ACTO TERCERO
Salen VANEGAS y ARELLANO
VANEGAS: Este
cuidado me tiene
desvelado.
ARELLANO:
Con razón;
mas
pues toda la legión
de tus
soldados conviene
en
que es justo defender
a
Alima, pierde el cuidado,
pues
queda bien aprobado
con eso
tu parecer.
VANEGAS: Ya
he escrito a su majestad
sobre el
caso, y quiero agora
de la
intención de la mora
averiguar la verdad.
En
esta fuente, que al mar
las
blancas orillas lava,
con
otras la hermosa esclava
suele
venirse a parlar.
Y
entre estas ramas oculto
quiero
oír lo que platica,
y ver
si a Dios sacrifica
verdadero y firme culto;
que
si descubro que es vano
y engañoso
fingimiento
por más
que proteste, intento
darla
al punto al africano.
ARELLANO: Es
prevención conveniente.
VANEGAS: Ya
comienzan a venir.
ARELLANO: Pues
voyme, por no impedir
lo que has
trazado.
VANEGAS: ¡Detente!
Que
antes quiero que conmigo
te
escondas también, y veas
el
suceso, porque seas,
si nos
engaña, testigo.
Retíranse. Sale
DARAJA
DARAJA: Sin
efeto solicitas
mi mal,
Fortuna, y mis quejas,
puesto
que a Muley me dejas,
si la
libertad me quitas.
Piadosa fue tu crueldad;
que
entre las glorias de amor,
ni me
ofende tu rigor,
ni
lloro mi libertad.
Sale PIMIENTA
PIMIENTA:
(Tanto, del amor vencido,
Aparte
me
falta ya la paciencia,
cuanto
de la resistencia
de esta
bárbara corrido.
La
soledad mi intención
favorece. Llegar quiero.
que
pechos vence de acero
la
porfía y la ocasión.)
VANEGAS:
(Ésta es Daraja, y tras ella
Aparte
viene el Sargento. Su intento
presumo, porque el sargento
es
lacivo, y ella es bella.
Pesaráme, si es así,
que
éste su fragilidad
entienda.) Con brevedad
buscad
a Alima, y aquí,
decid que la está aguardando
Daraja.
ARELLANO:
A servirte voy.
Vase
PIMIENTA: Mora,
si ves que me estoy
en tu
afición abrasando...
VANEGAS: (Ved
si me engañé.) Aparte
DARAJA: ¿A cansarme
vuelves, sargento, de nuevo?
¿Tan
buenas obras te debo,
que esperas que has de obligarme?
PIMIENTA: La
libertad te quité,
enamorado de ti,
por
gozarte, y siendo aquí
pagado,
te la daré.
Traza fue de amor, no injuria;
mi
cudicia fue afición;
amanse
tu corazón,
mora,
la enojada furia,
y
libertad gozarás,
y
juntamente contigo
a darla
a Muley me obligo.
DARAJA: A buen
precio nos la das.
Afrenta de los cristianos,
no te
canses; que primero
me
darán con duro acero
la
muerte mis proprias manos.
PIMIENTA:
!Muévete ya...!
DARAJA: ¡Antes de aquí
estos
montes se movieran!
PIMIENTA: (¡Qué
honrada mora! ¡No fueran Aparte
las españolas así!)
¡Mira que estoy
abrasado!
Arrodillase
¡Muévate in¡ justo ruego!
VANEGAS: (¡Lo
que puede el amor ciego!) Aparte
¿Qué es
esto?
PIMIENTA: (Soy desdichado.) Aparte
A
persuadirla me ayuda
ya que
a buen tiempo has venido.
Arrodillado le pido
que
pues propósito muda,
y
pide bautismo Alima,
se convierta ella también;
que
obliga a quererla bien,
y ver
su error me lastima.
DARAJA: ¿Hay
hombre más engañoso?
Señor...
VANEGAS:
El crédito en vano
le quitas,
porque un cristiano
español
y valeroso
no
puede engañar. ¿Qué agravio
te ha
hecho en aconsejarte
lo que
tanto ha de importarte,
para
que intente tu labio
con indignación igual
vengarse de él ofendido?
PIMIENTA: Parece
que le he pedido
algo
que a ella le esté mal.
DARAJA:
Oye.
VANEGAS:
¡No me digas nada!
DARAJA: ¡Vete!
Con el poderoso,
siempre el engaño es dichoso,
y la
verdad desdichada.
Vase DARAJA
PIMIENTA:
(¿Que siempre me ha de coger
Aparte
así el
general? Yo creo
que es
sombra de mi deseo.
¡Bueno
quedara, a no ser
en
fingir tan ingenioso!)
VANEGAS: Por la
guerra que amenaza
el moro
Azén a esta plaza,
sargento, será forzoso
que
al punto a Búcar partáis
a vuestro
oficio de espía,
y que
de allí cada dia
avisos
me remitáis,
sin
que hasta el fin del suceso
salgáis
de ella.
PIMIENTA: (¡Qué rigor, Aparte
cuando abrasado de amor
de
Daraja, pierdo el seso!
Mas
aun bien que mi deseo
siempre
tan fácil ha sido,
que
ausente luego me olvido,
y amo
sólo cuando veo.
Disimular me conviene,
pues
resistir es en vano.)
VANEGAS: El
alférez Arellano
os
acompañe, que tiene
valor, y el idioma sabe
arábigo, porque él quiero
que
sirva de mensajero
en
negocio que es tan grave;
y el judío Salomón
algunas veces podrá
serlo también.
PIMIENTA:
(Si no es ya Aparte
excremento de un león.)
VANEGAS:
Pártanse luego.
PIMIENTA: Un momento
no
tardaremos los dos
en
obedecerte.
VANEGAS:
Adiós,
y otra
vez, señor Sargento,
puesto que de Cristo adora
las
eternas maravillas,
no se
ponga de rodillas
a
convertir otra mora.
Vase VANEGAS
PIMIENTA: Sin
duda entendió mi intento.
Por
buen modo me ha reñido,
sin darse por entendido
de mi
loco pensamiento.
Mas obras son de amor ciego.
No habrá quien de ello se
admire,
o la
primer piedra tire
quien
no ha sentido su fuego.
Vase PIMIENTA.
Salen SALOMÓN y RODRIGO
SALOMÓN: Ya cubren los verdes campos
los escuadrones marciales,
y y a las templadas cajas
dan ronco estruendo a los aires.
Espejos prestan al sol
los aceros relumbrantes,
y al
suelo dan primaveras
los
vistosos tafetanes.
RODRIGO: Y,
¿contra quién apercibe
sus
armas el fiero Marte?
SALOMÓN: A
Melilla va a cobrar
su amada Alima el alcaide;
mas han
de darse primero
la
batalla en este valle
él y
Abenyúfar, un moro
de Fez,
que de Alima es padre,
porque
Azén se la robó,
y de
ello viene a vengarse,
de su
rey favorecido,
con
quien más que todos vale.
Salen AZÉN y ZAIDE, con moros y cajas por una parte; y
por otra,
ABENYÚFAR, con moros y cajas
AZÉN:
Óyeme atento primero,
Abenyúfar, que a vengarte
brille
del airado Marte
desnudo
al sol el acero.
No
juzgues grave el error
de
haber a Alima robado.
Si
alguna vez te ha tocado
el loco
incendio de amor,
disculpar debe mi intento
también
la ofensa amorosa,
pues
que fue hacerla mi esposa
el fin
de mi atrevimiento.
Y si
en dichosa igualdad
no es
dueño ya de mi mano,
culpa
su rigor tirano,
no mi
firme voluntad.
Probada está mi intención,
si el
tiempo que la he tenido
en mi
tierra la he servido
con tan
alta estimación,
que
nunca a su honestidad
se ha
atrevido mi deseo,
hasta
que en dulce himeneo
poseyera su beldad.
Agora, Abenyúfar, pues
que
ella está en poder ajeno,
y para
cobrarla ordeno
el
ejército que ves,
¿de
qué servirá perder
las
fuerzas de nuestra tierra,
si la
causa de la guerra
queda
en ajeno poder?
¿Cuánto es mejor que juntemos
los
campos, y brevemente
cobre a
Alima nuestra gente,
y a
Melilla conquistemos?
Que
cumplida esta esperanza,
podrá,
si mi amor no estima,
ni me
da la mano Alima,
tomar
la tuya venganza.
ABENYÚFAR:
Azén, por haber creido
que era
tu amor deshonesto,
el bruñido arnés me he puesto,
y el corvo alfanje he ceñido;
que es dificil de
creer
que
quien a Alima robó,
quien
la ocultó y conquistó
sin
defensa y con poder,
ni a su honor y honestidad
el decoro haya perdido,
ni con mano de marido
venciese su voluntad.
Y
más cuando ella en tu mano
gana
tanto; pero ya
que,
como dices, será
el
hacerte guerra en vano,
por
estar la causa hermosa
cautiva, y tu amor desea
cobrarla, para que sea
en paz
tu adorada esposa;
por
eso, y por lo demás
que
alegas, de tu delito
dilato,
que no remito,
la
pena; mas no podrás
librarte de ella si Alima
niega
lo que has dicho aquí,
y está
ofendido de ti
el
honor que tanto estima
AZÉN: Si
lo negare, me obligo
a la pena de mi exceso.
ABENYÚFAR: La mano
te doy con eso
de
aliado, no de amigo,
mientras no me satisfaces.
AZÉN: Presto
verás mi verdad.
ABENYÚFAR: Pues a
Melilla marchad.
Treguas
hago, que no paces.
Salen PIMIENTA y ARELLANO, de moros
PIMIENTA: Gran
ejército ha juntado
el
moro.
ARELLANO:
Y pues le acompaña
el de
Fez, a toda España
puede
poner en cuidado.
SALOMÓN: (El
sargento es el que miro Aparte
y el
alférez. ¡Vive Dios,
pues me
la deben los dos,
que no
han de hacerme otro tiro!)
Famoso alcaide, el cristiano
que robó
a Alima es aquél;
y el
otro que está con él
el
alférez Arellano.
AZÉN:
Pagarán las penas mías
con las
vidas, ¡vive Dios!
¡Moros,
matad a esos dos,
que son
cristianos espias!
Acuchíllanlos
PIMIENTA:
¡Vendidos somos! ¡Valednos,
Madre
de Dios!
AZÉN:
¿Dos cristianos
se os
defienden, africanos?
ARELLANO: ¡Virgen
santa, socorrednos!
Sale AMET
AMET: ¡No los matéis! ¡Deteneos!
AZÉN: ¿Tú me
resistes?
AMET: Azén,
sólo a
disponer tu bien
se
encaminan mis deseos;
y te
he dicho ya otras veces
que
irritas el santo cielo
en tu
daño cuando el suelo
con sangre humana humedeces.
Préndelos, y no los mates.
AZÉN: Ya me enfadan tus porfías,
cansan tus hechicerías,
y ofenden tus disparates.
¿Tú los defiendes? ¿Qué ley
te obliga, Amet, si éstos son
por quien están en
prisión
Daraja,
Alima y Muley?
AMET: Bien
pudieras haber visto
la
verdad que afirmo en eso,
pues
viendo a mi hijo preso,
a la
venganza resisto;
y
así quiero persuadirte
que no les des muerte. Mira
que
irritas de Dios la ira,
y tarde has de arrepentirte.
AZÉN: Eso
mismo mi furor
aumenta, y yo con mis manos
he de
matar los cristianos:
verás
que es vano temor
el
que te acobarda.
ARELLANO: Ya
no me
puedo defender.
AZÉN: Líbrete
de mi poder,
si de
esto se ofende, Alá.
Vale a dar AZÉN, y vuélvese ARELLANO
en árbol por tramoya
Mas,
¿qué es esto, cielo airado?
¿Hasta en
esto me hacéis guerra?
SALOMÓN: O le ha
tragado la tierra,
o en
árbol se ha transformado.
AMET: Mira
agora si te engaño.
AZÉN: Todas son hechicerías
tuyas.
AMET:
Tus locas porfías
van
maquinando tu daño.
MORO: En
vano de un campo entero
quieres
solo defenderte.
PIMIENTA: ¡Ah,
perros!
Huye y sígenle algunos MOROS
AZÉN:
Ni le deis muerte
tan
brevemente; que quiero
que
se la den mil tormentos.
AMET: ¿De tan
poco fruto han sido
en tu
pecho endurecido
persuasiones y portentos?
AZÉN: Ni
me acobarda tu encanto,
ni al
cielo enojado temo.
AMET: Enfrena
el furor blasfemo,
con que
a Dios ofendes tanto.
Mira
que te sufre, no
porque
su inmenso poder
no te
pueda deshacer
también, como te formó,
sino
por ser su creatura;
que al
fin como padre intenta,
más que
castigar su afrenta,
dar
remedio a tu locura.
AZÉN:
Amet, si su omnipotencia
solicita mi remedio,
no ha
sido acertado medio
apurarme la paciencia
privándome de mi Alima.
No me
prediques en vano.
Muera
el infame cristiano
en esta
profunda sima
rabiando, como yo rabio,
pues
por él perdi mi bien,
o
líbrele el cielo!
Coge AZÉN del vestuario un hombre vestido como PIMIENTA,
y
échalo por un escotillón, y PIMIENTA aparece luego en lo
alto
del vestuario
PIMIENTA: Azén,
en vano
intentas mi agravio,
si
Dios me quiere guardar.
Vase PIMIENTA
AZÉN: ¿Qué es
esto?
SALOMÓN:
El cristiano mismo
que de
esta mina al abismo
acabaste de arrojar,
está
en la cumbre del monte.
AZÉN:
¡Rabiando estoy!
AMET: ¡Sarracenos,
cuyas
lunas amenazan
al sol
del cristiano imperio!
Pues tan claras experiencias
de milagrosos portentos
veis que no mueven de
Azén
el duro
y rebelde pecho;
vosotros, si estos prodigios
han
persuadido los vuestros,
obligad
a vuestro alcaide
a que
admita mis consejos.
Mirad
que os lleva, paganos,
a dar
guerra al mismo cielo;
que a
la voluntad de Alá
y a su
poder vais opuestos.
Si le
adoráis y teméis,
y si
algún crédito tengo,
por mis
obras, con vosotros,
yo os
exhorto y amonesto
que mis
consejos sigáis;
pues
con mi ciencia a poneros
sin estrépitu marcial
dentro
en Melilla me ofrezco.
Abiertos tendréis sus muros,
y a los cristianos en ellos
sin armas, y de tal suerte
sus bélicos instrumentos,
que aunque den fuego a las piezas,
las balas no impela el fuego
antes que dentro en la
cerca
esté
vuestro campo entero.
Esto
prometo cumpliros;
y ved
si engañaros puedo,
cuando de mi caro hijo
la
libertad me va en ello.
Y
porque del todo estéis
seguros
de mis intentos,
yo
quiero entrar de Melílla
en los
muros el primero.
¿Qué
respondéis, africanos?
TODOS: Que
todos te seguiremos.
AZÉN: (Contra
mi conspirarán, Aparte
si a
Bichalín no obedezco.)
Yo
también, valientes moros,
sus
pareceres apruebo;
que si hasta aquí resistía,
fue por temor de ofenderos.
AMET: Pues dos condiciones solas,
si conseguir el efeto
queréis, os he de poner.
AZÉN: Dilas,
Amet.
AMET:
Lo primero
es que
no habéis de ofender
los
cristianos, y el intento
se ha
de emprender sin que tiña
sangre
humana el blanco acero.
Ésta es
voluntad de Alá,
porque
a su piadoso pecho
la
bárbara guerra ofende
y el
homidicio sangriento;
que
como el hombre es crïatura
en que
echó su amor el resto,
le
enoja que ellos deshagan
sus más
amados efetos.
Y así,
pues yo os aseguro
y en fe
de lo que os prometo,
precursor vuestro he de ser
y os
doy por prenda a mí mesmo,
he de
ir en esto también
seguro
del cumplimiento;
y para
estarlo, mirad
que os
apercibo y advierto
que ni
flecha, ni arcabuz,
ni
alfanje, ni otro pertrecho
de
guerra habéis de llevar;
que un
puñal el más pequeño
será
del rigor de Alá
y
vuestro daño instrumento.
La
segunda condición
que os
propongo, sarracenos,
es que
habéis de confesar
un solo
Dios verdadero,
negando
a Mahoma el culto,
que al
Autor del universo
tiraniza injustamente
en los otomanos reinos.
¿Qué me respondéis? ¿Calláis?
Si
hasta agora no me dieron
crédito firme en vosotros
las maravillas que he hecho
en la tierra, y
pretendéis
ver
señales en el cielo,
Parece un cometa en lo alto, como lo refiere la letra
ved el
crinado cometa,
que, la
esfera discurriendo,
acredita mis verdades
y
amenaza vuestros yerros.
Ved
cómo a mi mano envía
Cae por tramoya una bandera colorada, con
medías lunas, en la mano de AMET
el Dios de los firmamentos
el
guión con que me nombra
por
caudillo suyo y vuestro.
¿Daréisme crédito agora?
AZÉN: Cuando
tus milagros vemos,
¿quién
podrá no obedecerte?
ZAIDE: Todos
estamos sujetos
a tu
voluntad.
OTRO: Guardar
tus
condiciones queremos.
AMET: Pues
decid que confesáis
que un
Dios solo tiene el cetro
de
ambos mundos, y Mahoma
no es
profeta verdadero.
TODOS: Si
decimos.
AZÉN:
(Mas, ¿qué importa? Aparte
Que Él
sabe nuestros intentos.)
ZAIDE: (Los
corazones lo niegan.) Aparte
OTRO: (No lo
confiesan los pechos.) Aparte
AMET: Todos, pues, os despojad
de las armas, y diciendo
"Alá te oiga, Amet," seguid
la
bandera que os dio el cielo.
Vase
AMET
TODOS: Alá te oiga, Amet.
AZÉN: (Que Azén Aparte
lleva
en el alma el infierno.)
Vanse los MOROS
RODRIGO:
Salomón, de estos prodigios
estoy
turbado y suspenso.
Vase RODRIGO
SALOMÓN: Y a mí
me espantan de suerte,
que voy
húmedo de miedo.
Sale PIMIENTA, de moro
SALOMÓN:
(Mas, ¿qué he de hacer? ¡Ay de mí, Aparte
que me
ha cogido el Sargento,
y si ha
entendido mi intento,
acaba
conmigo aquí!
Haré
del ladrón fïel.)
Sargento amigo.
PIMIENTA:
¡Judío!
¿Vivo
estás?
SALOMÓN:
Y el pecho mío,
aunque
fuiste tan crüel,
se
ha holgado de la piedad
que ha
usado el cielo contigo.
PIMIENTA: ¡Dios
te guarde!
SALOMÓN: Soy tu amigo;
no
pagas mi voluntad.
Mas
dime, ¿cómo te atreves
a poner
a riesgo igual?
PIMIENTA:
Obedezco al general.
SALOMÓN: A fe
que no se lo debes.
PIMIENTA:
¿Cómo?
SALOMÓN:
(Yo le quiero dar Aparte
con un
inventado enredo
pesares, pues no me puedo
con otro medio vengar.
PIMIENTA:
¿Dudas decirlo?
SALOMÓN: El secreto
antes me has de prometer,
si de mí lo has de saber.
PIMIENTA: Dí; que
yo te lo prometo.
SALOMÓN:
Cuando dio la compañía
al
sargento don Guillén,
diciéndole que también
tu
valor la pretendía,
dijo
con mucho desprecio,
"Pues aunque son amarillos
cagajones y membrillos,
¿no
echará de ver el necio
que
hay diferencia en los dos?"
PIMIENTA: ¿Eso
dijo?
SALOMÓN:
Yo lo oí
y en el
alma lo sentí.
PIMIENTA: ¡Que
tal sufro! ¡Vive Dios,
si a pisar vuelvo el castillo,
que he
de decirle en su cara,
aunque
el vivir me costara,
que
Pimienta es el membrillo!
SALOMÓN:
(Pimienta lleva pimienta.
Aparte
Lindamente lo creyó;
pues
tan mal rato me dio,
llévese
éste para en cuenta.)
Vanse. Sale VANEGAS
VANEGAS: Gracias os doy, sacro Autor
de las causas, que me veo
vencedor de mi deseo,
de mí mismo vencedor.
Gracias, os doy justamente;
que a
vos, y no a mí, la gloria
debo de
tan gran vitoria;
que de
un furor tan ardiente
sólo
librarme podía
vuestro auxilio. En tal acción
vuestra
fue la ejecución;
sola la
intención fue mía.
Con
Daraja hablando viene
Alima. Escucharlas quiero;
que
saber si es verdadero
su
nuevo intento conviene,
para
resolverme así
a darla
o a defendella.
Retírase. Salen
ALIMA y DARAJA
ALIMA:
Confieso, Daraja bella,
que
despechada fingí,
por
librarme de tu hermano,
que ser
cristiana quería.
VANEGAS: (¿Luego
la sospecha mía, Aparte
falsa
mora, no fue en vano?
Entregaréla al momento
al
Alcaide, y cesará
esta guerra.)
DARAJA:
Pues si ya
conseguiste así tu intento,
¿por
qué agora la verdad
no declaras, y has querido,
cuando tu padre ha venido
a darte
la libertad,
ser
esclava del cristiano
más que
volverte a gozar
sus
regalos, si has de estar
libre
con él de mi hermano?
VANEGAS:
(Sola esta respuesta espero.)
Aparte
ALIMA: Investigables
caminos
son,
Daraja, los divinos.
La
lengua sola primero
con
engañosa intención
pidió
el bautismo; mas luego
no sé
cómo llegó en fuego
de la
boca al corazón.
Por
no descubrir mi engaño,
por
cumplimiento pasé
el
catecismo, y hallé
gusto
tan nuevo y extraño,
tal
gozo el alma sintió
en su
patente verdad,
que en
ella la falsedad
del
Alcorán conoció;
y
así, no podrá la muerte
mudar
ya mi firme intento.
Mostrándose
VANEGAS: Y yo
moriré contento,
Alima,
por defenderte.
ALIMA: ¿Nos
has escuchado?
VANEGAS: Sí,
y el
gran gozo me enloquece,
de
saber que no enflaquece
ese
propósito en ti.
Venga toda Berbería,
que en Dios mi esperanza fundo,
y no hay poder en el mundo
contra aquél que en Dios
confia.
Vase VANEGAS
ALIMA: (No
se inclinó a tu valor, Aparte
general, mi pecho en vano,
si bien ya a tu amor humano
vence
en mí el divino amor;
y
cuando no en sus precetos
sus
verdades conociera,
claramente las leyera
en tan
extraños efetos.)
Sale ARLAJA
ARLAJA:
Prevénme albricias, Daraja,
de las
nuevas de tu bien;
que
contra Melilla Azén
con
gran ejército baja.
Hoy
antes que pase el dia
esta
plaza sitiará.
DARAJA: Amor su
sangre me da,
desamor
su tiranía.
ARLAJA: Ven
a saber novedades
al
castillo.
DARAJA:
Ven, Alima.
Vase DARAJA
ALIMA: Daraja,
mi fe te estima;
mas
perdonen las crueldades
de
Azén, porque hoy esta mano
al moro
dará a entender
cuánto
puede una mujer
que
anima valor cristiano.
ARLAJA:
¿Date, Alima, ese valor
el amor
del general?
ALIMA: No,
Arlaja, no, porque mal
humano
y divino amor
caben en un pecho mismo.
Otra
soy de la que fui;
sólo el
de Dios arde en mí,
sólo
aspiro ya al bautismo.
Vanse
las dos. Salen VANEGAS, PIMIENTA,
SALOMÓN, ARELLANO y SOLDADOS
VANEGAS: ¿Que
hace tan nuevos portentos
y tan
extraños prodigios
el
morabito, y que tú
en
tanto riesgo te has visto?
PIMIENTA: Sí, yo
por servir al rey
me he
puesto a tantos peligros;
que yo,
señor general,
soy
membrillo, y tan membrillo,
que,
¡voto a Dios!...
VANEGAS: ¿Qué es aquesto?
¿Qué decís, Sargento?
PIMIENTA: Digo
que soy
membrillo, y que fuera
de vos,
que al fin os estimo
por mi
general, si alguno
hubiere
pensado o dicho
que no soy membrillo yo,
como un
cobarde ha mentido.
VANEGAS: (Sin
duda ha perdido el seso.) Aparte
SALOMÓN: Señor,
por todo el camino
ha dado
en esta locura.
VANEGAS: ¡Qué
gran lástima!
SALOMÓN: El jüicio
perdió
de temor de verse
en
aquel mortal peligro.
VANEGAS:
(Consintamos con su tema
Aparte
para
sosegarle.) Digo
que
eres membrillo, Pimienta.
TODOS: Todos
también lo decimos.
PIMIENTA: Eso sí;
que ya con eso
quien
lo afirmó se ha desdicho;
y
entiéndame quien me entiende.
VANEGAS: (¡Qué
compasión!) Aparte
ARELLANO:
(¡Qué delirio!) Aparte
VANEGAS:
Prosigue tu relación.
ARELLANO: Digo
que le ha prometido
el
morabito al alcaide
que por
sus artes y hechizos
tendrá
patentes las puertas
de esta
cerca, y al castillo
llegarán sin resistencia;
que
estaremos impedidos
por sus
encantos de suerte
para el
marcial ejercicio,
que ni
el acero dé heridas,
ni al aire balas los tiros,
ni la pólvora ni el fuego
usen
del ardiente oficio.
Púsoles
dos condiciones,
que,
aunque duras, al fin hizo
que a
cumplirlas se obligasen
la fuerza de sus prodigios.
Una,
que vengan sin armas
a la
empresa, y sin herirnos
nos
sujeten, porque Dios
se
ofende del homicidio.
Otra
fue que confesasen
un Dios
solo, y el divino
culto a
Mahoma le nieguen
como a
profeta fingido.
Hiciéronlo así, y diciendo,
"Dios te oiga, Amet," por caudillo
le
siguen; y hoy llegarán
sin duda a verse contigo.
VANEGAS: (Este
morabito es ángel, Aparte
o el
orden se ha pervertido
del
mundo. De estratagema
he de
usar; que este judío
es
doble espia.) ¿Qué es esto,
cielos?
¿Tanto os he ofendido,
Finge que llora
que
deis fuerza contra mí
a
diabólicos hechizos?
PIMIENTA:
¿Lloras, general valiente?
Eso sí
es no ser membrillo.
VANEGAS: Llorar
de honrado es valor;
que de
morir no me aflijo,
sino de
ver que la suerte,
que mi
esfuerzo ha conocido,
trace
medios sin defensa,
con que
el honor y el castillo
pierda, que en mis hombros
puso el
católico Filipo.
Vuelve,
Salomón, al campo,
y al
alcaide berberisco
di que
le daré su hermana,
y al
morabito su hijo,
y de
plata diez mil onzas,
sólo
porque sus hechizos,
antes
que a Melilla, asalten
otro
cristiano presidio;
que
sólo ser el primero
siento
más, por el peligro
que con
mis émulos corre
la
opinión del honor mío.
SALOMÓN: Parto a
servirte.
VANEGAS: ¡Volando,
que se
acerca el enemigo!
Vase SALOMÓN
PIMIENTA: ¿Que
así muestres cobardía?
ARELLANO: Todos
estamos corridos.
VANEGAS:
¡Callad! Que es ardid de guerra,
soldados, el que habéis visto.
PIMIENTA: ¿Cómo?
VANEGAS:
Escuchad mi discurso.
este
morabito ha sido
ángel
en forma de moro,
que
para justo castigo
al
África Dios envia,
como
muestran los indicios
de
haberos dado las vidas,
y de
haberles persuadido
que un
Dios confiesen, y nieguen
a Mahoma, y que de Cristo
los
profesores no ofendan,
trayéndolos al suplicio
sin
armas; y si esto es cierto,
es
cierto verlos vencidos,
o los
diabólicos pactos
dan
efeto a sus hechizos;
y si es
esto, menos temo,
cuanto
más en Dios confío;
que no
ha de dar al demonio
potestad sobre sus hijos.
Y así,
porque no desistan
de esta
facción, acredito
con el
temor que les muestro
lo que
el morabito ha dicho;
que
bien sé yo que el alcaide
no ha
de admitir los partidos
mientras no le vuelvo a Alima.
PIMIENTA: Tu ingenio y valor divino
con
emulación se ayudan.
VANEGAS: Pues
dadme atención, amigos;
y
porque el fin consigamos,
escuchad lo que imagino.
La
cerca ha de estar abierta,
pero cerrado el castillo,
y los
soldados sin armas
por los muros repartidos;
cebadas en el cañón
las piezas, porque
encendido
el
polvorín, no disparen;
cien
hombres en los navíos
huyendo
se embarcarán
a vista
de los moriscos,
para
que ellos, confïados
con ver
que son los indicios
conformes a las promesas
del
morabito caudillo,
en
tropa ocupen la cerca;
y
estando dentro, el rastrillo
echaremos y serán
todos
muertos o cautivos;
y los
ciento que embarcados
han de estar, de los navíos
saldrán al punto a dar
muerte
a los moros fugitivos.
ARELLANO: Son ardides como tuyos.
VANEGAS: Hoy quedamos todos ricos
de los paganos despojos.
PIMIENTA: ¡Ojalá los berberiscos
trajeran sus fuertes armas!
Vieras si yo soy
membrillo.
Vanse. Tocan cajas, salen todos los moros, sin
armas, que las llevan ocultas, y AMET, con el estandarte,
y
SALOMÓN
SALOMÓN:
Estos partidos te ofrece.
AZÉN: ¿Pero
no a mi Alima bella?
SALOMÓN: A Alima
no.
AZÉN:
Pues sin ella
mi
ardiente cólera crece.
¡Marchad, fuertes africanos!
AMET: Ved si
es mi ciencia evidente,
pues mi
fama solamente
da tal
miedo a los cristianos.
Ved
los soldados que al mar
corriendo van fugitivos.
AZÉN: Yo
pierdo aquellos cautivos.
AMET: Aunque los ves embarcar,
verás que el viento no deja
salir
las naves del puerto.
Ved
cómo os aguarda abierto
el muro
de Villavicia;
ved
cómo sobre los muros
encantados y suspensos,
desarmados
e indefensos,
están
de su mal seguros.
Ved
cómo dan los fogones
en vano
llamas al viento,
sin que
al ardiente elemento
obedezcan los cañones.
¿Veis
cómo el efeto os doy
conforme con la promesa?
Moros,
¡a la cerca apriesa
entrad,
que delante voy!
Vase AMET
TODOS:
¡Dios te oiga, Amet!
ABENYÚFAR: ¡Quiera Alá
que bien te suceda, Azén.
AZÉN: Cuando
no suceda bien,
cerca
tu ejército está.
Y si
el vencer dificultas
con
estos mágicos modos,
no
tengas temor; que todos
llevamos
armas ocultas.
SALOMÓN:
¡África, cierra! Hoy acabo
la
venganza de mi enojo.
No
quiero más del despojo
que a
Pimienta por esclavo.
Vanse. Salen
VANEGAS, PIMIENTA, ARELLANO, y los
demás SOLDADOS en lo alto
PIMIENTA: De
doce mil moros pasa
el
ejército.
ARELLANO:
En la cerca
van
entrando de tropel.
Salen los MOROS
ZAIDE:
Cerradas están las puertas
del
castillo.
AZÉN:
Bichalin,
abra tu
encanto la fuerza.
VANEGAS: Ya
están de la cerca dentro
todos
los alarbes; echa
el
rastrillo. ¡Moros viles,
la
imagen de Cristo es ésta!
Muestra un Cristo
Él solo
es Dios verdadero.
Los que
a su ley se conviertan
de
vosotros, serán libres;
los
demás, si no se entregan
por
cautivos, morirán.
¡Cierra, España! ¡España, cierra!
Bajan de lo alto los cristianos y acuchillan a los
moros
AZÉN:
¡Perdidos somos! ¡Amet,
cumple agora tus promesas!
AMET: Yo no te he engañado. Advierte.
Yo
prometí que la cerca
abierta, Azén, hallarías,
y los
cristianos en ella
desarmados, sin que al viento
las balas diesen las piezas,
antes que al castillo
mismo
llegases sin resistencia.
Todo ha sucedido así;
si
agora el cielo os condena,
cúlpate a ti y a los tuyos,
que trayendo armas secretas,
habéis ofendido a Alá,
y a mí
engañado; que de ellas
las centellas han salido
con que
el cristiano os ofenda.
Azén, Azén, éstos son
castigos de tus blasfemias;
que contra el poder del
cielo
no hay
resistencia en la tierra.
Sale PIMIENTA
PIMIENTA: ¡Suelta
la bandera, Amet!
Quítasela y vase
AZÉN: ¡El vil
morabito muera,
que nos
ha engañado!
AMET: ¡En vano
intentáis hacerme ofensa!
Vase por tramoya
AZÉN: Sus
hechizos le han valido.
ZAIDE: Por
encima de la cerca
se
escapó. Vencidos somos.
Salen VANEGAS, SOLDADOS españoles, y ALIMA
con espada embiste a AZÉN
VANEGAS: ¡Si no
se rindieren, mueran!
ZAIDE:
Rendidos nos ves.
ALIMA: Azén,
aquí
pagarás mi ofensa.
Cae herido AZÉN
AZÉN: Matarme
cuando ya muero
hazaña
será pequeña.
ALIMA:
Confiesa a Cristo por Dios,
y de Mahoma reniega.
AZÉN: Yo lo
haré, Alima, con sólo
que una
merced me concedas.
ALIMA: Di; que
por salvarte, Azén,
no
habrá cosa que no emprenda.
AZÉN: Que la
palabra me des
de que
nadie te posea
por
esposa, ya que yo
no he merecido tus prendas.
ALIMA: Yo lo
prometo.
AZÉN:
Y yo quiero
morir
cristiano.
VANEGAS: Pues entra
donde el bautismo recibas.
Sale PIMIENTA, con la bandera del Morabito
PIMIENTA: La
bandera roja es ésta
de los
moros. Ved agora
si soy
membrillo.
VANEGAS: Pimienta,
desde hoy eres capitán.
PIMIENTA: Dame esos pies.
ARELLANO:
Cuantos quedan
con la
vida, de los moros
a
esclavitud se sujetan.
ALIMA: Menos
Daraja y Muley
y mi
padre, gran Vanegas,
cuyas
libertades pido.
VANEGAS: No
habrá cosa que no puedas.
DARAJA: El
bautismo te pedimos,
noble
general, con ella;
que la
verdad de tu ley
estos
prodigios enseña.
ABENYÚFAR: Yo pido lo mismo.
PIMIENTA: Y muchos,
convertidos, lo desean.
VANEGAS: De
todos seré padrino.
Hazañas
de Dios son éstas,
y éste
el fin, noble senado,
de esta
historia verdadera,
que
llaman la manganilla
de
Melilla por Vanegas.
De que
el morabito Amet
fuese
ángel hubo sospechas,
como
las causas y efetos
que
habéis visto lo comprueban;
tras
esto podréis creer,
señores, lo que os parezca,
como
creáis que es serviros
la
voluntad del poeta.
FIN DE LA
COMEDIA