JORNADA TERCERA
Salen por una parte DANTE y por otra
LIDORO
LIDORO:
(¡Que nunca tenga
ocasión Aparte
mi venganza de lograrse!)
DANTE:
(¡Que nunca le deba
darse
Aparte
a partido mi pasión!)
LIDORO:
(Mas cuando yo la
tuviera, Aparte
aun no sé si la lograra...)
DANTE:
(Pero cuando me
llegara,
Aparte
aun no sé si la admitiera...)
LIDORO:
(...porque, si de mi venganza Aparte
se me ha de seguir mi ausencia...)
DANTE:
(...porque, si de su violencia Aparte
se alimenta mi esperanza...)
LIDORO:
(...¿cómo ausentarme
podré Aparte
sin llevar conmigo a Irene...?)
DANTE:
(...¿cómo sin Irene
tiene
Aparte
tan vil afecto mi fe...?)
LIDORO:
(...¿y cómo podré
vivir Aparte
ausente de Aminta bella...?)
DANTE:
(...¿y cómo podrá mi
estrella Aparte
del amor de Aminta huir...?)
LIDORO:
(...¿y más cuando ya informado Aparte
estoy que a Dante ha querido?)
DANTE:
(...¿y más cuando
aborrecido Aparte
lo siento menos que amado?)
LIDORO:
(Cuando más causa no hubiera, Aparte
por mis celos le matara.)
DANTE:
(Cuando dos causas no hallara, Aparte
con una sola muriera.)
LIDORO:
(Amor, celos y
venganza
Aparte
de imposibles me mantienen.)
DANTE:
(¡En qué confusión me
tienen Aparte
amor, desdén y esperanza!)
¡Celio!
LIDORO:
¿Señor?
DANTE:
A ventura
tengo el hallaros aquí.
LIDORO:
Siempre será para mí
la mejor y más segura
el estar a vuestros pies.
DANTE:
Confieso que un forastero,
a quien el hado severo
a tierra arrojó, después
que echó su hacienda en el mar,
fuera de su patria y pobre,
no hay razón que no le sobre
para vivir con pesar.
Pero, advirtiendo también
que a quien la vida le queda
no hay fortuna que no
pueda
vencer viviendo, y más quien
tiene las partes que vos,
siento veros afligido
siempre y siempre suspendido.
Habladme claro, por Dios,
¿qué
habéis menester? ¿Queréis
a vuestra patria volveros?
Que embarcación y dineros
todo de mí lo tendréis.
¿Queréis quedaros aquí?
Pues sabed que en este día
de ese puerto la alcaidía
vacó y que me toca a mí
su provisión, y he querido,
pues hoy en mi cargo estoy
por vos, que sepáis que os doy
premisas de agradecido.
Si la admitís, bien con ella
lo podréis aquí pasar,
y con tiempo al tiempo dar
vado a vuestra injusta estrella.
Advertid, si os está bien,
que ando, cierto, deseoso
de que viváis más gustoso
de lo que parece.
LIDORO:
¿Quién
satisfaceros podrá
ese afecto, esa merced,
sino callando?
DANTE:
Creed
que es cuidado el que me da
vuestra persona. Y pasando
al cargo, ¿qué respondéis?
LIDORO:
Digo, señor, que me hacéis
notables favores cuando,
siendo
extranjero, fiáis
de mí de la corte el puerto.
Yo le acepto; y estad cierto
de que servido seáis
en él de la atención mía.
(Bueno es darme la
ocasión Aparte
envuelta en la obligación.)
Sale MALANDRÍN
MALANDRÍN: ¡Señor!
DANTE:
¿Qué hay, loco?
MALANDRÍN:
¡Gran día!
DANTE:
¿Qué ha sucedido?
MALANDRÍN:
Sintiendo
el rey la extraña tristeza
que padece la belleza
de su hermana, y pretendiendo
aliviarla, ya has sabido
las diligencias que ha hecho.
Y, aunque no son de provecho
las más de ellas, ha querido
que aquesos jardines bellos
sean teatros del día,
y de música y poesía
haya un gran festín en ellos.
DANTE:
¿Y eso te alegra?
MALANDRÍN:
Pues ¿no?
Si los premios han de dar
las damas, ¿no he de lograr
el mejor de todos yo?
DANTE:
¿Por qué?
MALANDRÍN:
Porque, aunque discretas,
nunca yerran su elección,
y sabe su discreción
que de todos los poetas
ninguno de mejor gana
las sirve.
DANTE:
¿Es memorial?
MALANDRÍN:
Ya
se ve, y más hoy, que quizá
las he menester mañana.
DANTE:
Calla, loco. -- Acudid vos
por los despachos después;
que ahora forzoso es
asistir al rey. (Si en
dos Aparte
afectos mi vida tiene
hoy lo que olvida y desea,
¿qué importa que a Aminta vea,
a precio de ver a Irene?)
LIDORO:
(¿Quién -- ¡ay infeliz! -- creerá Aparte
de mi confusa pasión
que me quita la ocasión
cuando la ocasión me da?)
MALANDRÍN:
¿Por qué despachos habéis
de acudir, Celio?
LIDORO:
Hame hecho,
de mi lealtad satisfecho,
del puerto alcaide.
MALANDRÍN:
Gocéis
tan gran merced. ¡Que sea cierta
cosa que, en siendo extranjero,
ha de hallar uno portero,
y puerto, portada y puerta!
¡Y que, habiéndome portado
yo en mi porte bien, por cierto,
no aporte a puerta ni a puerto
que no le encuentre cerrado!
Pero aquesto no es de aquí.
Ya el rey a la alegre vista
del jardín baja, con toda
la gala y la bizarría
de la corte.
Dentro instrumentos
LIDORO:
Retirado
será forzoso que asista;
que, aunque soy quien soy, no tengo
lugar.
DANTE:
Deidades divinas,
acabad de declararos
por Irene o por Aminta.
Salen la MÚSICA con instrumentos, el REY, AURELIO,
AMINTA,
IRENE, NISE, FLORA, LAURA y CLORI
AURELIO: (Aquí
está Dante.
Perdí
Aparte
la esperanza que traía
de lucir, porque me tiene
siempre ganada la dicha.)
REY:
No hay cosa que no imaginen
por ti las finezas mías,
ni cosa que sienta tanto
como tu melancolía.
AMINTA: Ya,
señor, con experiencias
siempre amantes, siempre finas,
sé que de galán y hermano
te debo entrambas caricias.
REY:
¿Es posible que no sepa
yo lo que te da alegría?
AMINTA:
Nada, pues de mis pesares
tus cariños no me alivian.
IRENE:
Desde que de aquella fiera
y aquel incendio en un día
padeció los sustos, no
es mucho, señor, la aflija
de ellos la memoria.
AMINTA:
Es
verdad, que a los dos rendida,
se apoderaron de suerte
del corazón ambas iras
que hasta ahora dudando estoy
si fue muerte o si fue vida
la que, crüel o piadoso,
me dio el que de ellos me libra.
REY:
Dante, dueño de esa acción,
lo dirá.
DANTE:
¿Yo, qué hay que diga,
sino que en doblados riesgos
fueron dobladas las dichas?
AMINTA: Ya
sé que fueron dobladas,
pues también a Irene obligan.
IRENE:
Eso es querer que a mi parte
me muestre yo agradecida.
AMINTA: No
es, porque una dama, Irene,
públicamente servida,
como tú lo estás de Dante,
[b]asta que el servicio admita
sin que lo agradezca.
AURELIO:
(¡Cielos, Aparte
muriéndome estoy de envidia!)
LIDORO:
(Sufra este desaire el
alma, Aparte
pues es fuerza quien soy finja.)
Siéntanse el REY en medio, a su mano derecha AMINTA, y
a la
otra IRENE, FLORA y LAURA al izquierdo suyo, y NISE y
CLORI
donde AMINTA; AURELIO y DANTE apartados, la MÚSICA al
paño
REY:
Ponga la música paz
a vuestras cortesanías.
CLORI:
¿Por qué tono empezaremos?
FLORA:
Sea el de aquella letrilla
que, por grave o triste, suele
ser de más agrado a Aminta.
MÚSICA: "¿Cuál
más infelice estado
de amor y desdén ha sido;
amar, siendo aborrecido,
o aborrecer, siendo amado?"
REY:
La música da ocasión,
pues que pregunta entendida
para responder; y así
volvamos todos a oírla.
MÚSICA: "¿Cuál
más infelice estado
de amor y desdén ha sido;
amar, siendo aborrecido,
o aborrecer, siendo
amado?"
Dentro un clarín
REY:
Esperad; ¿qué salva es ésta?
Sale un CRIADO
CRIADO: Un
bajel, que a nuestra isla
de paz llega a tomar puerto.
REY:
Pues salga quien le reciba,
y sepa de dónde viene,
qué gente y qué mercancía
trae.
DANTE:
Id, Celio, pues os toca
hacer de todo pesquisa.
REY:
¿Por qué a Celio?
DANTE:
Porque yo,
atento al favor de Aminta
más que al mío, con licencia
tuya, le di el alcaidía
del puerto y su atarazana.
REY:
Ha sido elección muy digna.
LIDORO: Beso
tus pies.
IRENE:
(¿Quién creyera Aparte
que a esto Lidoro venía?)
AMINTA: Ésta
es la primera acción
que os debo de agradecida.
REY:
Id, pues, y con la respuesta
volved; y en tanto repita
la letra la duda, puesto
que da ocasión a argüirla.
Vanse LIDORO y el CRIADO
MÚSICA: "¿Cuál
más infeliz estado
de amor y desdén ha sido,
amar siendo aborrecido,
o aborrecer siendo amado?"
REY:
Diga la primera Irene.
IRENE:
Aunque excusarme podía
de cuestiones amorosas
mi inclinación, más bien vista
que del ocio de la paz
del furor de la milicia,
con todo eso la cuestión
tanto se me facilita
que me atrevo a entrar en ella;
y digo que es la desdicha
mayor, el más infeliz
estado en su monarquía
aborrecer siendo amado.
REY:
¿Y tú qué dices, Aminta?
AMINTA: Yo
no sé de amor tampoco;
pero, a saberlo, diría
que amar siendo aborrecido
es la mayor tiranía
de sus imperios.
REY:
¿Tú, Flora?
FLORA:
La opinión de Irene tira
mi afecto al aborrecer.
REY:
¿Nise?
NISE:
Al ser aborrecido.
REY:
¿Tú, Laura?
LAURA:
Yo sigo a Irene.
REY:
¿Tú, Clori?
CLORI:
Yo sigo a Aminta.
MALANDRÍN: (¡Gran cosa es ser
rey de Chipre! Aparte
¡Con qué llaneza platica
las cosas de amor y celos,
casero con su familia!)
REY:
¿Y tú, Aurelio, qué eligieras?
AURELIO: Siendo
forzoso que elija,
amar siendo aborrecido,
dijo su alteza, y sería,
sabiendo yo su opinión,
poca atención no seguirla.
REY:
¿Y tú, Dante?
DANTE:
En el ingenio
nunca la atención peligra;
y así, con aquesta salva,
no importa que la otra siga;
aborrecer siendo amado,
no hay cosa que tanto aflija.
MALANDRÍN:
Pues a hombres de placer
ningún lugar se les priva,
esperad, que mi humor falta
decir a lo que se inclina.
Aborrecer siendo amado
es una ruindad indigna;
amar siendo aborrecido,
grandísima bobería.
Y así es mi opinión, guardando
a toda dama justicia,
que se aborrezca y se ame,
tratándolas cada día,
a la fea como a fea,
y a la linda como a linda.
AURELIO: ¡Quita,
loco!
DANTE:
¡Aparta, necio!
REY:
Para la
cuestión repitan
la copla toda, y estén
los coros siempre a la mira,
para que a las opiniones
las glosas a un tiempo sigan.
M&Uaccute;SICA:
"¿Cuál más infeliz estado
de amor y desdén ha sido,
amar siendo aborrecido,
o aborrecer siendo amado?"
IRENE:
Entre amar y aborrecer
no hay comparado ejemplar,
pues trae dentro de su ser,
quien aborrece, al pesar;
pero quien ama, al placer;
luego, si el que ama está hallado,
y el que aborrece penado,
bien de ambos, no sólo infiero
cuál sea el
estado, pero
cuál más infeliz estado.
MÚSICA:
"Desdichado
del que aborrece, si infiero,
no sólo a otro comparado,
cuál sea el estado, pero
cuál más infeliz estado."
AMINTA:
Quien, siendo amado, aborrece
ya el ser amado le aplace;
mas quien ama y no merece
de amor la persona es que hace,
del desdén la que padece;
luego, si aquél ha
tenido
un mal, el aborrecido
dos, pues sin despique siente,
y maltratado igualmente
de amor y desdén ha sido.
MÚSICA:
"¡Ay del perdido
que sin dicha alguna siente
verse postrado y rendido,
y maltratado igualmente
de amor y desdén ha sido!"I? >"Afligido
viva entre desdén y amor
el que aborrece querido,
pues le estuviera mejor
amar siendo aborrecido."
AURELIO:
Supuesto que el deber no
es culpa, en que desmerece
mi amor, y mi amor faltó,
siéntalo quien lo padece,
que no he de sentirlo yo;
y pues es rigor del hado
aborrecer obligado,
digo que es mejor partido,
entre amar aborrecido
o aborrecer siendo amado.
MÚSICA:
"Culpe al hado
quien infelice ha nacido
y se ve en el peor estado
entre amar aborrecido
o aborrecer siendo amado."
AMINTA:
"¡Culpe al hado
quien infelice ha nacido
y se ve en el peor estado
entre amar aborrecido
o aborrecer siendo amado."
Levántase AMINTA, como furiosa
REY:
¿Qué es esto, Aminta?
AMINTA:
No sé.
En mis penas divertida,
me arrebató un sentimiento,
una pasión, una ira.
Dejad, dejad las canciones;
que si a divertirme miran,
más me matan que divierten.
REY:
¡Hermana!
TODOS:
¡Señora!
IRENE:
¡Aminta!
AMINTA: Dejadme
todos, dejadme;
nadie -- ¡ay infeliz! -- me siga;
mejor estoy a mi solas,
pues mi mejor compañía
sólo puede ser mi pena.
REY:
Seguidla todos, seguidla.
¿Qué mortal pasión, Irene,
es ésta?
IRENE:
No sé qué diga,
si no es que a quien está triste
poco la música alivia,
pues antes dicen que aumenta
más la pasión.
REY:
Por su vida
no sé, Irene, lo que diera.
Sale LIDORO
LIDORO:
Bien puedo pedirte albricias.
REY:
¿De qué?
LIDORO:
De que ese bajel,
nao marchante de la India
oriental, cargado viene
de plata, oro y piedras ricas,
a hacer empleo en los frutos
que esta tierra fertilizan,
con que ha de exceder tu reino
a las comarcanas islas.
REY:
Yo las albricias te mando,
que llega a ocasión que es dicha,
pues puedo hacer, con su empleo,
que a la de Egnido se siga
la guerra; que he de morir
o acabar de destruirla.
Vase
LIDORO:
(¡Qué al contrario ha de salirle Aparte
el empleo que imagina!)
AURELIO: Aunque
de paso, no puedo
dejar, Irene divina,
de decir que mi esperanza
aun vive.
IRENE:
Mucho me admira
que aun para decirme eso
al rey le perdáis de vista.
Id tras él, que importa más
que mi amor.
AURELIO:
Bien me castigas.
Vase
IRENE:
No mucho, pues que te dejo
aquesa esperanza viva.
(Allí Lidoro ha
quedado.
Aparte
¡Oh, si las ferias del día
diesen ocasión de hablarle!)
LIDORO:
(Allí quedó Irene.
Dicha Aparte
fuera que hablarla pudiera,
porque pudiera decirla
de dónde la nao viene.
MALANDRÍN: ¿Ves estas penas
de Aminta?
Pues tú, señor...
DANTE:
Ya lo sé,
ya lo sé, no me lo digas;
que pues nada me remedia,
no es bien que todo me aflija.
¿Ves aquel afecto? ¿Ves
aquella pasión que obliga
a sentimiento a las piedras?
Pues menos tras sí me tira
que aquel helado desdén;
tanto que, en una acción misma,
quiero oír más aquí rigores
que allí ponderar caricias --
Bellísima Irene, ¿cuándo,
cuándo, apacible homicida,
has de acabar de pagar
con una muerte dos vidas?
¿Cuándo podrá el rendimiento
de un triste...?
IRENE:
No, no prosigas;
que para saber que nunca
han de ser menos mis iras
no es menester que me tome
más tiempo en que te lo diga.
DANTE:
¿Es posible que no puedan
hallar tantas ansias mías
lugar en tu pecho?
IRENE:
No.
DANTE:
Pues ¿qué haré yo en que te sirva?
IRENE:
Irte, sin decirme nada.
Hace DANTE una reverencia y se va a hablar con LIDORO
MALANDRÍN: (¡Qué obediencia
tan rendida! Aparte
No hiciera un novicio más.)
DANTE:
¡Celio!
LIDORO:
¿Qué me mandas?
DANTE:
Mira,
amigos somos los dos,
tus fortunas me lastiman,
lastímente mis fortunas.
A esa fiera, a esa enemiga,
a esa esfinge, a esa sirena,
áspid de esta nueva Libia,
ya que me cierra los labios,
la dirás de parte mía
que no me agradezca tanto
el mirarse obedecida,
a vista de su desdén,
cuanto del amor de Aminta.
Vase
MALANDRÍN: Y yo ¿puedo
decir algo?
IRENE:
Menos vos; idos aprisa.
Hace MALANDRÍN una reverencia y se va hacia LIDORO
MALANDRÍN: Decid a aquesa señora,
Celio, tan desvanecida,
que eso se merece quien
en el bosque y en la quinta
no la dejó en fiera y fuego
ser vianda o ser ceniza.
Vase
LIDORO:
Grande dicha ha sido, Irene,
que los cielos me permitan
lugar de hablarte.
IRENE:
Mía es,
si es que es de alguno, la dicha,
para que pueda también
en ti aprovechar mis iras.
LIDORO:
¿Iras?
IRENE:
Sí.
LIDORO:
Pues ¿con qué causa
conmigo también te indignas?
IRENE:
Dijísteme que a este puerto
hecho mercader venías
de joyas y de pinturas,
unas bellas, si otras ricas,
a fin de reconocer,
siendo tú propio tu espía,
el modo de mi prisión,
para ver cómo podrías,
con el valor o la industria,
o conquistarla o abrirla.
Añadiste a esto que a Dante,
autor de nuestras desdichas,
venías a dar la muerte.
Dejo aparte aquella ruina
del bajel, dejo que fuese
él quien te ampare y te asista,
dejo que le hayas pagado
el favor con más altiva
fineza, cuanto va a ser
generosa una, otra pía;
y voy a que, si ya en paz
te han puesto sus hidalguías
con él, y queda el rencor
airoso, ¿cómo no aspiras
a vengarte, cómo, en vez
de darle muerte, te humillas
a recibir beneficios?
¿Tú alcaide suyo?
LIDORO:
Oye, mira;
que si el poco tiempo que hay
en quejas le desperdicias,
hará falta a lo que importa.
Sabe, Irene, sabe, prima,
que ese bajel que ha llegado
es tu padre el que le envía.
Por cabo dél viene Libio,
con aquella intención misma
que traje yo; que sabiendo
mi pérdida, solicita
el rey, que me juzga muerto,
que otro en mi lugar te asista.
Preñado caballo griego
de máquinas exquisitas
de fuego, es Etna del mar
que, afectado por encima
de la nieve del contrato,
encubre dentro la mina
que ha de reventar en Chipre
pasmo, horror, asombro y grima,
si ya no vence la industria
antes que las armas. Mira
ahora si te está mal
que yo las llaves admita
del puerto, y...
AMINTA dentro
AMINTA:
Dejadme todos;
no me siga nadie.
LIDORO:
Aminta
viene allí.
IRENE:
No poder siento
responder agradecida
a la nueva y, pues el mar
con los jardines confina
del palacio, y tú en él tienes
dominio, a que no resistan
las guardas, aquesta noche
en un esquife a su orilla
ven; que yo te esperaré,
como acaso divertida
en ellos, donde tratemos,
antes que de la conquista,
de la fuga. Y sea la seña
que te doy, porque podría
ser que otras damas estén
en los jardines...
LIDORO:
¿Qué? Dila.
IRENE:
Porque sea más callada,
y de la noche más vista,
tener un lienzo en la mano;
y así, la que a la marina
más se acercare con él
soy yo.
Sale AMINTA al paño
LIDORO:
Ya llega.
IRENE:
Imagina,
atrevido forastero,
que el no quitarte la vida
por mis manos es porque
no es tu bárbara osadía
capaz de tan gran castigo,
de tan noble muerte digna.
AMINTA:
¿Qué es esto?
IRENE:
Nada, señora.
AMINTA:
Yo he de saber qué te obliga
a dar esas voces.
IRENE:
Oye,
si saberlo solicitas.
Dile a quien tan atrevido
ese recado me envía
que procure su intención
lograrla, mas no decirla;
porque no la logrará,
habiendo de ella noticia.
Vase
AMINTA:
Menos lo he entendido ahora.
LIDORO:
Pues no está obscura la cifra.
Crïado de Dante soy,
con sus favores me obliga
a que de su parte a Irene
-- no sé dónde voy -- la diga
que intención es al rey
para su esposa pedirla,
si ella da licencia. A que
me respondió enfurecida
que procure su intención
lograrla, mas no decirla;
porque no la logrará,
habiendo de ella noticia.
AMINTA:
Dice bien, porque soy yo
fiadora de que ofendida
no ha de ser de esa violencia,
cuando mi hermano la
admita.
Así lo decid a Dante,
y añadid de parte mía
que hace bien en pretender
con otros medios, si mira
cuán poco los rendimientos
a un ingrato pecho obligan.
LIDORO:
Yo lo diré, aunque no sé,
señora, cómo lo diga.
AMINTA:
¿Por qué?
LIDORO:
Tampoco lo sé.
AMINTA:
Pues ¿vos me habláis con enigma?
LIDORO:
Si lo es mi vida, ¿qué mucho
que de lo que es mío me sirva?
AMINTA:
No os entiendo.
LIDORO:
Yo tampoco.
AMINTA:
Hablad más claro.
LIDORO:
Otro día.
AMINTA:
¿Por qué no ahora?
LIDORO:
Porque
soy extraño en estas islas.
AMINTA:
¿Para hablar importa?
LIDORO:
Sí.
AMINTA:
¿Cómo?
LIDORO:
Como el fin peligra
de quien
ignorado habla;
que la razón más bien dicha,
por entendida que sea,
se halla sin ser entendida.
Vase
AMINTA:
¡Extraño estilo! No sé
qué presume, qué imagina
el
corazón, que parece
que con recelos me avisa
que aqueste extranjero es,
si atiendo a la bizarría
de su acción primera, y luego
a la de amistad tan fina,
más de lo que dice.
Pero
que lo sea o no, ¿qué quita
ni qué pone a mi dolor?
Sale DANTE
DANTE:
(Fuése Irene y quedó
Aminta.
Aparte
Mas si ambas son mis estrellas,
¿qué me espanta, qué me admira
que la feliz sea la errante
y la no feliz la fija?)
AMINTA:
Dante, ¿cómo a este jardín,
cuando ya la sombra pisa
la falda a la luz, entráis?
DANTE:
Como la luz de tu vista
desmiente tanto la noche
que aun pienso que todo es día.
AMINTA:
Del academia debió
de sobrar esa poesía,
y como cosa sobrada
la gastáis conmigo.
DANTE:
Indigna
presunción de un rendimiento...
AMINTA:
...que casarse solicita
todavía con Irene,
a cuyo efecto la envía
a tomar de ella licencia,
para que el rey se la pida.
DANTE:
Hartas causas de quejaros
os han dado mis desdichas.
¿Para qué, si las hay ciertas,
os valéis de las fingidas?
Tal licencia no he pedido.
AMINTA:
Luego ¿causa hay que la finja
entre Irene y Celio?
DANTE:
No
os entiendo.
AMINTA:
No me admira;
que yo tampoco me entiendo.
Mas para cuando él os diga
lo que yo le dije a él,
ved que en confïanza mía
está Irene, y que palabra
la he dado de que yo impida
que el rey sin gusto la case;
y no juzguéis, por mi vida,
-- ¡mal juramento! -- que son
mis celos los que me obligan,
sino la estimación vuestra;
que es mi voluntad tan fina,
tan hidalgo mi dolor,
tan noble la pena mía,
que, porque ella no os desprecie
tan cara a cara a mi vista,
quiero yo que de mejor
aire su desdén se vista,
y no obligue una violencia
a lo que un amor no obliga.
Vase
DANTE:
Sin duda que convino
a la gran providencia
de los dioses hacer en mí experiencia
de cuánto el alto Júpiter previno
extender los imperios del destino,
pues con aqueste amor presagios tales
me hizo objeto de bienes y de males;
sin que puedan jamás males ni bienes
lograr favores ni decir
desdenes.
¡Oh tú, estrella divina,
oh tú, sagrada estrella,
primavera que en campos del sol huella
la esfera cristalina,
en cuyo influjo Venus predomina!
¡Oh tú, trémula hermana
del sol, oh imagen ya de la fortuna,
que en el cóncavo espacio de tu luna
incluyes soberana
el no pisado alcázar de Dïana!
Hoy con vuestras centellas,
en quien el sol parece que ha quedado
a pedazos quebrado,
pues vuestras lumbres bellas
nunca son más que un sol quebrado a estrellas;
decidme cada una,
o todas me decid, si a todas toca,
¿cuál es aquella -- ¡ay triste! -- que provoca,
siempre infiel, siempre vil, siempre importuna,
el ceño contra mí de mi fortuna?
No quiero que enemiga
deje de ser; no quiero
que favorable contra el hado fiero
se muestre; sólo quiero que me diga
por qué un amor a aborrecer me obliga.
¿Por qué un desdén me obliga a que le adore?
Mas ¡ay! que aun ella es fuerza que
lo ignore;
que aun a amantes querellas
nunca razón han dado las estrellas.
Salir del jardín quiero.
¿Qué es lo que miro? En otra duda muero,
si no tan rigurosa,
no ya menos penosa,
si el riesgo en que me miro considero.
¡Ay de mí! El jardinero
la puerta me ha cerrado;
que, creyendo que nadie sin el día
aquí
estar osaría,
su misma confianza le ha engañado;
igual es el escándalo al cuidado.
Si a propósito un hombre dispusiera
esta ocasión, ¿pudiera
llegar nunca a logralla?
No; que sólo se halla
lo más dificultoso a cada paso
dispuesto en los descuidos de un acaso.
Si llamo, inconveniente
es; si no llamo...Pero allí anda gente,
aun para discurrir tiempo me falta,
y mi sombra -- ¡ay de mí! -- me sobresalta.
Fuerza es que recatado
espere a ver lo que dispuso el hado.
Salen IRENE, AMINTA, CLORI, FLORA, NISE y LAURA
IRENE:
¿A estas horas al jardín
vuelves, Aminta?
AMINTA:
El silencio
de la noche me convida,
de las hojas y los vientos,
a cuyo compás el mar,
tranquilamente sereno,
responde en blandos embates
la media razón del eco.
Parece que divertida
a las lisonjas del fresco
entre las flores y el agua
me tienen mis sentimientos.
IRENE:
(¡Oh, plegue a Dios que
Lidoro Aparte
no venga -- ¡ay de mí! -- tan presto!)
DANTE:
(Aminta, Irene y las
damas Aparte
son. Recáteme el recelo
de ser sentido, y que piensen
que ha sido el acaso intento.)
FLORA:
Pues ya que de aqueste sitio
te agrada el divertimiento,
quieres que cantemos?
AMINTA:
No;
que en la música no tengo
alivio alguno; antes, Flora,
de mi tristeza el extremo
se aumenta con la dulzura
de sus cláusulas.
IRENE:
Lo mesmo
de las cláusulas del agua
dicen los que ese secreto
observaron; y así harás
bien en retirarte presto,
pues la experiencia es la misma.
AMINTA:
Yo por contraria la tengo,
pues aquélla me entristece,
y ésta me divierte.
IRENE:
(¡Cielos, Aparte
sola esta noche la han dado
el mar y el jardín contento!)
NISE:
Pues ya que aquí de la noche
aliviada estás, ¿qué haremos
para divertirte?
AMINTA:
Una
cosa no más apetezco.
FLORA:
Di, ¿qué es?
AMINTA:
Que me dejéis sola;
porque si llorar pretendo
y suspirar, para el llanto
y para el suspiro es cierto
que el mar y el viento me bastan,
pues son de mis sentimientos
el mejor amigo el mar,
la mejor lisonja el viento.
IRENE:
No quedas bien aquí sola.
AMINTA:
Nunca yo sola me quedo;
mis penas quedan conmigo.
IRENE:
Yo a dejarte no me atrevo;
(y es verdad, por no
dejarte Aparte
en las manos de mi riesgo)
que sola, triste y de noche,
es dar al dolor esfuerzo.
AMINTA:
Pues quédate tú conmigo.
LAURA:
Nosotras nos retiremos,
ya que gusta de eso Aminta.
Vanse CLORI, FLORA, LAURA y NISE
DANTE:
(Aminta e Irene -- ¡cielos! -- Aparte
solas han quedado, y yo
testigo de sus afectos.)
AMINTA:
Ya que has gustado quedarte
conmigo, darte pretendo
cuenta de mi mal; que, aunque
tú no lo ignoras, sospecho
que comunicado pueda
aliviar mi sentimiento.
Saca AMINTA un lienzo, como llorosa
IRENE:
¿Lloras?
AMINTA:
Sí, por que lo digan,
Irene mía, primero
mis lágrimas que mis voces.
IRENE:
Quita, por Dios, quita el lienzo
de los ojos, ni en la mano
le tengas por instrumento
de esa flaqueza. (¡Ay de
mí!
Aparte
Que si viniera a este tiempo
Lidoro, y viera la seña,
todo estaba descubierto.)
AMINTA:
No hay cosa, Irene, que más
alivie a un rendido
pecho
que el llanto; y, pues has quedado
a servirme de consuelo,
no del consuelo me prives.
Pero bien haces, si advierto
que eres tú de mis pesares
la causa...
IRENE:
Mucho lo siento;
pero no sé en qué, porque,
si es Dante acaso el objeto
de tus tristezas, segura
puedes de mí estar, supuesto
que sabes que no le estimo.
AMINTA: Y
aun ése es mi sentimiento,
ver que lo que estimo yo
nadie trate con desprecio.
¿Hay quien merezca tu amor
mejor que él?
IRENE:
Nunca
vi celos
que se abatiesen a ser...
AMINTA:
Irás a decir "terceros
de su agravio." No lo digas;
porque no lo son, supuesto
que el sentir yo su desaire
es nobleza de mi afecto.
IRENE:
Pues habrás de perdonarme,
que, aunque lo sientas, no puedo
dejar de decir que a Dante
con vida y alma aborrezco.
DANTE:
(¿Que digan que mi albedrío
Aparte
es mío y usar dél puedo,
cuando no puedo pagar
este amor ni aquel desprecio?)
AMINTA:
No digo yo que le quieras,
pero -- ¡ay de mí! -- que no tengo
aliento para decirlo.
Pónese el lienzo en los ojos
IRENE:
¿Otra vez al llanto has vuelto?
AMINTA:
No, que nunca le he dejado.
Salen LIDORO y LIBIO
LIDORO:
¡Silencio, Libio!
LIBIO:
Al silencio
de la noche se lo di;
que yo piso con tal tiento
que los pasos del valor
parece que los da el miedo.
LIDORO:
Con el esquife a la orilla
solo te queda, y los remos
fuera del agua, porque
no hagamos ruido con ellos,
en tanto que yo por esta
playa en los jardines entro,
a ver qué dispone Irene,
de quien ya la seña tengo.
LIBIO:
En la orilla, dado cabo
a mi misma mano, espero,
porque no pueda el esquife
apartarse.
LIDORO:
Hacia allí veo
dos bultos y, si diviso
a los trémulos reflejos
de
la escasa luz la seña,
Irene es, pues con el lienzo
parece que está llamando.
IRENE:
(Que venga Lidoro
temo,
Aparte
y con la seña se engañe.)
LIDORO:
¿Qué, para llegar, recelo?
Que el estar acompañada,
puesto que la seña ha hecho,
será de alguien que se fía. --
No dirás que tarde vengo;
pero ¿qué mucho...
AMINTA:
¡Ay de mí!
IRENE:
¡Y de mí también!
LIDORO:
...si el viento
me trajo de mis suspiros?
AMINTA:
(¡Apenas a hablar
acierto!)
Aparte
¿Qué es esto, Irene?
IRENE:
Pues
yo,
señora, ¿qué sé?
AMINTA:
(¡El aliento Aparte
me falta!)
DANTE:
(Un hombre salir Aparte
del mar a la playa veo.)
AMINTA:
Hombre, ¿quién eres? ¿O cómo
aquí has entrado? ¿Qué es esto?
IRENE:
(No sé cómo -- ¡ay de mí! -- pueda Aparte
poner a este mal remedio.)
LIDORO:
¿De qué, Irene, tan turbada
me recibes, cuando llego
llamado de ti?
AMINTA:
No soy
Irene y, pues que ya advierto
que hay aquí más intención,
cobre mi desdicha aliento.
Hombre, ¿quién eres?
LIDORO:
No sé.
(¡Aminta es, viven los
cielos, Aparte
la que con la seña estaba!)
DANTE:
(A salir no me
resuelvo,
Aparte
hasta averiguar mejor
de todo el lance el empeño.)
AMINTA:
¡Traición, traición! ¡Flora, Nise,
Laura, Clori!
IRENE:
A tus acentos
pon silencio, si no quieres
perder la vida a este acero. --
Lidoro, ya declarados
estamos y descubiertos.
DANTE:
(¿Lidoro dijo? ¿Qué
escucho?) Aparte
IRENE:
No hay sino que el valor nuestro,
a pesar de la fortuna,
apele al último esfuerzo,
y lo que ha de ser mañana,
mejor será que sea luego.
Y pues el esquife está
en la playa, y en el puerto
el bajel, no hay que esperar,
sino dar la vela al viento.
LIDORO:
Dices bien; y porque nada
los dos por hacer dejemos,
Aminta ha de ir con nosotros.
AMINTA:
¿No hay quien me socorra, cielos?
DANTE:
Sí; que aquí está quien defienda
tantos traidores intentos.
LIDORO:
¿De dónde, Dante, has salido
a estorbar mi dicha?
DANTE:
El centro
de la tierra me ha arrojado
para ser castigo vuestro.
Sale LIBIO
LIBIO:
Fiado el esquife a la arena,
a hallarme a tu lado vengo.
LIDORO:
Entre tú e Irene, Libio,
mientras yo el paso defiendo
a Dante, llevad a Aminta
al esquife.
AMINTA:
¡Piedad, cielos!
IRENE:
Ven, ingrata; que has de ser
mi prisionera otro tiempo.
AMINTA:
¡Flora, Nise, Clori, Laura!
IRENE:
Pondréte en la boca el lienzo
que te pusiste en los
ojos;
sirva de algo en mi provecho,
pues tanto sirvió en mi daño.
Llevan IRENE y LIBIO a AMINTA
DANTE:
Hoy verás, Lidoro o Celio,
castigadas tus traiciones.
Riñen los dos. Dentro dicen
IRENE
y AMINTA: ¡Piedad,
dioses!
LIDORO:
¿Qué es aquello?
Sale LIBIO
LIBIO:
Que el esquife, desasido
del cabo que le di a tiento,
se ha alejado de la orilla,
e Irene y Aminta dentro
solas, corriendo fortuna,
fluctúan sin vela y remo.
Dentro
IRENE
y AMINTA: ¡Socorro,
dioses!
UNOS:
¡Traición!
OTROS:
¡Acudid, acudid presto!
DANTE:
¿Cómo a socorrer sus vidas
yo no me arrojo, supuesto
que, donde ellas son lo más,
todo lo demás es menos?
A LIDORO
No huyo de tu riesgo, pues
voy a buscar mayor riesgo.
Vase. Salen el REY, AURELIO, CLORI, NISE, LAURA, FLORA
y
criados con hachas
LIBIO:
Al mar se arroja.
LIDORO:
Tras él
me echaré.
LIBIO:
Tente.
REY:
¿Qué
es esto?
LIDORO:
No lo sé, señor; que yo,
al ruido también saliendo
a correr las centinelas
del balüarte del puerto,
hasta aquí llegué, y lo más
que haber terminado puedo
es que Aminta, Irene y Dante
en un esquife pequeño
se han echado al mar.
AURELIO:
Yo de estas
embarcaciones me atrevo
a tomar una y seguirlos.
Vase
LIDORO:
Yo también haré lo mesmo.
Ven, Libio; que si una vez
el bajel cobro, y del puerto
salgo, cobraré el esquife.
Vanse LIDORO y LIBIO
REY:
No en vano, no en vano, cielos,
en sus estatuas me dijo
el oráculo de Venus
que vendría a ser Irene
escándalo de mis reinos.
Ya lo vi, pues que ya vi
fieras, diluvios e incendios
contra Aminta conjurados,
y ahora los elementos;
Ruido de tempestad
pues, embravecido el mar,
reconociéndola dentro,
el cielo a escalar se atreve,
montes sobre montes puestos.
¿Qué es esto, hermosas deidades?
¿Hermosas luces, qué es esto?
Hablan en lo alto DIANA y VENUS
DIANA y VENUS: Nada las dos
experiencias
dijeron de tierra y fuego,
y queremos ver si dicen
más las del agua y del viento.
REY:
Ecos -- ¡ay cielo! -- en el aire
oigo; y pues no los entiendo,
los sacrificios alcancen
qué quiere decirme el cielo;
que pues nada la experiencia
ha dicho de tierra y fuego,
solicito que me diga
más la del agua y del viento.
Vanse. Descúbrese un bajel, y en él
IRENE, AMINTA y DANTE
IRENE:
¡Piedad, dioses soberanos!
AMINTA:
¡Socorro, dioses inmensos!
IRENE:
¡Que, embravecidos los aires...
AMINTA:
¡Que, sañudo el mar soberbio...
IRENE:
...de este mísero bajel...
AMINTA:
...de este errado frágil leño...
IRENE:
...la quilla toca a la arena!
AMINTA:
...y la gavia al firmamento!
DANTE:
Sola esta vez vino bien
encarecido el proverbio,
puesto que por las dos anda
el que anda el mar por los cielos.
Ni
por ti pude hacer más,
Irene, ni por ti menos,
Aminta, que despechado
arrojarme a socorreros.
Y pues al borde del barco
llegué -- ¡ay infelice! -- a tiempo
que,
amotinadas las ondas,
una es nube y otra es centro,
ya que no puedo vencer,
ya que contrastar no puedo
ni los embates del mar
ni las ráfagas del viento,
con morir entre las dos
habrá cumplido mi afecto.
IRENE:
Por más, Dante, que te mueva
en mi favor ese aliento,
y, a pesar de mis traiciones,
tu fineza haga ese esfuerzo,
no has de obligarme; y no tanto
de esta tormenta me alegro
porque amenaza mi vida,
que más que a ti la aborrezco,
cuanto porque sé que, ya
que muero a su desdén, muero
no dejándote a ti vivo.
AMINTA:
Yo, Dante, al contrario siento,
pues el riesgo de mi vida
ni le estimo ni le temo.
¡Pluguiera al cielo que en mí
quebrara la suerte el ceño
y vivieras tú, por quien
gustosa mi vida ofrezco
en humano sacrificio
a la gran deidad de Venus.
IRENE:
Yo a la deidad de Diana,
porque muramos a un tiempo,
y
sea el mar de mí y de Dante
sacrílego monumento.
AMINTA:
¡Piedad, dioses!
IRENE:
¡Iras, dioses!
AMINTA:
¡Piedad, cielos!
IRENE:
¡Iras, cielos!
Suenan instrumentos y terremoto
DANTE:
Iras pedís y piedades,
y a ambas parece que oyeron
dioses y cielos, pues, cuando
brama el mar y gime el viento,
dulces instrumentos suenan.
¿Quién vio en un instante mesmo
cláusulas tan desiguales
como dulzura y lamento?
MÚSICA:
"Dante, si quieres que el mar
mitigue el furor soberbio,
una de aquesas dos vidas
has de arrojar a su centro.
Resuélvete, y sea presto,
para que el mar serene y calme el viento."
DANTE:
Voz que, entre tormenta y calma,
oráculo eres tan nuevo
que nunca se vio de dos
contrariedades compuesto,
si de humano sacrificio
está Neptuno sediento,
y ha de ser víctima humana
su culto, la mía te ofrezco.
Viva Irene y viva Aminta;
muera yo, que librar pienso
a la una porque me quiere,
a la otra porque la quiero.
MÚSICA:
"Una ha de ser de las dos
la que elijas, por decreto
de los hados destinada."
DANTE:
¿No hay remedio?
MÚSICA:
"No hay remedio.
Resuélvete, y sea presto,
para que el mar serene y calme el viento."
DANTE:
¡Ay infelice de mí!
¡En qué confusión me veo,
entre aquel desdén que adoro
y aquel amor que aborrezco!
IRENE:
¿En qué confusión te ves,
si es tan fácil la elección,
cuando de mi inclinación
sabes el afecto? Y, pues
tanto te aborrezco que es
quererte dolor más fuerte
que la muerte, dame muerte
y cúmplase en mí el destino,
porque no te quiero fino
a trueco de no quererte.
AMINTA:
¿En qué confusión estás,
si la elección facilitas
cuando ves que en mí te quitas
lo que tú aborreces más?
Dame a mí muerte y verás
que, cuando me mates, trato
quererte, sin que el contrato
altere mi amor; pues fiel
¿qué hará en querete cruel
la que te ha querido ingrato?
DANTE:
De dos afectos [no] infiero,
cielo,
cuál a cuál prefiere.
Dar muerte a la que me quiere
es un desaire grosero;
pues dar muerte a la que quiero
es un tirano rigor.
¿Qué harán mi amor y mi honor
cuando en tal duda se ven?
Dilo, amor.
MÚSICA:
Viva el desdén.
DANTE:
Dilo, honor.
MÚSICA:
Viva el amor.
IRENE:
Darme a mí la vida es
tan baja y tan vil acción
como ver la obligación
al lado del interés.
El tuyo es mi vida, pues
la quieres y, siendo así,
nada recibo de ti,
aunque la vida reciba,
pues el querer que yo viva
no es hacer nada por mí.
AMINTA:
¿Quién, cuando pudo obligar
de lo que quiso el rigor,
tuvo en su mano el amor
y echó su amor en el mar?
Decir que te pude dar
nota de infamia en tu fama
es error; porque a quien ama
todos airoso le ven,
pues sólo está airoso quien
está airoso con su dama.
DANTE:
En dos
mitades partido
siempre el corazón ha estado,
de un desdén enamorado,
de un amor agradecido;
mas nunca -- ¡ay de mí! -- ha tenido
las dudas en que hoy le ven
los
hados. ¿Quién, cielos, quién
me dirá, en tanto rigor,
qué elija...?
MÚSICA:
"Viva el amor."
DANTE:
¿...qué escoja?
MÚSICA:
"Viva el desdén."
IRENE:
Si es que a
obligarme te mueves,
¿quieres templar mi fineza?
AMINTA:
¿Quieres con una fineza
pagarme lo que me debes?
DANTE:
Sí.
IRENE:
Pues, en discursos breves,
dame la muerte.
DANTE:
Eso no;
que amor tu ira me debió.
AMINTA:
Dámela a mí, si a ella quieres.
DANTE:
Eso no; porque tú eres
a quien se le debo yo.
IRENE:
Poco en mí vas a lograr.
AMINTA:
Nada en mí vas a perder.
IRENE:
Siempre te he de aborrecer.
AMINTA:
Nunca yo te he de olvidar.
IRENE:
Tu honor se ofende en dudar.
AMINTA:
En dudar tu amor también.
IRENE:
Muerte tus ansias me den.
AMINTA:
Muerte me dé tu rigor.
Muera yo, y viva el amor.
IRENE:
Muera yo, y viva el desdén.
AMINTA e
IRENE:
"Y para que estén
cielo y tierra suspensos..."
AMINTA, IRENE y
MÚSICA:
"Resuélvete, y sea presto,
para que el mar serene y calme el viento."
DANTE:
¿A qué me he de resolver,
partido entre dos extremos,
si la que más razón tiene,
la que tiene más derecho,
es la postrera que escucho
y la primera que veo?
¿Puedo yo arrojar a Irene,
que es la vida en quien aliento?
No. Perdona, Aminta hermosa.
Mas no perdones tan presto;
que, aunque resuelvo ser fino,
ser ingrato no resuelvo.
¿Puedo yo arrojar a Aminta,
a quien tantas ansias cuesto?
No. Perdona, Irene bella.
Pero tú
tampoco -- ¡ay cielos! --
me perdones; que, por ser
cortés, no he de ser sangriento.
Perder a Irene es venganza;
perder a Aminta es desprecio.
Amor, desdén, de una vida
os doled, dadme consejo.
MÚSICA:
"Resuélvete, y sea presto,
para que el mar serene y calme el viento."
IRENE:
¿Qué esperas, Dante?
AMINTA:
¿Qué aguardas?
IRENE:
Si estás notando...
AMINTA:
....estás viendo...
AMINTA e
IRENE:
...que, porque una no se pierda,
pierdes a las dos a un tiempo.
DANTE:
Pues, ya que he de resolverme,
aquí piadoso, allí fiero,
muera yo de enamorado
y no viva de grosero.
Perdóname, Irene; que antes
es mi honor que mi tormento.
IRENE:
¿Esto es lo que me has querido?
Llora
DANTE:
¿Tú no me aconsejas esto?
IRENE:
Sí; pero hay consejos que
no los dan los sentimientos
para que se tomen; y una
cosa es, contingente el riesgo,
aconsejar yo, y es otra
que tú tomes el consejo.
DANTE:
Ésta es la primera vez
que vi terneza en tu pecho.
¿Llorar sabes? Mucho sabes,
pues lo guardaste a este tiempo.
Perdona, Aminta, que llora
Irene.
AMINTA:
Yo te agradezco
que, aun para matarme, vuelvas
a mí. Y pues no me arrepiento
del consejo que te he dado,
échame al mar; que más quiero
morir alegre que ver
a Irene triste, supuesto
que tú has de sentir su llanto.
DANTE:
¿Quién vio tan trocado afecto
como ver, en un instante
pasando de extremo a extremo,
quien por mí riyó llorando,
quien por mí lloró riyendo?
Mucho supo la hermosura
que supo llorar a tiempo,
y aun la que supo reír,
a fe que no supo menos.
De amado y aborrecido
las dos pasiones padezco.
Aborrecido de muchas
puedo ser, ¿quién duda? Pero
pocas hallaré que me amen.
Y así al amor me resuelvo
a coronar, no al desdén;
y digan de mí los tiempos
que falté a mi conveniencia,
mas no a mi agradecimiento.
Admite, pues, en tu espuma,
o sacra deidad de Venus,
la ingrata víctima humana
de Irene; sepulte el centro
en ella la ingratitud,
porque no haya humano pecho
que juzque a mejor vivir
amando que aborreciendo.
Al ir a arrojarla, salen VENUS y DIANA en lo alto
VENUS:
¡Oye!
DIANA:
¡Aguarda!
VENUS:
¡Escucha!
DIANA:
¡Espera!
DANTE:
¿Qué quiere decirme el viento?
MÚSICA:
"¡Victoria por el amor!
¡Viva la deidad de Venus!"
VENUS:
Como no ha querido más
de nuestra cuestión el duelo
que llegar a la experiencia
de si es el más noble afecto
de una hermosura el amor,
pues que es suyo el vencimiento.
Y así, serenado el mar,
vuelve al abrigo del puerto,
donde mi oráculo ya
ha prevenido el suceso,
para que, en vez de castigo,
el rey, al perdón atento,
de Aminta esposo te haga
festivos recibimientos,
que ya desde aquí se escuchan,
diciendo a voces el eco:
MÚSICA:
"¡Victoria por el amor!
¡Viva la deidad de Venus!"
DANTE:
Felice mil veces yo,
que no solamente veo
tranquilo el mar, de su espuma
bellísima deidad, pero
el mar de mis confusiones
también tranquilo y sereno.
AMINTA:
La felicidad es mía.
IRENE:
Y mío sólo el tormento.
DANTE:
¡A tierra, a tierra! Y digamos
todos con la voz a un tiempo:
MÚSICA:
"¡Victoria por el amor!
¡Viva la deidad de Venus!"
Ocúltase el bajel con los tres y descienden de lo alto
VENUS
y DIANA
DIANA:
Confieso que me has vencido;
pero no, Venus, confieso
de una errada elección
la razón del vencimiento.
Y para que no imagines
que por desaire lo tengo,
yo la primera he de ser
que guíe de estos festejos,
con que el rey recibe a Dante,
la máscara que han dispuesto
para las bodas de Aminta
las damas, mientras prevengo
otra experiencia, en que quede
victoriosa.
VENUS:
Yo te acepto
la lisonja
ahora, y después
la competencia; y, supuesto
que ayudar quieres, empieza
con la música diciendo:
Salen dos damas con máscara y hachas,
tómanlas también VENUS
y DIANA, y mientras danzan y cantan la copla que se
sigue,
salen por una parte el REY, AURELIO, MALANDRÍN, LIDORO
y
LIBIO, y por otra IRENE, AMINTA Y DANTE
MÚSICA:
"¡Victoria por el amor!
¡Viva la deidad de Venus!
Aves, fuentes, plantas, flores,
decidme en los ecos de vuestros amores,
para triunfar más segura
una divina hermosura
¿qué afecto será mejor?
Amor;
pues él es el superior
y el que al fin le está más bien.
¡Viva el amor y muera el desdén;
muera el desdén y viva el amor!"
DANTE:
A tus plantas...
REY:
No me digas
nada; ya de todo tengo
noticia, favorecido
del oráculo de Venus;
y pues ella favorable
te es, ya en mí es fuerza el serlo.
A Aminta le da la mano.
AMINTA:
Logró mi fineza el cielo.
DANTE:
Dichoso yo.
MALANDRÍN:
¿Que ésa es dicha?
¿Casar con quien quieres menos?
DANTE:
Sí; que para dama es buena,
Malandrín, la que yo quiero;
para esposa, la que a mí
me quiere.
A IRENE
REY:
Y tú, hermoso bello
prodigio de ingratitud,
con quien, prisionera, tengo
la paz de Egnido segura,
pues ves que de tus intentos
las traiciones no consigues,
y Lidoro, a mis pies puesto,
impedido de la diosa,
no pudo salir del puerto,
A Aurelio le da la mano;
que has de vivir en mi reino
siempre prisionera.
IRENE:
¿A quien
tuvo mi favor en menos
que su fortuna he de dar
la mano? Pero ¿qué temo,
si quien a desprecios mata,
es bien que muera a desprecios?
LIDORO:
Malogré de mi intención
y de mi amor el efecto.
DIANA:
Pues para que se prosigan
las músicas y los versos,
a que de embozo asistimos,
a aplazarte otra lid vuelvo
de ingratitud y de amor.
VENUS:
Venceréte también. Pero
¿dónde ha de ser?
DIANA:
En la Arcadia.
VENUS:
¿Quién ha de ser el sujeto?
DIANA:
Amarilis, ninfa mía.
VENUS:
¿Adónde?
DIANA:
A este sitio mesmo.
VENUS:
¿Juez?
DIANA:
Este mismo auditorio.
VENUS:
¿Pluma?
DIANA:
La de tres ingenios.
VENUS:
Pues yo acepto el desafío,
fïada en que también tengo
en Arcadia un Pastor Fido
que ha de dar nombre a ese ejemplo.
DIANA:
Pues en tanto que se llega
de aquella experiencia el tiempo,
pidamos perdón ahora,
con la música diciendo:
MÚSICA:
"¡Victoria por el amor!
¡Viva la deidad de Venus!"
FIN DE LA COMEDIA