICAS:
Luego, ¿aquí ninguno andaba?
SEMÍRAMIS: No.
LISÍAS:
Pues dime: ¿cómo tienes
por adentro aquesta puerta
cerrada?
SEMÍRAMIS:
Como yo, al verme
con el pavor de aquel sueño,
cerré temerosamente,
propio afecto de un temor,
obrar lo que antes ofrece.
LICAS: ¿Que
no pueda hacer contigo
que no digas que le tienes?
LISÍAS: Aunque a
tu voz dar es fuerza
crédito, a mí me parece
que jurara que había oído
pasos y habla de más gente.
SEMÍRAMIS: Yo sólo estaba.
Sale FRISO
FRISO:
Ya queda...
(Mas ¡ay de mí!, ¡qué
imprudente Aparte
volví.)
LICAS:
Un hombre allí llegó,
y al vernos la espalda vuelve.
SEMÍRAMIS: ¿Hombre aquí? No,
no es posible.
LICAS: Ya es
fuerza verlo.
SEMÍRAMIS:
¿Quién eres?
FRISO:
Yo soy, Licas.
LICAS:
Pues ¿tú aquí?
LISÍAS:
(¡Grave
mal!)
Aparte
SEMÍRAMIS:
(¡Empeño fuerte!) Aparte
LICAS:
(¡Traidor
hermano!)
Aparte
SEMÍRAMIS:
Pues Friso,
¿vos sois? Matadle, prendedle.
SEMÍRAMIS habla aparte a FRISO
(No temas; que hacer agora
esta deshecha conviene.)
LICAS: Yo
sacaré de mi sangre
el escrúpulo...
FRISO:
Detente;
que en sabiendo el rey a qué
y por dónde entré, me tiene
que agradecer, no culpar.
LICAS: Dilo,
pues.
FRISO:
A él solamente
he de decirlo.
SEMÍRAMIS:
Apartaos
todos, porque solo llegue.
SEMÍRAMIS habla aparte con FRISO
Friso, ¿dónde queda Ninias?
FRISO:
Encerrado en el retrete
prevenido para él.
SEMÍRAMIS: ¿Vióle alguien?
FRISO:
Solamente
Flora, de quien te has fïado.
¿Qué ha habido acá?
SEMÍRAMIS:
Mil crueles
sospechas; pero ya todas
mi ingenio las desvanece,
porque ya ninguna toca
en lo principal, pues creen
que soy Ninias.
FRISO:
Y di, ¿agora
tengo de dejar prenderme?
SEMÍRAMIS: No, yo lo remediaré.
FRISO: ¿De
qué suerte?
SEMÍRAMIS:
De esta suerte.
Haba alto
¡Oh Friso!, dame tus brazos,
pues hoy la vida me vuelves.
LISÍAS: ¿Qué es
aquello?
LICAS:
El rey le abraza.
SEMÍRAMIS: ¿Qué os admira? ¿Qué os
suspende?
Todo el enojo con Friso
en agrado se convierte.
Semíramis, que en fin es
madre, y como así me quiere,
me envía con él un aviso,
en que me dice y me advierte
de quién me debo guardar
y de quién fïarme. A este
fin por su cuarto a esta hora
quiso que secretamente
bajase; y así, desde hoy
más atentos y prudentes
vivid todos, porque sé
quién me sirve y quién me ofende.
LICAS:
Señor, ¿pues quién?
SEMÍRAMIS:
Esto basta
que os digo por ahora, y cesen
sospechas; que aunque con todos
hablo, sólo uno me entiende.
Tomad esa luz, entrad
a acostarme. (El mundo tiemble Aparte
de
Semíramis, pues hoy
otra vez a reinar vuelve.)
Vase SEMÍRAMIS
LICAS: ¿Qué
le habrá dicho?
LISÍAS:
No sé.
LICAS: Mas
si la reina le advierte
algo, será de los dos.
LISÍAS: Temblando
quedé de verle
airado.
LICAS:
¡Extraña mudanza!
Friso, ¿qué secreto es este
que al rey has dicho?
FRISO:
Bien grande.
LICAS: Pues
¿no podré yo saberle?
FRISO: ¿No
basta que sepas, Licas,
que si cual noble procedes,
tendrás hermano y amigo
en mí? Pero si no, atiende
que soy quien soy, y este acero
sabrá a un hermano dar muerte.
FIN DE LA SEGUNDA JORNADA