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Salen el PRÍNCIPE, don GARCÍA, don
JUAN, GERARDO y HERNANDO, de noche
PRÍNCIPE: De lo que el rey os ha honrado,
que me deis gracias no es bien,
a declararos me obligo.
por mostraros presto el pecho,
porque estoy muy satisfecho
que con vos nunca es temprano.
Y así justamente digo
también con ella os la doy.
GARCÍA: No sólo no he de poder
GARCÍA: Sois mi amigo, y vuestro soy.
JUAN: A vuestra alteza, señor,
los pies beso agradecido,
PRÍNCIPE: Bien, don Juan, sabéis mostrar
la competencia en privar.
Y con eso ganáis tanto,
Y así cuanto estas acciones
tanto a vuestro vencedor
tengo más obligaciones.
Que cuando no le pagara
GARCÍA: A la esperanza, señor,
PRÍNCIPE: Esos crïados se queden.
Vase GERARDO. Don GARCÍA habla aparte con
te encargo.
GARCÍA: Nunca tan necio has estado.
Vanse el PRÍNCIPE, don GARCÍA y don
HERNANDO: Temprano, por vida mía,
Trasnochar, ir a dormir
de priesa, y morir de espacio,
¡Qué libremente le hablara;
y qué poco respetara
concluyera un hombre vil.
Vase HERNANDO. Salen el PRÍNCIPE, don
PRÍNCIPE: Pensé que un pecho tan fuerte
como el vuestro, triunfaría
GARCÍA: Iguala amor a la muerte.
a muchos de él defendieron.
GARCÍA: Al dios Marte no valieron
PRÍNCIPE: ¿No os admirará en efeto
GARCÍA: No, porque ya lo sabía.
PRÍNCIPE: ¿Cómo?
PRÍNCIPE: ¡Qué bien sabéis consolar!
JUAN: Es su consecuencia clara,
PRÍNCIPE: Ésta es la calle, Alarcón,
GARCÍA: (¿Qué es esto? Ya el niño Amor Aparte
PRÍNCIPE: ¡Haz la seña! Mas detente;
que el recato es conveniente,
PRÍNCIPE: Tú no; que presumirán,
PRÍNCIPE: En esta esquina os espero.
GARCÍA: ¿Para qué, Fortuna, quiero
Todas te las trocaré
que con más ímpetu así
con que en levantarme das;
que para que sienta más,
¿Qué es privanza, qué es honor,
De dichoso y desdichado
hemos de morir aquí.
a quien os derriba de él.
Sale HERNANDO, huyendo, y tras él el CONDE y
HERNANDO: A no ser tantos, yo sé
lo que me has encomendado,
Porque no me descubrí,
dieron tras mi a cuchilladas,
GARCÍA: No más.
GARCIA: ¡Qué trocado, Hernando, estás!
HERNANDO: Tantos son dos como mil
GARCÍA: ¿Y quién será?
HERNANDO: ¿Quién será
GARCÍA: Aquí, si mal me responde,
Si acaso algunas mercedes
que él les dejará después
El CONDE habla aparte con LEONARDO
CONDE: Éste, en la voz y en el talle
es García-Ruiz.
LEONARDO: Él es.
CONDE: (¡Pues a buen puerto ha llegado!) Aparte
pero muy dificultosa;
para cierta diligencia
A mí me pesa por cierto
que al sol nada se le esconde.
HERNANDO habla aparte con don GARCÍA
HERNANDO: Él prosigue su artificio.
GARCÍA: ¿Estás cierto en que es Mauricio?
HERNANDO: Digo, señor, que es el Conde.
GARCÍA: Hidalgo, o seáis justicia
lo que pido haced, que es justo.
CONDE: Que no puedo he dicho va.
GARCÍA: Ya en conseguirlo me va
más reputación que gusto;
CONDE: ¿Qué queréis decir con eso?
GARCÍA: ¿Aun no lo habéis entendido?
Que habéis de hacer lo que os pido,
CONDE: No os arresguéis a un gran daño,
por la que, según entiendo,
no os quiere.
porque a mucho me obligáis.
CONDE: Que os conozca o no, os prometo
CONDE: Aquí me ha de hallar el día.
GARCÍA: Pues procedéis tan grosero,
lo que no la cortesía.
Sacan todos las espadas y riñen
HERNANDO: ¡Pese a tal! Agora sí
¡Broquelicos para mí!
CONDE: La fuerza me desampara.
GARCÍA: Que me pesa, sabe Dios.
A HERNANDO, que riñe con LEONARDO
¡Tente!
Al CONDE
CONDE: Indicios de noble dais.
GARCÍA: Por mucho que lo seáis,
LEONARDO: ¡Ah! ¡Pese a quien me parió!
Vanse LEONARDO y el CONDE. Salen el
PRÍNCIPE y don JUAN, alborotados
PRÍNCIPE: En la vida de García
se arriesga, don Juan, la mía.
PRÍNCIPE: No basta, que no sabemos
cuántos los contrarios son.
JUAN: Yo soy Luna, él Alarcón,
de cuchilladas que oí?
GARCÍA: Lo que fue, que no fue nada,
la calle desocupada,
logre el tiempo vuestra alteza.
HERNANDO: ¡Vive Dios que estov temblando
GARCÍA: Nunca has mostrado flaqueza
sino en la corte.
GARCÍA: De tu temor me avergüenzo.
HERNANDO: Hay alcalde que de balde,
GARCÍA: Antes a mí me mataran;
y en la pena desamparan.
Vete, y duerme descuidado.
Entre tanto hace la seña don JUAN
HERNANDO: ¿A qué no obliga tu amor?
JUAN: Ya están
a la ventana.
INÉS: ¿Quién es?
su alteza aguardando aquí.
PRÍNCIPE: Sin esperanza, le di.
Decidme que sí, y con eso
prometerte el mal suceso,
y si no, será el tormento
GARCÍA: (¡Ah, Dios! ¡Qué dulce esperanza Aparte
¡Qué propia ventura mía
Salen doña ANARDA y doña JULIA, a la
ventana. Las dos hablan aparte
ANARDA: Yo salgo, ésta es la verdad,
por el forastero, prima;
JULIA: Tarde, mas bien, te ha cogido.
(Sabe Dios que estoy peor.) Aparte
PRÍNCIPE: Perdonad, mi bien, si os doy
en cambio, ese cuerpo hermoso;
que tanto el susto he sentido,
aquel alboroto?
ANARDA: En mí
lo que de entonces acá;
siempre en la imaginación.
GARCIA: (¡Ah, Dios! ¡Si fuese de amor!) Aparte
ANARDA: Mas lo que me ha sosegado
es pensar que aprisionado,
lo tenéis, para que así
GARCÍA: (No es este efecto de amarme. Aparte
Cuanto de mí se informó,
PRÍNCIPE: De un yerro que cometi
ANARDA: ¿Cómo?
PRÍNCIPE: Y aun con premio bien debido
ANARDA: ¿Ésa es la fe y la fineza
PRÍNCIPE: Vos lo causastes, por Dios,
que como ser entendí
ser todo mi reino poco.
(Muerta soy, si se ausentó.) Aparte
PRÍNCIPE: Primero habéis de escuchar
que para que no culpéis
del todo mi inobediencia,
a que vos lo castiguéis.
al forastero conmigo,
GARCÍA: (En fin, ¿que perdón no espero Aparte
PRÍNCIPE: Perdonad, por vida mía,
ANARDA: Cuando no al intercesor,
PRÍNCIPE: Pues con eso, dueño mío,
ANARDA: Bien podéis, señor, estaros;
PRÍNCIPE: ¿Cómo es posible que tanto
ANARDA: (La fiesta habéis celebrado; Aparte
GARCÍA: (Que tiene al príncipe amor, Aparte
bien claramente se ve.
si es tal el competidor?)
PRÍNCIPE: ¿Cómo, Julia, no me dais
JULIA: Por no impediros, señor,
JULIA: Siempre, don Juan, habéis sido
desconfïado en amar.
un tan desdichado efeto.
GARCÍA: (Los dos aman a las dos. Aparte
ANARDA: ¿Cómo trajistes con vos
¿tan fácilmente se da
Doña ANARDA habla aparte con doña
Así le pregunto, prima,
JULIA: ¡Qué bien tu intento has guïado!
PRÍNCIPE: No os tengo en tan poca estima,
ANARDA: ¡Ah, Julia! ¡Dichosa soy!
JULIA: Déjame, no me diviertas
de don Juan. (Sin que me adviertas, Aparte
ANARDA: Así obliga quien bien ama.
PRINCIPE: Sin duda ha estado, García,
en vuestra dicha la mía;
GARCÍA: (¿Mas si fuese para mí, Aparte
sobrescrito a ti el favor?)
PRÍNCIPE: "Bien podéis, señor, estaros,"
JUAN: De que paga tu amor firme
GARCÍA: (Cuando el príncipe le dijo Aparte
PRÍNCIPE: Agora podéis contar,
aquel rüido.
y con aquello se fueron.
PRÍNCIPE: Mal hiciste. Cuando envio,
GARCÍA: El gusto vuestro estorbaba.
PRÍNCIPE: Menos mi gusto importaba
GARCÍA: Yo erré por ser obediente.
PRÍNCIPE: Cerca estaba yo; volver
y tomar mi parecer.
Quien sirve ha de ser prudente.
GARCÍA: ¿En servir hay esta vida?
que haya de ser el privado
y hoy contrario vuelve a estar.
¿Qué es esto? ¿Pruebas conmigo
tus variedades, Fortuna?
Hoy vi a Anarda, y hoy la amé;
Vase don GARCÍA. Salen don DIEGO,
¿Es bien que el conde atrevido
ANARDA: ¿Nosotras?
DIEGO: Vosotras, pues.
ANARDA: De desangrado, delira.
DIEGO: Pues si la causa es mentira,
por lo menos verdad es
la que en el alma le has dado.
busca el gusto en el provecho;
que el hermoso rostro ha hecho.
ANARDA: Ya no puedo, noble tío,
dejar de oponer el mío;
el ajeno desvarío.
Si él de mí se enamoró,
y yo lo he desengañado,
DIEGO: Nunca, sobrina, he creído
ANARDA: Señor don Diego, ¿mi tío
¿Somos Girones, o no?
¿Quién en Castilla a un crïado
DIEGO: ¿Estás loca? ¿Qué es aquesto?
ese brío descompuesto?
y admite este pensamiento,
metiéndote en un convento,
ANARDA: Vos no sois más que mi tío,
JULIA: Lo que dice Anarda es justo;
jurisdicción sobre el gusto.
Aquí baja la voz y habla a don DIEGO, como
No es sino mucha razón
nace su resolución.
Que como Mauricio ya
con quien lo ignore o consienta.
deshonor nuestro será.
que él el casamiento hará.
pues yo con esta invención
Y ella imaginando así
que ayudo sus pensamientos,
no se guardará de mí,
y de todos sus intentos
DIEGO: Si no hiciere lo que digo
Anarda, será ausentarla
JULIA: Si la razón excedieres,
DIEGO: ¿Tú también mi afrenta quieres?
JULIA: Quiero lo que es justa ley.
DIEGO: ¡Ay de honor puesto en mujeres!
Pues lo que quiero ha de ser
JULIA Con esto, Alarcón, procura
que en alguna coyuntura
que es prudente pensamiento
ANARDA: ¿En qué paró, prima mía?
JULIA: ¡Pues qué! ¿No nos escuchabas?
ANARDA: Tal vez la voz moderabas,
y entonces no te entendía.
JULIA: Entonces con falso pecho,
porque se fíe de mí,
de mi lealtad satisfecho
a la suya tu intención
miro en ti.
JULIA: (El mejor engaño Aparte
es con la misma verdad.)
ANARDA: Ya el remedio de este daño
JULIA: ¿Cómo?
y de que a tomar estado
mi honesta reputación.
Y tú, quedándote aquí
como que sale de ti
en casamiento me pida;
mi honestidad, pues lo sabes;
de pretendientes tan graves.
JULIA: Yo del príncipe imagino
que tu intento ha de estorbar.
porque, de otra suerte, intenta
en mi intento, por tener
Que aunque él es tan poderoso,
no será dificultoso
el defenderle mi honor.
JULIA: Tu agudo ingenio bendigo.
ANARDA: Todo es cautelas amor.
JULIA: (Y asi las uso contigo. Aparte
que el que trae rostro de amigo.)
INÉS: El amo de Hernando quiere
que habiéndome de ayudar,
por donde has de caminar.
JULIA: (A ejecutar mi intención.) Aparte
ANARDA: Y advierte en el artificio
Apártase JULIA y espía desde un lado.
Salen don GARCÍA y HERNANDO, de camino
GARCÍA: Dadme, Anarda, los pies.
a tan valiente y noble caballero.
firmeza en bien del mundo lisonjero,
y el que en la voluntad de un hombre humano
libra sus dichas, ha de estar primero
apercebido para la mudanza
que del favor admita la esperanza.
Ayer, ya vos sabéis por qué camino,
hallé fácil al cielo la subida.
¡Mentirosa amistad de mi destino!
¡Traidora prevención de la caída!
La humilde vara en levantado pino
fue con súbito aumento convertida,
porque del viento airado a la violencia
diese efecto mi propia resistencia.
Aquel alto lugar que ayer tenia,
perdí, señora, anoche. Sabe el cielo,
que por fineza más que culpa mía,
que tengo en mi conciencia mi consuelo.
Cuando pensé que al mismo sol subía,
con todo el edificio di en el suelo.
Erré, mas no pequé. Soy castigado;
que es con el rey un yerro gran pecado.
Miróme disgustado, reprendióme
severo, y las espaldas volvió esquivo,
y entrándose en su cámara, dejóme
fuera de ella y de mí, sin alma y vivo.
No sé cuál medio en tal extremo tome:
a entrar o a estarme en vano me apercibo,
como al que sueña toros, hace el miedo
que ni pueda correr ni estarse quedo.
Al fin, sin verle a mi posada vuelvo;
que es, aunque sin razón, príncipe airado.
La noche toda en confusión me envuelvo,
sin atreverse el sueño al gran cuidado;
y, al fin, en ausentarme me resuelvo,
y el cuerpo huyendo al peligroso estado
y a la inquietud de la ambición sedienta,
vivir con mis vasallos y mi renta.
Y hoy, cuando a visitaros ya partía,
por despedirme, Anarda, y disculparme,
llegó un recado vuestro que podría,
a ser sol fugitivo, repararme.
Viene obediente el que cortés venía.
Mandadme liberal para obligarme,
que da pidiendo vuestra gran belleza,
y es dejaros servir vuestra largueza.
ANARDA: Señor García Ruiz, desdicha grave
siempre tocó al mayor merecimiento.
Si rodó la Fortuna, ¿quién no sabe
que sólo en ser mudable tiene asiento?
Lo que yo admiro, y en razón no cabe,
es sólo vuestro poco sufrimiento;
que ¿quién pensara que faltar podía
gran fortaleza a grande valentía?
A suerte desigual, igual semblante.
Es propia acción de pechos valerosos
animoso emprender; sufrir constante
consigue los laureles vitoriosos.
No al primero desdén huya el amante;
grandes los bienes son dificultosos.
Poco al príncipe amáis, oso decirlo,
pues pretendéis servirle sin sufrirlo.
GARCÍA: ¿Poco es perder la vida por su gusto?
ANARDA: Sufrirlo es menos, y impaciente os hallo.
GARCÍA: Un injusto rigor sufrir no es justo.
ANARDA: A ser íusto, ¿qué hicierais en llevallo?
Y debéis advertir que si es injusto,
ausentaros será justificallo.
Ponerse del jüez en la presencia
es el mejor testigo de inocencia.
No os vais, García Ruiz, o por lo menos
pensadlo bien primero; que seguirse
prueban mil libros de sentencias llenos,
presto arrojarse y presto arrepentirse.
Ved a su alteza; que los hombres buenos
no se ausentan del rey sin despedirse.
GARCÍA: A despedirme de él por vos venia.
ANARDA: ¿Yo qué poder del príncipe tenía?
GARCÍA: ¡Feliz quien tal ingenio y beldad ama!
ANARDA: No, no, lisonjas no, que no os las creo;
que yo supe que ayer a cierta dama
centellas envió vuestro deseo;
y hoy de la ardiente repentina llama,
pues queréis ausentaras, libre os veo.
¿Múdase tal varón en un instante,
y culpa a la Fortuna de inconstante?
GARCÍA: Al que muda con causa de consejo,
no puede darse nombre de liviano.
ANARDA: No me satisfagáis, que no me quejo.
GARCÍA: ¿Tiráis la piedra y escondéis la mano?
Dios sabe, si tan alta empresa dejo,
que un poder me ha oprimido soberano.
ANARDA: Contra amor firme no hay poder bastante.
GARCÍA: Préciome de leal, si de constante.
Si a quien debo lealtad, esa persona
quiere, ¿será razón que yo prosiga?
ANARDA: En el amor es yerro, y se perdona
lo que sin él, traición que se castiga,
y el diferente fin la acción abona
del vasallo a quien más la ley obliga;
que si casarse intenta, nada ofende
al señor que gozar sólo pretende.
No digo que lo hagáis; que es causa ajena.
Allá con vos las haya la ofendida;
sólo probaros quiero que la pena
tenéis, que os da Fortuna, merecida.
Pecáis mudable, y por castigo ordena
otra mudanza, mal de vos sufrida.
Firmeza aprended en vuestro intento,
o en ajenas mudanzas sufrimiento.
GARCÍA: ¿Si como firme os amo?
que yo de vuestro amor era el objeto,
ofendida de vos no os escuchara,
que la mudanza es falta de respeto.
Quien una vez conmigo se declara,
tal debe estar del amoroso efeto,
que por lealtad, honor, premio o castigo,
ha de romper hasta casar conmigo.
¡No! Bien sé que otra amáis, o lo he creído;
que a pensar que era yo, disimulara,
por no dar ocasión a que, atrevido,
vuestro pecho su amor me declarara;
mas siempre cortesana ley ha sido
decir lisonjas y alabar la cara.
Si por eso lo hacéis, yo más querría
tosca verdad, que falsa cortesía.
GARCÍA: Si es la verdad grosera, soy grosero.
ANARDA: ¡Basta! Mirad que el príncipe me ama.
GARCÍA: Peco si intento, pero no si os quiero.
ANARDA: Amor da intentos como el fuego llama.
Decir amo es intento verdadero;
que a recíproco amor el amor llama.
GARCÍA: El fin diverso abona mis acciones.
ANARDA: No son para conmigo mis licíones;
para con la qtie amáis os las he dado.
Bien sé que otra os ocupa el pensamiento,
que a ser yo vuestro amor, dichoso estado
le daba la ocasión a vuestro intento;
pues para lo que ahora os he llamado,
es para que tratéis mi casamiento
con el príncipe vos. Si habéis de verlo,
direos la causa que me obliga a hacerlo.
GARCÍA: Por fuerza os he de obedecer, señora.
ANARDA: Sabed que está Mauricio, el conde, herido
y dice que si bien la mano ignora,
sabe que yo la causa de ello he sido,
y puesto que me iguala y que me adora,
me resuelva a admitirle por marido,
o que contra mi sangre verá España
salir todos sus deudos a campaña.
Yo aborrezco a Mauricio, y si le amara
esta amenaza que a mi sangre ha hecho,
a no darle la mano me obligara;
que no se rinde el gusto a su despecho.
En favor de Mauricio se declara
mi tío, que procura su provecho.
el príncipe, que tanto amarme jura,
muéstrelo en remediar mi desventura.
Que pues su alteza no ha de ser mi esposo
y querer mi deshonra es no quererme,
es en esta ocasión lance forzoso
buscar quien pueda honrarme y defenderme.
Por si resiste el príncipe amoroso,
de vuestra autoridad quise valerme.
Vos persuadidle, y advertid, García,
que en vuestra voluntad dejo la mía.
Hace que se va doña ANARDA, y al entrarse se
encuentra y queda hablando con doña JULIA
GARCÍA: (¡Con cuán honestas señales Aparte
ANARDA: Dile tú agora mis males.
Vase doña ANARDA. Sale doña JULIA
GARCÍA: (¡Dichoso mil veces yo!) Aparte
HERNANDO: ¿Ya se pasó la tristeza
GARCÍA: Con tal trueque, ¿por qué no?
¿qué importa la que he perdido?
HERNANDO: ¿Quién creyera en tanto mar
que estaba tan cerca el puerto?
porque disculpada estoy
vos de ella coligiréis
lo que en esto hacer debéis,
y lo que me mueve a mí.
secretaria; mas agora
la infamia que Anarda intenta,
y a quien lo ignore o consienta
GARCÍA: ¿Qué es aquesto, cielo eterno?
HERNANDO: ¿Qué te ha dicho esta mujer?
GARCÍA: ¿No te lo ha dicho el efeto?
Un desengaño.
GARCÍA: ¡Paciencia! De esta manera