ACTO SEGUNDO
Salen don JUAN, don ALONSO y MOSCATEL
ALONSO: De buena salimos.
MOSCATEL:
Yo
soy
el que salí de buena
y
entré en mala, pues me vi
ya de
la muerte tan cerca.
JUAN: Determinarme yo a entrar,
viendo la ocasión tan cierta,
tras
don Pedro, fue tu dicha.
MOSCATEL: Y aun la tuya, pues si dejas
de
entrar, confieso de plano.
ALONSO: ¿Eso dices?
MOSCATEL:
Y aun lo hiciera
mejor
que lo digo.
ALONSO:
Mira,
don
Juan, si amando hay quien tema.
JUAN: Pues ¿un amante es cobarde?
MOSCATEL: Mucho más, por ver que arriesga
una
vida que no es suya,
sino
de su hermosa prenda;
y si
es deuda de un amante
en su
servicio perderla,
ya es
de amor estelionato
hipotecarla a otra deuda.
ALONSO: Ya que por don Juan te sufro
esta
locura, este tema,
y
hemos todo el día tratado
de tus disgustos y penas,
este rato que el pesar
firma, si no paces, treguas,
hablemos de tus amores
otro
poco; ya que es fuerza
sufrirlos, hagamos de ellos
entretenimiento. Cuenta,
Moscatel, quién es tu dama,
y en
qué estado estás con ella.
MOSCATEL: En qué estado
diré;
quién
es, no.
ALONSO:
Pues ¿qué recelas?
MOSCATEL: Tu condición.
JUAN:
¿No soy yo
seguro?
MOSCATEL:
No hay cosa cierta.
ALONSO: Verdad es que yo he
tenido
por opinión siempre cuerda
que,
para una vez, no hay
mujer
mala, ni comedia,
como
ni para dos veces
comedia ni mujer buena.
Verdad es que, en mi concepto,
todas, hay por qué quererlas,
y todas, por qué dejarlas;
y esto bien claro lo prueba
el
refrán: "no vivirás
ni
con ella ni sin ellas."
Verdad es que la casada
por
fruta vedada, alegra
bien,
como también por fruta
agridulce la doncella.
Y
pues que de frutas va,
la
viuda a mí me contenta,
por
fruta sin hueso, como
me
refrena la soltera,
porque, a dos favores, es
la
soltera fruta injerta;
la
fregona, porque es fruta
más
barata, aunque más puerca;
y a
las demás del rebusco,
¡lavarlas para comerlas!
Pero
aunque esta condición
tras
su variedad me lleva,
no
por eso a los amigos
falta
la correspondencia.
MOSCATEL: Aunque más digas ni hagas
de
esta fruta culebresca,
el
querubín es mi amor,
que
de ti me la defienda.
ALONSO: Pues vaya, ¿en qué estado estás?
MOSCATEL: Que venturoso merezca
alguna esperanza, quiso
mi
amor.
ALONSO:
¡Agora te diera
más
de dos mil bofetadas
de
buena gana! ¿Qué quieras,
don
Juan? ¿Que yo sufra un loco
decir
cosas como éstas?
¿Qué
esperanza ni qué amor
entre
quien almohaza y friega?
JUAN: Así se conserva el mundo.
ALONSO: Sí, mas con malas conservas.
Sale INÉS, tapada, con un papel
INÉS: ¿Señor don
Juan?
JUAN:
¿Quién me llama?
INÉS: Yo soy.
JUAN:
Vengas norabuena,
Inés.
INÉS:
Para haberte hallado
he
dado en Madrid mil vueltas.
JUAN: ¿Qué ha sucedido, que así
vienes?
MOSCATEL:
(Inesilla es ésta; Aparte
quiera el cielo que mi amo
no la
atisbe ni la vea).
INÉS: A darte aqueste papel
he
venido. Adiós.
JUAN:
Espera;
le
leeré.
Lee don JUAN, y entretanto se pone MOSCATEL en medio de
don ALONSO e
INÉS
ALONSO:
(No tiene, a fe, Aparte
mala
cara la mozuela).
MOSCATEL: ¡Vióla! No daré un ochavo
por
mi honra toda entera.
ALONSO: Oye, Moscatel.
MOSCATEL:
¿Señor?
ALONSO: Si como esta moza fuera
la
tuya, te disculpara,
si
hay disculpa que amor tenga.
MOSCATEL: (Celos, vamos poco a poco;
Aparte
no
matéis con tanta priesa).
¿Ésta
te parece bien?
ALONSO: Pues ¿no es bien hermosa ésta
para
fregona?
MOSCATEL:
No es
sino
muy mala y muy fea.
Si
vieras, señor, la mía,
pondría el alma que dijeras
que
era el pecado nefando,
si
entraba en su competencia.
ALONSO: ¡Viven los cielos, que
mientes!
JUAN: Ya he leído.
ALONSO:
¿Y qué hay?
JUAN:
Mil quejas
de
Leonor, y en fin me avisa
que
bien puedo ir a verla,
que
no hay sospecha de mí
por
una industria -- cuál sea
no
dice -- . Después de todo,
yo
volveré a daros cuenta.
Vamos, Inés.
Vase don JUAN
ALONSO:
Moscatel,
no la
dejes ir, deténla.
MOSCATEL: (¿Esto más,
celos?) Aparte
ALONSO:
¡Ah, hermosa!
INÉS: ¿Qué quieres?
ALONSO:
Veros quisiera
yo
esa buena cara.
MOSCATEL:
(¡Ay, cielos!)
INÉS: Hay mucho que
ver en ella,
y no vengo tan despacio.
ALONSO: Yo la sabré ver apriesa.
MOSCATEL: (Y aun dejar de verla y todo). Aparte
Salen
don LUIS y don DIEGO
DIEGO: La crïada suya es ésta.
LUIS: Desde su casa le he visto
salir, y vengo tras ella
por
ver si para Beatriz
darla
un recado pudiera.
INÉS: (No sé lo que
Moscatel Aparte
me
quiere decir por señas).
DIEGO: Con don Alonso de Luna
habla.
LUIS:
Cierta es mi sospecha;
que
venir una crïada
de
Beatriz de esta manera
a
buscarle, estar él siempre
en su
calle y a sus rejas
con
el otro amigo suyo,
mirar
que cuando se aleja
se
quedan los dos hablando,
no es posible que no sean
lances de amor.
DIEGO:
¿Qué queréis
hacer?
LUIS:
Que aquí no me vean,
que
no tengo yo favores
para
que empeñarme pueda,
y
reñir un desvalido
es
valentía muy necia.
DIEGO: Decís bien, y quizá mienten
los viles celos que os cercan.
LUIS: Nunca son
viles los celos,
don Diego.
DIEGO:
Opinión es nueva.
LUIS: ¿Hay más nobleza que hablar
verdad? Pues esta nobleza
sólo
los celos la tienen,
porque no hay celos que mientan.
Vanse don DIEGO y don LUIS
INÉS: Bien está. Adiós, que es
muy tarde.
ALONSO: Dejas que vaya siquiera
con
vos aquese crïado.
No
vais sola.
INÉS:
Norabuena;
venga
el crïado conmigo.
MOSCATEL: (¡Que esto escuche! ¡Que esto vea!)
ALONSO: Moscatel.
MOSCATEL:
¿Señor?
ALONSO:
Escucha:
Inés
me ha dado licencia
para
que en mi nombre vayas
hasta
su casa con ella;
ve, y
dirásla en el camino
que
como tal vez se venga
a
casa, no faltará
algún
regalo que hacerla.
MOSCATEL: ¿Es posible que tal dices?
ALONSO: Sí, que si en su amor ya es fuerza
acompañar a don Juan,
no es
muy mala conveniencia
tener
quien aquel instante
también a mí me entretenga.
MOSCATEL: Yo se lo diré.
ALONSO:
En los trucos
te
aguardo con la respuesta.
Vase don ALONSO
MOSCATEL: (¡Quedamos buenos,
honor!) Aparte
INÉS: Vamos,
Moscatel, ¿qué esperas?
MOSCATEL: Vamos, Inés.
INÉS:
Pues, ¿tan triste
conmigo vas, que aun apenas
alzas
a verme la cara?
¿Qué
es aquesto?
MOSCATEL:
¡Ay, Inés bella!
¡Ay,
dulce hechizo del alma
qué
de cuidados me cuestas!
INÉS: ¿Qué tienes?
MOSCATEL:
Amor y honor.
Quiero y sirvo, y hoy es fuerza
entre mi dama y mi amo,
que
no sirva o que no quiera.
INÉS: No entiendo tus disparates.
MOSCATEL: Pues yo haré que los entiendas.
Don
Alonso, mi señor,
te
vio, Inés, y a Dios pluguiera
que
antes cegase, aunque yo
el
mozo de ciego fuera.
Vióte, Inés, ¡ay Dios!, y al verte
fue
precisa consecuencia
quererte; no tanto, Inés,
por
tu infinita belleza,
como
por su amor finito,
que
eres, al fin, cara nueva.
Conmigo a decirte envía...
(Aquí
se turba mi lengua,
aquí
la voz se suspende,
y aquí los sentidos tiemblan).
Con más afectos, que cuando
Prado
hizo al rey de Suecia
dice
que si vas, Inés,
a
verle, tendrás (¡qué pena!),
si es
por la mañana, almuerzo,
si es
por la tarde, merienda.
Bien
veo que es la mayor
infamia y mayor bajeza
de un
amante ser tercero
(¡un
volcán soy, soy un Etna!)
de su
dama; mas también
veo
que es mayor afrenta
ser
desleal a su dueño.
Y
así, entre una y otra deuda,
amigo, amante y leal,
cumplo con que de mí sepas
que
él te quiere, y yo lo lloro,
porque al fin, de esta manera,
tu amor digan y mis celos
tu alegría y mi tristeza.
INÉS: ¡Grosero, descortés, loco!
Detén
esa aleve lengua,
que
no sé, no sé que has visto
en mí
para que te atrevas
a
hablar con tal libertad
a una
mujer de mis prendas.
Dile
a tu amo, villano,
que
soy quien soy, y no tenga
pretensiones para mí;
que
de cualquiera manera
iré a
servirle a su casa,
porque
yo no soy de aquellas
mujercillas que se pagan
en
almuerzos y meriendas,
que
soy moza de capricho,
y eso
le doy por respuesta.
MOSCATEL: ¿Eso dices?
INÉS:
Eso digo;
y
presto de aquí te ausenta,
no te
vean en mi casa,
mira
que ya estamos cerca.
MOSCATEL: En fin, ¿te vas enojada?
INÉS: No me sigas, no me veas.
MOSCATEL: Obedecerte es forzoso.
Pues
tan triste, Inés, me dejas,
"Bien podéis, ojos, llorar,
no lo
dejéis de vergüenza."
Vase MOSCATEL
INÉS: Aquésta es mi casa; el manto
me he
de quitar a la puerta,
que
para esto solamente
creo
que en las faldas nuestras
usamos los guardainfantes.
Ahora, aunque mi ama la necia
me
haya echado un rato menos,
no
sabrá que he estado fuera.
Nadie
de ustedes lo diga,
que
los cargo la conciencia.
Vase
y salen don JUAN y LEONOR. Luego vuelve a salir INES
LEONOR: Esta mentira ha sido
la
que nuestro cuidado ha divertido.
JUAN: Fue del ingenio tuyo,
que
con eso que fue sutil arguyo.
LEONOR: Ya del todo perdida
la
vida, restauré en parte la vida,
pues
lo que era evidencia
puse
con el engaño en contingencia;
que
no es pequeño aviso
saber
hacer dudoso lo preciso.
JUAN: Tu padre, en fin, ¿de
entrambas sospechoso
quedó?
LEONOR:
Tanto, que anda cuidadoso,
yendo
a casa y viniendo,
escuchando a la una, a la otra oyendo.
Hasta
aquí no ha sabido
cúyo
el papel, ni para quién ha sido,
porque Inés, que tenía
sola
noticia de la culpa mía,
sin
que a decirlo acuda,
dejó
en su fuerza la primera duda.
INÉS: Yo no dije que era
el
papel de Beatriz, porque pudiera
el
papel desmentirme,
y así
en lo que dijiste estuve firme.
JUAN: Dicha fue que viniera
el
papel de manera
que a
entrambas convenía,
que
bien se acuerda le memoria mía
de
que no te nombraba
y de
que escrito de otra letra estaba.
Pero
dime, ¿qué ha hecho
Beatriz al testimonio?
LEONOR:
Yo sospecho
que,
sujeta al indicio,
si
juicio tiene, ha de perder el juicio,
pues sobre
su melindre y su locura
tan
vana de su ingenio y hermosura,
verse
indiciada tanto
de
una sospecha, la convierte en llanto.
Y
estoy, don Juan, gustosa de manera
de
verla así, que diera
porque
fuera verdad y no fingido
el
amor que en su culpa he introducido
la
vida.
INÉS: Piensa
tú, señor, qué haremos
por
llevar adelante sus extremos.
LEONOR: De nuestro amor industria lisonjera
el
divertirla y el culparla fuera,
pues
con eso dejara
de
perseguirme a mí, y ella callara.
JUAN: Ahora bien: pues yo
quiero
de
esta venganza tuya ser tercero,
y
trayendo conmigo
para
que la entretenga un cierto amigo,
haré... pero ella viene
después lo oirás, que aquí callar conviene.
LEONOR: Pues vete, no te vea;
que
aunque aquesta sospecha en ti no sea
a
toda ley, bien creo
que
es mejor desvelar nuestro deseo.
JUAN: Pues adiós,
Leonor bella.
INÉS: ¡Santiago y cierra,
España! ¡A ella, a ella!
Vanse INÉS y don JUAN y sale BEATRIZ
BEATRIZ: Aquí, que Fénix estoy
-- porque
en fin la fantasía
hace
y no hace compañía --
soliloquiar quiero hoy
en
qué infelice soy
y en
qué horóscopo nací;
pues
siendo mi honor en mí
sol
que el día iluminó,
el eclipse padeció,
y yo el efecto sentí.
Entre mi nombre y mi ardor,
con
epiciclo confuso,
el
cuerpo opaco me puso
la
mentira de Leonor.
LEONOR: ¿Qué me quieres?
BEATRIZ:
Es error,
aunque a solas te he nombrado,
fantasear que te he llamado;
que
si el nombrar es llamar,
hoy
desvía con nombrar
al
contrario mi cuidado.
LEONOR: Pues ¿por qué crüel
conmigo
tu
voz a solas se emplea?
BEATRIZ: ¿Por qué? ¿Me interrogas? Sea
tu
mendacio tu castigo.
¿Tú
no fuiste, amor testigo,
la
escrita?
LEONOR:
Sí.
BEATRIZ:
¿Tú no fuiste
la
que al paterno dijiste,
al
fin, que era para mí
el
lineado papel?
LEONOR:
Sí.
BEATRIZ: ¿Tú no fuiste quien hiciste
tan valida la mentira
que
embelecó a la verdad,
acuado su puridad?
LEONOR: Sí, Beatriz.
BEATRIZ:
Pues, ¿qué te admira
lamentar tu fraude?
LEONOR:
Mira
lo
que tu enfado causó;
que
no lo inventara, no,
si tú
ayudaras mi engaño;
mas
ya sucedido el daño,
Beatriz,
primero era yo.
Negarte a solas no quiero
que
mía la culpa fue,
pero
tampoco querré
confesársela a un tercero.
Yo
amo, yo adoro, yo muero
de
amor... (¡Mi padre, ay de mí!) Aparte
Sale al paño don PEDRO por las espaldas de BEATRIZ, y
cara a cara
de LEONOR; ella le ve, y él se encubre
PEDRO: "Yo muero de amor"
oí
Aparte
a
Leonor.
LEONOR:
(Cure mi error Aparte
mi
vos). ¡"Yo muero de amor"
dices
delante de mí!
¡"Yo quiero"!
PEDRO:
(¿Esto llego a ver?) Aparte
LEONOR: ¡"Yo amor"!
BEATRIZ:
¿Aquesto llego a oír?
LEONOR: ¿"De amor muero" ha de decir
una
principal mujer?
Mi
padre lo ha de saber;
que
aunque tú me has dicho aquí
que a
él no, pero a mí sí
lo
confiesas, brevemente
lo
sabrá.
BEATRIZ:
¿Qué dices?
LEONOR:
Tente;
no te
apropincues a mí.
BEATRIZ: El concepto dificulto
de tus extremos, Leonor.
LEONOR: No me empañes el candor
de mi castísimo bulto.
BEATRIZ: ¡Qué mudanza!
LEONOR:
¿Tal insulto
pronunciar tu lengua osa?
PEDRO: (Leonor es la
virtüosa). Aparte
BEATRIZ: Oye, hermana.
LEONOR:
Aqueso no,
que
tener no puedo yo
hermana libidinosa.
Vase LEONOR
BEATRIZ: ¿Quién tales extremos vio?
¿Quién vio tales sentimientos?
¿Quién vio tales fingimientos
de un
instante a otro?
PEDRO:
Yo.
Yo los vi, Beatriz, y no
en vano el cuidado ha sido
que
con las dos he tenido.
[................
.................
................. -ido].
BEATRIZ: Señor, ¿tú estabas aquí?
PEDRO: Sí, sí, Beatriz, aquí estaba.
BEATRIZ: ¿Oíste a Leonor lo que hablaba?
PEDRO: Lo que hablaba a Leonor oí.
BEATRIZ: Luego, ¿ya estarás de mí
desengañado?
PEDRO:
Sí estoy,
pues he llegado a ver hoy
que una hermana menor pueda
reñirte.
BEATRIZ:
¡Que tal suceda!
Infausta y crinita soy.
PEDRO: ¿Qué crinita, ni
qué "infasta"?
BEATRIZ: Señor...
PEDRO:
Beatriz, bueno está;
basta
lo afectado ya,
lo
enfadoso, Beatriz, basta;
que
es lo que más te contrasta
para
que vencida quede
tu
opinión. Bien verse puede,
si a
hablar así te acomodas,
que
quien no habla como todas,
como
todas no procede.
Yo sé que el cuidado ha sido
y el
papel de un caballero
bachiller y chocarrero,
leve
y mal entretenido,
y que
le quieres he oído
cuando Leonor te reñía.
Culpa
ha sido tuya y mía,
mas remediarélo yo;
aquí el estudio acabó,
aquí dio fin la poesía.
Libro en casa no ha de haber
de
latín, que yo no alcance;
unas
Horas de romance
le
bastan a una mujer.
Bordar, labrar y coser
sepa
sólo; deje al hombre
el
estudio, y no te asombre
esto;
que te he de matar
si
algo te escucho nombrar
que
no sea por su nombre.
BEATRIZ: Subordinada al respeto,
girasol de tu semblante,
en
estilo relevante
no
frasificar prometo.
Deja,
empero, a tu conceto
desvanecer la apariencia
que
el engaño hizo evidencia,
que
hizo caso la malicia,
queriendo con su injusticia
captar su benevolencia.
PEDRO: ¡Perdiendo,
Beatriz, el vicio,
bien
enmendada te veo!
BEATRIZ: ¡Por tu anticipata...!
PEDRO:
Creo
que
hoy me has de quitar el juicio.
Vanse. Salen don ALONSO y MOSCATEL
ALONSO: ¿Eso la pícara dijo?
MOSCATEL: De tu amor tan ofendida,
como
si fuera hija Inés
del
Preste Juan de las Indias,
"Decid" dijo, "a vuestro dueño
que
de mi valor no vista,
que
soy grande para dama,
y
para esposa soy chica."
ALONSO: Eso a reyes de comedia
no
hay condesa que no diga
de
Amalfi, Mantua o Milán,
mas no las de Picardía.
Si a mí se me diera algo,
fuera
la historia muy linda,
porque no hay cosa que tanto
me canse y me dé mohina
como ver una fregona
que a
lo dama se resista.
¡Válgate el diablo, picaña!
¿Cómo
no tienes a dicha
que
te hable un hombre que al fin
trae
una camisa limpia?
MOSCATEL: Señor, cada ropa blanca
su
semejante codicia.
ALONSO: Y ¿qué te pasó con Celia?
MOSCATEL: Estaba a su celosía
asomada, y aun borracha,
pues
dijo por qué no ibas
a
verla, y esto, señor,
en
juicio no lo diría,
porque ¿cómo has de ir a verla,
si ya la viste ha tres días?
ALONSO: Mi firmeza me destruye,
porque todas imaginan,
siendo galán al quitar,
que
lo he de ser de por vida.
Pues
mejor es lo que a mí
me ha
pasado; como iba
en un
coche doña Clara,
llamóme, lleguéme a oírla,
y
díjome que a la tarde
(¡ahí
es una niñería!)
le
enviase veinte varas
de
lama, porque quería
hacer
en mi nombre una
pollera, y a media risa
pregunté de qué color.
Respondió que de la mía,
y así
al propósito hice
de
repente esta quintilla:
"De mi color, bien mi amor
dar
la pollera quisiera;
mas
es tanto mi temor
que
no me dejas color
de
qué hacerte la pollera."
Con
esto me descarté
de la
lama.
MOSCATEL:
Linda finca
es un
desenfado.
ALONSO:
¿Cómo?
MOSCATEL: Como paga a chanza vista.
ALONSO: ¿No sabes lo que en aquesto
más
me mata, más me admira?
Que
usándose hombre que nieguen,
se
usen mujeres que pidan.
MOSCATEL: Piden por su devoción.
(¡Qué
presto de Inés se olvida! Aparte
Celos, adiós).
ALONSO:
Moscatel.
MOSCATEL: ¿Señor?
ALONSO:
¿Quieres que te diga
una
verdad?
MOSCATEL:
Si contigo
lo
puedes acabar, dila.
ALONSO: La Inesilla me ha picado.
MOSCATEL: ¿Tan aguda es la Inesilla?
ALONSO: Y por hacer burla de ella
solamente, he de rendirla.
Allá has de volver.
MOSCATEL:
¿Yo?
ALONSO:
Sí.
MOSCATEL: (Celos no adiós tan
aprisa). Aparte
Sale don JUAN
ALONSO: Y dirás...
JUAN:
¡Gracias al cielo
que
os traigo nuevas un día
de
contento, porque amor
no
siempre ha de ser desdichas!
Ya cesaron sus disgustos,
sus pesares, sus rencillas,
que, como es niño, el semblante
que
ayer fue llanto, hoy es risa.
Ayer
de vuestro valor
me
valí, cuando tenía
empeños de honor, y agora
que
han mejorado de dicha,
me he
de valer, don Alonso,
de
vuestra cortesanía,
buen
gusto y sutil ingenio,
porque en dos iguales líneas
los dos extremos toquéis
del pesar y la alegría.
ALONSO: Pues bien, ¿qué os ha sucedido?
JUAN: De cuanta culpa tenía,
Leonor hizo a Beatriz dueño,
cautelosa y prevenida;
dudó
el padre entre las dos
cúya
fuese la malicia,
y
quedó por fe dudosa
la
que era culpa precisa.
Para
ayudar este engaño
con
Beatriz y divertida,
que
si hay envidia entre hermanos,
es la
más crüel envidia,
me ha
pedido que con ella
algún
nuevo amante finja,
porque la importa en extremo
o
culparla o divertirla.
Y
aquéste habéis de ser vos,
ayudándoos ella misma
a la
entrada de su casa.
Y
así, desde aqueste día
la
habéis de asistir, pasear,
adorar su celosía,
solicitar sus crïadas,
donde
saliere, seguirla,
escribirla...
ALONSO:
Deteneos,
que
ni hablarla, ni servirla,
ni
pasearla, ni mirarla
sabré
yo hacer en mi vida.
¿Yo
mirar a una ventana
embobado todo el día,
haciendo el amor ardiente
a un
cántaro de agua fría?
¿Yo
sobornar a una moza,
porque mis penas la diga?
¿Yo
abrazar un escudero
con
la barba hasta la cinta?
¿Yo
seguir a una mujer
ni
saber dónde va a misa,
ni si
la oye?, que al fin, yo,
don
Juan, en toda mi vida
la he
averiguado a mi dama
si
tiene o no tiene crisma;
y ellas se huelgan, pues todas
niegan dónde se bautizan.
¿Yo
escribir papel tan cuerdo
que
mil locuras no diga,
donde
el retozar no ande
entre
el afecto y la dicha?
¿Yo
parlar a una ventana
después de una noche fría,
para
pedir una mano?
¿Yo
sufrir que muy esquiva
me
responda "es de mi esposo,"
y con
aquesta porfía
me
ande con su doncellez
dando
en cara cada día?
¡Vive
Dios, que antes me deje
morir, que a una mujer siga,
ni
solicite, ni ronde,
ni
mire, ni hable, ni escriba!
Porque en no teniendo yo
libre
entrada a mis visitas
donde
tome mi despejo
a la
primera vez silla,
la
segunda taburete
y al
tercera tarima,
siendo mi lecho el estrado
y mi
almohada una rodilla,
y
haciéndola que me rasque
la
cabeza si me pida,
no daré por cuanto amor
hay en el mundo dos higas.
Y mirad, pues, qué mujer
tan chistosa y entendida
me
traéis; una mujer
que
habla siempre algarabía,
y sin
Calepino
no
puede
un hombre entrar a oírla.
Y
así, mirad si traéis
algún
disgusto en que os sirva,
que
voto a Dios que primero
con
diez hombre legos riña
que
con una mujer culta
que
ha de ser la dama mía,
como
fïanza, abonada,
sobre
lega, llana y lisa.
JUAN: En la corta, don Alonso,
¿cada
día no se mira,
por
hacer tercio a un amigo,
enamorar a una amiga?
ALONSO: También se mira, don Juan,
en la
corte cada día
perder uno su dinero
por
hacer tercio a una rifa.
JUAN: Yo no quiero que tu amor
sea,
sino que le finjas,
que
esto todo ha de ser burla.
ALONSO: Mucho el ser fingido obliga,
y
hacer burla de una loca
tan
vana y tan presumida...
MOSCATEL: (¡Qué presto hizo la razón Aparte
a la
ocasión que le brinda!
Tan
loco nos venga el año.
ALONSO: Cuanto sea engaño y mentira,
vaya;
mas pensar que tengo
de
obligarla ni sufrirla,
es
pensar un imposible.
JUAN: Ni nadie a aqueso os obliga.
ALONSO: Pues desde aquí empiezo a amarla.
JUAN; Vamos a su casa misma,
y en
el camino os diré
de
ella cosas conocidas
que
importan, y haré que entréis
a
hablarla.
ALONSO:
Vamos aprisa,
que
ya, de pensar, don Juan,
lo
que hoy a las burlas mías
han
de responder sus veras,
me
estoy muriendo de risa.
MOSCATEL: Quiera amor no pare en llanto.
ALONSO: ¿Qué llanto, necio, si miras
que
todo es burla?, pues sólo
mi
libertad solicita
hacer
buen tercio a don Juan,
vengar a Leonor divina,
burlar a Beatriz hermosa
y
retozar a Inesilla.
MOSCATEL: (No será, no, sino echarse Aparte
con
la carga de mis dichas).
Vanse. Salen BEATRIZ e INÉS
INÉS: Grande es,
señora tu melancolía.
BEATRIZ: ¿Cómo no ha de ser grande, y más si es mía?
¨Y
harta razón no tengo,
pues
por Leonor con mi ascendiente vengo
a
padecer calumnias de que amo,
cuando la misma ingratitud me llamo?
¿Yo,
pensar que he escuchado a un hombre amores,
que
admití un papel, que di favores,
que
entró en mi cuarto abriendo una fenestra,
que
fue el tacto la nube de mi diestra?
Cosas
son que el escrúpulo más leve
dentro de mí, ni aun a pensar se atreve.
Y
así, aqueste retiro,
donde
la luz del sol apenas miro,
lúgubre será esfera
en
que, engañando lo que vivo, muera.
Estancia será esquiva
en
que, burlando lo que muero viva.
El
sol, Narciso de carmín y grana,
desde
el primer fulgor de la mañana
al
paroxismo de la noche fría
adonde espera el parangón del día,
no me
ha de ver la cara,
si ya
con luz no se penetra avara
a
esta mansión adonde
mi
profanado pundonor me esconde.
Lloren aquí mis ojos
sinónimos neutrales, digo, enojos
de torpes desvaríos,
que son ajenos, y parecen míos.
Inés, ¿no me he quejado
en
bien humilde estilo, en bien templado?
Si mi
padre me oyera,
¡Oh,
cuánta enmienda en mis discursos viera!
INÉS: Mucha, aunque del tema
reformado
algunas palabrillas te han sobrado.
BEATRIZ: Dime cuáles han sido.
INÉS:
"Lúgubres" y "crepúsculos" he oído,
"equívocos", "sinónimos
neutrales",
"fenestras", "paroxismos" y otros tales
de
que yo no me acuerdo.
BEATRIZ: ¡Con la estulticica que hay, el juicio
pierdo!
Pues ¿ésas no son voces de cartilla,
que un portero las sabe de la villa?
Mas
desde aquí prometo
que
calce mi conceto
a
pesar de Saturno,
vil
zueco, en vez de trágico coturno.
INÉS: (Enmendándose
va). Aparte
BEATRIZ:
Y tú, si me oyeres
frase
negada a bárbaras mujeres,
por
ver si en esto topa,
tírame de la manga de la ropa.
INÉS: La concesión aceto,
y ser
fiscala de tu voz prometo.
Salen LEONOR, don ALONSO y MOSCATEL
LEONOR: Ésta es Beatriz, y puesto que has venido
a
divertirla, su galán fingido,
hablar aquí podrás seguramente;
yo,
atenta a que no haya inconveniente,
con
don Juan allí hablando,
hoy
las espaldas te estaré guardando.
Vase LEONOR
ALONSO: (¿Quién creerá que he
tenido
mudo el amor, aun siendo amor fingido?
INÉS: Moscatel, ¿qué es aquesto?
MOSCATEL: La droga introducir que se ha dispuesto.
INÉS: ¿Para qué entras tú acá?
MOSCATEL:
¿Para qué? Amo,
y no
has de estar a tiro de mi amo
sin
escucha.
BEATRIZ:
Inés, ¿qué es esto?
INÉS: Un hombre, señora, es
que
hasta aquí se ha entrado.
BEATRIZ: ¡Un hombre en mi cubículo! ¿Qué haces?
INÉS: Tirarte de la manga.
BEATRIZ:
¡Necio intento!
Detén, que sólo digo en mi aposento.
ALONSO Hermosa Beatriz,
la voz
no
des al aire, no des
al
cielo quejas, hüidas
de la
prisión del clavel.
Oye
piadosa mis ansias
sin
enojarte, porque
no
siempre fue de lo hermoso
patrimonio lo crüel.
BEATRIZ: ¿Andáis por antonomasias?
INÉS: Dos veces tiro.
BEATRIZ:
¡Está bien!
Atrevido caballero,
-- que
te has osado a romper
la clausura
donde el sol,
que
fénix y hoguera es,
si
tal vez entra atrevido,
sale
cobarde tal vez;
y a
no traer por disculpa
que
me viene el día a traer,
no
osara donde estoy yo
a
entrar en átomos él -- ,
¿qué
atrevimiento, qué audacia
rige
tu alevoso pie?
¿Qué
osadía, qué ardimiento
te ha
conducido, bajel
derrotado, a investigar
enjutos piélagos, que
surcó
tarde, mal o nunca
racional piloto? Pues
en Sirtes de mi recato,
Escilas de mi desdén,
en Caríbdis de mi honor,
sólo has de hallar, has de ver
o para que a fondo vayas,
o
para dar al través
cuatro o seis desnudos troncos
de
dos escollos o tres.
INÉS: (Aquí
empiezan sus engaños). Aparte
MOSCATEL: (Él mismo vaya con
él) Aparte
ALONSO: Peritísima Beatriz,
Beatriz, dulce enigma en quien
vive
de más el hablar
o de
más el parecer,
pues
a una deidad le sobra
que
hermosa en extremo es
ser
en extremo entendida;
no
admires de salto que
golfo
navegue, ignorando
-- naufragio
mi aliento, pues --
tu
discreción, tu belleza;
entre
el mirar y el saber
hurtar pude sitio al mar,
y mucho agradable en él.
INÉS: (También ha menester
éste Aparte
que
le tire Moscatel).
ALONSO: Yo soy aquel que dos años
viviente girasol fue
de la
luz de tu beldad;
fragrante al llegarte a ver
cuanto mustio al ausentarse,
que
entre el morir y el nacer
no
hubo más distancia que entre
si se
ve o si no se ve.
INÉS: (Atención, señoras mías; Aparte
entre
mentir o querer,
¿cuál
será lo verdadero,
si
esto lo fingido es?)
ALONSO: La causa hoy de este alboroto
es
haber hallado ayer
tu
padre el crïado mío
que
te traía un papel;
y
viendo la obligación
que
tengo a quien soy, osé,
temeroso de tu riesgo,
agora
que ocasión halle,
entrar hasta aquí.
BEATRIZ:
Deténte,
que
ya me incumbre saber,
aunque mi riesgo derogue
la
más inviolable ley,
qué
papel o qué crïado
aquése que dices fue.
ALONSO: El crïado, este crïado;
el
papel, aquel papel
que
abrió Leonor, siendo tuyo,
porque a ella se le dio Inés.
INÉS: Yo no se le di, que ella
me le
quitó sin querer.
BEATRIZ: ¿Tuyo era el crïado?
ALONSO:
Sí.
BEATRIZ: ¿Y tuyo el papel?
ALONSO:
También.
BEATRIZ: ¿Y para mí?
ALONSO:
Pues, ¿qué dudas?
BEATRIZ: Antes no dudo, pues sé
que
mi muerte y mi homicida
fuiste de mi paz, crüel
tirano, que introdujiste
enscrúpulos en mi fe.
Vuelve, vuelve las espaldas
de
piadoso, o de cortés,
que
solicitas mi muerte
si
aquí mi hermana te ve,
porque hará verdades hoy
los fingimientos de ayer.
INÉS: (¡Qué fácilmente creyó
lo
que él contó y yo afirmé!) Aparte
MOSCATEL: (En fin, no hay cosa más fácil Aparte
que
engañar a una mujer.)
BEATRIZ: Y no quieras más victoria,
de mi
vanidad, que ver
que
por ti lloran mis ojos,
que
puede, en efecto, hacer
costar lágrimas un hombre
sin
quererle una mujer,
que
no las lágrimas siempre
señas son de querer bien.
Vete.
ALONSO: (Más
lo deseo yo, Aparte
que
estoy ya para perder
el
juicio, pensando modos
para
responderte).
BEATRIZ:
No des
más
escándalo en mi casa,
que
basta el primero ser
que
concupiscible oí.
Tírale de la manga INÉS
No
tires más, déjame,
que
tienes traza, por Dios,
de
dejarme muda.
ALONSO:
En fe,
dïámetro al menos serte
no rehusa
aquesta vez
mi
opuesto planeta; quiero
obedeceros cortés,
pero
en sabiendo mi amor.
BEATRIZ: Pues adiós, que ya lo sé.
ALONSO: No se ha empezado muy mal.
MOSCATEL: Ni se ha acabado muy bien;
que
viene gente.
INÉS:
¡Ay, señora,
ir no
le dejes!
BEATRIZ:
¿Por qué?
INÉS: Porque al paso están hablando
Leonor, don Juan, y también
tu
padre.
MOSCATEL:
El padre es el diablo
de
estos enemigos tres.
BEATRIZ: Mi climatérico
día
es
hoy, ¡ay de mí!, si os ven,
porque contra mí los cielos
han
sabido disponer
evidencias que acreditan
culpas que no imaginé.
Para
el cuarto de mi padre
el
paso esta cuadra es;
no
podéis salir de aquí,
ni
allá dentro entrar podéis;
y
así, antes que aquí entren,
fuerza el esconderos es.
ALONSO: ¿Es comedia de don Pedro
Calderón,
donde ha de haber
por
fuerza amante escondido
o
rebozada mujer?
BEATRIZ: Esto conviene a mi honor.
ALONSO: ¿Yo me tengo de esconder:
MOSCATEL: Inés, mala burla es ésta.
INÉS: Y muy mala, Moscatel.
BEATRIZ: Esto he de deberos.
ALONSO:
(Cielos Aparte
considerad que no es bien
darme
tan fino el pesar,
siendo tan falso el placer).
BEATRIZ: ¿Qué esperáis?
ALONSO:
¿Qué he de esperar?
Saber
adónde ha de ser
donde
tengo de esconderme.
INÉS: Donde estar mejor podréis
es en
aquella alacena
de vidrios.
BEATRIZ:
Has dicho bien.
ALONSO: ¡Lindo búcaro del
duque
o de
La Maya seré!
¿Yo
en alacena de vidrios?
¡Voto
a Dios!
BEATRIZ:
Preciso es.
INÉS: Entrad.
ALONSO:
Sin un calzador
no es
posible.
INÉS:
Entra también.
MOSCATEL: ¿Es alacena de dos
como
mula de alquiler?
Éntranse en una alacena, québranse vidrios y salen don
PEDRO, LEONOR y don JUAN
INÉS: Mirad que
quebráis los vidrios.
PEDRO: Hola, unas luces traed
a
esta sala.
JUAN:
(¡Vive Dios, Aparte
que
no sé lo que he de hacer
si
halla a don Alonso aquí
don
Pedro! Que yo bien sé
que
no tiene el cuarto puerta
por
donde salir, y en fe
de
haberle empeñado yo,
y ser
mi amigo también,
no
sé, como llegue a verle,
qué
remedio puede haber).
LEONOR: (¡Oh, nunca hubiera inventado Aparte
la
venganza que busqué,
pues
empezando de burlas,
tan
de veras viene a ser!)
PEDRO: Aquestas noches,
don Juan,
¿a qué hora os recogéis?
JUAN: Temprano. (Aquesto es
decirme
que
me vaya, y fuerza es.
En
grande peligro dejo
a don
Alonso, por ser
mi
amigo; el estarme aquí
no es
posible; lo que haré
será
estar siempre a la mira
de lo
que ha de suceder).
Quedá
a Dios.
PEDRO:
Adiós. Alumbra
al
señor don Juan, Inés.
JUAN: No habéis de salir de aquí.
Va INÉS alumbrando, y vase don JUAN
PEDRO: Yo sé bien lo que he de hacer.
Vase don JUAN
LEONOR: (¿Adónde Beatriz
habrá, Aparte
pues yo no lo puedo ver,
a don
Alonso escondido?)
BEATRIZ: (¡Que tantos sustos me
dé Aparte
un
hombre que no conozco!)
Vuelven don PEDRO e INÉS con la luz; a tiempo que se
quiebra
un vidrio, déjase INÉS caer la luz
PEDRO: Entra aquesa luz, Inés,
en mi
cuarto.
LEONOR:
(Ahora sin duda Aparte
da en
su aposento con él).
PEDRO: Entrad conmigo las dos,
que
os tengo que hablar...mas ¿qué
es
aquello?
Déjase caer el candelero INÉS
INÉS:
El candelero
se me
cayó.
PEDRO:
¡Que no estés
nunca, Inés, en lo que haces!
INÉS: Sí estoy,
señor.
Vanse don PEDRO y LEONOR
BEATRIZ:
Oye, Inés;
pues
mi padre se recoge
tan
presto, haz al punto que
salgan de ahí aquestos hombres
sin
que lo llegue a entender
Leonor.
INÉS:
No lo entenderá.
Mas
dime cómo ha de ser,
que
mi señor no bajó
con
don Juan por ser cortés
tanto
como por cerrar
las
puertas.
BEATRIZ:
Procura hacer
que
salgan como pudieren.
Vase BEATRIZ
INÉS: Ya por donde salgan sé.
-- Mis aprensados señores,
bien desdoblaros podéis.
ALONSO: ¡Vive Dios, que si no fuera,
pícaro, por no sé qué,
que
te matara!
MOSCATEL:
No pude
más,
si los vidrios quebré,
que
eran vidrios, en efecto.
INÉS: Venid conmigo.
ALONSO:
¡Ay, Inés!
Si
fuera por ti el secreto,
fuera
empleado más bien.
MOSCATEL: No fuera sino es más mal.
ALONSO: ¿Qué ahora de temor
estés?
Vamos.
A INÉS
Mas, por no perder
ocasión, toma un abrazo.
MOSCATEL: (Cordero en brazos de Inés, Aparte
el
hombre le vio mil veces,
pero
sola aquesta vez
es el
abrazado el hombre
y el
cordero el que lo ve.
INÉS: Salgamos presto de aquí.
ALONSO: ¿Quién dice que no?
INÉS:
Que aunque
mi
señor cerró las puertas,
bien salir los dos podréis;
arrojaos sin que os sientan
por
este balcón. Ea, pues.
ALONSO: ¿Eso tenemos agora,
Inés? ¿Balconear, después
de
una alacena?
INÉS:
Esto es fuerza.
MOSCATEL: Y digas, la tal Inés,
¿es
muy alto?
INÉS:
Del segundo
cuarto no más; no aguardéis.
ALONSO: ¿Mas que me quiebro una
pierna?
Hombres que enamoráis, ved;
si
estos lances en quien ama
se
dejan aborrecer,
en
quien no ama, ¿qué será?
¡Mal
haya quien quiere bien!
Vanse
FIN DEL ACTO SEGUNDO