TERCERA JORNADA
Dividida la música en CORO 1 y CORO 2,
cantan, saliendo a danzar caballeros y damas, como lo
dicen los
versos
CORO 1: "Dama divina,
danza conmigo,
que no vivo, no,
si ajena te miro."
CORO 2: "Mirad a otra parte,
galán caballero,
que todos verán
lo mucho que os quiero."
CLARIDIANA: Si en esta amorosa calma
se deja tratar el cielo,
merezca tan alta palma,
pues, la rodilla en el suelo,
reverencia os hace el alma.
LINDABRIDIS: Logre vuestro atrevimiento
su deseo en la fe mía.
A FEBO
Dadme vos licencia, atento
a que en mí es la cortesía
reina de mi pensamiento.
Sale a danzar
FEBO: Salid, señora, a danzar.
Muy poco envidio el favor,
porque sé que es adorar
una sombra del amor,
por ídolo de su altar.
MERIDIÁN: Mientras en pie la contemplo,
respetaré su luz pura.
Pónense todos en pie
LICANOR: Reveréncienla a mi ejemplo,
si es templo éste de hermosura,
por imagen de su templo.
CORO 1: "Cuando entráredes, caballero,
en mi castillo inmortal,
vestido de blanco acero,
bien dirán que mucho os quiero,
cuantos conozcan mi mal."
Danzan CLARIDIANA y LINDABRIDIS
CORO 2: "Cuando entráredes, dama hermosa,
en el templo del amor,
deidad de jazmín y
rosa,
bien dirán que
sois mi diosa,
cuantos vean mi dolor."
FLORISEO: (¿Qué más ocasión aguarda Aparte
mi pena? ¿Qué me acobarda?)
Dadme otro lugar a mí,
pues yo también vine aquí
por vos, princesa gallarda.
Ase de la mano a LINDABRIDIS
CORO 1: "Si quisiéredes ser mi amante,
caballero, yo os querré,
como cortés y galante
me mostréis siempre constante
dulce amor y firme fe."
SIRENE le coge de la mano a FLORISEO, y vuelven a
danzar CLARIDIANA y LINDABRIDIS
SIRENE: (Ya la venganza prevengo Aparte
del que necio me dejó;
así mis desaires vengo.)
Si fe buscáis de amor, yo
la fe verdadera tengo.
CORO 2: "Si os quejáredes, dama bella,
que no supe agradecer,
culpad a sola mi estrella,
pues que solamente es ella
la que me enseñó a querer."
CABALLERO 1: (No introducirme es error, Aparte
para dar de mi ardimiento
muestras.) Perdonad, señor,
que para este atrevimiento
licencia ha dado el amor.
Toma de la mano a LINDABRIDIS
CORO 1: "Cuando entráredes, caballero,
en mi castillo inmortal,
vestido de blanco acero,
bien dirán que mucho os quiero,
cuantos conozcan mi mal."
ARMINDA: Si amor da liencia, quiero
tomarla yo en tu presencia;
que esto podrá -- bien lo infiero --
una dama, si hay licencia
de que pueda un caballero.
Tómale la mano ARMINDA a él
CORO 2: "Cuando entráredes, dama hermosa,
en el templo del amor,
deidad de jazmín y
rosa,
bien dirán que
sois mi diosa,
cuantos vean mi dolor."
ROSICLER: Pues si en la opinión o fama
de quien más estima y ama
esta ocasión toca, ya
hablar cualquiera podrá
en el sarao a su dama.
Pónese a una punta del tablado
FEBO: Yo desde esta parte intento,
adorando esa hermosura,
siempre a la ocasión atento,
pues que cada cual procura
decirla su pensamiento.
Pónese a la otra punta
CORO 1: "Si quisiéredes ser mi amante,
caballero, yo os querré,
como cortés y galante
me mostréis siempre constante
dulce amor y firme fe."
CORO 2: "Si os quejáredes, dama bella,
que no supe agradecer,
culpad a sola mi estrella,
pues que solamente es ella
la que me enseñó a querer."
Estarán trabados los lazos, danzando en
medio los más que puedan, y en las cuatro esquinas
ROSICLER, FEBO, MERIDIÁN, y LICANOR en pie; y
empiezan todos
otra diferencia de tañido
CORO 1: "A la sombra de un monte eminente,
que es pira inmortal,
se desangra un arroyo por venas
de plata torcida y hilado cristal."
CORO 2: "Sierpecilla escamada de flores,
intenta correr,
cuando luego detienen sus pasos
prisiones suaves
de rosa y clavel."
CORO 1: "Detenido en los troncos, suspende
el curso veloz
y, adquiriendo caudales de nieve,
malogra la rosa y tronca la flor."
CORO 2: "A las ondas del Nilo furioso
se arroja a morir,
y parece su espuma una línea
que labra dibujos de plata y marfil."
CORO 1: "¡Ay de las lágrimas
mías,
que, siendo tú
arroyo y fuente,
las entregué a tus cristales,
y en el mar de amor se pierden."
CORO 1: "Lindabridis, Lindabridis,
que deidad humana eres,
atiende a mis voces, ya
que a mis lágrimas no atiendes."
COROS 1 y 2: "Por ti, dama hermosa,
por ti, bella fénix,
por ti, dulce encanto,
Amor vive y muere."
CORO 1: "Suspiros son de un amante
cuantos los aires
suspenden,
lágrimas son de un celoso
cuantas los cristales
beben."
CORO 2: "Quejas son de un
ofendido
cuantas las flores
divierten,
voces son de un
desdichado
cuantas al eco
enmudecen."
COROS 1 y 2:: "Por ti, nuevo encanto,
por ti, bella fénix,
por ti, dama hermosa,
Amor vive y muere."
LINDABRIDIS: Muera de amor el que adora,
muera el que suspira y llora.
Llega hacia donde está FEBO
FEBO: ¿Queréis que yo muera?
LINDABRIDIS: No.
FEBO: ¡Qué dichoso fuera yo,
si quisiésedes, señora!
COROS 1 y 2: "Muera de amor el que adora,
muera el que suspira y llora."
LINDABRIDIS: Amor, el mejor maestro,
muriendo enseña a
vivir.
Llega hacia donde está
ROSICLER
ROSICLER: Mi obediencia en eso muestro;
pues ¿qué más dulce morir,
que por el servicio
vuestro?
COROS 1 y 2: "Amor, el mejor
maestro,
muriendo enseña a
vivir."
LINDABRIDIS: ¿Cómo, si de amor sentís,
siempre muriendo vivís?
Llega hacia otro de los que danzan
CABALLERO 1: Quiere amor que me perdone
la muerte, hasta que os corone
en la plaza de París.
COROS 1 y 2: "¿Cómo, si de amor sentís,
siempre muriendo vivís?"
LINDABRIDIS: Precio, laurel y trofeo
de vuestra victoria soy.
Llega hacia donde está CLARIDIANA
CLARIDIANA: Para lograr mi deseo,
pluguiese al Amor que hoy
se celebrase el torneo.
COROS 1 y 2: "Precio, laurel y trofeo
de vuestra victoria soy."
Dentro golpes y ruido, y dicen FAUNO y
MALANDRÍN
FAUNO: Rompe con un pie el castillo.
MALANDRÍN: No soy nada rompedor;
que sólo rompen mis pies
zapatos, castillo no.
MERIDIÁN: ¿Qué alboroto es éste, cielos?
LINDABRIDIS: ¡Qué asombro!
CLARIDIANA: ¡Qué confusión!
FEBO: ¡Qué atrevimiento!
FLORISEO: ¡Qué furia!
LICANOR: ¿Quién da aquellas voces?
Salen FAUNO y MALANDRÍN, vestido de pieles
ridículo
FAUNO: Yo.
Y me espanto que no haya,
generoso Licanor,
dicho en el eco mi acento,
dicho en el aire mi voz,
que es trueno, hijo de este rayo,
que es rayo, hijo de este sol,
pues con mi voz y mi vista
trueno, llama y rayo soy.
Esa divina hermosura,
norte felice de amor,
buscando vengo, porque
es mía y su dueño soy
desde que fui de su amante,
a leyes de este bastón,
homicida y heredero;
joven, a quien trasladó,
nuevo Adonis, en estrella
la majestad de algun dios,
porque era hecho ya otra vez
lo de convertirle en flor.
MALANDRÍN: Y todo cuanto dijere
el salvaje, mi señor,
está bien dicho; que al fin
con quien vengo, vengo.
ROSICLER: Horror
de la gitana ribera,
a cuya inmensa ambición
sepulcro fue y monumento,
que el cielo te destinó
todo este castillo, cuando,
huyendo de mi valor,
urna funesta fue el centro
que engendra miedo y pavor,
¿qué fiera segunda vez
de sus senos te abortó?
Si ya no de tus cenizas
renaciste, si ya no
moriste y a vivir vuelves
a ruegos de mi valor,
para que vuelva a matarte.
FLORISEO: ¡Oh tú, inculto semidiós
de las orillas del Nilo,
de cuyo engaño aprendió
el cocodrilo traiciones,
remedo de humana voz!
Si tanto sentiste, tanto
que no te matase yo
que me vienes a buscar,
por lograr este blasón,
hazte al campo; en él te espero.
FEBO: Hombre o fiera o lo que sois,
si morir a nobles manos
fue ya vuestra pretensión,
yo soy quien os ha de hacer
esa lisonja, pues soy
Febo, y podrá la soberbia
-- si de gigante intentó
blasonar -- decir después
que fue vencida del sol.
MERIDIÁN: A nadie le toca aquí
hablar sino a mí, pues yo
mantengo este paso y debo,
como al fin mantenedor,
responder a todo trance;
y así en respuesta te doy
la vida, hasta que te mate.
Vive, siquiera por hoy.
FAUNO: Si tanta ilustre soberbia,
tanta noble presunción
sucede al acero como
a la lengua sucedió,
no dudaré que en venceros
adquiera yo algún blasón.
Pero tampoco creeré
que darme pueda temor
quien con instrumentos dulces
ensaya guerras de amor,
cuando de cajas y trompas
les está llamando el son.
Si sois enemigos todos,
si competidores sois
de una dama, ¿cómo estáis
conformes? Bien que desde hoy
a cualquiera que intentare
mirar sólo un arrebol
de esa luz le daré muerte;
que mal sufrirá el valor
mío que otro esté logrando
lo que esté adorando yo.
Porque, aunque partir las dichas
es la más ilustre acción,
las dichas del amor tienen
privilegio de que no
se partan; y esto se prueba
por una razón de dos;
o porque amor es avaro,
o porque dichas no son.
MALANDRÍN: Y a todo cuanto dijere
el salvaje, mi señor...
LICANOR: Bárbaro, la mayor muestra
es de constancia y valor
la estimación con que debe
tratarse al competidor.
¿Qué más nobleza, qué más
grandeza, qué más blasón
que darse muerte mañana
los que se festejan hoy?
A tu política ruda
esta respuesta le doy;
y en cuanto a la lid que aplazas,
no ha lugar tu pretensión;
que éste no es circo de fieras,
ni aquesas campañas son
anfiteatros que muestran
espectáculos de horror,
haciendo duelo los
brutos
y los hombres.
FAUNO: ¿Cómo no?
¡Vive Lindabridis, viven
sus ojos, que el tornasol
del mayor planeta agravian,
que he de ser conquistador
de su hermosura! Si noble
debo ser, tan noble soy
que en la maga Pitonisa
espíritu me engendró
angelical. A ese monte
a esperar a todos voy;
aunque el ver que no osarán
a salir es mi dolor,
como ya otra vez no osaron
a entrar. ¡Ay de uno que entró,
pues que, rendido a mis manos,
la saña y furia probó
de otra fiera, aunque haya sido
civil castigo de un dios!
Vase
MALANDRÍN: Y a todo cuanto dijere
el salvaje, mi señor...
Vase
FLORISEO: Espérame, ya te sigo.
Vase
FEBO: Aguarda, que tras ti voy.
Vase
ROSICLER: En alas de mis deseos
he de correr más
veloz.
Vase
LICANOR: Remediaré tantos daños.
Vase
MERIDIÁN: De toda esta confusión
la causa fue tu hermosura;
no te lo perdone Amor.
Vase
CLARIDIANA: (A toda esta novedad Aparte
no me he declarado yo,
porque no dijese el
Fauno
que a quien dio la muerte soy.
¿Qué he de hacer, ya
conocida
de Febo una vez?
Mejor
será mudar de consejo,
dejando la pretensión
de la guerra, y acudiendo
a las lágrimas, que son
las armas de las mujeres,
pues que ya no puedo,
no,
conseguir el fin que traje.
Vamos a otro caso, Amor.
LINDABRIDIS: Aquí se quedó. Mirad
esas puertas.
Vanse SIRENE, ARMINDA y las otras
damas
Gracias
doy
a mi dicha, oh Claridiano,
de haberme dado ocasión
para hablarte.
CLARIDIANA: ¡Ay enemiga!
La primera que ofendió
amando eres tú.
LINDABRIDIS: ¿Qué es esto,
mi bien, mi dueño y señor?
CLARIDIANA: ¿Qué ha de ser? Morir de celos.
¿Qué ha de ser? Morir de amor.
LINDABRIDIS: ¿Qué tienes?
CLARIDIANA: ¿Qué he de tener?
¿No es bastante ver -- ¡ay Dios! --
a Febo contigo?
LINDABRIDIS: Dime,
¿pudiera pensarlo yo?
CLARIDIANA: Sí pudieras.
LINDABRIDIS: ¿Cómo?
CLARIDIANA: ¿Cómo?
No haciendo a Febo favor.
LINDABRIDIS: Yo, Claridiano, por vida...
-- tuya,
iba a decir, mas no
me atrevo -- que no
hice tal;
porque él fue el que pretendió
aquel lugar junto a mí.
CLARIDIANA: ¿Él mismo?
LINDABRIDIS: Él mismo.
CLARIDIANA: (¡Ay traidor!) Aparte
¿Y, habiéndome conocido?
LINDABRIDIS: Él fue el que solicitó
hablarme.
CLARIDIANA: Calla.
LINDABRIDIS: ¿Por qué?
¿No es satisfacerte?
CLARIDIANA: No,
no es sino darme la muerte.
LINDABRIDIS: ¿Qué dices?
CLARIDIANA: No sé.
LINDABRIDIS: Ni yo
sé de cuál tienes los celos,
de él o de mí.
CLARIDIANA: De los dos;
porque, aunque un bárbaro dijo
que él tuviera por error
"sufrir que otro esté mirando
lo que esté queriendo yo",
no siento tanto el que te ame
como el perderte mi amor.
LINDABRIDIS: Sí; pero sientes que él dé
la causa.
CLARIDIANA: Oye la razón.
Si tú me dieras la causa,
dejara de amarte yo;
porque amor sobre un agravio
es desaire del valor;
pues yo sufriera un desdén,
un enojo y un rigor,
mas no un agravio; que agravios
tocan a la estimación.
Y así, si él te busca a ti,
no es causa bastante, no,
para olvidarte, y lo es
para sentir mi pasión;
luego si, amándote él,
tengo de sentirlo yo,
y no tengo de dejarte,
es la desdicha mayor
que tú no me des los celos
y él sí, pues entre los dos,
nunca quitada la causa,
siempre durará el dolor.
Y así quédate...
LINDABRIDIS: Detente.
CLARIDIANA: ...donde él te sirva...
LINDABRIDIS: Es rigor.
CLARIDIANA: ...solicitando...
LINDABRIDIS: Es agravio.
CLARIDIANA: ...de hablarte y verte ocasión.
LINDABRIDIS: Plegue a Dios , si no aborrezco
su vista, porque es feroz
a mis ojos su presencia.
CLARIDIANA: Tampoco no quiero, no,
que digas mal de él.
LINDABRIDIS: Por qué?
CLARIDIANA: Porque es mi competidor.
Suelta.
LINDABRIDIS: No has de irte.
CLARIDIANA: Es en vano.
Ásele de la banda LINDABRIDIS
LINDABRIDIS: Preso estás.
CLARIDIANA: Limaré yo
la cadena.
Quédase con la banda LINDABRIDIS
LINDABRIDIS: Al fin me dejas
prenda.
CLARIDIANA: Es violento. (¡Ay rigor! Aparte
Vamos a probar fortuna
en otra trasformación.
¿Qué ha de ser? ¿Morir de celos?
¿Qué ha de ser? ¿Morir de amor?)
Vase
LINDABRIDIS: El primer amante ha sido
que huye la satisfacción,
pues muchos agradecieran,
aunque supieran que son
mentirosas, escucharlas.
Corrida y confusa estoy.
No en vano, pues, me dijiste
la primera vez que yo
te vi que eras un enigma,
pues mil sentidos te doy,
y no pueden
descifrarte
oído, vista ni voz.
Mas no ha de quedarse así;
despéñeme mi pasión,
porque amor sin desatinos
es muy descortés amor.
Iréme tras él.
Sale SIRENE
SIRENE: Señora,
advierte...
LINDABRIDIS: Es, Sirene, error
aconsejar a quien corre
tras la desesperación.
SIRENE: ¿Y es razón...?
LINDABRIDIS: No; pero ¿cuándo
hay pena puesta en razón?
Yo le tengo de seguir.
SIRENE: Piensa otro medio mejor.
LINDABRIDIS: ¿Qué medio?
SIRENE: Pues que tenemos
para todo prevención,
con algún disfraz, señora,
encubriendo rostro y voz,
para salir del castillo,
el medio busca mejor,
pues estando la campaña
de diversas gentes hoy
cubierta, no hay qué temer.
LINDABRIDIS: Dices bien; y en mi favor
llevaré esta banda, siendo
metamorfosis de amor.
Ven a vestirme, Sirene.
SIRENE: ¿Qué es esto en tu presunción?
LINDABRIDIS: ¿Qué ha de ser? Morir de celos.
¿Qué ha de ser? Morir de amor.
Vanse. Salen por un lado FAUNO y MALANDRÍN, y
síguenlos FEBO,
MERIDIÁN, ROSICLER y FLORISEO, CABALLERO y el rey
LICANOR
deteniéndolos
FAUNO: Yo no entiendo, yo no sé
las políticas del duelo;
sólo sé manchar el suelo
de humana sangre, porqué
sedienta no haya una flor.
Sígame el que verlo quiere.
Vase
MALANDRÍN: Y en todo cuanto dijere
el salvaje, mi señor,...
LICANOR: Ninguno pase de aquí
ni siga ese monstruo ya.
MERIDIÁN: Tened a éste.
MALANDRÍN: ¿Cuánto va
que esto llueve sobre mí?
CABALLERO 1: Llegad.
LICANOR: ¿Quién sois?
MALANDRÍN: Haga tregua
tu enojo, y muda consejo;
que soy un Fauno de viejo,
un semidiós de la legua,
una fiera del castillo,
un sátiro remendón,
un bruto de bodegón
y un monstruo del baratillo;
que viendo, señor, un día
la madre que me parió
que era tan salvaje yo
que aun el serlo no sabía,
como el que aprende a fullero,
que dice "Bueno es saber",
así la buena mujer
me dijo, "Ponerte quiero
de un salvaje al pupilaje,
porque, si en decir y hacer
al fin salvaje has de ser,
aprendas a ser salvaje."
FEBO: (¿No es Malandrín éste? Sí. Aparte
¿Qué discurro ni imagino?
El con Claridiana vino.)
LICANOR: Llevadle luego de aquí
y ahórquenle a un árbol, porqué
a ese bruto horrible y fuerte
le dé escándalo su muerte.
MALANDRÍN: No, señor, no hay para qué;
vivo se le daré yo,
y ahorraré de ahorcarme aquí
la costa.
FEBO: Señor, a mí
de escudero me sirvió
este hombre, y es un loco;
suplícote le perdones.
LICANOR: Basta, Febo, que le abones.
FEBO: Libre estás.
MALANDRÍN: Mil veces toco
la tierra que pisas. Ya
siempre he de andar a tu lado
de salvaje reformado.
LICANOR: Pues, cubierto el campo está
hoy de tanto aventurero
que a esta empresa concurrió,
ya no hay más que esperar, yo
asistir al duelo quiero
luego; no la bizarría
de tanto joven valiente
con nuevos riesgos aumente
ocasiones cada día.
Idos a prevenir, pues,
porque luego el campo sea.
Vase
MALANDRÍN: Yo haré allá que el mundo vea
quién mayor salvaje es.
MERIDIÁN: Ya, príncipes, la ocasión
que pide nuestra esperanza
se cumple hoy, pues hoy alcanza
el premio tanta opinión.
Valiente, bizarro y sabio
el vencedor ha de ser;
de tres tiempos ha de hacer
muestra sin pasión ni agravio;
sabio en la empresa que escriba;
galán en la luz que aumente
rayos al sol; y valiente
cuando a tantos riesgos viva.
Hoy, en efeto, es el día
de mostrar vuestro
valor;
la fortuna y el amor
a campaña os desafía.
Generosa es la aventura,
sus esperanzas pregona
el precio de una corona
y el laurel de una hermosura.
Con esto así animar quiero
el valor que he de vencer;
que bien lo habréis menester,
pues yo soy el que os espero.
Vase
FLORISEO: Muy poco podrá vivir
con aplauso ni opinión
esa altiva presunción,
si soy yo el que ha de salir.
Vase
ROSICLER: Ya que a este trance la suerte,
oh Febo, nos ha traído,
sola una cosa te pido,
antes que me des la muerte.
FEBO: ¿Y es?
ROSICLER: Que enemigos seamos
y hermanos.
FEBO: ¿Cómo?
ROSICLER: Los dos
al mundo, al cielo y a Dios
jura y homenaje hagamos,
que el que perdiere la empresa,
desistido de ella ya,
luego al otro ayudará
con sus armas.
FEBO: Siendo ésa
tan justa acción, este día
así lo prometo y juro.
ROSICLER: Pues si de ti estoy seguro,
Lindabridis será mía.
Vase
FEBO: Malandrín, ya que he quedado
contigo en esta ocasión,
rescata mi confusión
de las manos de un cuidado.
¿Qué fortuna os ha traído
aquí, Malandrín? ¿Qué es esto?
¿Quién en tal lance os ha puesto?
MALANDRÍN: De tu razón he inferido
que sabes ya que está aquí
Claridiana.
FEBO: Sí lo sé,
y, en una ocasión que fue
bien apretada, la vi;
pero quedé tan turbado
de verla que no llegó
el desengaño. Allí yo
la siguiera despechado,
si al paso no me saliera
gente. En efecto, no fue
posible, y disimulé,
porque ella entonces
no fuera
conocida. En el festín
otra vez me ocasionó
a descubrirla, si yo
no me reportara allí.
Desde entonces no he podido
hablarla, aunque lo deseo.
Llévame a verla; que creo
he de perder el sentido,
hasta saber qué es su intento.
MALANDRÍN: Eso yo te lo diré;
competirte aquí, porqué,
dándola su atrevimiento
a Lindabridis, no sea
tuya; y en cuanto a que yo
te lleve a verla, eso no
podré, aunque amor lo desea;
porque no sé dónde esté;
que yo no vine con ella
aquí, ni aquí pude vella,
porque tan tirana fue
conmigo que me dejó
aprendiz de monstruo fiero,
y en el castillo ligero
de Lindabridis voló.
FEBO: ¿Qué haremos para buscarla?
MALANDRÍN: Ir el campo discurriendo.
FEBO: Ven, que por aquí pretendo,
aunque se disfrace, hallarla.
Sale LINDABRIDIS en traje de hombre, con la banda
de CLARIDIANA
LINDABRIDIS: (De esta suerte me he atrevido Aparte
de mi castillo a salir
disfrazada, para ir,
sin ley, razón ni sentido,
a buscar a Claridiano
y a darle satisfacción
de que vanos celos son
los que le afligen en vano.
Gente hay aquí. No parece
que me mira nadie hoy
que ya no sepa quién soy.
Sombras que el temor ofrece.)
FEBO: Malandrín, di, ¿será aquélla
Claridiana o son mis ojos
cómplices de estos antojos?
MALANDRÍN: No, señor, sino que es ella;
porque la bordada banda
yo la conozco muy bien
y fuera de eso, también
el cuidado con que anda
lo dice; que, aunque haya estado
tan disimulada, ha sido
porque -- a buena fe -- no ha habido
quien la mire con cuidado
las paticas. ¿No la ves?
Llega a hablarla, mas no esperes;
que demonios y mujeres
se conocen por los pies.
FEBO: Caballero rebozado,
quitar la banda podéis
al rostro; porque, si es ciego
Amor, no la ha menester.
Ya estáis conocido, ya
por demás el disfraz es,
que embozado el sol descubre
los rayos del rosicler.
LINDABRIDIS: (¡Yo estoy muerta! Conocióme Aparte
Febo. Pero callaré
a todo, porque la voz
no lo confirme.
FEBO: No estéis
tan falso conmigo ya,
caballero, pues sabéis
que os conozco; y si gustáis
de que más señas os dé,
sois una enigma de amor
que una cosa parecéis
y sois otra, dos sentidos
entre el favor y el desdén.
Disfraz de celos -- si
celos
pueden disfrazarse -- es
el traje; a un dueño buscáis
que, porque amado se ve,
trata tan mal el favor.
Mas ¿quién en el mundo, quién
no trata sus dichas mal,
si las ve logradas bien?
LINDABRIDIS: (¿Ya qué hay que dudar? Las señas Aparte
bien claro dan a entender
quién soy; mas con todo intento
fingir callando, porqué
lo que hay de callar a hablar
hay de dudar a creer.)
FEBO: No os vais; porque si no bastan
tantas señas como veis
para mayor desengaño,
las del amante os diré.
LINDABRIDIS: (Claridiano ya sin duda Aparte
se ha declarado con él;
sí, pues dice mis amores.)
FEBO: De su misma boca sé
que el amar a Lindabridis
bizarría y valor es...
LINDABRIDIS: (¿Qué escucho?) Aparte
FEBO: ...pero no amor;
porque fuera injusta ley
de su ardimiento faltar
su firma de este cartel;
y que otro en el mundo fuera
dueño de tanto interés
y le ganase por armas,
viviendo en el mundo él.
Esto me ha dicho, que ha sido
causa de venir a ver
y servir a Lindabridis,
pero no el quererla bien.
LINDABRIDIS: (¿Desprecios de mí le ha dicho? Aparte
¡Ah, Claridiano crüel!
¿Bizarría fue tu amor
y bizarría tu fe?
Sale CLARIDIANA en traje de dama
CLARIDIANA: (Con nuevo disfraz de amor, Aparte
ya que posible no fue
llevar el intento mío
tan al fin como pensé,
a Febo vengo buscando;
que, conocida una vez,
no es justo, no, que me vea
en traje indecente, a quien
como a su dueño le mira,
como a su esposo le ve.
No me ha de quedar fineza
alguna. Mas ¿no es aquél?
Sí. Hablando está con un hombre;
que esté solo esperaré.
FEBO: ¿Para qué, señora, andamos
por rodeos? ¿Para qué?
Hablemos claro, mi dueño,
mi cielo, mi gloria y bien;
de estas finezas deudor,
humilde estoy a tus pies.
Sabe el cielo que te
adoro;
cese ya, cese el desdén.
LINDABRIDIS: (Él se declara conmigo Aparte
ya, porque sola me ve,
de Claridiano ofendida.
¡Válgame Dios! ¿Qué he de
hacer?)
CLARIDIANA: (¿Ya qué esperan mis
desdichas? Aparte
¡Vive el cielo, que
es mujer!
Y, si en la banda reparo,
Lindabridis -- ¡ay Dios! -- es.)
FEBO: Yo te adoro, tú eres sola
dueño mío; siempre
fiel
pagaré tan gran fineza.
Y, si me has venido a ver
en este traje hasta aquí,
¿por qué me tratas, por qué,
de esta suerte?
LINDABRIDIS: (Peor es esto; Aparte
juzga que vine por él.)
CLARIDIANA: (Buenas andamos las
dos; Aparte
una se empieza a
poner
el traje que la otra deja.
Saldré furiosa, saldré,
y entre mis brazos... Mas no;
que no hace una mujer bien
que se pone a pedir celos
delante de otra mujer.
Su conversación -- ¡ay triste! --
con industria estorbaré,
y a cada uno de por sí
sabré matarle después.)
Vase
FEBO: Si no es posible negar
ya quién eres, si te ves
declarada, ¿por qué dura
tu rigor? Cese el desdén,
quítate la banda, y deba
una palabra a tu fe.
Dentro CLARIDIANA
CLARIDIANA: ¡Febo, Febo!
FEBO: ¿Quién me llama?
CLARIDIANA: ¡Que me dan la muerte! Ven
a socorrerme.
MALANDRÍN: ¿Qué es esto?
FEBO: Aquella voz ¿cúya es,
Malandrín?
MALANDRÍN: Pues ¿qué sé yo?
FEBO: ¡Vive Dios, que juraré
que es la misma que está aquí!
MALANDRÍN: Pues si a eso va, yo también.
Dentro
CLARIDIANA: ¡Mira que me dan la muerte,
Febo, por quererte bien!
FEBO: ¿Qué es esto, cielos? ¿Aquí
el cuerpo hermoso se ve
y allí la lengua pronuncia?
¿Aquí la forma fïel
calla y allí habla la voz?
¿Que la vida aquí se esté
y que allí el alma se escuche?
¿Qué es esto?
MALANDRÍN: Pues yo ¿qué sé?
CLARIDIANA: ¡Acude a darme la vida!
FEBO: Alma sin cuerpo, sí haré.
Perdona, cuerpo sin alma,
porque en dos riesgos es bien
acudir a quien me llama;
y esto no es ser descortés,
pues te dejo a ti por ti.
Vase
MALANDRÍN: Pues también yo acudiré
a mí por mí en este caso,
huyendo de aquí, porque
alguno de estos encantos
a mí por mí no me dé.
Vase
LINDABRIDIS: ¿Qué confusiones son éstas?
Pero ¿qué pregunto, qué,
si estamos en Babilonia,
que patria de todas fue?
Sale CLARIDIANA
CLARIDIANA: Mejor dijeras, "si estamos
donde una fácil mujer,
aunque no está en Babilonia,
tiene en el alma un Babel."
LINDABRIDIS: ¿Claridiano?
CLARIDIANA: ¿Lindabridis?
LINDABRIDIS: ¿Qué traje, qué disfraz es
ése?
CLARIDIANA: ¿Qué disfraz, qué traje
es esotro?
LINDABRIDIS: Ya lo sé.
CLARIDIANA: Como uno que dicta a dos,
con sola una voz que dé,
escriben dos un concepto,
así hizo el amor también;
mas con una diferencia,
a mí para entrarte a ver
y a ti -- ¡ay Dios! -- para salir
a ver a Febo.
LINDABRIDIS: Di; ¿a quién?
CLARIDIANA: A Febo. ¿Yo no lo he visto?
Que eres falsa, eres crüel,
eres mudable, eres fiera,
eres -- ¿dirélo? -- mujer;
pues con tener hoy prestado
el traje, yo estoy en él
tan mudada en un
instante
que no has de volverme a ver.
LINDABRIDIS: Bien te curas en salud
de traiciones tuyas, bien
ganas de mano a la
queja,
pues, fiero y mudable, pues
ingrato y desconocido,
tratas mi amor. Ya lo sé,
que es vanidad solamente
de ese fijado cartel
lo que te obliga a engañarme,
y que eres traidor, sin fe,
sin respeto, sin
decoro,
sin honor, sin Dios, sin ley;
hombre, al fin; que aqueste traje
prestado un instante es
y me enseña a ser traidor;
tanto que estoy por creer
que es verdad que soy mudable
después que me adorna él.
Pero basta que te diga
que no has de volverme a ver.
CLARIDIANA: Ni yo quiero que me veas
en tu vida; porque quien
vino a buscar a otro así
¿para qué, di , para qué
quiero yo verla ni oírla,
si ha de engañarme crüel?
LINDABRIDIS: Buena disculpa has hallado
a un término descortés.
CLARIDIANA: No es disculpa, sino queja.
LINDABRIDIS: A ti te venía yo a ver,
aunque estaba con él.
CLARIDIANA: Mira,
Lindabridis, otra vez
si a uno buscas y a otro hablas,
trueca a los dos el papel;
estáte hablando conmigo
y venle a buscar a él.
LINDABRIDIS: Y tú, otra vez que a una dama
hayas de servir y hacer
alarde de tu valor,
acude sólo al cartel
y no al engaño.
CLARIDIANA: Yo vi
esto.
LINDABRIDIS: Yo estotro escuché.
¡Ay traidor!
CLARIDIANA: ¡Ay enemiga!
LINDABRIDIS: Eres falso.
CLARIDIANA: Eres infiel.
LINDABRIDIS: Eres ingrato.
CLARIDIANA: Eres fiera.
LINDABRIDIS: Eres hombre.
CLARIDIANA: Eres mujer.
LINDABRIDIS: Yo...
CLARIDIANA: Yo...
LINDABRIDIS: No te digo más.
CLARIDIANA: Ni yo, porque no podré.
Sale FEBO
FEBO: No hallé en el monte del eco
el dueño. Pero ¿qué ven
mis ojos? ¿Tú en este traje?
¿Tú en esotro? Decid; ¿qué es?
LINDABRIDIS: De ese galán disfrazado,
Febo, lo podrás saber.
Vase
CLARIDIANA: Esa dama disfrazada,
Febo, os lo dirá más bien.
Vase
FEBO: ¡Oye, aguarda, escucha, espera!
¿Cuál de las dos seguiré?
Deten, Claridiana, el paso;
que ya voy tras ti. Detén
el curso tú, Lindabridis;
ya te sigo. ¿Qué he de
hacer?
Que, por alcanzar a
dos,
no sigo a ninguna; bien
como el acero entre imanes
que, si llamado se ve
de dos impulsos, se queda
en solo el aire después.
Y así yo, que entre dos soles
me siento abrasar y arder,
ni sé a quién le dé la vida,
ni a quién el alma le dé.
Oye tú, prodigio hermoso;
oye tú, asombro crüel.
Sale el FAUNO
FAUNO: ¿Asombro y prodigio dijo?
Yo soy. ¿Quién me llama?
FEBO: Quien
diligenciara su muerte
en tus brazos, a tener
licencia para morir;
mas no lo quiere el desdén
de mi fortuna; y así
a mi pesar viviré,
huyendo de ti. ¡Mal haya
tan necia e injusta ley!
¿Cuándo fue el amor cobarde,
ni temió el que quiso bien?
Vase
FAUNO: Buena disculpa es ésa,
cuando el temor a voces se confiesa.
No os habéis atrevido
nunca a salir y, lo que miedo ha sido,
lo tenéis a valor; mas no me espanto
que tanto tema quien se atreve a tanto,
cuando a mi brazo fuerte
licencia de matar pidió la muerte.
Sale CLARIDIANA
CLARIDIANA: Apenas me resuelvo
a ausentarme de aquí, cuando aquí vuelvo.
Sale LINDABRIDIS
LINDABRIDIS: ¡Cuánto, oh cielo divino,
arrastra a un desdichado su destino!
CLARIDIANA: Aquí quedó.
LINDABRIDIS: Que aquí he de hallarle creo.
FAUNO: Mujer es peregrina
la que hacia mí los pasos encamina.
Muerto de amor de una beldad me veo,
y he de curar con otra mi deseo,
aunque aplicarle una al que otra ama,
será matarle el humo, no la llama.
¡Mujer...!
CLARIDIANA: ¡Ay de mí triste!
FAUNO: ...en tu favor...
CLARIDIANA: ¿Qué miro alli?
FAUNO: ...consiste
mi vida.
LINDABRIDIS: Ya ¿qué espero?
Con esta obligación ceñí el acero.
Fiera...
FAUNO: ¿Qué es lo que veo?
Verdades dudo, si ilusiones creo.
¿Tú, hermosa sombra fuerte,
no eres aquélla a quien le di la muerte?
Y tú, deidad fingida,
¿no eres aquélla a quien le di mi vida?
Pues ¿cómo tú mudanzas del ser haces?
¿Tú mueres joven y mujer renaces?
¿Tú, dime, entre mis brazos
-- nudos de Venus, y de Marte lazos --
entonces no te viste?
¿Tú en su defensa entonces no moriste?
Pues ¿cómo aquí, con una acción trocada,
ciñes tú la hermosura y tú la espada?
¿Y yo confuso ignoro
a quién la muerte doy y a quién adoro?
No sé lo que hacer debo,
ni encantos tales a apurar me atrevo,
si, trocando la suerte,
a ti te adoro, a ti te doy la muerte.
Adoraré una sombra
en ti, que viva admira, y muerta asombra;
y daré en ti la muerte a una luz pura
que mañana será nueva hermosura.
Y así, sombras fingidas,
que a trueco os dais las
muertes y las vidas,
confusas ilusiones,
que os prestáis las bellezas
y blasones,
huyendo os venceré,
porque pretendo
el primer monstruo ser que venza huyendo.
Vivid, vivid, y máteme a
desmayos
el dios de los relámpagos y
rayos.
¡Qué pena, qué dolor,
qué horror tan fuerte!
¡Qué vida tan cruel, qué hermosa muerte!
Éntrase, y tocan caja y clarín
CLARIDIANA: Aunque el caso pudiera
darme ocasión a que el ingenio hiciera
varios discursos, cuantos solicita
esta ocasión la brevedad me quita
del tiempo, que me llama
con voces de metal a ganar fama.
Quédate a Dios; que, aunque tu amor lo
impida,
voy a ganarte a precio de mi vida.
Vase
LINDABRIDIS: Y yo a tu lado quiero
acreditar este valiente acero,
que no le ceñí en vano;
y, ganándome a mí mi propia mano,
darme yo a mi albedrío.
¡Vive Amor, que ha de ser mi imperio mío!
Vase. Tocan cajas y trompetas, y
salen SIRENE,
ARMINDA, y las DAMAS
SIRENE: Pues no vuelve
Lindabridis
al castillo, y
excusada
está de acudir al duelo,
por decir que en esta causa
lidia su sangre y su amor,
y que fuera acción ingrata
mirar ella a quien por ella
hoy con su hermano se mata,
salgamos todas a ver
las telas y la campaña;
que es morir vivir sin ver
una mujer lo que pasa.
Sale MALANDRÍN
MALANDRÍN: ¡Oh quién tuviera boleta
para ver de una ventana
toda la fiesta! Aunque a mí
muy poco de ver me falta.
SIRENE: ¡Soldado!
MALANDRÍN: ¿Qué me mandáis,
las bellísimas madamas?
SIRENE: Que nos digáis si por dicha
se extiende a esta voz la fama,
quién son los aventureros
que han de entrar en la estacada.
MALANDRÍN: Habéis hallado con quién,
sin que falte una palabra,
os lo diga; porque he andado,
ya que no de rama en rama,
de tienda en tienda, mirando
quién son y qué empresas sacan;
porque soy relacionero,
y ésta he de imprimir mañana,
si la tinta no me miente
o si el papel no me falta.
Y, para que me creáis
cuanto os diga, breves Gracias,
va de relación; que es fuerza,
entretanto que se arman,
dar tiempo al tiempo. En efecto,
amaneció esta mañana
cubierto el sitio de tiendas
de damasco, tela y grana;
era un monte levadizo
que, para engañar al alba,
nieve y flores le vestían
las plumas sobre las armas.
Listadas de azul y
oro
se vieron todas las vallas,
que presumió el sol que era
la eclíptica que él abrasa.
No la hicieron salva, no,
los músicos que la aguardan;
que otros pájaros canoros
de metal la hicieron salva.
El mantenedor valiente,
al son de trompas y cajas,
dio un paseo, y por empresa
pintó una horrible borrasca.
Y así, en medio de las olas
y combatido de cuantas
iban y venían, a todas
resistía en las espaldas
de un delfín que hasta la orilla
le aportó, bajel de escama.
La letra en su nombre dice,
como que al delfín le habla,
"Temeroso voy del-fin,"
que brevemente declara
que en tempestades de honor,
donde le combaten
tantas,
resistiendo a todas él,
no sabe el fin que le aguarda.
El segundo que yo vi
era Rosicler de Tracia,
joven valiente. En su escudo
sacó una áncora pintada,
jeroglífico e insignia
que le dan a la esperanza.
Bien pareció grosería
que espere nadie que ama;
mas la letra le disculpa,
pues dice en breves
palabras,
"Llevo
esperanza, porqué
es fuerza que en mal tan grave
o me acabe a mí o se acaba."
Floriseo, arpón de Amor
que disparó de su aljaba,
persa ilustre, joven fuerte,
acreedor de su alabanza,
sacó por divisa un muerto;
empresa desesperada
pareció, pero fue cuerda,
pues escribió en la mortaja,
"Por no temer,
voy cual sé que he de volver."
El caballero del Febo,
aquel fénix que la fama
renace a instantes la vida,
emulación del de Arabia,
dando a entender que entre dos
pretensiones tiene un alma,
y que no sabe de cuál
ha de decir su esperanza,
un camaleón sacó
que sobre la verde grama
era verde, y sobre el mar
azul, colores contrarias,
pues nunca comieron juntos
los celos y la esperanza.
La letra lo significa
mejor, breve, aguda y clara,
"No sé cuál color es mía;
que no la tiene
quien del aire se mantiene."
Síguese un gran personaje
que quiere entrar en la danza,
a fuer de caballería,
viendo que ha de dar las armas
a Lindabridis. Éste es
el Fauno...mas, lengua, calla;
que es el Fauno tu señor,
su yerba has comido y basta.
Es la empresa como suya;
en una grosera tabla,
pintado trae un demonio
que en el infierno se abrasa,
y dice la letra luego,
que está escrita entre las llamas,
"Más penado, más perdido,
y menos arrepentido."
El príncipe Claridiano
de Sicilia -- en su alabanza
quisiera gastar dos coplas,
si es que las coplas se gastan;
pero es tarde, voy al caso --
sacó un barco sobre el agua
que siempre se está moviendo
con tormenta y con bonanza;
y, significando que él
ni sosiega ni descansa,
dice la letra, mostrando
que aun no hay quietud en la calma,
"Éste ni yo no podemos
descansar,
por placer ni por pesar."
Otro aventurero hay,
a quien nadie vio la cara,
ni sabe quién es; yo solo
sé que en su talle y sus galas
excede a todos, supuesto
que, en competencia o venganza,
Adonis le dio el despejo,
y Marte le dio las armas.
Éste una víbora fiera
pintó que, cuando le cansa
su veneno, a sí se muerde
y, esto diciendo, se mata,
"¡Oh qué veneno tan fuerte!
Por vivir me doy la muerte."
Tocan dentro
Muchos pudiera contaros,
mas los clarines y cajas
dicen que ya llega al puesto
el mantenedor, y armadas
están las damas, por quien
hice relación tan
larga.
Todo valiente esté alerta;
que si ellas una vez bajan
armadas, será peor
que Inglaterra y Holanda.
Tocan de nuevo
Ya vuelve otra vez el son
y, si la vista no engaña,
el rey, en su sitio ya,
preside al duelo y las armas.
Esto es hecho; yo no puedo
esperar más; que si falta
de allá mi persona, entiendo
que será la fiesta aguada,
porque yo las hago puras.
Adiós, bellísimas
damas,
aunque, si queréis venir,
no nos faltará en la plaza
un sitio en que nos dé el sol,
y en que nos vacíen el agua
de cantimploras de
otros,
o una tudesca alabarda,
que las costillas nos muela,
que en ninguna fiesta
faltan.
Vase. Descúbrese el rey LICANOR en un
trono; sale MERIDIÁN de su tienda, y hacen la entrada
por el
palenque FEBO, FLORISEO, el FAUNO, ROSICLER,
CLARIDIANA y
LINDABRIDIS, todos con armas, y delante CRIADOS con
los escudos,
como han dicho los versos; y, en llegando delante de
LICANOR,
hacen reverencia y ocupan sus puestos
LICANOR: Tantos a tantos el duelo
se ha de hacer, y al que su fama
dejare solo en el puesto
por señor de la campaña,
a un golpe de pica sólo,
y luego a muchos de espada,
hoy será de Lindabridis
esposo y rey de Tartaria.
MERIDIÁN: ¿Qué esperáis? Ya Meridián,
aventureros, aguarda.
Repártense a un lado LINDABRIDIS, CLARIDIANA
y MERIDIÁN; a otro ROSICLER, FEBO y FLORISEO, y el
FAUNO en
medio
FAUNO: La victoria está por mía.
Llega CLARIDIANA y derriba el FAUNO a sus pies
CLARIDIANA: No está, pues que ya a mis plantas
caíste.
FAUNO: ¿Quién me venciera,
si amor no me derribara?
Cae
TODOS: El príncipe Claridiano
viva, pues al Fauno mata.
LICANOR: Tuya ha de ser Lindabridis;
cese el duelo, que esto basta.
Baja LICANOR del trono
CLARIDIANA: ¡Dichoso yo, que merezco
su hermosura celebrada!
LINDABRIDIS: Ahora me descubriré,
si Claridiano me gana.
FEBO: No hace; porque Claridiano
es la hermosa Claridiana,
esposa mía, y señora
de los estados de Francia.
LINDABRIDIS: Burlóme el amor.
CLARIDIANA: Supuesto
que eres mía, tu esperanza
lograrás con Rosicler
mi hermano y fénix de Tracia,
porque, siendo yo señora
de Francia, a Febo le basta,
y quédese Meridián
por rey invicto en Tartaria.
MALANDRÍN: Porque así todos contentos
digamos que aquí se acaba
el encantado Castillo
de Lindabridis. Sus faltas
perdonad; porque el ingenio
lo ruega humilde a esas plantas.
FIN DE LA COMEDIA