JORNADA SEGUNDA
Salen don LOPE HIJO y VICENTE vestidos de camino, y
por otra parte doña BLANCA, don LOPE PADRE y BEATRIZ
LOPE HIJO:
Una y mil veces el día,
señor, venturoso
sea
en que llegar a tus plantas
humilde mi amor merezca.
LOPE PADRE: Álzate, Lope, del suelo,
y tan bien venido seas
como has sido de tus padres
deseado.
LOPE
HIJO:
Sin que me ofrezcas
tu mano a besar, no es justo
levantarme de la tierra.
LOPE PADRE: Toma. Dios te haga
tan bueno
como yo le pido. Llega,
besa la mano a tu madre.
LOPE HIJO: Con temor y con
vergüenza
llego, señora, a tus ojos,
por tantas lágrimas tiernas
como les debo.
BLANCA:
No sólo
aquéllas, Lope, me [cuestas],
pero éstas también; si bien
son con una diferencia;
que aquéllas lloró el pesar
y llora el placer aquéstas.
Tú seas muy bien venido.
VICENTE: ¿Darásele
ahora licencia
a un ermitaño del diablo,
que ha vivido entre dos peñas,
haciendo en servicio suyo
muchísima penitencia,
para llegar a besar
tu mano?
LOPE PADRE:
¡Qué buena pieza!
¿Vos también venís?
VICENTE:
Si soy
el cojín de esta maleta,
la silla de este cojín,
y de esta silla la bestia,
¿no era preciso, señor,
que donde viniere venga?
LOPE PADRE: Con tan buena compañía
segura traerá la enmienda.
VICENTE: ¿Ves que
te parece mala?
Pues ¡por Cristo, que no es buena!
LOPE PADRE: No
juréis.
VICENTE:
Rezagos son
que me han sobrado de aquella
mala vida. Vos, señora,
permitidme que me atreva,
si no a besaros la mano,
a besar la feliz tierra
que pisáis.
BLANCA:
Alza del suelo;
que es justo que te agradezca
la lealtad que con don Lope
tienes, pues que no le dejas
en ningún trabajo.
VICENTE:
Soy
criado adquirido ad perpetuam
rei memoriam.
BEATRIZ:
¿Mi señor
vino ya?
A BLANCA
Pues
aunque sea
delante de ti, he de darle
un abrazo en mi conciencia.
LOPE HIJO: Guárdete el cielo,
Beatriz.
LOPE PADRE: Todos de verte se
alegran,
pero más que todos yo;
y pues ya ir a ver es fuerza
a don Mendo, y darle gracias
del cuidado y la fineza
con que acudió a tu perdón,
Beatriz, a su cuarto llega;
mira lo que hace, y en tanto
quiero, Lope, que me atiendas.
Vase BEATRIZ
VICENTE: (Plática
espiritual
Aparte
tenemos.)
LOPE
HIJO:
(Calla, y paciencia, Aparte
pues ya sabes que venimos
a escuchar impertinencias.)
LOPE PADRE: Lope,
ya ves el estado
en que estamos; nuestra hacienda,
que es lo de menos, está
toda empeñada y deshecha.
Estefanía, la dama
que tantos sustos
nos cuesta,
está en un convento; yo
la he dado el dote y la renta.
Sabe Dios si, por poder
hacerlo y cumplir con ella,
poco menos he quedado
que a pedir de puerta en
puerta.
En fin, hijo, tú estás hoy,
por la piadosa nobleza
de don Mendo, perdonado;
con que parece que cesa
ya todo lo padecido.
Lo que rogarte quisiera,
con lágrimas en los ojos,
con suspiros en la lengua,
y aun de rodillas, si a esto
dieren mis canas licencia,
es, Lope, que desde hoy haya
en tu vida alguna enmienda.
Restauremos lo perdido
de la opinión, y parezca
que a quien tiene entendimiento
los trabajos le escarmientan.
Hijo, seamos amigos,
y no haya más competencias
de amor ni de odio en los dos.
Vivamos en blanda y quieta
paz, haciendo de su parte
cada uno lo que pueda.
Yo de la mía pondré
mi amor, regalo y terneza;
pon tú de la tuya, Lope,
solamente una obediencia.
Tu padre es quien te lo pide.
Y al fin, Lope, considera
que no hay siempre un valedor;
y aun podría ser que venga
tiempo en que este amor y aquellos
favores, si los desprecias,
convertidos en venganzas,
contra tu vida se vuelvan.
VICENTE:
("Aquí gracia y después gloria"
Aparte
faltó para ser entera
la tal plática.)
LOPE
HIJO:
Señor,
palabra doy de que veas
desde hoy en mis costumbres
enmienda tal
que agradezca
a mis pasadas fortunas
el conocimiento de ellas.
Salen don MENDO y BEATRIZ
MENDO:
Y yo salgo por fiador
de una tan justa promesa.
LOPE PADRE: Señor...
MENDO:
Viendo que querías
pasar a verme, no fuera
justo que yo no ganara
de mano a esa diligencia.
LOPE PADRE: No sólo
hacéis las mercedes,
mas las hacéis de manera
que
ya más que hacerlas viene
a ser el modo de hacerlas.
LOPE HIJO:
Dame tu mano, señor,
y plegue a Dios que te veas
tan glorioso en la privanza
del rey que la envidia fiera,
basilisco de palacio,
tu nombre ignore, y le sepa
la aclamación que le escriba
en láminas de oro eternas.
MENDO:
Dame los brazos, y no,
don Lope, así me agadrezcas
lo
que aun no he hecho por ti;
que bien mi valor se acuerda
que te debe honor y vida,
y un perdón solo no es prenda
que pueda satisfacer
el crédito de dos deudas.
BLANCA:
¡Plegue a Dios, señor, que el cielo...!
MENDO:
Nada, Blanca, me encarezca
la voz; el silencio solo
en vos ha de hablarme.
BLANCA:
Esa
es la merced que os estimo
más que todas, pues con ella
me dejáis desempeñada
de una continua vergüenza.
MENDO:
Ahora bien, quedad con Dios;
que Su Majestad me espera.
LOPE PADRE: Y a mí un negocio me
aguarda.
LOPE HIJO: Yo dividirme
quisiera
por ir a los dos sirviendo;
mas, ya que elegir es fuerza,
para que os asista a vos
dará mi padre licencia.
LOPE PADRE: Sí doy, y con harta
envidia
de ver elección tan cuerda.
Vase don LOPE PADRE
MENDO:
Y yo lo acepto, no tanto,
don Lope, porque lo sea,
cuanto porque, yendo ahora
vos conmigo, es cosa cierta
que me excusáis de quedarme
yo con vos; pues de manera
está el alma en vuestra vista
ufana, alegre y contenta,
que no quisiera apartaros
un punto de su presencia.
Vanse don MENDO y don LOPE HIJO
VICENTE: Beatriz,
escucha.
BEATRIZ:
¿Qué quieres?
VICENTE: Ya que
los amos se ausentan,
¿no mereceré yo, por
recién venido siquiera,
algún abrazo traído?
BEATRIZ: Y aun
sacado de la tienda
para ese efecto.
VICENTE:
¡Ay, Beatriz,
qué de cuidados me cuestas!
BEATRIZ: Bueno es
eso para haber
dos mil meses que te
espera
mi amor, y no haber venido
a dar por acá una vuelta.
VICENTE: ¿Cómo
no? Pues ¿no venimos
mi amo y yo una noche de estas
pasadas, y nos entramos
como
en nuestra casa mesma,
en el cuarto de don Mendo,
donde con Violante bella
a medio destocar dimos,
donde hubo el "detente, espera,
sombra, ilusión" con su poco
de desmayo y pataleta?
BEATRIZ: Calla,
calla; no me cuentes
lancecitos de novela.
VICENTE:
¡Pluguiera a mi Dios, Beatriz!
Pues con eso no estuviera
tal mi amo que no es
no-vela, sino sí-vela;
pues ni dormir ni comer
a ninguna hora me deja,
hablando siempre en si estaba
más hermosa, más perfecta
desmelenada que no
melenada su belleza.
BEATRIZ: ¿Eso
tenemos ahora?
VICENTE: Pues ¿y
bien? ¿De qué te pesa
a ti?
BEATRIZ:
De que, habiendo amor,
es preciso que tú seas
el "correveidile" de él;
y como
vayas y vengas,
Elvira, que, a lo que he visto,
es su secretaria, es fuerza
que no pierda sus derechos.
VICENTE: ¡Ay,
Beatriz, y si tú vieras,
como yo, a la tal Elvira,
qué pocos celos te diera
su hermosura!
BEATRIZ:
Pues ¿por qué?
VICENTE: Porque es
la sierpe lernea
en carne humana. Ella estaba,
como ya tan tarde era
y
no esperaba visita,
quitada la cabellera.
BEATRIZ:
[¿Cómo?] ¿Quitada?
VICENTE:
A cercén.
BEATRIZ: Luego ¿es
calva?
VICENTE:
Calvatruena.
Fuera
de esto, no tenía
tan cabal como debiera
del estuche de la boca
la necesaria herramienta.
BEATRIZ: ¿Aquella
moza tan moza,
dientes postizos?
VICENTE:
Aquélla,
sin otras cosas que callo;
que no es de hombres de mis prendas
hablar mal de las mujeres,
ni han de perder por mi lengua
las doncellas su remedio.
Pero mi amo, como deja
ya en la carroza a don Mendo,
aquí vuelve.
BEATRIZ:
Adiós te queda.
(¡Miren quién de aquella
cara Aparte
tales defectos creyera!
¡Qué bien dicen que es la noche
el toque de las bellezas!)
Vase BEATRIZ. Sale don LOPE HIJO
LOPE HIJO:
Vicente, ¿por dicha has visto
en alguna desas rejas
a Violante?
VICENTE:
No, señor;
ni pienso que, aunque la viera,
la conociera yo ahora.
LOPE HIJO: Como tuya es la
respuesta.
VICENTE: De lo que
a mí no me incumbe
no hago memoria; que fuera
ser la memoria local.
LOPE HIJO:
¿Posible es que olvidar puedas
haberla visto el cabello,
desmarañando las trenzas,
dar al aire golfos de oro,
tan al revés de otras selvas
que allá es perlas cuanto corre
sobre doradas arenas,
y aquí, al derramar los rizos
la inundación de sus hebras
sobre su nevado cuello,
es con tanta diferencia
que corren arroyos de oro
sobre márgenes de perlas?
¿No te acuerdas?
VICENTE:
No, señor;
ni me acuerdo ni quisiera,
por no acordarme que vi,
si es que hemos de hablar de veras,
a Elvira a su lado, haciendo
ventaja, no competencia,
a su hermosura.
LOPE
HIJO:
¡Qué loco!
VICENTE: Pues
¿será la vez primera
que sea mejor la crïada
que no el ama?
LOPE
HIJO:
¡Oh, si pudiera
por alguna parte ver
a Violante!
VICENTE:
Considera,
señor, que hoy hemos venido
escapados de una y buena;
no nos metamos en otra
igual por Violante bella.
LOPE HIJO: A mi padre le he
llevado
muy mal que me reprehenda.
Mira cómo llevaré
que lo hagas tú. ¡Bueno fuera
que mi gusto embarazara
ninguno! Pero ¿quién entra
allí?
VICENTE:
Don Guillén de Azagra.
Sale don GUILLÉN
LOPE HIJO: ¿Qué dices?
¿No me pidieras
albricias? ¿En Zaragoza,
don Guillén?
GUILLÉN:
Y mal pudiera
sufrir, don Lope, un instante
el corazón más ausencias.
Apenas que habíais venido
supe cuando con presteza
os busqué, no para daros
una y muchas norabuenas,
sino para recibirlas
yo.
LOPE
HIJO:
Toda aquesa fineza,
don Guillén, es justamente
debida a la amistad nuestra.
Y por pagar en la misma
obligación esta deuda,
vos también seáis bien venido.
GUILLÉN:
No es posible que lo sea
quien viene tras un cuidado,
vivo el sentimiento y muerta
la esperanza.
LOPE
HIJO:
¿De qué suerte?
GUILLÉN:
Ya os acordáis que a la guerra
de Nápoles me partí
tres años ha.
LOPE
HIJO:
Por más señas
me acuerdo de que los dos
nos despedimos en esa
plaza [de la Seo], con hartos
sentimientos y tristezas,
como adivinos entonces
de las notables tragedias
que habían de sucederme,
don Guillén, en vuestra ausencia.
GUILLÉN:
Todas las supe, y el cielo
sabe si sentí saberlas.
Pero vamos a las mías,
ya que cesaron las vuestras,
porque habéis, a lo que espero,
de ser el alivio de ellas.
LOPE HIJO: Vuestro soy, y no
habrá cosa
que mi amistad no os ofrezca.
GUILLÉN:
Pasé a Nápoles, en fin,
donde nuestro rey intenta
vengar por armas la muerte
que dio con tanta fiereza
el de Nápoles al grande
[Conradino], hijo del César,
pues en público cadalso
le hizo cortar la cabeza.
Pero aquesto no es del caso;
volvamos a otra materia.
Entré en Nápoles un día,
donde vi una belleza
reducido el sol a un rayo,
cifrado el cielo a una esfera,
a una lágrima la aurora
y a una flor la primavera.
De estos encarecimientos
llegaréis a la experiencia
cuando sepáis que a quien vi
dentro de Nápoles era...
VICENTE: Doña
Violante, señor.
LOPE HIJO:
¿Qué dices? ¡Maldito seas!
VICENTE: ¿Por
qué? ¿Digo yo más que
sale de su cuarto y entra
en éste y, al conocer
que hay gente aquí, da la vuelta?
LOPE HIJO:
Retiraos, don Guillén,
un breve espacio ahí afuera;
no embarecemos el paso
a esta dama.
GUILLÉN:
Norabuena;
que yo tampoco no quiero
que ahora aquí hablaros me vea.
Vase
LOPE HIJO: ¡Vive el cielo, que
temí
que fuese la dama ella!
VICENTE: Pues
¿podía yo saberlo?
Háblala antes que se vuelva.
Salen doña VIOLANTE y ELVIRA
LOPE HIJO:
¿Por qué, señora, os volvéis?
Advertid que es tiranía
que los términos del día
a sólo un punto abreviéis;
pues si ahora amanecéis
sol, en cuyo ardor me abraso,
y volvéis atrás el paso,
un caos formaréis, señora,
de las luces de la aurora
y las sombras del ocaso.
No os vais; pasad adelante,
sin que el mirarme os disguste;
pues no hay temor que os asuste
ni recelo que os espante.
De día es, bella Violante;
no de la noche valido
a ofenderos he venido,
sino la vida a ofreceros,
viviendo por vos y a seros
dos veces agradecido.
VIOLANTE:
Es tan grande la aprehensión
del miedo que ya os cobré
que, aun viéndoos de día, no sé
si sois verdad o ilusión,
si bien en esta ocasión
que a ver a Blanca venía,
no, don Lope, me volvía
por vos, sino porque vi
no sé qué otra sombra aquí,
contra quien no vale el día.
LOPE HIJO:
Un amigo mío, señora,
es con quien hablaba yo;
y, en viéndoos, se fue; por no
embarazaros ahora;
que el corazón que os adora
previno contra el desdén
vuestro esta ausencia, y fue bien,
porque yo os hablé.
Hablan aparte doña VIOLANTE y ELVIRA
VIOLANTE:
¡Ay de
mí!
¿No era aquél don Guillén?
ELVIRA:
Sí.
VIOLANTE: Pues él me
habla en don Guillén.
LOPE HIJO: Y
ya que a mi cuarto vais,
la ocasión no me neguéis
que vos misma me ofrecéis,
para que de mí os sirváis.
VIOLANTE: Esos extremos
no hagáis;
quedaos.
LOPE
HIJO:
No será razón
la vida perder.
VIOLANTE:
Pues ¿son
lo mismo ocasión y vida?
LOPE HIJO:
Sí; pues no vuelve, perdida,
jamás vida ni ocasión.
VIOLANTE:
La que conmigo tenéis
aprovechad; ya os escucho.
¿Qué queréis decir?
LOPE HIJO:
Lo mucho
que a una memoria debéis.
VIOLANTE: ¿Tercero suyo
os hacéis?
LOPE HIJO: No me atrevo a ser
primero;
y así hablo por tercero;
que se declara mejor
en amaros el temor.
VIOLANTE: Pues siendo
así, yo no quiero
oíros; porque sepáis
cuánto el escuchar me pesa
atrevimientos de aquesa
memoria de quien me habláis.
Os engañáis si pensáis
que es medio de conseguir
agrados míos venir
a declarármelos vos.
Esto le decid; y adiós.
LOPE HIJO:
Advertid...
VIOLANTE:
No os he de oír.
Vase
LOPE HIJO:
(Entendió cómo
quería Aparte
irme a declarar con ella
y, tan cuerda como bella,
de la misma industria mía
se valió su tiranía,
para darme el desengaño.
Iré fingiendo mi daño.)
Si aquí don Guillén volviere,
dile que un punto me espere.
Vase
VICENTE: ¡Seora
Elvira!
ELVIRA:
¿Seor picaño?
VICENTE:
No se espante uced de ver
de día esta facha mía.
ELVIRA: Es
para espantar de día,
como de noche.
VICENTE:
Un placer
solo, Elvira, me has de hacer.
ELVIRA: Cuál
es el placer me di.
VICENTE: Perder el
juicio por mí;
que yo a señoras tan mías
nunca pido gullorías.
ELVIRA:
Cierto que lo hiciera así,
a no saber los extremos
con que a Beatriz quiere bien
el señor Vicente.
VICENTE:
¿A quién?
ELVIRA: A
Beatriz; que las que vemos
de afuera el lance entendemos.
VICENTE: ¿Yo a
Beatriz? Si tú supieras
quién es Beatriz, no creyeras
tal.
ELVIRA:
¿Por qué?
VICENTE:
Porque no dudo
que en Libia o Hircania pudo
ser molde de vaciar fieras.
¿Ves todo aquel exterior
boato con que brilla? Pues
hablada de cerca, es
pestilencial el olor
de su boca. Y lo peor
no es esto, con ser tan malo.
Cosas hay que no señalo,
-- porque a mujeres no enojo --
mas tiene de vidrio un ojo
y la una pierna de palo.
ELVIRA:
Mientes; que no puede ser.
VICENTE: Mírala tú
con cuidado;
verásla ranquear de un lado,
y de otro lado no ver.
Sale don GUILLÉN
GUILLÉN:
(Si pasó, vuelvo a
saber, Aparte
Violante ya, y si quedó
aquí don Lope; que no
descansa la pena mía.)
Sale don LOPE HIJO
LOPE HIJO: (Pues Violante en
compañía
Aparte
ya de mi madre quedó,
a buscar a don Guillén
vengo.)
ELVIRA:
Ya
vuelven los dos.
VICENTE: Luego
hablaremos.
ELVIRA:
Adiós.
(De cuantos a Beatriz
ven, Aparte
¿quién habrá en el mundo,
quién,
que tal llegue a presumir?)
Vase
LOPE HIJO: Perdonadme que, por
ir
con Violante, me he tardado.
GUILLÉN:
Vos estáis bien disculpado.
LOPE HIJO: Y vos podéis
proseguir.
GUILLÉN:
¿En qué quedamos?
LOPE HIJO:
En
que,
las treguas efectüadas,
en Nápoles, don Guillén,
visteis una hermosa dama.
GUILLÉN:
Dejé de decir entonces,
don Lope, una circunstancia
que ahora es preciso diga.
LOPE HIJO:
¿Cuál es?
GUILLÉN:
Prevenir que estaba
por embajador en Roma,
a ocasión que se trataban
las treguas, don Mendo, a quien
el rey don Pedro le manda,
por la experiencia que tienen
en tales casos sus canas,
como quien más de veinte años
ha asistido a Roma y Francia,
que para ajustar los medios
al
punto a Nápoles parta;
con que entiendo que os he dicho
de una vez quién es la dama;
porque deciros que fue
don Mendo con esta causa
a Nápoles, que vi en ella
una hermosura gallarda,
que he venido a Zaragoza,
traído de esta esperanza
más que de mis pretensiones,
y, viviendo en vuestra casa,
decir que os he menester
para
alivio de mis ansias,
bien da a entender que Violante
es la deidad soberana
a cuyo sagrado culto
fueron en sus limpias aras,
si la vida ofrenda poca,
víctima no mucha el alma.
VICENTE: (¡Muy
buena hacienda hemos hecho! Aparte
¿Qué va que, antes que se vaya
de aquí, le damos con algo?)
LOPE HIJO:
(¿Quién vio confusiones tantas? Aparte
Mas disimulemos, celos;
y aunque es la copa penada,
apuremos de una vez
todo el veneno que falta.)
Con menos digno sujeto
que Violante, cosa es clara,
que desempeñarais mal,
don Guillén, sus alabanzas.
Decidme, ¿en qué estado estáis
con ella, para que haga
yo luego lo que me toca?
GUILLÉN:
Solamente dos palabras
dirán en qué estado estoy.
LOPE HIJO:
¿Qué son?
GUILLÉN:
Amor y desgracia.
Quiero, y quiero aborrecido.
VICENTE: (Malo es
esto, pero ¡vaya!) Aparte
GUILLÉN:
Sabiendo, pues, que venía
a Zaragoza, di traza
de seguirla, donde espero,
con vuestra ayuda, obligarla;
porque viviendo, don Lope,
ella en vuestra misma casa,
no sólo podré, buscándoos,
verla alguna vez y
hablarla,
pero pediros podré
que vos la habléis en mis ansias.
No perdamos la ocasión,
Lope, de que, cuando salga
de la visita, busquéis
algún modo con que darla
un papel mío; que yo
no quise por esta causa
que me viera, sin estar
de mi venida avisada,
no hiciera la novedad
de la fineza venganza.
El papel escribiré
en la primer parte que haya
ocasión, pues que no puedo
entrar ahora en vuestra sala.
Al punto vuelvo, don Lope;
esperadme que le traiga.
Vase
VICENTE: Señor,
adiós.
GUILLÉN:
¿Dónde vas?
VICENTE: ¿Dónde he
de ir? A la montaña
a esperarte; que ya sé
que has de ir allá.
LOPE
HIJO:
No te vayas;
que estimo mucho a Violante;
y aunque él me ofende en amarla,
el amarla yo también
mis acciones embaraza
de suerte que hoy me reporta
con lo mismo que me agravia.
Suframos algo una vez
y demos, Vicente, traza
como, sin que a rompimiento
llegue aqueste lance, haya
modo de salir bien de él.
VICENTE: ¡Cuánto
estimo que te valgas
hoy, señor, de la cordura!
Yo sé un modo.
LOPE
HIJO:
¿Qué es?
VICENTE:
Dejarla
tú, que estás en los principios
de tu amor.
LOPE
HIJO:
Si [yo] me hallara
en disposición de hacerlo,
lo hiciera; mas será vana
diligencia; no podré.
VICENTE: ¿Qué
harás?
LOPE
HIJO:
No sé; pero aguarda,
que ya de mi cuarto sale.
VICENTE: ¡Breve
visita!
LOPE
HIJO:
Antes larga;
pues en ese espacio breve
por mí tantos siglos pasan.
Sale doña VIOLANTE
VIOLANTE: Señor don
Lope, ¿aun aquí
todavía?
LOPE
HIJO:
No se aparta
fácilmente de su centro
cosa ninguna. Las aguas
van siempre buscando al mar
por dondequiera que vaga;
la piedra corre a la tierra,
de cualquier mano que salga;
el viento al viento se añade,
de cualquier parte que vaya;
y el fuego a su esfera sube,
de cualquier materia que arda.
Yo así, arroyo fugitivo,
al mar corro de mis ansias;
violenta piedra a la tierra,
de mis gravedades patria;
átomo alterado al viento,
región
de mi esperanza;
y rayo, al fin, voy al fuego,
esfera de mis desgracias;
porque encendido, alterado,
errante o violento, vaya,
piedra, arroyo, átomo y rayo,
a tierra, mar, viento y llama.
VIOLANTE: Aunque esa
filosofía
es tan fácil, es tan clara
que yo su razón entiendo,
no de su razón la causa.
LOPE HIJO:
Pues no es muy dificultosa;
que todo el discurso pára
en que tiene el centro suyo,
donde asistís vos, el alma.
VIOLANTE: No conviene
esa fineza,
don Lope, con la pasada.
LOPE HIJO: ¿Cómo?
VIOLANTE:
Como habéis mudado
el papel en esta farsa
que, haciendo los terceros,
hacéis los primeros.
LOPE
HIJO:
Basta
que echáis menos que no os hable
en ese estilo; pues salgan
las voces del desengaño,
rompiendo las sombras pardas,
que hablaron en cifra entonces;
que sabiendo que os agrada,
haré cuidado el acaso;
don Guillén,
pues...
Sale don GUILLÉN al
paño
GUILLÉN:
(En mí habla. Aparte
A buena ocasión llegué.)
LOPE HIJO: ...viene a Aragón
desde Italia,
girasol de vuestro amor,
siguiendo las luces claras
de tanto sol, de quien es
humana racional planta.
Que os lo avise me ha mandado,
y que de mi parte haga
en que vos le oigáis.
GUILLÉN:
(¡Qué amigo Aparte
tan leal, tan fino! ¡Mal haya
un hombre que hacia mí viene,
pues que de escuchar me aparta
la respuesta!)
Vase
VIOLANTE:
Mal, don Lope,
el segundo estilo os salva
de la culpa del primero;
y siendo ofensas tan claras
las dos, bien podré la una
perdonar, pero no entrambas.
LOPE HIJO: Sepa yo de cuál no
quedo
absuelto, para excusarla;
que es mi deseo, señora,
enigma tan intrincada
que explicarla no sabré.
VIOLANTE: Pues yo sí
sabré explicarla.
Responded a don Guillén
de mi parte que no haga
finezas por mí, pues sabe
cuánto han sido desdichadas
siempre conmigo, y que dé
al viento sus esperanzas.
LOPE HIJO: Y
¿a mí qué he de responderme?
VIOLANTE: Respóndaos
vuestra ignorancia.
Si la culpa es una misma,
si uno mismo es de la causa
el juez, y os dice que al otro
esto digáis, cosa
es clara...
LOPE HIJO: ¿Qué?
VIOLANTE:
...que os quiere dar a vos
sentencia a aquélla contraria;
porque si hubiera de ser
una misma, no apartara
las respuestas, pues con una
se hubiera servido de ambas.
LOPE HIJO: ¡Eso sí!
Pendiente tuve,
hasta explicaros, el alma.
Sale don GUILLÉN al paño
GUILLÉN:
Ya pasó el hombre, ya puedo
ver lo que responde.
VIOLANTE:
Basta
que esto por ahora os diga,
si ya no queréis que añada,
don Lope, que, aunque fui un tiempo
diamante, bronce y estatua
que a
buril, lima y acero
resiste, defiende y gasta,
todo al fin se da a partido;
pues el diamente se labra,
el bronce se facilita,
y los mármoles se ablandan.
GUILLÉN:
(¡Albricias, cielos! Violante, Aparte
más apacible y humana,
hablándola en mí, responde.
LOPE HIJO:
Mil veces tus manos blancas
por tantos favores beso.
GUILLÉN:
¡Qué fiel amigo! ¡Que haga
extremos, como si él fuera
el favorecido!
LOPE
HIJO:
Y rara
fuera mi dicha, señora,
si ese favor afianzara
alguna prenda que fuera
testigo de dichas tantas.
VIOLANTE: Tomad, don
Lope, esta flor;
ella por testigo vaya
de mi esperanza, pues es
del color de mi esperanza.
Vase
LOPE HIJO: Vivirá eterna en su
lustre,
sin que se atrevan a ajarla,
ni los rencores del cierzo,
ni del ábrego las sañas.
¡Oh felice quien la lleva!
Sale don GUILLÉN
GUILLÉN:
Más felice quien la aguarda,
por ser ella quien la envía
y por ser vos quien la traiga.
Antes que me la entreguéis,
me he de arrojar a esas plantas ...
Don GUILLÉN, de rodillas ante don LOPE
HIJO
VICENTE: (¡Muy
bien despachado viene!) Aparte
GUILLÉN:
...porque reverencia tanta
os es dos veces debida;
una, Lope, por tan rara
amistad, y otra, porqué
así me halle esa esmeralda,
que con menos rendimiento
no me atreveré a tocarla.
LOPE HIJO: Alzad, don Guillén;
que si esas
extremos la color causa
de esta verde flor, por serlo,
está sujeta a mudanzas.
GUILLÉN:
¿Qué es lo que decís?
VICENTE:
(¿Qué
va Aparte
que por esta flor se canta
que, "siendo verde, trocó
en celos sus esperanzas?")
LOPE HIJO: Digo que, aunque es
de Violante
y aunque en mi mano se halla,
no viene a vos.
GUILLÉN:
¿Yo no oí
en mis finezas hablarla
vos mismo?
LOPE
HIJO:
Sí.
GUILLÉN:
Y luego, aunqué
un crïado que pasaba
me apartó, ¿no escuché -- ¡cielos! --
que, menos fiera e ingrata,
envïaba por testigo
de que mármoles se gastan,
de que montañas se mudan,
de que diamantes se labran
esa flor?
LOPE
HIJO:
La vez primera
ha sido que sus desgracias
no escuche el que escucha.
GUILLÉN:
¿Cómo?
LOPE HIJO: Como, la razón
cortada,
si oís lo que os está bien,
lo que os está mal os falta.
Lo que Violante os responde
es que
vuestro amor la cansa.
GUILLÉN:
Pues ¿a quién Violante dice,
cuando con vos en mí habla,
que ya es menos fiera?
LOPE
HIJO:
A mí.
VICENTE:
(¡Arrojóse con la carga!)
Aparte
GUILLÉN:
¿A vos?
LOPE
HIJO:
Sí.
GUILLÉN:
Mirad, don Lope,
que, siendo aquesas palabras
vuestras , ponéis mi amistad
en ocasión de dudarlas.
LOPE HIJO: Quien dude lo que
yo diga,
verá a qué se atreve.
GUILLÉN:
Basta
el susto con que queréis
que compre dicha tan alta,
y dadme la flor.
LOPE HIJO:
Es
mía;
y, siéndolo, no he de darla.
GUILLÉN: Es
de quien es, y no es vuestra;
y, siéndolo, he de cobrarla.
LOPE HIJO: Pues mirad cómo ha
de ser.
GUILLÉN:
Saliendo de vuestra casa
y llevándola con vos,
adonde amistad tan falsa
castigar sabré, y vengar
mis celos a cuchilladas.
Vase
LOPE HIJO:
Pues guïad vos, que ya os sigo.
Salen doña VIOLANTE y doña BLANCA,
por dos lados
VIOLANTE: Don Lope, ¿qué
es esto?
LOPE
HIJO:
Nada.
VICENTE: (Ha mucho
que no reñimos.) Aparte
BLANCA: A
tus voces de esa cuadra
salí.
VIOLANTE:
Yo también desotra.
BLANCA:
¿Dónde vas?
LOPE
HIJO:
¿Qué sé yo? ¡Aparta!
VIOLANTE: ¡Espera!
LOPE
HIJO:
Luego, señora,
vuelvo a ver lo que me mandas.
BLANCA: ¿Qué
es esto, Lope? ¿Tan presto
ya en nuevos disgustos andas?
VICENTE: (Ha mucho
que no reñimos.) Aparte
VIOLANTE: ¿Cuál es, don
Lope, la causa
del disgusto? (¡Muerta estoy!) Aparte
LOPE HIJO: Vuestro recelo os
engaña,
que yo ¿qué disgusto tengo?
BLANCA: ¿No
ha de haber en esta casa
una hora de paz contigo?
LOPE HIJO:
Pues ahora (¡pena
rara!) Aparte
¿qué guerra te he dado yo?
VIOLANTE: Pues ¿qué
tienes?
BLANCA:
Pues ¿qué trazas?
VICENTE: (Ha mucho
que no reñimos.) Aparte
Sale don LOPE PADRE
LOPE PADRE: Pues ¿qué es esto?
¿Tú en demandas
y respuestas, descompuesto
así con Violante y Blanca?
¿Qué ha sido?
BLANCA:
Lope, señor...
(¡Cielo, una industria me valga, Aparte
con que su padre no entienda
que ya en inquietudes anda!)
Ha tenido con Vicente
un enfado; procuraba
castigarle, y las dos puestas
en medio...
VICENTE:
(¡Mas que esto carga Aparte
sobre mí!)
VIOLANTE:
...que no le dé
estorbamos.
LOPE
PADRE:
¡Oh, qué extraña
es, Lope, tu condición!
LOPE HIJO: Señor, que no ha
sido nada.
VICENTE: Pedíame
cierta cuenta
de un dinero que le falta;
y sobre esto...
LOPE
HIJO:
Bien está;
idos, idos noramala.
VICENTE: Para ti
nunca hay razones.
Vase
LOPE PADRE: ¿Y por
cosas tan livianas
vos no os reportáis delante
de Violante?
LOPE
HIJO:
No hay palabras
con que a ese cargo responda.
Y así, sólo satisfaga
el silencio. (¡Oh, quién
supiera Aparte
dónde don Guillén me aguarda!)
Vase
BLANCA: No
le dejéis ir, señor.
LOPE PADRE: Pues ¿no es mejor que se
vaya
y nos deje? Perdonadle
vos, señora; que es tan rara
su cólera que ni a mí
ni a nadie respeto
guarda.
VIOLANTE: Disculpado
está conmigo.
(Y es que yo soy la culpada Aparte
solamente.)
BLANCA:
(¡Ay, infelice! Aparte
Por donde más procuraba
embarazar que saliera,
le he dado la puerta franca.
¿Qué he de hacer?)
VIOLANTE:
(Temiendo estoy Aparte
no suceda una desgracia.)
Dentro ruido de espadas y dicen don LOPE y don GUILLÉN
GUILLÉN: ¡De
esta suerte se castigan,
traidor, amistades falsas!
LOPE HIJO:
Sobre celos no hay traiciones.
LOPE PADRE: ¿Qué es aquello?
Salen ELVIRA y BEATRIZ
ELVIRA:
Cuchilladas
en la calle.
BEATRIZ:
Mi señor
es el que riñe. ¿Qué aguardas?
Corre, señor; que es tu hijo.
LOPE PADRE: Ya, Blanca, yo me
espantaba
que estuviese quieto un día.
Présteme el amor sus alas,
aunque en mi vida a sus cosas
he ido de tan mala gana.
Vanse. Salen don GUILLÉN y don LOPE HIJO
riñendo, otros metiendo paz, VICENTE y don LOPE
PADRE
LOPE PADRE:
¡Tente, Lope! ¡Don Guillén!
UNO:
Ya que a este tiempo llegamos,
ved que de por medio estamos.
GUILLÉN:
¡Falso amigo!
LOPE
HIJO:
El falso es quien...
LOPE PADRE: ¿Cómo,
habiendo yo llegado,
bárbaro, no te detienes?
LOPE HIJO: Por ver que a
quitarme vienes
el honor que no me has dado.
LOPE PADRE: Lo
menos, pluguiera a Dios,
tuvieras del que te di.
Y pues mis canas aquí
mi hijo no respeta, vos
lo haced, señor don Guillén;
porque hallar en vos colijo
más respeto que en mi hijo.
GUILLÉN: Y
habéis colegido bien;
que esas canas respetando
a un tiempo, con los aceros
de aquestos dos caballeros
me reportaré, dejando
la causa que me ha movido
a más secreto lugar.
LOPE HIJO: Eso es querer
disfrazar
el
temor que me has tenido.
GUILLÉN:
¿Yo temor?
Vuelven a reñir
LOPE
PADRE:
¡Bárbaro, loco!
¿Cómo, viendo al llegar yo
cuánto él me respetó,
tú me respetas tan poco?
¡Vive Dios, de hacerte aquí
que de mi valor te espantes!
LOPE HIJO: Tente, y mira no
levantes
el báculo para mí;
que ¡vive Dios, de poner
las manos en tu castigo!
LOPE PADRE: ¿No te enseña tu
enemigo,
ingrato, lo que has de hacer?
LOPE HIJO:
No; que si él te ha respetado
de cobarde, yo no puedo
hacer virtud lo que es miedo.
GUILLÉN:
Quien dijere o ha pensado
que yo te he temido...
LOPE
PADRE:
Habrá
mentido; yo lo diré,
no lo digáis vos.
LOPE
HIJO:
Si fue
de ti pronunciado ya,
en nombre suyo, ya aquí
verme importa satisfecho.
¡Toma, caduco!
Dale un bofetón a su padre, y cae [éste]
VICENTE:
¿Qué has hecho?
LOPE PADRE: ¡Caiga el cielo sobre
ti!
A él hago testigo yo
que es su causa la primera.
TODOS:
Todos te ayudamos. ¡Muera
el que a su padre ofendió!
Éntranse riñendo todos con don LOPE HIJO
VICENTE:
Yo solo confuso aquí
ni ofensa o defensa trato.
Señor, levanta.
LOPE
PADRE:
¡Hijo ingrato,
caiga el cielo sobre ti!
Esas espadas que van
vengando la ofensa mía,
rayos sean este día
contra tu vida! Y sí harán;
que para ejemplo en los dos,
tú muriendo y yo llorando,
rayo es el acero, cuando
venga la causa de Dios.
La mano que me pusiste
sobre aquesta blanca nieve
¿cómo a sustentar se atreve
agravios que al cielo hiciste?
Y él, viendo mis desconsuelos
en tragedia tan extraña,
¿cómo sus luces no empaña,
cómo no rasga sus velos
y con iras no deslumbra
el aire que te alimenta,
la tierra que te sustenta
y el resplandor que te alumbra?
VICENTE:
Señor, la capa y sombrero
toma; yo te la pondré,
y el báculo.
LOPE
PADRE:
¿Para qué,
si es de palo y no de acero?
Mas yo le tomaré, sí;
que ofensas de un bofetón
palos quien las venga son;
y si él con un padre aquí
piadoso en el [s]uelo está,
mejor yo, según colijo,
puedo estarlo con un hijo
tirano. El palo me da,
para vengarme con él.
Mas ¡ay de mí! que es en vano,
pues al tomarle en la mano
el pie me falta. ¡Oh crüel
Fortuna! ¡Oh desdicha fuerte!
¿Cómo me podré vengar
si aquél, que me ha de ayudar
a sustentarme, me advierte
que, armado en la tierra dura,
sólo ha de irme aprovechando
de aldaba con que ir llamando
a mi misma sepultura?
VICENTE:
Repórtate; echa de ver
que en ti reparando va
toda la gente.
LOPE
PADRE:
Pues ya
qué tengo yo que perder?
En mí adviertan todos, sí;
sepan que hombre infame soy,
pues a quien el ser le doy
me quita el honor a mí.
Hombres, miradme; yo he sido
aquel mísero infelice
que me ha deshecho quien hice
y, de mi sangre ofendido,
vengarme en mi sangre trato.
No sólo al cielo, que fue
juez supremo, pediré
justicia de un hijo ingrato,
pero a vosotros también,
y al rey pedírsela intento,
dando suspiros al viento.
VICENTE: Considera
que no es bien
por las puertas de palacio
entrar de aquesa
manera.
LOPE PADRE: A las del cielo quisiera
vencer el inmenso espacio.
¡Rey don Pedro de Aragón,
cristiano monarca, a quien
llama el sabio justiciero
y
el ignorante, crüel!
Salen el REY, don MENDO y criados
REY:
¿Quién me llama?
LOPE
PADRE:
Un desdichado
que, arrojado a vuestros pies,
justicia, señor, os pide.
REY:
Ya os conozco, Lope; pues,
usando de mi piedad,
a vuestro hijo perdoné,
estando ya condenado.
¿Qué queréis?
LOPE
PADRE:
Que no lo esté,
para que veáis, señor,
cuánto soy vasallo fiel;
que voz que os pidió piedad,
justicia os pide también.
Mi hijo, si es que es mi hijo
(perdone Blanca esta
vez; Aparte
Blanca, con cuya virtud
aun no es puro el rosicler
del sol, que al verla ha dejado
de lucir y parecer),
hoy contra Dios, vos y yo,
de Dios, de padre y de rey,
porque le reñí, faltando
al cuarto precepto qué,
tras los del culto de Dios
es el primero después,
puso en mi rostro la mano;
e imposible de tener
venganza, criminalmente
me querello ante vos de él;
pues cuando yo os la pedí
la piedad en vos hallé,
ahora que os pido justicia,
señor, no me la neguéis;
porque apelaré a los cielos
de vos a que me la den.
Vea el cielo y sepa el mundo
y escuchen los hombres qué
hijo que crüel procede
hace a su padre crüel.
Vase
REY:
¡Mendo!
MENDO:
¿Señor?
REY:
Pues que sois
mi Justicia Mayor, ved
que a vos esta causa os toca.
Mi autoridad, mi poder
empeñad en que se prenda
este
hombre y, sin que lo esté,
a mis ojos no volváis.
MENDO:
Al punto, señor, iré
a hacer cuantas diligencias
me sean posibles de hacer.
REY:
Mirad que me importa ya
más que presumís.
MENDO:
¿Por qué?
REY:
Porque me ha dado este caso
hoy que discurrir, al ver
que, en las pasadas edades,
no ha habido en el mundo rey
ante quien jamás se diese
igual querella.
Vase
MENDO:
¿Qué haré?
Terrible imaginación,
¿qué me quieres? Dejamé;
que yo te doy la palabra
de averiguar y saber
que ni aquél es hijo de éste,
ni éste es el padre de aquél.
FIN DE LA JORNADA SEGUNDA