JORNADA SEGUNDA
Salen VETURIA y ENIO
ENIO: Apenas, Veturia bella,
en Roma puse las plantas
cuando, llamado de ti,
vengo a saber qué me mandas.
VETURIA: En cerrando aquesta puerta,
porque ni aun una crïada
pueda oírnos, sabrás que
hacer de ti confïanza,
que de otro ninguno hiciera,
en fe de estar informada
de cuán fino amigo eres
de Coriolano.
ENIO: Aunque es tanta
de su persona a la mía
la no medida distancia,
con ese nombre me honró
su benignidad, a causa
de habernos visto servir
en aquellas dos pasadas
invasiones de Sabinio;
y en ésta aun con más instancia,
por ocupar mayor puesto;
con que a ninguno le alcanza
mayor parte en las
deshechas
fortunas en que hoy le
halla
la corta ausencia
de haber
ido en convoy de una dama,
de orden suya, hasta ponerla
en salvo en su misma patria.
VETURIA: Según eso ¿no sabrás
por extenso lo que pasa?
ENIO: Sé el decreto del Senado,
sé que, ofendida y airada,
diste en público la queja,
sé que tomó la demanda
en favor de las mujeres.
Desde aquí, señora, hasta
hallarle preso, no sé
de cierto las circunstancias,
porque nuevas de camino
siempre se cuentan tan varias,
que el deseo de saberlas
se hace razón de dudarlas.
VETURIA: Pues si hasta aquí sabes, oye
desde aquí lo que te falta.
Resuelto, pues, Coriolano
en volver por nuestra fama,
toda la milicia suya
tomó la voz, empeñada
en que igual ley el Senado
había de revocarla.
Él, empeñado también
en que, una vez promulgada,
había de mantener
inviolable su observancia,
dando nombre de traidor
motín a la repugnancia,
echó bando de que, pena
de serlo, ninguno osara
a seguir a Coriolano,
dejando desamparada
de favor a la justicia;
con que la nota de infamia,
arrastrando tras sí al pueblo,
puso a toda Roma en arma.
En vano será decirte
que no hubo calle ni plaza
que no fuese lastimoso
teatro de mortales ansias.
Entre todas la mayor
-- que hay desgracia de desgracias --
fue que, en el ciego, el confuso
tumulto, una desmandada
punta -- áspid debió de ser
quizá aborto de mi rabia --
el pecho de Flavio hirió
con tan venenosa saña
que no hubo tiempo entre herirle
el cuerpo y faltarle el alma.
Muerto el senador, el pueblo
con el pavor y a la instancia
de su hijo en vengar su muerte,
tanto el número adelanta
que, embestido Coriolano
de tan superior ventaja,
fuera fuerza que matando
muriera, si no llegara,
intrépidamente osado,
sobre el furor de las armas
su padre a arrojarse en medio,
repitiendo en voces altas:
"Muera, que no es hijo mío
quien es traidor a su patria,
pero muera," prosiguió,
"de suerte que satisfaga
su muerte al cielo y al mundo,
siendo ejemplo, y no venganza.
Esta causa es del Senado;
a mí me toca esta causa,
como a primer senador;
que el ser padre no embaraza
al ser juez; porque, aunque son
dos acciones tan contrarias,
mi sangre y mi obligación
sabrán cumplir con entrambas."
Dijo, y llegando a su hijo,
que al verle se echó a sus plantas,
le arrancó el laurel con una
mano y con otra la espada.
Con que el furor suspendido
-- ya al valor de su constancia,
ya al decoro de su puesto,
ya al respeto de sus canas --
quedó, mayormente al ver
que, entregado a dos escuadras
de la nobleza y la plebe,
llevarle a la torre manda
del alto homenaje, donde,
sin ver del sol la luz clara,
preso le tiene, cargado
de cadenas y de guardas.
¡Oh, quién aquí hacer pudiera
exclamación de cuán varia
la fortuna en un instante
tan de extremo a extremo pasa,
como del triunfo a la ruina
y del alborozo al ansia!
La culpa tuve, y así,
solicitando enmendarla,
oye lo que ignoras, ya
que sabes lo que ignorabas.
Temiendo yo que su vida
a todo trance restada
está, no tanto porque
su padre, por la jactancia,
más que de padre, de juez,
tan grandes extremos haga,
cuanto porque lo restante
del Senado es fuerza que haya
de tomar satisfacción,
y dar a Lelio venganza,
discurriendo en varios medios,
modos, ardides y trazas
de ponerle en libertad,
precios ofrecí, fïada
en que la llave del oro
maestra es de todas guardas.
Un bandido a mí ha venido
-- ¿quién duda que ella le traiga? --
diciéndome cómo él sabe
que el cubo de la muralla
de la torre, entre otras rejas,
conserva una que, limada
a otro fin, no surtió efecto;
y así quedó, no sin maña,
desmentido lo limado
con no sé qué negra pasta;
que él la abrirá, y él pondrá
de noche en ella una escala,
y al pie della una cuadrilla,
que le guarde las espaldas
hasta sacarle de Roma;
pero que es fuerza que haya
quien de la parte de adentro
de aquesto le avise, para
cuyo efecto este papel,
lo primero, le señala
la reja, luego hora, noche
y seña con que le aguarda.
A que en su mano le pongas
y con él esta acerada
sorda lima a sus prisiones
es para lo que se ampara
de ti mi amor; y pues tienes,
por tribuno, puerta franca
a la prisión, sin sospecha
de que en ella entres y salgas,
dale uno y otro, y ¡adiós!,
que no quiero mi tardanza
despierte alguna malicia,
ni que tú me des las
gracias
de lo que en esto
me debes,
puesto que no sé que haya,
para un espíritu altivo
de quien se hace confïanza,
ocasión más generosa,
más airosa, más bizarra,
más heroica, más ilustre,
más noble ni más hidalga,
que dar la vida a un amigo
en servicio de una dama.
Vase
ENIO: ¡Espera, escucha! -- La puerta
cerró, entrándose a otra cuadra,
donde no puedo seguirla.
Preciso es que desta salga
cuanto antes, para no dar
cuenta a crïado o crïada,
si preguntan a quién busco.
Entra por una puerta y sale por otra
Ya deste empeño me saca
hallarme en la calle. ¡Cielos!
¿Quién se ha visto en más extraña
confusión? Ministro soy,
por tribuno, en la real sala
de justicia; por amigo
lo soy con vida y con alma
de Coriolano; obligado
de Veturia me hallo, a causa
de haberse de mí valido.
¿Quién vio fiel de tres balanzas
tan iguales como cargo,
amistad y confïanza?
Divertido en lo que hacer
debo, he llegado al alcázar
del homenaje, en que está
Coriolano. Antes que haga
entero juicio, he de verle;
quizá alguna circunstancia
me advertirá lo mejor;
aunque, a mi ver, mucho carga
la de dar vida a un amigo
en servicio de su dama.
Sale PASQUÍN
PASQUÍN: ¿Quién viene allá?
ENIO: ¿Qué es aquesto,
Pasquín?
PASQUÍN: Ser guarda, y no guarda-
infante, ni guardapolvo,
guardapiés, ni guardadamas,
sino guardadiablo, pues
guardo a Coriolano.
ENIO: Basta
de locura, y dime ¿cuál
es de su prisión la estancia?
PASQUÍN: Aqueste obscuro retrete.
ENIO: Abre, ya que están cerradas,
de sus troneras alguna.
PASQUÍN: Eso es decir que me abra
la cabeza; que aquí no hay
más tronera que mi calva.
Abre una puerta, vese CORIOLANO sentado, con cadena
al pie
ENIO: Salte allá fuera; que importa
que, como ministro, haga
con él una diligencia;
y avisa si alguno trata
de entrar o salir.
PASQUÍN: Sí haré.
Vase
CORIOLANO: Gente he sentido. ¿Quién anda
aquí?
ENIO: Quien por verte viene
y, por no verte, trocara
la amistad con que te busca
al dolor con que te halla.
CORIOLANO: ¿Enio?
ENIO: Sí.
CORIOLANO: Si como juez
vienes a hacer en mi causa
algún instrumento, di
cuál es; que nada me espanta.
ENIO: (Perdone el puesto, que añade Aparte
mucho peso a su balanza,
con la lástima de verle,
amistad y confïanza.)
Tan otro es a lo que vengo,
que es de parte de una dama.
CORIOLANO: ¿La que convoyaste?
ENIO: No;
que ésa ya quedó en su raya
segura.
CORIOLANO: ¿Qué dama puede
ser la que a verme te traiga
de parte suya?
ENIO: Veturia.
CORIOLANO: ¿De mí se acuerda?
ENIO: Y con tanta
fineza...
CORIOLANO: Di.
ENIO: ...que es en orden
a que desta prisión salgas.
CORIOLANO: ¿Qué dices? ¡Oh quién pudiera
darte en albricias mil almas,
más porque fina se acuerda
que porque preso me valga!
Vuelve, pues, vuelve a decirme
si es verdad, que ella, obligada
de lo que paso por ella,
te envía, y cómo, Enio, traza
mi libertad.
ENIO: Como hay quien
una desas rejas abra,
quien ponga una escala en ella,
y te guarde las espaldas,
hasta sacarte de Roma.
CORIOLANO: Si eso es verdad...
ENIO: Esta carta
y esta lima te lo digan;
bien que para leerla falta
la luz, porque viene en ella
el que estéis conformes, para
saber la noche, y abrir
la reja, y poner la escala.
CORIOLANO: Muestra, que no falta luz;
que esta cadena se alarga
hasta aquella puerta que
tiene enfrente una ventana
que, aunque participa poca,
lo que es para leerla basta.
Lee
"Señor y dueño mío; quien estima
vuestra
vida más que la suya ha solicitado medios
para que salgáis de esa prisión. La reja
que hallaréis abierta y la que tendrá
puesta la escala es la primera del cubo
de la torre. Avisad en teniendo limadas
las prisiones, para que esa noche os espere
quien ha de acompañaros, que quien lleva
éste traerá la respuesta. Dios os
guarde."
Deja que una y muchas
veces,
no a los brazos, a las
plantas
te pague el porte
de aquesta
ventura que no esperaba.
ENIO: Pues sin esperarla viene,
no hay que esperar a lograrla;
que yo he de ser el primero
que acompañándote vaya.
¿Qué noche vendrán?
CORIOLANO: Acciones
que tocan en temerarias
no hay que pensarlas; que sólo
se arriesgan en lo que tardan.
Y pues solamente aquí
limar las prisiones falta,
de aquí a la noche habrá tiempo.
ENIO: Según eso, ésta señalas.
CORIOLANO: Sí.
ENIO: Adiós, pues.
CORIOLANO: Adiós.
Sale PASQUÍN
PASQUÍN: Tu padre
viene entrando hacia esta sala.
ENIO: No digas que yo le he visto. --
Tú, retírate a tu estancia;
que de hallarme aquí yo tengo
disculpa que dar.
CORIOLANO: Tirana
Fortuna, duélete un día
siquiera de mis desgracias.
Vase CORIOLANO, cerrando la prisión. Sale
AURELIO
AURELIO: Bien dijo quien dijo que era
en las pasiones humanas
muchos cuidados un hijo.
Dígalo yo, a quien
arrastran,
con ley de juez que acrimina,
dolor de padre que ama.
Y así, entre las dos
pasiones,
haciendo una sola
de ambas,
le prendo y le guardo a un tiempo,
porque preso satisfaga
a la justicia, y también
porque preso asegurada
su persona esté; que es cierto
que, a no estarlo, le mataran
Lelio y sus deudos; de suerte
que, justiciera la maña,
para todos le castiga
cuando para mí le guarda.
Y así a ver vengo... ¿Enio aquí?
ENIO: Llegando de la campaña
e informándome, señor,
de cuanto en mi ausencia pasa,
cumpliendo mi obligación
y considerando cuánta
de Coriolano es la culpa,
quise saber con qué guardas
y prisiones su persona
está; que nunca yo entrara
a verle preso, si no
fuera para asegurarla.
AURELIO: De ti lo creo. (¡Al caído, Aparte
oh amistad, qué presto faltas!)
[Habla CORIOLANO] al paño
CORIOLANO: Entreabriendo aquesta puerta,
puedo escuchar lo que hablan.
AURELIO: A lo mismo venía yo;
y pues que tu vigilancia
debe, por su obligación,
aliviarme de la carga
de cuidar que su persona
segura esté, que es el ansia
que más me aflige, respecto
de que es preciso que caiga,
si él faltase, sobre mí
la sospecha, que me valga
de ti es preciso también,
pues de nadie con más causa
fiarme puedo, que de quien
le toca lo que le encargan.
Y así, pues que desde aquí
mi desvelo en ti
descansa,
por el Senado te nombro
guarda mayor de sus guardas.
Tú le has de dar cuenta dél;
y desde hoy con más
instancia,
porque, queriendo
con Lelio
de su padre la desgracia
en parte suplir, en él
se ha proveído la plaza
de segundo senador,
de que hoy tomará en la sala
de justicia posesión.
Mira si habrá quien te haga,
el día que te le fío,
el cargo a ti de su falta.
Vesle ahí; que no quiero verle
yo. (Lástima es, que no saña.) Aparte
Entrégate dél, y teme
que el cuchillo que amenaza
su garganta no ejecute
los filos en tu garganta.
Vase. Sale CORIOLANO
ENIO: ¿Haslo oído?
CORIOLANO: Sí.
ENIO: Pues oye
también que no me acobarda
su despecho para que
libre esta noche no salgas.
En ella te espero. Adiós.
CORIOLANO: Oye. Y ¿será buena paga
que vengas tú a darme vida
y yo a darte muerte vaya?
ENIO: Un medio término puede
medir esas dos distancias.
CORIOLANO: ¿Qué medio término?
ENIO: Yo,
hasta salir de la raya,
contigo he de ir. Con quedarme
contigo, y en buena o mala
fortuna seguir la tuya,
resguardado, te resguardas.
CORIOLANO: Eso es, porque no se pierda
uno, perderse dos. Basta
que a mí, como delincuente,
por forajido la patria
me dé, sin que por traidor,
yendo contra lo que manda,
te dé a ti; mira el desdoro
que hay de una fuga a una infamia.
ENIO: Eso salva el dar la vida
a un amigo.
CORIOLANO: Mas no salva
al amigo que le pone
en que pierda honor y fama.
ENIO: Yo cumplo con esperar.
CORIOLANO: Yo con no salir.
ENIO: Repara.
CORIOLANO: No hay que reparar.
ENIO: Advierte.
CORIOLANO: No hay que advertir.
ENIO: Mira.
CORIOLANO: Nada
he de mirar. Y porque
tan desconfïado vayas,
que no esperes mi salida,
daré al aire tu esperanza.
Arroja hacia dentro la lima
ENIO: ¿Qué has hecho?
CORIOLANO: Arrojar la lima;
que si ella es la llave falsa
de mis prisiones, sin ella
verás que en vano me aguardas.
ENIO: Eso es desesperación.
CORIOLANO: Esto es honra.
ENIO: Es temeraria
resolución.
CORIOLANO: Es piadosa.
ENIO: Es cruel despecho.
CORIOLANO: Es constancia.
ENIO: Es furor.
CORIOLANO: Es honor.
ENIO: Es
ira.
CORIOLANO: Es valor.
ENIO: Es ingrata
fe con Veturia.
CORIOLANO: Veturia
me querrá -- que es noble dama --
más con alabanza muerto
que vivo sin alabanza.
ENIO: No quiero apurar ahora
despeños a tu arrogancia.
Mañana quizá estarás
de otro parecer, si pasa
noche por éste.
CORIOLANO: Aunque pasen
siglos, no habrá en mi mudanza.
ENIO: Con todo, mañana espero
ver qué valen mis instancias.
CORIOLANO: Pues, hasta mañana, adiós.
ENIO: Pues adiós, hasta mañana.
Vanse. Múdase el teatro en sala de tribunal,
con sitial y dosel, y salen AURELIO y un RELATOR,
viejo
venerable
AURELIO: ¿Está todo prevenido?
RELATOR: Sí, señor; y acompañado
de la nobleza ha llegado
Lelio ya.
AURELIO: (Pierdo el sentido Aparte
al ver que la posesión
he de dar contra mi hijo
a quien tan claro colijo
ser justa su indignación.
Pero ¿qué puedo yo hacer,
cuando corre tan deshecha
la suerte que a mi sospecha
es fácil de convencer?
Con que no hay razón que impida
ser su juez, cuando advierto
que, si él es hijo del muerto,
yo padre del homicida.
Y es tan grande del Senado
la autoridad y el honor
que el que eligió a Senador
no puede ser recusado;
dando a entender que ha de ser
tan recto en la ejecución
que interés, sangre o pasión
no ha de poderle vencer.
Ya llega; forzoso es
que, a costa del ansia mía,
obre ahora la cortesía
y la fortuna después.)
Sale LELIO vestido de luto, y gente de
acompañamiento
AURELIO: Vos seáis muy bien venido,
señor, a suplir la ausencia,
con vuestra heroica presencia,
del que hemos todos perdido.
Y digo todos, porqué
padre de la patria era,
cuya desdicha, si fuera
capaz de tenerse, en fe
de ser vos quien la suplís,
sólo afianzara el consuelo.
LELIO: Aurelio, guárdeos el cielo.
AURELIO: Sentaos, pues a eso venís.
No es ése vuestro lugar,
estotro es el que se os debe;
que el tribuno de la plebe
el izquierdo ha de ocupar. --
Llamadle.
RELATOR: Ya viene allí.
Sale ENIO por otro lado con gente de
acompañamiento
ENIO: Perdonadme, si he tardado;
que en vuestro servicio he estado.
AURELIO: ¿Queda bien seguro?
ENIO: Sí.
(Y tanto que no quisiera Aparte
yo que lo quedara tanto.)
Siéntanse los tres en tres sillas, y
en un
taburete el RELATOR
AURELIO: (¡Quién disimulara el llanto!) Aparte
La ceremonia primera
es que un pleito sentenciéis,
porque con vuestro decreto
la posesión y su efeto
consisten.
Al RELATOR
-- ¿Cuáles tenéis
más vistos o más a mano?
RELATOR: El que más visto, después
de ser el más grave, es,
señor, el de Coriolano.
AURELIO: Leed sus cargos. (Fuerza es esto.) Aparte
RELATOR: "Habiéndose publicado
un edicto del Senado,
a derogarle dispuesto,
dijo que él publicaría
otra en contra, en que mandase
que ninguno le observase;
dando a entender que podía
leyes quitar y poner;
a cuyo efecto movió
la milicia, en que
mostró,
no sin ambición, querer,
el día que su furor
contra el Senado armas toma,
levantándose con Roma,
coronarse emperador.
Testigo hay que afirma ser
suya, y de otro alguno no,
la espada que a Flavio hirió."
AURELIO: ¿Qué alega en descargo?
RELATOR: "Haber
siempre constante y leal
servido a la patria; que,
siguiendo a Rómulo, fue
el cabo más principal;
que a los Etruscos venció,
muerto su rey a sus manos;
que a los labinios y albanos
al imperio sujetó;
que al sabino fue su brío
el que resistió valiente
el paso una vez del puente,
y otra el esguazo del río,
sin la tercera, en que entró
triunfante en Roma. Esto alega;
y en cuanto a ser suya, niega,
la espada, que a Flavio hirió;
concluyendo con que osado
no se opuso su fortuna
al Senado, sino a una
no justa ley del Senado."
AURELIO: Ya, nobleza y plebe,
habéis
el cargo y descargo
oído.
Para votar siempre ha sido
estilo que despejéis,
mientras nuestro sentimiento,
desavenido en nosotros,
no apele para vosotros
en general parlamento.
UNOS: Así es, y nuestra esperanza...
OTROS: Lo que dijiste te advierte.
AURELIO: ¿Qué dije yo?
TODOS: Que su muerte
sería ejemplo, y no venganza.
[RELATOR: Retiraos.]
Vase el pueblo
AURELIO: (¿Que su muerte
sería ejemplo, y no venganza?
.....................[-anza]
.....................[-erte]
Yo lo dije. ¿Habrá quien crea
que una voz, que a darle vida
fue allá causa, repetida
aquí, a darle muerte sea?
¿Ni quién creerá en mi quebranto
que, siendo lo más veloz
una pluma y una voz,
voz y pluma pesen tanto
que en vano su gravedad
sustentarla solicito?
Darle perdón es delito;
darle castigo es crueldad.
Aquí, a pesar de mi fama,
me está llamando el amor;
aquí, a pesar del dolor,
la justicia es quien me llama.
A un tiempo sin mí y conmigo
balanzas mis manos son;
en ésta pongo el perdón,
en ésta pongo el castigo.
Ya no puede haber malicia
en el peso que dispuse,
pues donde la pluma puse
ha cargado la justicia.
A mi dolor esta vez
no habrá consuelo que cuadre,
pues más que la voz de padre
pesó la pluma de juez.
Escribe
¿Qué mucho, si en el crüel
dolor de mi sentimiento
centro es de la voz el viento,
y de la pluma el papel?
La hoja al voto he de volver;
no haga el ejemplar mi pena;
que, si un padre le condena,
un contrario, ¿qué ha de hacer?)
Ahora votad [vos].
LELIO: (Que añada Aparte
dolor a dolor es suma
fuerza, y que empuñe la pluma,
cuando debiera la espada.
Entre cólera y templanza
yo me enfreno y yo me irrito;
que vengarme por escrito
venganza es, mas ruin venganza.
Y será acción mal distinta,
aunque Roma sea mi madre,
que vierta sangre mi padre,
y yo la lave con tinta.
Y así perdone esta vez,
que entre juez y caballero
para conmigo, primero
fui caballero que juez.)
Escribe
Ya firmé y volví la hoja.
AURELIO: Votad vos ahora, Enio.
ENIO: (¡Qué poco tendrá mi ingenio Aparte
que pensar en tal congoja!
Pues si ausentarle consigo
con mi voto, es cierto que
como juez conseguiré
lo que intenté como amigo.)
Escribe
También yo he firmado.
AURELIO: Pues
por si alguno se mejora,
conferido, leed ahora
los votos de todos tres.
RELATOR: "Habiendo considerado
de Coriolano la fiera
culpa, mi voto es que muera.
Aurelio, por el Senado."
"Atento a la gran proeza
de Coriolano, y su altiva
fama, mi voto que viva
es. Lelio, por la nobleza."
"Porque pague lo que a él debe
la patria, y no perdonado
quede, della desterrado
salga. Enio, por la plebe."
Los tres habéis discordado.
LELIO: Mi voto no hay que confiera
en que viva.
AURELIO: Yo en que muera.
ENIO: Yo en que vaya desterrado.
Levántanse
LELIO: Que muera es mucho rigor.
AURELIO: Que viva es mucha piedad.
ENIO: Luego entre amor y crueldad
no será crueldad ni amor
el destierro.
LELIO: Sí hará tal;
que mejor, a cuantos ven,
será perdonarle bien
que no castigarle mal.
Un destierro a tal delito
ni es castigo ni es perdón.
RELATOR: Yo cumplo mi obligación,
si los tres votos remito
al general estamento
de la nobleza y la plebe,
que es el que, en discordia, debe
dar al uno el cumplimiento.
Vase
AURELIO: (Mi esperanza en eso estriba; Aparte
que al ver tan sin ejemplar
mi voto, es fuerza ganar
afectos para que viva.)
Vase
LELIO: (No mal de su juicio espera Aparte
mi voto lograrse, pues
sabrá la nobleza que es
que viva para que muera.)
Vase
ENIO: (El pueblo sabrá, informado Aparte
de mí, que para cumplir
con no morir ni vivir,
elegí el ir desterrado.
Con que después iré a dar
cuenta a Veturia de que,
ya que lo uno no logré,
lo otro dispuse.)
Vase. Salen VETURIA y LIBIA disfrazadas y con
velos en el rostro
VETURIA: El pesar
de un amante corazón,
que de los hados se queja,
pocas veces, Libia, deja
quietar la imaginación.
Una grave diligencia
a Enio encargué; no he sabido
el efecto que ha tenido;
y como es de la paciencia
cualquier tardanza enemiga,
me he atrevido disfrazada,
y deste velo tapada,
a buscarle y que me diga,
ya que sus ocupaciones
lugar quizá no le han dado,
lo que della ha resultado.
LIBIA: A poco riesgo te pones
de ser conocida, pues
en ese traje y tapada,
no tienes que temer nada.
Y para hallarle ésta es
la mejor hora, supuesto
que es la que sale el Senado,
en que es fuerza que haya estado.
Tocan dentro chirimías y atabalillos
VETURIA: Espera. ¿Qué será esto
de hacer salva y concurrir
tanta gente a sus umbrales?
LIBIA: De gran novedad señales
son. No me atrevo a inferir
qué será. Pero allí viene
Pasquín, y él me lo dirá.
VETURIA: Tente; que por ti podrá
conocerme, y no conviene
que sepa quién soy.
LIBIA: Diré
que eres una amiga mía
que viene en mi compañía
en busca suya; con que,
no hablando tú, ¿cómo puede
conocerte?
VETURIA: Dices bien.
Vuelven a tocar, y sale PASQUÍN
PASQUÍN: Gracias al gran Baco den
mis ansias, pues me concede
no ser guarda, a cuyo fin
visitarle solicita
mi sed, en cualquier hermita
que encuentre suya.
LIBIA: ¡Pasquín!
PASQUÍN: Libia, por quien cierto hombre
dijo, en frase no muy vana,
"Libia, que ya de liviana
tienes la mitad del nombre",
¿qué es aquesto?
LIBIA: ¿Qué ha de ser?
Que, viendo que no me vías
en tantísimos de días,
de ti procuré saber.
Y, diciéndome esa amiga
que te había visto aquí,
que viniese la pedí
conmigo.
PASQUÍN: No sé si diga
que mientes; porque es en vano
persuadirme a que ignoraba
nadie que nombrado estaba
por guarda de Coriolano.
LIBIA: ¿De Coriolano?
PASQUÍN: Sí.
LIBIA: Pues
¿cómo la guarda has dejado?
PASQUÍN: Como, habiéndole sacado
de la prisión, fuerza es
que sobren las guardas.
VETURIA: (¡Cielos! Aparte
¿Qué oigo? ¿Sacado le han
de la prisión? Que serán
-- ¿quién lo duda? -- mis desvelos;
pues sacarle a él de prisión
y no verme Enio, su fiel
amigo, de irse con él
bastantes indicios son
Sin duda él la diligencia
hizo.)
A LIBIA
Pregúntale más.
LIBIA: Ya que disculpa me das
de faltar de mi presencia,
dime ¿cómo lo han sacado,
cuándo, quién, cómo, y qué fiesta,
porque a él le saquen, es ésta
que hoy hace todo el Senado?
PASQUÍN: ¿Qué fiesta, quién, cómo y cuándo
preguntas, sin reparar
que ése es mucho preguntar?
Y más para mí, que ando,
con la falta del dormir,
muy frágil hoy de memoria,
y es muy larga aquesa
historia.
LIBIA: Tente; que no te has de ir
sin que a las cuatro razones
cuenta des.
PASQUÍN: ¿Es fuerza?
LIBIA: Sí.
PASQUÍN: Señores, ¿quién me hizo a mí
contador de relaciones?
Desde el parlamento alto,
Libia, al bajo parlamento,
como si fuera bayeta,
bajó remitido el pleito.
Lo que allá se confirió
no lo sé muy por extenso;
mas sé que fue su resulta
que, de donde estaba preso,
a Coriolano sacasen,
y al son de los instrumentos
le restituyesen cuantos
honoríficos aprestos
prevenidos le tenían
para su recibimiento
el día que en Roma entró
coronado de trofeos.
¿Quién le sacó? Fue la guarda.
¿Cuándo? En el instante mesmo.
¿Cómo? De laurel ceñido.
¿Dónde? Al trono más excelso.
De modo que de la misma
suerte que le recibieron
triunfante se vuelve a ver
de la prisión libre, en medio
del senador propietario
y el sustituto del muerto,
haciendo hoy las ceremonias
que entonces se hubieran hecho,
si aquella mala mujer
de Veturia con extremos
tan duelistas no le hubiera
en tanta desdicha puesto.
Hasta aquí sé; desde aquí
busca a otro majadero
que te diga lo demás,
si no te basta oír al pueblo.
Vase. Chirimías y atabalillos [y dicen
dentro]
TODOS: ¡Viva Senado que sabe
dar a las victorias
premio!
VETURIA: ¿Quién creerá que hay caso en que
oír baldones agradezco?
Libia, dime, si es verdad
lo que escucho y lo que veo;
porque ser dicha y ser mía,
ser gozo y no ser ajeno,
implica contradicción.
¿Libre Coriolano, cielos?
¿Libre y con nuevos honores
restituido a sus puestos?
Desengáñame tú, dime
si es cierto, Libia.
LIBIA: Y tan cierto
que, sin ser la enamorada
yo, desde aquí lo estoy viendo;
pues para que lo vean todos,
el Capitolio han abierto.
Sosiégate; que no es bien
te descubran tus afectos.
Y más cuando todo el vulgo,
con el general contento
de su perdón, trae en tropas
mujeres y hombres diciendo:
TODOS: ¡Viva Senado que sabe
dar a las victorias
premio!
Con esta repetición y las chirimías y
atabalillos, salen todas las mujeres
y hombres, abriéndose todo
el foro, y en un trono CORIOLANO, con laurel, manto y
bastón,
y a sus lados AURELIO, LELIO, ENIO, y el RELATOR
CORIOLANO: (Fortuna, si por asunto Aparte
de tus variados sucesos
me ha elegido lo inconstante
de tu condición, a efecto
de que se acrisole en mí
ser verdad aquel proverbio
de que es un sueño la vida,
pasándome tus extremos
a preso de victorioso,
y a victorioso de preso:
suspéndete en este engaño,
siquiera por un momento,
y conténtate con darme
al partido de que sueño
la felicidad, con que
a verme triunfante vuelvo.
AURELIO: Publicad, para que conste
a toda Roma, el decreto
que en su remisión ha dado
el general estamento.
VETURIA: Oye, Libia, por si oírlo
añade gozos al verlo.
RELATOR: Sepa Roma, y sepa el orbe
que plebe y nobleza, atento
a que no es justo que queden
tantos señalados hechos
como debe a Coriolano
la república sin premio,
principalmente en la rota
del último vencimiento
del sabino, cuyo triunfo
entonces quedó suspenso;
sepa Roma, y sepa el orbe
que plebe y nobleza, habiendo
recusado el primer voto,
le dan por libre y absuelto
de la pena capital
de muerte; y añaden luego
que prosiga el adquirido
triunfo, con que satisfecho
ya una vez en lo que toca
a cuanto es merecimiento,
convienen con el segundo
voto de que viva; pero
que no viva despenado
tanto como en el tercero
el destierro le permite;
porque ha de ser el destierro
con circunstancias de que
sirvan a otros de escarmiento,
no dejando sin castigo
el osado atrevimiento
de haber alterado a Roma,
de haberse al Senado opuesto,
convocado la milicia
y, sobre un senador muerto,
despertado las sospechas
de quererla hacer imperio.
Y así determinan que
suceda al triunfo el destierro,
arrojándole de sí,
de los honores
depuesto,
pues si mereció ganarlos,
ya le ha pagado con ellos,
y debe cobrarlos, pues
también mereció perderlos;
con que, emancipado hijo
de la patria, y de sus fueros
hoy desnaturalizado,
establecen que al momento
que vea el pueblo que a deberle
nada le queda a su acuerdo,
degradado del laurel,
bengala y estoque, siendo
el pregón de sus delitos
los pavorosos acentos
de destempladas sordinas
y roncos parches funestos,
le saquen de los distritos
de toda Roma; y expuesto
al arbitrio de los hados,
le dejen en los desiertos
montes fuera de su raya.
Y para que en todo tiempo,
por donde quiera que fuere,
lleve las señas de reo,
los hierros de la
prisión
sean testigos de sus yerros,
diciendo premio y castigo,
sin venganza y con ejemplo,
pena de ser sospechoso
el que no diga con ellos:
RELATOR y TODOS: ¡Viva Senado que sabe
unir castigos y premios!
VETURIA: (¡Ay, Libia, bien temí yo Aparte
ser mi dicha devaneo.)
CORIOLANO: (¡Ay, fortuna! Bien temí Aparte
que era mi ventura sueño.)
AURELIO: Yo, aborrecido hijo... (Mal
dije; que en deshonor puesto,
no debe llamarte hijo
ni aun el aborrecimiento)
yo, Coriolano, te puse
el laurel, que en otro riesgo
te quité, por darte vida,
y ahora a quitártele vuelvo
porque me mate el dolor;
Quítasele
que para mi sentimiento
más que verte degradado
dél, verte quisiera muerto.
LELIO: Mi padre te dio el estoque
que osado contra su pecho
esgrimiste; y aunque a mí
quitártele toca, quiero
trocarle al bastón, porque
no se piense que es a afecto
de dejarte desarmado
para mi venganza, puesto
que, dondequiera que fueres,
seguirte y matarte tengo.
Quítasele
ENIO: Yo, Coriolano, la espada,
por la obligación del puesto,
te quito;
Quítasela
pero entendido
ten que con ella me quedo
para emplearla en tu favor,
siempre que se ofrezca hacerlo.
CORIOLANO: ¡Cielos! ¿Qué dolor que iguale
a mi dolor habrá?
VETURIA: ¡Cielos!
¿Qué tormento habrá que pueda
medirse con mi tormento?
RELATOR: Ahora, escuadras, que nombradas
estáis para el cumplimiento
de la justicia, pues yo,
como fiscal, os le entrego
desposeído del trono
y las insignias depuesto...
Tocan cajas destempladas y sordinas
... al son, como antes os dije,
de fúnebres instrumentos,
llevadle, hasta quedar fuera
de todos los lindes
nuestros.
Y para seguridad
de que no conmueva al pueblo,
sobre afianzadas prisiones,
llevadle el rostro cubierto;
que, para saber quién es,
basta que vais repitiendo:
RELATOR
y TODOS: ¡Viva Senado que sabe
unir castigos y premios.
Cajas
MUJER 1: ¡Qué lástima!
Vase
MUJER 2: ¡Qué desdicha!
Vase
MUJER 3: ¡Qué pena!
Vase
MUJER 4: ¡Qué desconsuelo!
Vase
LELIO: Retírome; no se entienda
que en su castigo me vengo.
Vase
ENIO: ¡Quién, por no oírlo, ensordeciera!
AURELIO: ¡Quién cegara, por no verlo!
Vanse los senadores
SOLDADO: Ven, y a lo que ejecutamos
disculpe el que obedecemos.
Vuelven a tocar las sordinas y cajas
CORIOLANO: En fin, hijo aborrecido,
patria, ¿me arroja tu centro,
como bruto, a las montañas,
como fiera, a los desiertos?
Pues teme que, como fiera
rabiosa, que, como fiero
bruto irritado, algún día
me vuelva contra mi dueño.
Cúbrenle el rostro y llévanle
TODOS: ¡Viva Senado que sabe
unir castigos y premios!
Vanse
VETURIA: ¡Oíd, esperad!
LIBIA: No, señora,
des con segundo despeño
a toda Roma segundo
escándalo.
VETURIA: ¿Cómo puedo
dejar de darle, cumplido
el número al sufrimiento?
Déjame, Libia, que vaya
a morir con él.
LIBIA: Todo eso
es querer que contra ti
vuelva el rigor.
VETURIA: ¿Qué más vuelto,
si, perdido Coriolano,
esposo, alma y vida pierdo?
¡Oh Júpiter! ¿Para cuándo,
ya que me asustan los
truenos
desas cajas y esas trompas,
guardan tus rayos su
incendio?
O ¿para cuándo, fortuna,
es el igualar los tiempos?
¿Siempre a más la edad del llanto?
¿Siempre la del gozo a menos?
Dígalo yo, pues apenas
vi brujuleado el contento,
cuando vi patente el daño,
uno instante y otro eterno;
pues siempre durará en mí
de su ausencia el desconsuelo,
de su desdoro el dolor
y de su patria el desprecio;
si ya no es que, cuando sepa
dónde haya tomado puerto
su derrotada fortuna,
mi amor en su seguimiento
vaya a quebrarla los ojos,
porque, aunque sé que son ciegos,
si no sintiere su falta,
sentirá mi sentimiento,
cuando, a pesar de su ira
y a oposición de su ceño,
oiga que sin ella pude
labrarme mi dicha, siendo
mi suma felicidad
sólo el ver que a verle vuelvo.
Y hasta entonces, altos dioses,
sol, luna, estrellas, luceros,
planetas, signos y nubes,
aire, agua, tierra y fuego,
aves, peces, brutos, fieras,
montes, troncos, golfos, puertos,
con lástima suya y mía,
repetid con mis lamentos:
¡Cielos, o dadle venganza,
o dadme paciencia, cielos!
Vase
LIBIA: Oye, aguarda, escucha, espera.
Tras ella iré, por si puedo
excusar su precipicio.
Vase. Múdase el teatro en bosque, y salen
ASTREA y SABIN[I]O
SABINIO: ¿Dónde, Astrea, vas?
ASTREA:
Siguiendo
tus huellas voy.
SABINIO: Pues aquí
me espera; que al punto vuelvo.
ASTREA: Detente, que no has de dar
paso sin mí; que no quiero
que me suceda otra vez
el accidente o el riesgo
de hallarme sin ti en poder
de los que apenas me vieron
ir precipitada, cuando
desesperados volvieron
a que pasase la voz
de dejarme en un desierto,
perdida de vista. Y pues,
a no permitir el cielo
que hubiera dado en las manos
del romano caballero
que te conté, prisionera,
no hubiera a tus ojos vuelto,
no será justo que tanto
de la fortuna fïemos
que otra vez nos dividamos,
sino que en cualquier suceso
corramos una los dos.
Y así, donde fueres, tengo
de ir contigo.
SABINIO: Ese fracaso
que tantas veces habemos
conferido, y cada vez
se vuelve a quedar entero,
fue el desmán que ocasionó
caer tan pavoroso hielo
en todos los corazones
que, desmayados, volvieron
a abandonar lo ganado,
descaecidos los alientos;
y, siendo así que, cobrados
hoy, alojados los tengo
por todos esos villajes,
hasta incorporar con ellos
las nuevas reclutas que
de toda Sabinia espero,
para acabar de una vez,
o bien victorioso o muerto,
con aquese Coriolano
que, de la estrella heredero
de Rómulo, sobre mí
tiene dominante imperio;
¿qué mucho que, arrebatado,
Astrea, en este pensamiento,
espía yo de mí mismo,
mandase a los que vinieron
conmigo que me dejasen
solo, porque entre lo espeso
más disimulado pueda
reconocer el terreno,
por donde logre mejor
cobrar el perdido encuentro?
ASTREA: Sí; mas haberte avanzado
hasta tocar los extremos
que dividen vasallaje
entre el romano y el nuestro
no deja de ser arrojo
más temerario que cuerdo.
Yo no he de dejarte en él;
y así elige, porque tengo
de llevarte o ir contigo.
SABINIO: En rara duda me has puesto;
que irte conmigo es peligro,
e ir yo contigo es recelo.
Y así no sé qué te diga,
sino es que en decir resuelvo...
Dentro
VOZ: Ya que fuera de la raya,
que es el orden que traemos,
queda, ¡a retirar, soldados!
Que estamos en mucho riesgo,
si en su término nos sienten
los sabinos.
Ruido de cadenas
CORIOLANO: ¡Piedad, cielos!
UNO: Ellos te amparen, pues ves
que nosotros no podemos.
SABINIO: ¿Has oído unas lejanas
voces que la mía impidieron?
ASTREA: No tan sólo las he oído,
mal pronunciadas del
eco,
mas del ruido acompañadas
como de arrastrados hierros
de prisión.
SABINIO: Vuelve a escuchar,
por si algo entender podemos.
CORIOLANO: ¡Ay de quien nace a ser trágico ejemplo
que a la fortuna representa el tiempo!
SABINIO: Quédate aquí, por tu vida,
mientras voy a ver qué es esto.
ASTREA: No soy tan poco curiosa
que también no quiera verlo.
SABINIO: Un hombre, mejor dijera
un horror, hacia allí veo
que, mal esforzado, ya
tropezando y ya cayendo,
cubierto el rostro, ligadas
las manos y los pies presos,
baja torpe.
Sale CORIOLANO
ASTREA: ¿Qué esperamos,
que no le reconocemos?
Hombre infelice, ¿quién eres?
CORIOLANO: Soy el aborrecimiento,
la ira, la saña, el rencor,
la ojeriza, el odio, el ceño
de aquel réprobo destino
que hizo verdad el concepto
que "teatro del hombre" al hombre
llamó, pues en m[i] supuesto
midió las distancias que hay
de lo próspero a lo adverso.
¡Ay de quien nace a ser trágico ejemplo,
que a la fortuna representa el tiempo!
ASTREA: ¿Qué aguardo a quitarle al rostro
la venda? ¡Cielos, qué veo!
CORIOLANO: ¡Cielos, qué miro!
ASTREA: ¿Si es
ilusión?
CORIOLANO: ¿Si es devaneo?
SABINIO: ¿Quién eres, hombre, me di,
sin retóricos rodeos?
CORIOLANO: ¿Cómo he de decir quién soy,
si aun de quién fui no me acuerdo?
ASTREA: (O es él o naturaleza Aparte
dél lo copió.)
CORIOLANO: (Sí, ella es.) Aparte
ASTREA: (Pero Aparte
¿cómo es posible ser él,
de tal fausto en tal desprecio?)
CORIOLANO: (Mas no haberme conocido, Aparte
según estoy, será cierto.)
SABINIO: En vano te excusas. Di,
¿quién eres?
Salen EMILIO y PASQUÍN
EMILIO: Llega.
SABINIO: ¿Qué es eso?
PASQUÍN: Estarme moliendo a coces.
EMILIO: Que hallado en el monte habemos
desmandado del camino
este hombre, y te le traemos,
por si es espía.
PASQUÍN: Te engañan
en que desmandado vengo,
porque antes vengo mandado.
Y es el caso...
SABINIO: Di.
PASQUÍN: ...que habiendo
dejado aquí a Coriolano...
SABINIO: (¡Qué oigo!) Aparte
ASTREA: (¡Qué escucho!) Aparte
PASQUÍN: ...temiendo,
como vendado quedó,
que no dé en algún despeño,
me mandaron que volviese
yo a desviarle, hasta que puesto
en real camino o segura
senda quede. Si esto es cierto,
dígalo él; que, al verle ya
entre gente y descubierto,
sin riesgo de despeñarse,
paso entre paso me vuelvo.
EMILIO: Tente; que no te has de ir.
PASQUÍN: A mí me estará bien eso,
si, apóstata de soldado
sin nota de tornillero,
entre vustedes, mogrollo
de Corïolano quedo.
SABINIO: ¿Tú eres Coriolano?
CORIOLANO: Sí;
que uno es que calle el silencio
y otro que mienta la voz.
ASTREA: ¿Qué dudo? Pierda el recelo
de si es o no; que bien cabe
en los humanos sucesos
el dejarle allá triunfando
y hallarle aquí padeciendo.
SABINIO: (Aquí hay traición.) Aparte
¿Quién, si eres
Coriolano, di, te ha puesto
en tal desdicha?
CORIOLANO: Es tan noble
mi delito que no quiero
dejar a la presunción
la sospecha de no serlo.
Una dama fue mi ruina;
que el verla con sentimiento
bastó para que en favor
suyo hiciese tal empeño
que dio ocasión a que dél,
unos a otros sucediendo,
tantos resultasen como
mirarme por ella preso,
por ella desposeído
de mis insignias, depuesto
de mis honores, echado
de mi patria y, como
ajeno
hijo emancipado suyo,
negado a sus privilegios,
enviándome desterrado,
con viles señas de reo,
hasta sacarme de todos
sus distritos.
ASTREA: (¿Qué oigo, cielos? Aparte
¿Por una dama? Sin duda,
que, quién era yo sabiendo,
no haberme hecho prisionera
son los cargos que le han hecho.)
SABINIO: Bien pensarás que yo he estado
escuchándote suspenso,
en orden a que me habrán
compadecido sucesos
tan extraños. Pues no; que
antes
me han ofendido,
creyendo
que todo aquesto es traición.
(Válgome deste pretexto Aparte
para acabar con él, pues
no tiene otro eficaz medio
vencer una opuesta estrella
que destruirla el objeto.)
Y así, antes que la logres,
si introducirte es a intento
de darme muerte, a mis manos
morirás.
ASTREA: ¡Tente!
SABINIO: ¿Qué es esto?
¿Tú a mi enemigo defiendes,
Astrea?
ASTREA: Yo le defiendo,
Sabinio, porque es a quien
libertad y vida debo.
Sea Coriolano o no,
el romano caballero
es que a mi nombre le tuvo
tan decoroso respeto
que a mí misma me envió
a mí misma. Y si por esto
padece, como lo muestra
claro su castigo, puesto
que donde él me envió a mí libre,
es donde a él me le envían preso,
mira si en obligación
de defenderle estoy.
SABINIO: Siendo
tuyo el respeto, mal puede
ser ya mío el sentimiento. --
¿Qué esperáis? Llegad,
quitadle
las prisiones.
CORIOLANO: (Ya no debo Aparte
quejarme de ti, fortuna;
pues si una mujer me ha muerto,
otra me ha dado la vida.)
A tus pies...
SABINIO: Alza del suelo,
y ofrécele a Astrea, pues es
suyo el agradecimiento.
CORIOLANO: Si al nombre de la deidad
postrado rendí el obsequio,
¿qué haré a la deidad, el día
que obra milagro tan nuevo
como hacer de un desdichado
un dichoso, si no puedo
hacer más que haber traído
las cadenas a su templo?
ASTREA: Que el tiempo me diría el tuyo
también dije yo, añadiendo
que fíes de mí; y pues ya
cumplió su palabra el tiempo,
también sabré yo cumplir
la mía, restituyendo
los puestos y los honores
de que ingrata te ha depuesto
tu patria.
CORIOLANO: Con sólo uno,
señora, si le merezco,
no habré menester tener
más honores ni más puestos.
ASTREA: ¿Qué es? Que yo, en fe de su amor,
por Sabinio te lo ofrezco.
SABINIO: Yo por ti. ¿Qué es?
CORIOLANO: Que me admitas
por tu soldado a tu sueldo;
y esto por pensar que es más
servicio tuyo que premio
mío; pues si yo una vez,
a mi venganza resuelto,
tomo, Sabinio, las armas
contra Roma, me prometo
-- bien como ladrón de casa,
que sé lo que incluye dentro --
ponerla a tus plantas, sólo
con que sepas que es intento
vano querer por aproche
rendir sus muros soberbios,
pues sólo pueden rendirla
más, domado el ardimiento,
que las iras del asalto
las paciencias del asedio.
Contra ti defendí el puente,
que es llave de su comercio,
el día que a tus soldados
les fue undoso monumento
el ciego esguace del Tíber;
y si hoy, al contrario, intento
invadirle en tu favor,
cortados los bastimientos,
es fuerza darse a partidos.
SABINIO: Si es admitido proverbio
que el bueno para enemigo
será para amigo bueno,
no dudo con tu valor
el verme de Roma dueño.
CORIOLANO: Pues ¡al arma!
SABINIO: Pues ¡al arma!
CORIOLANO: Vea el mundo...
SABINIO: Admire el cielo...
CORIOLANO: ...y llore Roma en sus ruinas
mi injusto aborrecimiento,
cuando de un instante a otro,
si antes dije en mis lamentos:
"¡Ay de quien nace para ser ejemplo
que la fortuna representa al tiempo..."
SABINIO: Todos contigo diremos...
TODOS: "¡Feliz quien vino a ser glorioso empleo
de su venganza y del aplauso nuestro!"
FIN DE LA JORNADA SEGUNDA