JORNADA SEGUNDA
Salen don ARIAS, don FÉLIX, don CÉSAR,
ALEJANDRO, LAZARO, de
noche
ARIAS: Buena noche.
ALEJANDRO: El sol parece
que quedó a la sombra negra
en pedazos dividido,
depositado en estrellas.
FÉLIX: La luna, embozado el rostro
entre pardas nubes, muestra
trémulos rayos de plata,
[haciendo] al sol
competencia.
LÁZARO: Cabal, sin faltarla un cuarto,
y sin cercenar la oblea,
por no ser luna vacía,
hoy quiso ser luna llena.
CÉSAR: (¡Ay de mí! ¿Quién
creerá, cielos, Aparte
que no siento que se
pierda
la ocasión, sino pensar
que tendrá tan justa queja
de mí doña Ana?) Señor,
recójase vuestra Alteza;
que el sereno le hará mal,
y ya la noche refresca;
basta lo que hemos andado.
ALEJANDRO: Como yo, por mi grandeza,
no puedo con libertad
andar de día, quisiera
ver, una noche que salgo,
toda la ciudad.
CÉSAR: (¡Paciencia! Aparte
Pues, ¡vive Dios!, que he de
ver
si puedo con mi
tristeza,
divertido a su pesar,
dejar de pensar en ella.)
¿Qué te pareció de Flora?
ALEJANDRO: ¿No es la dama milanesa?
Buen lejos tiene.
LÁZARO: En verdad,
mucho mejor es que el cerca;
pero el lejos ha de ser
tan lejos, que no se vea.
ARIAS: Laura se prende muy bien.
LÁZARO: Bien se prende, y bien se prenda.
FÉLIX: Buenas manos.
LÁZARO: Pues las tiene,
bien hace en dárselas
buenas.
ARIAS: Aquí la doncella vive.
LÁZARO: Ni la oigas ni la veas,
señor, hasta que se haga;
que son como las comedias,
sin saber si es buena o mala.
Ochocientos reales cuesta
la primera vez; mas luego
dan por un real ochocientas.
Déjala imprimir primero;
que comedias y doncellas,
como estén dadas al molde,
las hallarás por docenas.
CÉSAR: (Ésta es la hora que estará Aparte
doña Ana puesta en las rejas,
diciendo entre sí, "Pues, ¿cómo,
no es hora que venga César?
¿Yo, que pensé que tardaba,
vengo a espararle?" Aquí es fuerza
que se enoje. Mas, ¡ay, cielos!
que no he de pensar en ella;
olvidéme de olvidarme.)
Por extremo cantó Celia.
LÁZARO: Buena voz y mala cara
pocas veces son opuestas.
CÉSAR: Con el dote de la hermosa
casaba Roma a la fea;
y por no darla, la hizo
de sus gracias heredera.
LÁZARO: Laura vive aquí, que dijo,
"Con lo que la casa
cuesta,
de alquiler he de hacer coche."
Y, respondiéndole a ella
dónde había de vivir,
dijo, "Cuando coche tenga,
en el coche todo el día,
y la noche en la cochera."
CÉSAR: (¿Qué he de hacer? Vuelvo
a olvidarme.) Aparte
Señor, la noche se aleja,
y Nísida mi señora,
cuidadosa de tu ausencia,
te esperará desvelada.
Ya sabes de su firmeza
que como hermana te quiere
y como dama te cela.
No la des este cuidado.
ALEJANDRO: Más el tuyo me atormenta.
CÉSAR: ¿Qué dices?
ALEJANDRO: Importa poco;
que no sabe que estoy fuera.
CÉSAR: (Pasóse fuerte ocasión.) Aparte
LÁZARO: En esta casa pequeña
viven dos hembras a quien
ningún hombre, aunque más sepa,
mientras con las dos hablare,
hablará cosa a derechas.
ALEJANDRO: Pues, ¿por qué?
LÁZARO: Porque es la una
corcovada y la otra tuerta.
ARIAS: Pues una niña ceceosa
y pobre vive aquí.
LÁZARO: Ésa,
cuando cecea, no llama,
pues despide, aunque cecea.
ARIAS: Tiene tía.
LÁZARO: Arredro vaya,
y más si bien se me acuerda
de la vieja del conjuro.
ALEJANDRO: ¿Cómo fue?
LÁZARO: De esta manera;
yo me enamoré, señor,
un día, que no debiera,
o que no pagara. En fin,
consultando cierta vieja,
pidióme, para el efecto,
de su cabello una trenza.
A fuer de Zaide, busqué
ocasión para cogerla,
y halléla, señor, un día
en que, durmiendo mi prenda,
prematicario barbero,
la quité media guedeja;
mas tal que, aunque avecindada
vivió en su frente, no era
natural de su copete,
feligrés de su mollera.
Guedeja heredada fue;
y, haciendo el conjuro en ella,
a la media noche entró
en mi aposento una muerta.
Troqué en miedos los amores,
en responsos las
ternezas;
y aunque allí por fuerza vino,
pienso que se fue por fuerza.
CÉSAR: (¿De qué tanto olvido sirve, Aparte
si nunca se olvidan penas,
y ya se acuerda de amor
el que de olvidar se acuerda?
Paréceme a mí que ahora
--mas ¿qué de locuras piensa
un amante!--que doña Ana,
no porque hablarme desea,
sino por desengañarse,
vuelve otra vez a la reja,
y que, no viéndome, dice,
--que la oigo pienso--, "Aunque vengas,
no podrá hacer el amor
que otra vez a verte vuelva."
Mira, señora, mi bien...
¿Hay locura como ésta?
¿Viome alguno? No. Por Dios,
que estaba hablando con ella.)
ALEJANDRO: Don Arias, ¡qué mal encubre
su divertimiento César!
ARIAS: Harto procura por ti
sacar fuerzas de flaqueza.
ALEJANDRO: Pierda él la ocasión, no es mucho,
pues yo callo, que él la pierda;
que él padece ausencia, y yo
padezco celos y ausencia.
ARIAS: Mira que está aquí su hermano;
habla quedo, no te entienda.
ALEJANDRO: No importa; que un noble nunca
de su honor tuvo sospecha.
Canta dentro un MÚSICO
MÚSICO: "Al despedirse de Anarda,
dijo Eliso en triste voz,
'¡Ay, que me muero de ausencia!
¡Ay, que me muero de amor!'"
CÉSAR: Buena voz.
FÉLIX: Es extremada.
ALEJANDRO: ¡Qué agradablemente suenan
a un mismo tiempo conformes
voz, tono, instrumento y letra!
Ahora quiero probar,
don Arias, de qué manera
Lázaro en esta ocasión,
pues la da el músico buena,
disculpa su espada.
ARIAS: ¿Cómo?
ALEJANDRO: Aquí quiero que lo veas.
¡Lázaro!
LÁZARO: ¿Señor?
ALEJANDRO: Pretendo
que cierto disgusto sepas.
Todas las noches que salgo
canta este hombre, y me pesa
de que en esta calle cante.
LÁZARO: Yo llegaré con prudencia
de tu parte, y le diré
que se vaya.
ALEJANDRO: No es aquésa
mi pretensión.
LÁZARO: Pues será
de la mía. (Si me aprieta, Aparte
yo soy muerto.)
ALEJANDRO: No es bastante.
LÁZARO: Pues, ¿qué quieres hacer?
ALEJANDRO: Llega,
y dale una cuchillada.
LÁZARO: Será superchería ésa;
que estoy muy acompañado
para un musiquillo. Deja
que venga solo mañana,
y te mando su cabeza.
Fuera de eso, este hombre está
inocente, y en conciencia
debes primero avisarle;
pues si culpado estuviera,
con más cólera llorara,
cantara con menos flema.
ALEJANDRO: Haz lo que mando, o diré
que de gallina lo dejas.
CÉSAR: Lázaro, ¿por qué no haces
lo que te manda su Alteza?
FÉLIX: ¿Quiéres que le dé yo?
ARIAS: O yo
le daré.
LÁZARO: ¡Brava sentencia!
Yo voy (y pienso escaparme, Aparte
por favor a la inocencia.)
Sale el MÚSICO
MÚSICO: "Rompió el silencio amoroso,
diciendo con triste voz,
'¡Ay, que me muero de ausencia!
¡Ay, que me muero de amor!'"
LÁZARO: Plegue a Dios que, si inocente
estás, que aquí se me vuelva
aquesta espada de palo,
porque ofenderte no pueda.
¡Milagro, milagro!
ALEJANDRO: Bueno
anduvo.
LÁZARO: Dios, que no deja
de su mano al inocente,
volvió por su causa mesma.
Toma esta espada; que tú
eres digno de tal prenda;
y aunque sea milagrosa,
me darás otra por ella.
ALEJANDRO: Yo te la mando.
FÉLIX: ¿Por dónde
iremos?
CÉSAR: Demos la vuelta
hacia palacio, y allí
te quedarás.
ALEJANDRO: Tiempo queda
para recogerme.
CÉSAR: Mira
que el día, señor, se acerca.
ALEJANDRO: Poco importa, que ya el alba
me hallará de esta manera.
¿Cómo te sientes?
CÉSAR: Ya estoy
muy alegre, aunque me cuesta
el alegrarme muy caro.
ALEJANDRO: También yo de mi tristeza
estoy mejor.
CÉSAR: Yo por ti
digo, señor, que me
pesa,
y te juro de no estar
triste en mi vida.
ALEJANDRO: (Aunque sea Aparte
villanía de amor,
parece que se consuelan
con otros gustos sus gustos,
con otras penas sus penas.)
Vanse. Salen doña ANA y ELVIRA a
la
reja
ELVIRA: ¿Otra vez vuelves?
ANA: No puedo
de una vez determinarme;
vengo por desengañarme,
y más engañada quedo.
Hasta verme despreciada,
imaginé ser querida,
y hasta verme aborrecida,
no me he visto enamorada.
De su descuido ha nacido
en mí todo mi cuidado;
mas para haberme olvidado,
bastaba verse querido.
¡Ay, Elvira! No te asombres
de verme hablar de esta suerte;
el desprecio es el más fuerte
hechizo para los hombres.
ELVIRA: Quejosa con causa estás.
Mas, ¿que otra vez no vendrías
a la reja no decías?
ANA: No pude sufrirlo más.
¡Ay agravio riguroso!
Si esto llegara a advertir,
bien le pudiera escribir
papel menos amoroso.
Ya mi desdicha crüel
tarde el remedio me acuerda.
Mas, ¿qué mujer fuera cuerda
a solas con un papel?
ELVIRA: Si ahora, señora, viniera,
¿hablárasle rigurosa
o apacible y amorosa?
ANA: No sé, Elvira, lo que hiciera.
¿No puede ser que haya estado
en una ocasión forzosa
de papeles u otra cosa
de su señor ocupado?
ELVIRA: ¿Le disculpas?
ANA: Por buscar
consuelo.
ELVIRA: Quien le previene
la disculpa, gana tiene...
ANA: Di; ¿de qué?
ELVIRA: ...de perdonar.
ANA: Si viniera ahora--mira
lo que es querer--y me diera
disculpa, aunque lo supiera
yo misma que era mentira,
por mi respeto me holgara;
y por verle disculpar
hoy, me dejara engañar.
Ojalá que él me engañara.
Salen don CÉSAR y LAZARO
LÁZARO: ¿Dónde vamos de esta suerte?
¿No ves que ya ha amanecido?
CÉSAR: Voy, Lázaro, donde ha sido
mi vida, a que vea mi muerte.
Dejé al príncipe en palacio,
y con un necio deseo
vengo, por si acaso veo...
LÁZARO: Tú vienes con lindo espacio.
CÉSAR: ...alguien en las rejas.
LÁZARO: Sí,
una mujer hay, por Dios;
y aunque digo una, son dos.
CÉSAR: ¿Cómo llegaré? ¡Ay de mí!
Llega tú, Lázaro, y mira
si por ventura es mi bien.
LÁZARO: ¿Cómo he de ir yo? Que
también
estará enojada Elvira.
CÉSAR: ¿Sois vos, señora?
ANA: Yo soy,
César, la que os esperaba,
que ajena entonces estaba
de lo que advertida estoy.
Pero soy la que ofendida
tiene, ya desengañada,
por culpas de declarada,
castigos de arrepentida.
¿Al día venís? ¡A fe mía,
que ha sido invención extraña!
Harto es que quien engaña
venga a engañar con el día.
Quisisteis, hasta alcanzar
un favor, que aun no tenéis;
y ya os mudáis, porque os
veis
con algo que
despreciar.
Y si el desengaño toco
que vuestro trato me ofrece,
es poco lo que merece
quien se contenta con poco.
No penséis, por un papel,
que fue liviano favor,
César, que ya de mi honor
tomáis posesión en él.
No hagáis por eso desprecio
de la ocasión y de mí;
si como loca os la di,
no la perdáis como necio.
Aprended a ser cortés
con las damas otro día;
y si aprendéis cortesía,
venidme a servir después.
Quítase de la ventana
CÉSAR: Pues que te he escuchado
atento
hasta castigar mi
culpa,
y no escuchas la disculpa,
habré de decirla al viento.
Sabe el mismo amor si lloro
tu ausencia, y que en ella muero.
Sabe el alma si te quiero.
Sabe el cielo si te adoro.
No ha sido soberbia mía;
que la ocasión me quitó
mi desdicha, porque vio
que yo no la merecía.
Y si esta ocasión perdida
sospechas que me mudó,
viva despreciado yo,
y no estés arrepentida.
Que yo quiero, pues he sido
en venturas desdichado,
ser más cuerdo despreciado
que necio favorecido.
De día vengo, y lo sería
para mí, aunque noche fuera;
pues en viéndote, saliera
claro el sol, alegre el día.
Hasta verle me ha tenido
el príncipe, que ha rondado
la ciudad. Esto ha pasado;
tu hermano testigo ha sido.
Verdad es; si el merecer
piensas que me ha de olvidar,
vuélveme tú a despreciar,
y vuelva yo a padecer.
Seamos extremos los dos;
yo amante y tú
ingrata seas;
escúchame, y no me creas.
Vuelve doña ANA a la reja
ANA: Y eso ¿es verdad?
CÉSAR: ¡Sí, por Dios!
Pero. ¿en efecto creíste
que yo pudiera olvidarte?
ANA: ¿Y tú, quizá por vengarte,
a voces no me dijiste
que ya estaba arrepentida
de quererte? Pues ¿por qué
pusiste duda en la fe,
sólo a tu gusto rendida?
Ya el sol con sus luces dora
las cumbres, y le hacen salva
a un tiempo, con risa el alba,
con lágrimas el aurora.
Tarde es; yo daré ocasión
de hablarnos, y no la pierdas.
CÉSAR: Si de mis penas te acuerdas,
glorias mis desdichas son.
ANA: Vete.
CÉSAR: Adiós, mi prenda amada.
ANA: Él te guarde, y deje ver.
CÉSAR: ¿Oyes?
ANA: ¿Qué quieres?
CÉSAR: Saber
si quedas muy enojada.
ANA: Gustos serán mis enojos,
estando juntos los dos.
CÉSAR: Adiós, mi enojada.
ANA: Adiós,
enojado de mis ojos.
Vase don CÉSAR, retírase doña
ANA, y quedan ELVIRA y LAZARO
LÁZARO: Y ella, ¿qué me dice a mí?
¿No tiene estudiado nada
de enojito?
ELVIRA: ¿Yo enojada?
¿Por qué causa?
LÁZARO: Porque sí,
por que lo está su señora;
que yo, porque mi señor
amor tiene, tengo amor.
ELVIRA: No le he entendido hasta ahora.
LÁZARO: El día que mi amo tiene
alegría, alegre estoy;
si va triste, triste voy;
vengo amante, si él lo viene;
si tiene celos, celoso
me verás; y si le han dado
enojo, estaré enojado.
Mas si amoroso, amoroso;
con desdén, tendré desdén;
amaré cuando él amare;
y el día que él olvidare
yo te olvidaré también.
Seremos sombra los dos,
sea justo o no sea justo,
a la forma de tu gusto.
ELVIRA: Y eso ¿es verdad?
LÁZARO: ¡Sí, por
Dios!
Y pues ellos han reñido,
riñamos los dos.
ELVIRA: ¿Por qué?
LÁZARO: Por si hubiere para qué.
Escóndete, y yo ofendido
llamaré como mi amo.
ELVIRA: Pues si yo una vez me escondo,
¿qué va que no le respondo?
LÁZARO: ¿Y qué va que no la llamo?
Vanse. Salen don FÉLIX y ALEJANDRO
FÉLIX: Parece que está triste,
divertido consigo vuestra Alteza.
ALEJANDRO: La pena que en mí asiste
no es tristeza. ¡Ojalá fuera tristeza
la que ofende mi vida,
y no una confusión mal entendida!
¡Qué de veces sucede
hacerse mil por remediar un daño!
¡Oh, dichoso el que puede
rendirse a la verdad de un desengaño,
dando, más advertido,
a libres gustos cárceles de
olvido!
Salen don CÉSAR, don ARIAS y
LAZARO
CÉSAR: Quedó al fin satisfecha.
ARIAS: Con el príncipe está don Félix.
CÉSAR: Creo
que quien no se aprovecha
de la ocasión no estima su deseo;
y es más segura ésta
para dar el papel y traer respuesta.
Aquí a doña Ana envío
nuevas satisfacciones con la vida,
porque dé al amor mío
la ocasión que le tiene prometida.
Toma, Lázaro, y mira
si puedes por la calle hablar a Elvira;
que pues estás seguro
de don Félix, bien puedes descuidado.
LÁZARO: Entrar dentro procuro
de su casa, fingiendo algún recado;
que pues él no está en ella,
fácil será, señor, hablarla y vella.
Vase
FÉLIX: Don César y don
Arias
han llegado.
ALEJANDRO: Su plática he entendido;
mil confusiones varias
pone una confusión a mi sentido.
¿Qué es lo que se trataba?
ARIAS: César, señor, un cuento me contaba.
ALEJANDRO: Oí algunas razones,
aunque no le entendí, y saber deseo,
por quitar confusiones,
el cuento en qué paró.
CÉSAR: (¿Qué es lo que veo?) Aparte
Mal tu Alteza porfía
en saberle; que no es tristeza mía;
alegre estoy ahora.
ALEJANDRO: Y, ¿qué fué?
CÉSAR: De mí mismo desconfío;
don Arias no le ignora;
él le dirá mejor, y yo le fío
que él la verdad te diga.
Hablan don ARIAS y don CÉSAR
aparte
ARIAS: Con estas confïanzas más me obliga;
pero ya llega tarde.
CÉSAR: Mira lo que le dices, y no sea
algo que me acobarde.
ARIAS: Diréle una mentira que no crea
el que la verdad mira
cuál sea la verdad, cuál la mentira.
ALEJANDRO: ¿Qué hay, don Arias?
Se apartan don ARIAS y ALEJANDRO
ARIAS: Airada
la halló con mil razones rigurosas,
pero desengañada
quedó en fin a disculpas amorosas.
Un papel la ha enviado,
viendo que está don Félix ocupado;
de éste respuesta espera,
y otra ocasión.
ALEJANDRO: ¿Ha mucho?
ARIAS: En este instante.
ALEJANDRO: ¿Hay confusión más fiera?
Remediar ese daño es importante;
que si el papel recibe,
¿quién duda los amores que la escribe?
El papel me da celos,
y temor la ocasión que en él aguarda.
¿Qué es lo que miro, cielos?
Esto me anima, aquello me acobarda.
Se acerca nuevamente a CÉSAR
En fin, ¿eso ha pasado?
CÉSAR: Don Arias la verdad te habrá contado.
ALEJANDRO: Dejando aquesto aparte,
don Félix, por no darte aquesta pena,
excusaba contarte
que, de pasión y de congoja llena,
un desmayo a doña Ana
ha dado.
FÉLIX: ¿Con desmayo mi hermana?
ALEJANDRO: Nísida me lo dijo;
yo, por no apasionarte, lo encubría.
FÉLIX: Más con eso me aflijo.
ALEJANDRO: Dígolo ahora, viendo que podía
importar tu presencia.
FÉLIX: Iré a verla, señor, con tu licencia.
Vase
ALEJANDRO: (Eso es lo que deseo, Aparte
que vayas a estorbarla que le escriba.)
CÉSAR: (¡Cielos! ¿Qué es lo que veo?) Aparte
ALEJANDRO: (Y cuando presunción de esto reciba, Aparte
diré que engaño era
del nombre. ¡Ay, si de amor sólo lo fuera!)
Aparte
Vase
CÉSAR: Pues, don Arias, ¿qué es esto?
¿Qué pena o qué desdicha rigurosa
es en la que me has puesto?
ARIAS: ¡Cúlpame a mí! Por Dios, que es linda cosa,
tras haberte servido
con lo que agora al príncipe he mentido.
Él me dijo que había
oído "don Félix y doña Ana
hermosa."
Y como ya tenía
el camino cogido, fue forzosa
ocasión hablar de ellos,
y el desmayo arrastré por
los cabellos.
CÉSAR: Si él a Lázaro halla
con doña Ana, ¿qué haré?
ARIAS: No habrá llegado
Lázaro para hablalla;
que Félix volará con el cuidado;
y gran ventaja arguye
quien corre al que anda, y a quien corre el
que huye.
CÉSAR: Ello es desdicha mía,
pues la ocasión perdida desengaña
que ha de ser mi alegría
mi pena, y el remedio quien me daña.
Y pues no hay otro medio,
máteme el mal, pues muero del remedio.
Vanse. Salen doña ANA y ELVIRA
ELVIRA: ¿Acabaste de escribir?
ANA: Escribí, mas no acabé;
que antes pienso que empecé
en cada letra a sentir.
Quise en una breve suma
cifrar mi pena crüel;
puse encontrado el papel,
y tomé al revés la pluma.
En tanto que amor penetra
las razones, le doblé;
y al poner la pluma, fue
un borrón la primer letra.
Y yo dije, "Mi pasión
letras hace a su contento,
que mal puedo el mal que siento
decirle, sino en borrón."
Confusa y dudosa estaba
qué principio tomaría
y, aunque muchos prevenía,
ninguno me contentaba.
¿No has visto en una redoma
salir el agua con pena
menos, cuando está más llena,
hasta que algún viento toma?
Así fui; porque al sentir
tantas cosas concurrieron
que unas a otras sirvieron
de estorbo para salir.
Y yo, que confusa miro
su impedimento, porque
pudieran salir, tomé
el viento con un suspiro.
Digo, en efecto, que hoy,
por darle, más declarada,
ocasión menos notada,
a ver a mi quinta voy.
Mas abierto está, y mejor
sabrás lo que dice dél.
Sale don FÉLIX, y ANA se turba, viéndole
ELVIRA: ¡Mi señor! Guarda el papel.
ANA: ¡Ay de mí!
FÉLIX: Bien el color
turbado que,
haciendo pausa,
hoy tu belleza condena,
de tu dolor y mi pena
me están diciendo la causa.
Pues cuando presente tengo
esta desdicha infelice,
ella claramente dice
el cuidado con que vengo.
¿Qué es esto?
ANA: Hermano, no ha sido
cosa ninguna.
FÉLIX: No ciegues
mis ojos, ni mi mal niegues;
que ya todo lo he sabido.
Y, aunque tu pena quisiera
disimular mi disgusto,
este sentimiento injusto
por fuerza me lo dijera.
Ya sé todo lo que pasa,
bien me lo puedes decir;
que no fue en vano venir
a tales horas a casa.
ANA: No darte pena pretendo;
que sabe el cielo mejor
que no te agravia mi amor.
FÉLIX: Menos agora te entiendo.
Si por desmentir mi pena,
hermana, fingiendo estás,
¿cómo me disculparás
verte de pasiones llena?
¿Qué tienes?
ANA: No son indignos
mis deseos.
FÉLIX: Bueno va;
con el accidente está
diciendo mil desatinos.
Hablan doña ANA y ELVIRA aparte
ANA: Elvira, ¿qué puedo hacer?
ELVIRA: Negar en toda ocasión;
que es mucha la dilación
del sospechar al saber.
FÉLIX: ¿Qué es esto, Elvira?
ELVIRA: Señor,
un desmayo que la ha dado
de esta suerte la ha dejado,
sin aliento y sin color.
FÉLIX: Luego fue mi pena cierta;
que eso fue lo que temí.
ELVIRA: Yo te aseguro que aquí
la hemos tenido por muerta.
Y, aunque todavía estaba
de pena y congoja llena,
por excusarte tu pena,
la suya disimulaba.
FÉLIX: Hermana, no fue el fingir
tu pasión honrarme en ella;
pues me alegro de sabella
para ayudarla a sentir.
Y, aunque holgarme es maravilla
de lo que es propio disgusto,
me alegro ya por el gusto
que he de tener en sentilla.
Mas, ¿para qué me decías
que los tuyos, por rodeos,
no son indignos deseos,
ni que en tu amor me ofendías?
ANA: Aunque encubrirte pensó
mi amor esta pena fiera,
si Elvira no la dijera,
dijera la verdad yo.
Mas como encubrir deseo
tu pena, dije, señor,
que no te ofendía mi amor,
ni era indigno mi deseo.
FÉLIX: ¿De qué, hermana, procedió
ese tirano accidente?
ANA: (Él aprieta bravamente; Aparte
pero enmendarélo yo.)
Un ruido en la calle oí,
estando muy descuidada,
y entonces, algo turbada,
a la ventana salí.
Vi que estaban a la puerta
mil hombres, desenvainadas
para uno las espadas.
(Oh, lo que un temor concierta!) Aparte
En todo le pareciste
al otro que allí reñía.
Yo entonces, mortal y fría,
me rendí a un desmayo
triste,
que amenazó con mi muerte.
Lo demás te ha dicho Elvira.
ELVIRA: ¿Por qué he de decir mentira,
si es la verdad de esta suerte?
FÉLIX: Y, ¿cómo te sientes ya?
ANA: Más segura y descansada.
Sale LÁZARO
LÁZARO: Por Dios, sin topar en nada,
tengo de entrarme hasta acá,
porque...
FÉLIX: ¿Qué es la turbación?
¿Qué ha sucedido?
LÁZARO: ...porque...
FÉLIX: Di, Lázaro, lo que fue.
LÁZARO: (Él es fantasma o visión. Aparte
¿No quedó en palacio ahora?)
ANA: (Todas vienen juntas
hoy Aparte
mis desdichas.)
LÁZARO: (Muerto
soy, Aparte
si una invención no
mejora
mi peligro, porque en fin
quien a tal amparo viene
segura la vida tiene.)
¡Ah follón! ¡Ah malandrín!
FÉLIX: Sosiégate ya, y declara
qué ha sido.
LÁZARO: Ahí un poco era,
no es nada. Si esto no hiciera,
presumo que reventara.
Sobre el juego me encontré,
porque en efecto yo juego,
y, encontrado sobre
el juego,
vida y dinero jugué.
Encontréme al encontrar
con un muy bellaco encuentro;
en efecto yo me encuentro...
(¡Cielos! ¿Dónde iré
a parar?) Aparte
...con un hombre a quien doy nombre
de hombrecillo, así le nombro;
pues un hombre le da asombro,
aunque vive a sombra de hombre.
Y, viendo que siempre gano
otras veces que he reñido,
pidióme once de partido,
por no reñir mano y mano.
Yo, que los doce miré,
dije, "Armados, y en cuadrilla,
de pícaros en gavilla
libera nos, Domine."
Saqué la que me dio ayer
el príncipe--¡Dios le guarde!--
Al fin no la hice cobarde,
pues que los hice meter
a todos en un portal.
Luego los iba sacando
uno a uno, e iba dando
su recado a cada cual.
Juntos volvieron después
y dividiéronse en breve,
doce a este lado, a éste nueve,
y cara a cara los tres.
Para todos me acomodo.
FÉLIX: Pues los doce, nueve y tres
son veinte y cuatro.
LÁZARO: ¿No ves
que cuento sombras y todo?
A no quebrarse la espada,
cabo de año los hiciera.
FÉLIX: Pues, ¿cómo la traes entera?
LÁZARO: Entera está, y fue extremada
historia. Al uno tiré
la daga, y cuando saltó
la espada, hice daga yo
del pedazo que quebré.
Riñendo atrevido y ciego,
con saña y rabia crüel,
de un acerado broquel
saltaban chispas de fuego.
Yo, cuando la lumbre vi,
con gran presteza llegué,
y los pedazos soldé;
por eso la traigo así.
FÉLIX: ¿Cómo tiraste la daga
si en la pretina la tienes?
LÁZARO: Pues eso es fácil, si vienes
a que a eso te satisfaga.
A quien yo se la tiré
a tirármela volvió
y, viéndola venir yo,
a tan buena hora llegué
que quiso mi buena estrella,
porque todo venga junto,
que, estando la vaina a punto,
volviese a envainarse en ella.
Oí, "¡Justicia!" en los debates
y entréme corriendo acá.
FÉLIX: (Con la turbación está Aparte
diciendo mil disparates.)
ANA: Aquí verás que ésta fue
la pendencia que decía.
FÉLIX: ¿Y yo quien me parecía
a Lázaro?
ANA: No lo sé;
pero un hombre más lucido
vi en ella.
FÉLIX: (Su señor era.) Aparte
LÁZARO: Al fin, yo de esta manera
a vuestros pies he venido.
FÉLIX: (Sin duda es el que riñó Aparte
César y, con brevedad,
por no decir la verdad,
estas mentiras fingió.)
Lázaro, yo voy a ver
si está segura la calle.
Vase
ELVIRA: Ahora puedes hablalle.
ANA: No me puedo detener
en decir lo que quisiera;
pero ves aquí un papel.
LÁZARO: Y ves aquí el trueco de él,
trueco que premio no espera.
ANA: Dile que no deje de ir...
LÁZARO: Sospecho que me detengo.
ANA: ...donde le aviso; que tengo
muchas cosas que decir;
pero sólo te diré
que tu pendencia ha servido
para un desmayo fingido,
y que a propósito fue.
Da a entender que tu señor
estuvo en ella, que importa
a mi propósito.
ELVIRA: Acorta
de razones.
Sale don FÉLIX
FÉLIX: No hay rumor
alguno en toda la calle;
quieta está.
LÁZARO: Yo no lo estoy;
que a buscar a César voy,
y no lo estaré hasta hallalle.
¡Ay de mí! ¿Si estará herido?
ANA: Pues, ¿estuvo en la pendencia?
LÁZARO: No tengo tanta licencia;
que me perdones te pido.
Vase
FÉLIX: ¿Qué más claro ha de decir
que estuvo en ella?
ANA: Yo estoy
muy triste.
FÉLIX: Pues salte hoy
por el campo a divertir;
dame este contento.
ANA: El mío
es tuyo. (Y con tu licencia Aparte
será en fingida pendencia
verdadero el desafío.)
Vanse. Salen LAZARO, don CÉSAR y don
ARIAS
LÁZARO: Pasáronme grandes cosas.
CÉSAR: Déjame abrir el papel;
que, en sabiendo lo que dice,
sabré lo demás después.
ARIAS: En fin, ¿cómo sucedió?
LÁZARO: Pues que vivo vuelvo, bien.
CÉSAR: Si el papel he de contaros,
oíd lo que dice en él.
Pónense a leer CÉSAR y ARIAS
LÁZARO: (¡Que se fíe mi señor Aparte
de este parlerón, sin ver
que es quien le dijo a Alejandro
la espada de palo fue!
¡Vive Dios, que éste le vende!
Que quien muere por saber
lo que no le importa es sólo
para contarlo después.)
ARIAS: Bien escribe.
CÉSAR: ¡Qué bien junta
casto amor con firme fe!
ARIAS: Yo más del papel alabo
una queja tan cortés.
Hoy, en efecto, os espera
en su quinta.
CÉSAR: Para el bien
fue cada instante una hora,
un día cada hora fue,
cada día una semana
y cada semana un mes,
cada mes un año entero,
cada año un siglo...
LÁZARO: ¡Detén!
Y éste siglo de los siglos,
por siempre jamás. Amén.
ARIAS: ¡El príncipe!
CÉSAR: Ya me pesa
haberle visto.
ARIAS: ¿Por qué?
CÉSAR: Porque temo que me estorbe
esta ocasión.
ARIAS: Temes bien.
Sale ALEJANDRO
ALEJANDRO: (Aquí está César, y yo, Aparte
deseoso de saber
en qué ha parado el estorbo
de mi celoso papel,
¿cómo le enviaré de aquí?)
CÉSAR: Danos a besar tus pies.
ALEJANDRO: ¿Qué se trata ahora?
ARIAS: Nada.
Hablan don CÉSAR y LÁZARO aparte
CÉSAR: Si pregunta lo que es,
mira, por Dios, lo que dices,
no haya desmayo otra vez.
ALEJANDRO: César, papeles quedaron
por despachar desde ayer.
LÁZARO: ¿No lo dije yo? ¿Mas que hay
otra ocupación?
CÉSAR: No fue
vano mi temor.
ALEJANDRO: Ahora
puedes mirarlos, y ven
con ellos luego.
CÉSAR: Eso sí,
luego al instante vendré.
(Que pues tú me dejas ir, Aparte
en este día he de ver
cómo me puede quitar
la Fortuna tanto bien.)
Vanse don CÉSAR y LAZARO
ALEJANDRO: Deseando que se fuera
estaba, para saber
qué ha sucedido.
ARIAS: Señor,
lo que sucedió no sé,
aunque Félix le halló en casa.
Sólo sé que dio el papel,
y que le trajo respuesta.
ALEJANDRO: ¿Hasle leído?
ARIAS: También.
ALEJANDRO: ¿Qué le escribe?
ARIAS: Que le espera.
ALEJANDRO: ¿Hay fortuna más crüel?
Lo mismo que ha de matarme
es lo que quiero saber.
¿Dónde?
ARIAS: En su quinta esta tarde.
ALEJANDRO: ¿Ya cómo le estorbaré
esta ocasión, si yo mismo
le di licencia y se fue?
¿Qué haré, don Arias?
ARIAS: Señor,
dando alguna causa,
ve
a su quinta; y como en ella
toda aquesta tarde estés,
no tendrá lugar de hablarle.
ALEJANDRO: Bien dices; pero no es
noble acción, que para mí
quite a ninguno su bien.
Con más sutil invención
el estorbarle ha de ser.
ARIAS: Félix viene aquí.
ALEJANDRO: Pues vete;
déjame solo con él.
Vase don ARIAS. Sale don FÉLIX
Don Félix, mucho me huelgo
de que hayas venido.
FÉLIX: ¿En qué
te sirvo, señor?
ALEJANDRO: Por mí
hoy una cosa has de hacer.
Sabrás que ha tenido César
un gran disgusto; ya ves
lo que le estimo.
FÉLIX: Señor,
también el disgusto sé.
ALEJANDRO: (Siempre éste fue lisonjero. Aparte
¿Hay cosa como saber
ya lo que no ha sucedido?)
Pues que lo sabes, también
sabrás que no es la persona
muy segura.
FÉLIX: Bien se ve;
pues a un hombre y un crïado
embistieron ocho o diez.
ALEJANDRO: (¿Hay tan notable fingir? Aparte
¿Mas que me dice por qué
fue la pendencia y adónde,
de qué manera y con quién?)
Yo he sabido, después de esto,
que ha recibido un papel,
diciéndole que en el campo
--junto a tu quinta ha de ser--
le esperan. Él sale solo,
muy preciado de cortés.
La persona es sospechosa,
y hame dado que temer.
Sabe Dios que yo saliera
a su lado, pero el ver
que verme a su lado a mí
no le está a su opinión bien,
me ha hecho que a ti te elija
para esto.
FÉLIX: ¿Y qué he de hacer?
ALEJANDRO: No más, Félix, que buscarle
y, sin decirle por qué
ni darte por entendido,
andarte todo hoy con él.
Esto te encargo y, en todo,
que no le des a entender
que yo te envío.
FÉLIX: Verás
cómo te sirvo.
ALEJANDRO: (Y veré Aparte
si contra fuerzas de amor
tiene la industria poder.)
Vanse. Salen don CÉSAR y LÁZARO
LÁZARO: A mi pendencia acogido,
lindamente me escapé.
Díjome que había servido,
aunque no sé cómo fue,
para un desmayo fingido.
Mas ella lo dirá hoy.
CÉSAR: Con lo medroso que estoy,
no me puedo asegurar,
ni pienso que he de llegar,
aunque en tantas alas voy.
Sale don FÉLIX
LÁZARO: ¿No es don Félix? ¡Cosa brava!
FÉLIX: Don César, bésoos las manos.
CÉSAR: Guárdeos Dios.
LÁZARO: (Esto faltaba.) Aparte
CÉSAR: (No fueron mis miedos vanos.) Aparte
FÉLIX: ¿Qué os hacéis?
CÉSAR: Por aquí andaba,
sin tener qué hacer. Y vos,
¿dónde vais?
FÉLIX: No sé, por Dios.
Y puesto que os he encontrado
aquí tan desocupado,
vámonos juntos los dos.
LÁZARO: (Pegóse.) Aparte
FÉLIX: No hay día que pase
mejor que con un amigo,
si no hay que hacer.
CÉSAR: (¡Que llegase Aparte
a tal extremo conmigo
Amor y no me acabase!)
Bien suele pasarse así
una tarde; mas yo voy
a un negocio por aquí.
Adiós.
FÉLIX: Pues tan libre estoy,
yo iré también por ahí.
CÉSAR: Téngome yo de quedar
en una casa.
FÉLIX: Pues, ¿yo
qué os puedo en ella estorbar?
CÉSAR: El ser lejos me obligó.
FÉLIX: Poco me puedo cansar.
Vamos.
CÉSAR: No; quedaos con Dios.
FÉLIX: Mas con eso me ofendéis.
¿No iremos juntos los dos?
Y al fin, porque no os canséis,
no me he de apartar de vos
en todo el día.
LÁZARO: (¿Es cordel?)
CÉSAR: (¿Hay desdicha más crüel?) Aparte
Pues, ¿qué os mueve a honrarme?
FÉLIX: Digo,
César, que soy vuestro amigo...
CÉSAR: Es así.
FÉLIX: ...y amigo fiel;
y basta que hayáis
sabido
que buscándoos he venido
para esto solo; y también...
CÉSAR: Declaraos más.
FÉLIX: No es bien
darme por más
entendido;
basta haberme declarado
en decir que os he buscado
y que, por ser vuestro amigo,
vuelvo a decir, que hoy os sigo,
porque importa, a vuestro lado.
Yo sé que vos me entendéis;
no os hagáis, César, de
nuevas,
pues vos dónde vais sabéis.
CÉSAR: (¡Ay cielos, y qué de
pruebas Aparte
en un desdichado
hacéis!)
FÉLIX: Basta, César, que he sabido
que un disgusto habéis tenido.
CÉSAR: ¿Yo disgusto? ¡Os engañáis,
por Dios!
FÉLIX: Que no me negáis,
César, que habéis recibido
de desafío un papel,
y que a mi quinta aplazado
hoy os llamaron en él.
Hartas señas os he
dado
para este enojo crüel.
Témome de una traición,
porque de quien os espera
no tengo satisfacción;
y hallarme con vos quisiera
por quitarle la ocasión.
Si al campo habéis de salir,
decid, ¿con quién podréis ir
que os pueda servir mejor?
Pues, importando a mi honor,
sabré dejaros reñir.
Salgamos juntos los dos;
yo miraré y reñid vos,
procediendo como
honrado;
mas, no yendo a vuestro lado,
¡no habéis de salir, por Dios!
CÉSAR: (¿Qué más se ha de declarar? Aparte
Impórtame asegurar
sus temores y, advertido,
responder también
fingido.)
LÁZARO: (Él el papel me vio dar.) Aparte
CÉSAR: Don Félix, que yo he
tenido
disgusto verdad ha
sido,
que he recibido el papel,
que me llamaban en él,
y al fin cuanto habéis sabido.
Las mercedes que me hacéis
estimo, como es razón;
mas del contrario que veis,
tengo la satisfacción,
don Félix, que no tenéis.
Yo sé que solo estaría,
y que me esperaba a mí,
sin tener más compañía;
porque siempre estará así,
si nunca llega la mía.
Y porque os aseguréis
de ese temor que tenéis
y creáis que se acabó
ese desafío, yo
quiero que no me dejéis.
Que, haciendo paces, es llano
que así un noble amigo gano;
pues en quien honra profesa
cualquiera disgusto cesa
el día que da la mano.
Aquesta os ofrezco a vos,
en fe de esto.
FÉLIX: Guárdeos Dios,
que así me satisfacéis.
CÉSAR: Esperad.
FÉLIX: ¿Qué me queréis?
CÉSAR: Que hemos de ir juntos los dos.
Don CÉSAR habla aparte a LÁZARO
Lázaro, disimulado,
ve donde doña Ana espera
y dila lo que ha pasado.
Vanse don CÉSAR y don FÉLIX
LÁZARO: Yo iré; pero no quisiera
hallarle luego a mi lado.
Nunca he visto hermano tal;
como mala nueva llega,
está en todo como el mal,
como los vicios se pega,
y no es hermano carnal.
FIN DE LA JORNADA SEGUNDA