IntraText Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText | Búsqueda |
Link to concordances are always highlighted on mouse hover
Salen doña LEONOR y doña LISARDA
es la tuya! ¿No pudiera,
¿Qué sientes?
más que se dice; y aquello
no es mucho; que antes el mal
con eso se lisonjea.
con el mío que quisiera
LEONOR: Ésa no es melancolía,
es frenesí, es rabia, es fuerza
no me la niegues, si yo
la supiere.
LISARDA: (¡Yo estoy muerta! Aparte
tú, yo no la negaré.
LEONOR: ¿Es, por ventura, tu pena
LISARDA: Aunque alguna parte es ésa,
otra cosa.
LISARDA: Pues
persuádete que no es ésa;
comunicarse no deja,
no apures mi sufrimiento.
LEONOR: Dime, ¿en qué alegrarte pueda?
LISARDA: En dejarme; porque un triste
(¡Gran pasión es ésta, cielos! Aparte
¡Quiera Dios que por bien sea!)
LISARDA: Ya estoy sola, ya bien puedo
y, en mal pronunciadas voces
Salgan, pues, salgan del pecho
Mas no salgan; que, aunque estoy
sola, es tan grande la afrenta
primero la contrayerba.
y otro el que el oído engendra.
Conociendo el de los ojos,
les dio la naturaleza
párpados, porque no fuese
no hay guardas que le defiendan,
ya con esta recompensa,
lo que lloran ellos mismos
de un hombre...Pero aquí el llanto
¿A un hombre -- aquí me suspende
estimación y de prendas
y el pecho que ha sido el centro
¿Yo -- ¡cielos! -- yo a una pasión
de vencer esta inclemencia
del cielo, que es verle presto;
la pasión que de escucharle
que a verme a estas horas venga,
tras sí me arrastra y despeña,
CELIO: (Octavio y don Juan me dicen Aparte
cuanto me dijere. Yo
sin mí, que ya no parezco
según que no me hallo en todo;
que allá entre los dos conciertan,
LISARDA: (¡Qué presto vino! ¡Que un hombre Aparte
CELIO: Por mi devoción; que es buena
y, si es que os nombrara, fuera
emperatriz de la gala,
y de la discreción reina,
archiduquesa del garbo,
y vizcondesa de nadie;
que no ha de ser vizcondesa,
que menos importará,
para lo de Dios, que sea
bizco que vos vizcondesa.
LISARDA: (¿Que tan frías necedades, Aparte
que frïaldades tan necias
CELIO: (¡Mucho la vista pasea Aparte
LISARDA: (En esto el remedio hallo; Aparte
más que a este hombre, si le miro.
¿No os dije yo que no os viera
aquí otra vez?
los que han de hacer la faena,
trayendo al cuerpo del guardia
que no hay ninguno que sea
más vuestro esclavo que yo;
y, siendo yo esclavo, es fuerza
que como a prójimo suyo
LISARDA: (¡Donaire de la amenaza Aparte
desembarazar la calle,
y es valiente. Mas ¿qué importa,
si es quien es?)
CELIO: (Diome otra vuelta. Aparte
LISARDA: (¡Qué mal talle! Pues la cara, Aparte
¡qué fealdad!)
CELIO: (Haré una apuesta Aparte
SANCHO: Ten, Fabricio, ese caballo.
LISARDA: Don Sancho es el que se apea.
CELIO: Siempre con don Sancho tuve
que me hallara; que es un Cid.
LISARDA: Que una desdicha suceda
yo de que ahora a verme venga.
CELIO: ¿Qué es aposento, señora?
¿Qué es lo que haces?
SANCHO: Cierro, Lisarda, la puerta;
a solas.
LISARDA: (La puerta cierra. Aparte
Él le ha visto.)
después entre la sententia
LISARDA: (¡Ya cerró, yo quedo muerta!) Aparte
y ninguna es como aquesta;
que si algún crïado mío
Yo vi en Milán una mujer tan bella...
no digo bien mujer... yo vi una diosa,
en los cielos de abril fragante estrella,
en los campos de sol luciente rosa,
tan entendida, tan sagaz, que en ella,
como de más estaba el ser hermosa,
que parece formó Naturaleza
entre la discreción tanta belleza.
Tal fue que, habiendo a mi desvelo dado
más de alguna ocasión y habiendo sido
agradecido imán de mi cuidado
y no ingrata prisión de mi sentido,
habiendo, pues, a mi temor librado
necios favores que borró el olvido,
con nueva voluntad, con nuevo empeño,
mudable me dejó por otro dueño.
Súpelo yo después de una crïada
que me dijo que ciega pretendía
aquella misma noche dar entrada
en su casa al galán que la servía;
pero que ella, a mis ansias obligada,
no a mis dádivas, dijo me ofrecía
venderme la ocasión. ¡Oh cuántas famas
las crïadas vendieron de sus amas!
Agradecí el aviso; que un celoso
le debe agradecer, aunque le pese;
y esperaba la noche cauteloso,
para que paso a mis traiciones diese,
cuando, viniendo a verme su penoso
amante, sin saber que yo lo fuese,
contándome sus dichas y desvelos,
creció más la congoja de mis celos.
Confieso que, si entonces me dijera
lo que yo en los amores ignoraba,
quedar secreto a su amistad debiera,
morir primero a mi lealtad tocaba;
mas si yo de su amor tan capaz era
que lo supe antes que él me lo contaba,
que lo que dos me dicen no es secreto.
Abrióme, pues, la puerta la crïada,
guiándome a su cuarto, donde aquella
deidad de la inconstancia profanada
estaba, tan mudable como bella.
La crïada a la luz fingió turbada
desconocerme, y más turbada ella,
sin fingirlo, quedó sin que supiese
cuál la verdad, cuál lo fingido fuese.
Dio voces, bajó gente, y mis venganzas
probaron en algunos los rigores.
Si estorbé de su amor las esperanzas,
si olvidé de mi olvido los favores,
si burlé de una fiera las mudanzas,
si castigué de un áspid los errores,
dilo tú, aunque ignorante me castigas,
pero no es de tu estado; no lo digas.
Esto te he dicho porque no imagines
de mí que hacer, sin gran disculpa, puedo
cosa indigna de mí, ni determines,
si yo bien puesto o si mal puesto quedo;
que no es bien que me arguyas ni examines,
para poner a mis acciones miedo
y disculpar lo que en mi casa pasa;
que, Argos de honor, he de velar mi casa.
LISARDA: (¿Hay cosa como pensar Aparte
tan de su parte, que yo
la que, admitiendo al crïado,
la pendencia ha ocasionado?
LISARDA: Bien podéis salir agora,
que no atribuyáis la acción
que habéis visto a otra ocasión
tal de mí, ni tal se espere;
y si tal atribuyere,
y con esto y con besar
alegre y agradecido,
de tu pie-dad.
que no me vuelvas aquí
otra vez.
LISARDA: (Mas ¿por qué me quito yo Aparte
LISARDA: Pues ya te mando que vengas.
(Mas ¿qué digo? ¡Loca estoy!) Aparte
CELIO: ¡Cielos! ¿Quién ha de entender
un soliloquio he de hacer.
-- que no es otra cosa, no --
"Necio, entiéndeme; que yo
No hay en esto duda alguna;
que el que es de buena fortuna,
presunción, una Lisarda
Vase CELIO. Salen don JUAN, URSINO, y don OCTAVIO,
de noche
OCTAVIO: Los dos, señor, contigo
sirviéndote hemos de ir.
que es conmigo excusado
afectar ese honor, ese cuidado.
JUAN: ¿Has de ir solo a esta hora?
URSINO: Pues ¿quién me ha de ofender?
que del rebelde ha sido maravilla;
mas no porque lo fueses
nos excusa a los dos de descorteses
si, habiéndote aquí hallado,
en eso, y lo consiento
de vos, Octavio, porque Juan, atento
a la obediencia mía,
no os deje solo, porque más querría
yo, que no que él lo sea.
muda la voz y suspendido el labio.
de César, donde se divierte y pasa
conversación y rifas, e irme luego.
Ésta es la casa, despediros puedo;
idos con Dios, que yo seguro quedo.
JUAN: ¿Entraremos contigo?
URSINO: No; que no quiero yo que sea testigo
para alentar tus inquietudes luego.
OCTAVIO: Bien vuestro padre ha andado,
propio despejo de tan gran soldado:
JUAN: Pues no quisiera hoy la suerte mía
que haber andado bien hubiese sido
en eso.
OCTAVIO: Pues ¿en qué?
ya que le acompañamos,
al barrio de Leonor, pues nos tardamos
OCTAVIO: Antes, don Juan, más presto hemos venido
que otras noches.
que vive en vos la fe de mi deseo,
OCTAVIO: Aunque es verdad que el alma no padece
digno de un alto y singular sujeto,
de traerme mi poco de cuidado.
OCTAVIO: No vi en toda mi vida
pícara tan gustosa y entendida.
con que se hace estimar? Calle aquí todo.
JUAN: ¿Pudiera haber pregunta más ociosa?
Si vos decís que tan discreta sea,
¿no estáis diciendo a voces cómo es fea?
Pero ya que llegamos,
la seña, Octavio, en esta reja hagamos.
OCTAVIO: ¿Qué va que no responden,
pues poco ha que se esconden
dejando por virreinas las estrellas?
JUAN: Fuerza es, pues, que esperemos;
aquí este rato divertir podemos.
sin el impedimento
que os estorbó otras veces, va de cuento.
OCTAVIO: Con el retrato de aquella
que quedamos --
OCTAVIO: ...cuya hermosura excelente
presumiendo que ella fuese.
de Monsiur de Orliens, pariente
Luego, con mil ceremonias
de rendimientos corteses,
Y así, que por no tomar
sin que a ello el rey me fuerce."
atados, si ya no es
Pero en fin, por no huir
cuanto más se recatea,
llegué a la casa -- ¡ay de mí! --
de Flérida hermosa -- que éste
es el nombre -- y, cuando en ella
pues es cierto que ninguno
toda desierta, y en toda
una suspensión; que a veces
que son de provecho. El huerto,
y algunas, sin que naciesen
pero sangrientos claveles.
que hacía sombra a unos cipreses.
vi tras mi imaginación
los nevados tornasoles
¿Viste, a violencia de un rayo,
al viento, al rayo, a las ondas,
No previniendo la causa
que acaso allí estaba, en breve
de naturaleza, a quien
entró; no sé quién le abriese;
mas las señas lo desmienten.
viendo que a todos los prenden,
se fue a un monasterio, donde
Nombróme el nombre al fin; era
y más cuando de la dama
pues es tan cierto que tiene
obligación de pagar
Con esto, pues, empeñado
en Verona...
no prosigas, hasta tanto
SANCHO: Ellos son; ya no hay que hacer,
OCTAVIO: Armas lleva y prevenciones.
JUAN: La esquina a la calle vuelven;
CELIO: (¡Qué mal un enamorado Aparte
de la dama a quien bien quiere!
OCTAVIO: ¿Si son éstos los valientes
por ocasionarnos, éste?
JUAN: ¿De qué suerte lo sabremos?
OCTAVIO: Yo os lo diré; de esta suerte.
a cuchilladas.
es lo mismo que pedir
OCTAVIO: Pues váyase de aquí al punto.
CELIO: Dónde es el punto, conviene
que irme al punto es irme al punto.
OCTAVIO: No del vocablo me juegue,
sino váyase.
OCTAVIO: Yo le haré que quiera.
porque si no, ésta es la hora
CELIO: Una tuya.
OCTAVIO: Pues ¿qué disfraz es aquéste?
CELIO: Disfraz de hombre enamorado;
que no hay cosa en que se eche
de ver más, cuando lo están,
que en andar limpias las gentes.
OCTAVIO: Nise lo habrá así trazado.
JUAN: ¡Ea, vete de aquí, vete!
CELIO: No puedo, porque he de estar,
OCTAVIO: Ésa es ser loco dos veces.
CELIO: Sí.
enamorada de mí.
JUAN: Necio estás; mira no quedes
en la calle. -- Nise, ¿es hora?
LISARDA: Sí, entra. Mas ¿Celio no viene
contigo?
CELIO: No respondas tú, detente.
que he de pasar fácilmente
LISARDA: ¡Oh, Celio, seas bien venido!
OCTAVIO: Claro está, si vengo a verte,
LISARDA: Entra presto, porque cierre.
OCTAVIO: Entro, porque cierres presto.
LISARDA: (¡Ay, amor, mucho me debes, Aparte
pues, asegurando el riesgo,
de noche con escucharle
Vanse don JUAN, doña LISARDA y don OCTAVIO
CELIO: ¿Qué me toca hacer a mí,
que a Lisarda, a quien conozco
por la voz distintamente,
como aquél que de la suya
por mi nombre, viendo que entre
¡Fiero amigo! ¡Ingrato huésped!
Pero ¿qué mucho, si veo
si al que ha de ser desdichado,
Vase CELIO. Salen don JUAN, doña LEONOR,
LEONOR: En la alfombra lisonjera
pues las rosas que hay en él
JUAN: Y aquí
cuenta. ¿En qué has pasado? Di.
OCTAVIO: Y tú, Nise, ¿en qué has pasado
el día?
de ti.
OCTAVIO: Tú has hecho muy bien;
que ¡por Dios! que yo también
mayores, pues desengañas
En ninguna mi cuidado
LISARDA: ¿Por qué?
un reloj desconcertado.
LISARDA: ¿Cómo...? Mas ¿qué ruido es éste?
LISARDA: El cuarto abren de mi hermano.
LISARDA: (Aquí me pierdo, Aparte
por las tapias; que nosotras
OCTAVIO: Sí, antes que lleguen,
será mejor.
OCTAVIO: Ea, pues, salta primero.
Vanse don JUAN y don OCTAVIO. Escóndese
doña LEONOR. Sale don SANCHO con gente
SANCHO: Guardad las puertas vosotros,
pues ya vimos que está dentro.
LISARDA: (¡Ay infelice de mí!) Aparte
LEONOR: (¡Muerta estoy!) Aparte
LISARDA: ¿Qué ruido es éste? ¿Qué buscas
LEONOR: (A mí no me ve don Sancho; Aparte
SANCHO: ¿Qué haces
aquí a estas horas?
que ha saltado un hombre, y otro
OCTAVIO: ¡Válgame el cielo! Dentro
¿No es éste don Sancho? ¡Cielos!
SANCHO: ¡Cielos! ¿Éste no es Octavio?
LISARDA: Don Juan es éste que veo;
Pues no le conozco, es cierto.
SANCHO: Villano y mal caballero,
si es que a buscarme has venido,
que en mi honor? ¿No era mejor
Mas antes que del jardín
ya que en mi honor y en mi vida
satisfacciones a un tiempo.
OCTAVIO: (Ésta es Leonor; la crïada Aparte
Traidor don Sancho, aunque aquí
me ves agora encubierto,
ni sé si es ¡viven los cielos!
LISARDA: (Don Juan y don Sancho deben Aparte
de haber reñido antes de esto.
Esforcemos su disculpa.)
¡Bueno es que tú, loco o necio,
SANCHO: ¡Qué mal, ingrata, pretendes
disculparte, cuando tengo
desengaños yo de todo,
y morir después.
me amparad, si es que os merezco
esta fineza.
Acuchíllanse, y retíranse hacia una
puerta don OCTAVIO y doña LISARDA
SANCHO: Sí, pero poca muralla.
LISARDA: (Mucho una desdicha temo.) Aparte
SANCHO: En vano el valor se alienta.
OCTAVIO: La ventaja te confieso,
SANCHO: Pues yo he de matar muriendo.
OCTAVIO: El umbral de aquesta puerta
de mi vida.
ha de ser este aposento,
LISARDA: De tu vida es el remedio.
Éntrase don OCTAVIO retirando, y cierra la
la echaré.
OCTAVIO: Yo así mi vida defiendo Dentro
SANCHO: (Cobarde soy, pues no intento Aparte
No en vano -- ¡vil pensamiento! --
dejaba en Milán -- ¡ah cielos! --
si él lo dijo.) Mas ¿qué es esto?
CRIADO: Que han trepado por las rejas.
Baja don JUAN por una reja que habrá
de un amigo.
JUAN: Don Sancho, aquí soy testigo
de la obligación que tengo,
siempre en desdichas a tiempo,
y aun dos muertes; que si ha sido
de mi hermana el honor pierdo;
¿Qué he de hacer en tales dudas?
JUAN: (¿Habráse visto suceso Aparte
las esperanzas de ser
de su amor.)
Abre la puerta, sale don OCTAVIO, y vuelve a cerrar
OCTAVIO: (Miedo de mujer cerró. Aparte
tanto a don Juan y a don Sancho?
SANCHO: Pues ¿de qué os conoce
(¡peor esto se va poniendo!) Aparte
OCTAVIO: Ya de que acudáis es tiempo
a la obligación que os puse,
SANCHO: Don Juan, que acudáis espero
JUAN: ¿Quién se vio en igual aprieto?
para casos semejantes...
JUAN: ...que con quien vengo vengo.
SANCHO: Pues ¿tú contra mí? ¿Qué es esto?
JUAN: Es cumplir mi obligación.
SANCHO: ¿Y en la que yo te había puesto?
SANCHO: ¿Por qué?
JUAN: Porque con quien vengo vengo.
SANCHO: "¿Con quien vengo vengo?" Aquí
Mas no importa, pues que yo,
también con quien vengo vengo.
OCTAVIO: Hay mucho que hacer en eso,
que sois pocos.
SANCHO: ¡Muerto soy! ¡Válgame el cielo!
Cae don SANCHO. Vanse corriendo los CRIADOS
OCTAVIO: Don Sancho cayó en las flores
JUAN: Y como sin luz nos dejan,
OCTAVIO: Cerrada en ese aposento.
JUAN: Abre aquí, yo soy, bien puedes.
LISARDA: Por conocerte, me atrevo.
JUAN: Ven conmigo; que no es bien
quién eres, pues que te llevo.
LISARDA: (Ya todo está descubierto, Aparte
URSINO: Fácil está de verse que he perdido,
pues del juego no salgo acompañado,
ni a un mirón reverencias he debido,
ni luz al garitero le he costado;
y aun mejor despaché que he merecido,
pues que las escaleras no he rodado,
bien del garito al tiempo no hay distancia,
pues sólo medra el que anda de ganancia.
SANCHO: Aun se anima en esta mano Dentro
noble acero en defensa de mi vida
y mi honor.
URSINO: Esto ¿qué es?
SANCHO: Vuelve, tirano, Dentro
y no seas dos veces mi homicida.
esperar mi venganza conseguida
y tu muerte.
Salen don JUAN, don OCTAVIO y doña
JUAN: A casa, porque allí lo dispondremos.
URSINO: En esta casa fue la cuestión, ¡cielos!,
y después de la voz y del rüido,
dos hombres entre asombros y desvelos,
y una mujer con ellos, han salido,
desnudas las espadas, mil recelos
al alma y la razón han ocurrido.
SANCHO: ¡Triste de mí! Sin confesión me muero! Dentro
URSINO: Ni hombre humano seré ni caballero
si dejo a aquesta voz de dar ayuda,
cuando pronuncia en lamentable acento
afectos religiosos lengua muda.
Entrar adentro a socorrerle intento.
SANCHO: Mal el valor se alienta, mal se ayuda,
cuando de sangre propia está sediento
el corazón, y en bárbaros enojos
le lloran las heridas y los ojos.
Vuelve, vuelve, enemigo, y esa espada
muerte me dé para mayor exceso.
URSINO: Quien así os busca no os ofende en nada,
mas os viene a ayudar en tal suceso.
LEONOR: Yo bajo en llanto y en dolor bañada.
Que estoy mortal a mi dolor confieso.
¿Dónde voy? ¡Ay de mí! que en esta calma
miente la vida y se desdice el alma.
URSINO: Quien de piedad movido,
bien la piedad lo dice, pues ha sido
de la sangre el blasón más verdadero;
perdonadme el no haberos conocido;
que aunque en mi patria estoy, soy extranjero
en ella; y así ignoro vuestro estado;
que extranjero en su patria es el soldado.
En el último aliento de mi vida
lucho a brazo partido con la muerte,
y por la infausta boca de una herida
el alma los espíritus divierte.
No quiero, no, que sea socorrida
mi vida desas canas en tan fuerte
desdicha, el honor sí. Dejadme, os ruego,
y esa dama poned en salvo luego.
No es mi dama, señor, hermana es mía;
así lo fuera la que abrió primero
puerta para tan grande alevosía,
despojo infame del rigor severo.
Sólo en vuestro valor mi honor se fía,
porque os juzgo señor y caballero.
Mirad por ella, y quede en vos segura
pobre nobleza y huérfana hermosura.
URSINO: Infeliz caballero, ya que el cielo
a esta ocasión mis pasos ha traído,
¿quién duda que haya sido por consuelo
de vuestro pecho honrado y afligido?
En mis brazos venid, alzad del suelo;
llamaré quien os cure, y advertido
vivid de que tendrá esta hermosa dama
segura su opinión, cierta su fama.
Ursino soy, si basta; y a Dios juro
de no faltar jamás de vuestro lado,
hasta que de la vida estéis seguro,
y del honor estéis desagraviado.
Con vos me habéis de hallar, porque procuro
ya como propio el bien de un desdichado.
URSINO: Otra vez con el alma os la prometo.