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Salen un PASAJERO y un VENTERO, con un velón encendido
PASAJERO: ¡Ventero! ¡Ah, ventero!
ya lo sé!
VENTERO: Otro que entraba en galeras
VENTERO: ¡En quien me maldice!
PASAJERO: ¿Pullas a mí, purgatorio
de caminantes?
que no pullas, tiene el congrio.
PASAJERO: ¡Qué santa sinceridad!
VENTERO: El oficio lo requiere.
VENTERO: Yo ventero. Vamos horros.
Pero, ¿de dónde venís?
PASAJERO: De este alcázar suntüoso,
VENTERO: Esa hermosa recreación
PASAJERO: Hase retirado a ella
--dicen que de hipocondría--
el conde don Juan; aunque otros
por travesuras de mozo,
Salen CHICHÓN y los dos BANDOLEROS, con don
FERNANDO y TEODORA, atadas las manos atrás
CHICHÓN: Esta venta está dos leguas
de Segovia; en ella un poco
descansemos, y a la hambre
VENTERO: Si aqui hay bochorno, en la sierra
que manchar?
para manchar.
VENTERO: Pues hágase a zaga un poco;
que requebrarme y hablarme
mas, ¿quién es el de las manos
VENTERO: ¡Ah, enhoramala! Mas, ¿cómo
VENTERO: No es mucho,
BANDOLERO 1: Dadnos qué cenar de albricias.
VENTERO: De un cebón os daré un lomo,
y provincial en lo gordo.
te engañaba?
que os responda más que un tronco;
que en prendiéndole, caló
VENTERO: Decidme, ¿quién es el otro?
VENTERO: ¡Triste de él, que es como un oro!
PASAJERO: ¿No me diréis de qué suerte
lo alcanza la humana industria
Pónense a hablar en corro el VENTERO, los
BANDOLEROS, CHICHÓN y el PASAJERO
FERNANDO: (¡Dadme favor, santos cielos! Aparte
que, mientras hablan, dispongo
que si las desaprisiono,
han de hacer del fuego proprio
en que ellos se abrasen, rayos
con que a mis contrarios todos
Llégase de espaldas a la mesilla donde
PASAJERO: Dicha fue que le dejasen
para prenderle.
FERNANDO: Agora lo veréis, perros.
Saca la espada al PASAJERO y acuchíllalos
CHICHÓN: ¡Ay de mí! ¡Perdidos somos!
Pónese CHICHÓN al lado de don FERNANDO
os atrevistes? ¡A ellos,
CHICHÓN: ¿Así
a tu lado?
VENTERO: ¡Toca a la Hermandad, Bartolo!
Vanse todos. Salen el CONDE y FINEO, de campo,
dentro de la cerca o enverjado
CONDE: A no estar
como ni a la causa de ellos
es ésta de Cobos.
FINEO: ¿Quieres, señor, que con juegos
y que alumbrando estos prados,
con luminarias y fuegos
te entretengan?
CONDE: No la nombres, si desea
Todo lo que no es hablar
pena al infierno en que estoy.
CONDE: ¡No me dieran más cuidado
FINEO: También publica la fama
marchando hacia Guadarrama.
CONDE: A manos de Amor he muerto,
FINEO: El rey dicen que saldrá
para impedirles el paso
CONDE: ¡Ah, Teodora! Si supieras
cuán ciegamente me abraso!
FINEO: (Al fin es vana intención, Aparte
que en el valle resplandecen,
Hablan VILLANOS, dentro; después, Sale don FERNANDO
Sale don FERNANDO con la espada quebrada, huyendo
por el campo
FERNANDO: (¡Cielo santo! ¿Dónde iré? Aparte
Si hay en vosotros piedad,
a un desdichado amparad.
basta ser un perseguido
de mil contrarios, que os pido
que airados y temerarios
se acercan ya mis contrarios.
CONDE: En esa quinta os entrad;
que yo os libraré.
Éntrase. Salen el BANDOLERO 1, el VENTERO y
VILLANOS, con armas y hachones de paja, que sacan a TEODORA atada
VENTERO: O la tierra lo ha tragado,
VENTERO: ¿Quién es?
Asómase don FERNANDO a una ventana de la quinta
FERNANDO: (¡Hay hombre más desdichado! Aparte
la espada a un huésped, hiriendo
es cierto que se ha librado.
FERNANDO: (Todo el infierno arde en mí.) Aparte
CONDE: (Pues la palabra que he dado, Aparte
Él, sin ser visto de mí,
Vanse el BANDOLERO, el VENTERO y los VILLANOS
CONDE: Llega; que ofendido estoy,
FERNANDO: (¿Qué haré sin armas, celoso, Aparte
CONDE: Mueve los hermosos labios;
que está en mi poder tu amante;
te he de obligar con su muerte
y que al fin, para vencer,
FERNANDO: (Esto es hecho.) Aparte
Quítase de la ventana don FERNANDO, y
TEODORA: (¡Ay, dueño mío! Aparte
Líbrete yo; que después
No pienses, conde, que ofendo,
a la estimación debida
y de haberte despreciado
por un bajo tejedor,
atrevimiento de hablarte.
CONDE: Si ya merezco ablandarte,
de tu resistencia estoy,
pues ella misma la gloria
TEODORA: No lo dudes, tuya soy.
Sale don FERNANDO, custodiado por FINEO y otros CRIADOS
FERNANDO: ¡Tal escucho! ¡Ah, vil mujer!
CONDE: No la injuries, si la vida
que puedo, sin quebrantar
FINEO habla aparte a los CRIADOS
FINEO: Estad todos con cuidado;
FERNANDO: ¿Qué nobleza, qué valor
de mis contrarios, si aquí
deslustras ya esa piedad,
Mas no de ti; fementida,
TEODORA: (Temo que le ha de costar Aparte
el injuriarme la vida.)
que yo no estimase más
que a un gran señor, que es Atlante
en que estriba dignamente
de un bandido delincuente?
que el seguirte yo hasta aquí,
del conde ya, o--¡vive el cielo!--
FERNANDO: Ya con tan fuertes agravios
que ya yo empiezo a ofenderte,
como injuriándote muera.
CONDE: El sufrimiento
tente! Que no corresponde
y para más pena suya,
A un CRIADO
Toma TEODORA la espada a un criado, dirígese
a don FERNANDO como para herirle, y le entrega la espada
CONDE: ¡Ah, engañadora!
de mujeres!
¡Y seguidla!
la pudiérades seguir,
FERNANDO: Presos habéis de quedar;
Mételos a cuchílladas, cierra la
verja y vanse. Salen GARCERÁN, CAMACHO, CORNEJO,
GARCERÁN: Soldados, marchad apriesa.
de nuestro agradecimiento
den testimonio las obras.
Agora, pues, a la suya
las sacrifiquemos todas,
como deben corresponda.
Apresuremos el paso;
que antes que llegue a Segovia,
CORNEJO: ¡Vive Dios, que hemos de entrar,
impide que le alcancemos!
GARCERÁN: Entre las obscuras sombras
CORNEJO: Un hombre es solo y a pie.
JARAMILLO: Llamémosle, pues que importa
informarnos de él si viene
TEODORA: (¡Ay de mí! Perdida soy.) Aparte
GARCERÁN: Hombre, no huyas, reporta
y dinos si has encontrado
o es Garcerán?
GARCERÁN: Pues, ¿qué es esto?
¿Qué hay de Pedro?
GARCERÁN: Vamos apriesa. Mas dinos
Don FERNANDO habla desde dentro
TEODORA: ¡Ay, cielos! Su voz es ésta.
CORNEJO: Ya de entre las rocas
que aquí vuestra escuadra toda
os aguarda.
CAMACHO: Y a todos
GARCERÁN: Supimos de un pasajero
FERNANDO: Mi valor me dio vitoria
me prendieron; y después
que vuestro agradecimiento
GARCERÁN: La prevención es agravio,
CAMACHO: No hay aquí quien no se oponga
CORNEJO: Todos por vos se conhortan
a dar guerra al mismo infierno.
JARAMILLO: Prueba tu gente animosa.
FERNANDO: A hacer que el mundo conozca
CONDE: Mal reposa un agraviado,
de avergonzado y corrido
CONDE: ¡Ojalá que hubiera dado
¡Que un hombre vil me venciese!
al rey, que hoy parte a la sierra.
¿Qué hazañas hará en la guerra?
Sale CHICHÓN, entrapajada la cabeza, con
CHICHÓN: A besar llega tus pies
por cumplir tus intenciones.
que un gran escuadrón de gente
CONDE: ¿Qué temes? ¿Qué te acobardas?
A mí, ¿quién se ha de atrever?
Salen don FERNANDO, GARCERÁN, doña
ANA y BANDOLEROS, con máscaras
el castigo corresponde.
CONDE: Hombres, ¿quién sois? ¿Qué queréis,
FERNANDO: No admiréis mi atrevimiento;
que yo aquí para con vos
soy tan humano instrumento.
que os da el mundo, viene a ser,
en queriéndole ofender,
que el vuestro, y que vuestro amor
aquí vuestra confesión;
que plenaria información
Dadle, pues, conde, al momento,
con violencia, el deshacello
será tan fácil después.
CONDE: Bien dices. Llega, doña Ana;
que felizmente se emplea
en ti mi mano. No sea
ANA: Bien sabes, conde y señor,
que cuando no te obligara
tan justa correspondencia.
(¡Ah, enemiga, esta violencia Aparte
tu esposo.
FERNANDO: Dejadnos solos agora;
que al conde tengo que hablar.
FINEO: (¿Más queda que averiguar?) Aparte
CONDE: (Por ti, enemiga Teodora, Aparte
ANA: (Pedirle querrá sin duda Aparte
Vanse todos, menos el CONDE y el tejedor don
FERNANDO, que cierra las puertas
CONDE: (No espere suerte mejor Aparte
quien desenfrenado yerra.
mi soberbio pensamiento,
pues con tal vil instrumento
FERNANDO: Conde, ¿conocéisme?
CONDE: Sí,
FERNANDO: Aún no me habéis conocido.
CONDE: Por lo que decís, pensara,
que érades él.
CONDE: ¡Válgame Dios! Si ofendido
¿Qué más pretendéis de mi?
FERNANDO: No quiero que mi valor
y ha de ser de vuestra pena
mi valor el instrumento.
CONDE: ¿Cómo es posible? Yo mismo
FERNANDO: Engaño fue, no verdad;
y porque no le quitéis
Seis años ha que el diente venenoso
de la infernal envidia, que derrama
contra el valor, virtud, nobleza y fama,
a mi padre se opuso, que dichoso
fue mariposa a la luciente llama
de la gracia del rey, pues halló en ella
o la causa de perderse y de perdella.
La enemistad, la emulación y el miedo
que en sus contrarios la privanza cría,
pues ni mi padre pudo ni yo puedo
faltar a la lealtad y sangre mía,
con el moro Celián, rey de Toledo,
a mi padre imputaron que tenía
trato alevoso; y la malicia pudo
vencer de la verdad el fuerte escudo.
Rindió el cuello inocente al vl suplicio
el alcaide leal, y quiso el cielo
que pretendiendo por el mismo indicio
manchar de mi inculpada sangre el suelo,
para ocultarme al capital jüicio
me prestase el temor alas, y velo
la sacra habitación de Martin santo;
que aun duran las piedades de su manto.
Sabiendo, pues, alli que de mi hermana
era vuestro cuidado la belleza,
porque no la obligase a ser liviana,
conde, o vuestro poder o su flaqueza,
la quise atosigar; mas a doña Ana
preservó la piedad o la destreza
del que el veneno fabricó; de suerte
que fingiendo morir, huyó la muerte.
Sólo restaba hurtarme a la amenaza
y al golpe fiero de mi suerte dura,
y la necesidad me dio una traza
si bien horrible, por igual segura;
que cuando en sueño más profundo enlaza
al viviente mortal la noche obscura,
dándome mi temor atrevimiento,
doy a la ejecución mi pensamiento.
A una bóveda llego, en que escondía
despojos de la muerte el templo santo;
la fuerza aplico, y una losa fría,
puerta del hondo túmulo, levanto.
Entro, y tentando por la cueva umbría,
poco diversa al reino del espanto,
saco de su ataúd un cuerpo helado,
la misma noche en él depositado.
La mortaja quité al cadáver yerto,
y púsele mi propria vestidura;
y para que no fuese descubierto
mi engaño, le deshice la figura
del rostro con heridas; y así el muerto
traslado de su quieta sepultura
a la calle, y mi planta el campo pisa
con sola su mortaja por camisa.
Hallando, pues, el sol el cuerpo frío
con mis vestidos, llaves y papeles,
que en publicar que era el cadáver mío
fueron tenidos por testigos fieles,
voló la fama, y el desastre impío
enterneció los pechos más crüeles,
y dándole en la tierra el común puerto,
se asentó la opinión de que soy muerto.
Yo, fugitivo, en curso acelerado
a Guadarrama caminé, y fingiendo
que he sido de ladrones salteado,
a la piedad cristiana me encomiendo
del cura del lugar, que lastimado
de mi desdicha y desnudez, pidiendo
limosna al pueblo, me compró un vestido,
con que a Segovia parto agradecido.
Y antes de entrar en ella, despojado
de la barba, mi rostro desfiguro;
si bien antes la pena y el cuidado
me dio la nueva forma que procuro;
Pedro Alonso me nombro, y obligado
de la necesidad, su imperio duro
y mis desdichas evité sirviendo
a un tejedor, cuyo ejercicio aprendo.
Seis veces las corrientes del Oronte
en hielo convirtió la invernal bruma,
y la cabeza de ese altivo monte
ornó la nieve de rizada espuma,
mientras gozaba yo en este horizonte
suma felicidad y quietud suma,
como quien de la arena de este estado
miraba de ambición el golfo airado.
De mi tranquilidad y mi ventura
se cansó la Fortuna, y de Teodora
tomó por instrumento la hermosura
de la tormenta en que me anego agora.
Conquisté su belleza, y con fe pura
paga el amor con que mi fe la adora.
Es noble, es bella, es firme, y yo dichoso
en la palabra que le di de esposo.
En esto estaba yo, cuando los cielos
trajeron a Segovia el cortesano
tumulto, porque diese a mis desvelos
fiera ocasión vuestro poder tirano,
añadiendo a la rabia de mis celos
y al agravio feroz de vuestra mano
el de mi hermana, donde a cada ofensa
es sola vuestra vida recompensa.
Ésta es mi historia, conde; y satisfecho
con esto de que vivo y es humana
la fuerza de mi brazo y de mi pecho,
o prodigio no de sombra soberana,
sustentad los agravios que habéis hecho,
y empuñando el acero, la tirana mano
como contra el honor, contra la vida.
CONDE: Siendo Fernando de doña Ana hermano,
¿mostráis contra su esposo airado brío?
FERNANDO: Ella cobró el honor con vuestra mano,
y yo con vuestra muerte cobro el mío.
CONDE: De vuestra afrenta el sentimiento es vano,
pues no agravió mi injusto desvarío
a Fernando Ramírez, sino a un hombre,
tejedor en oficio y Pedro en nombre.
FERNANDO: Éste es el rostro mismo en que la afrenta
de vuestra injusta mano se retrata;
si al tejedor la hicistes, haced cuenta
que el tejedor, y no Fernando, os mata.
Éste es el pecho que ofender intenta
resiste a mi afición, ¿en qué os ofendo?
FERNANDO: Al marido se ofende pretendiendo.
Acuchíllanse, y cae el CONDE
CONDE: ¡Muerto soy! ¡Cielo! justo es el castigo
de mis culpas. Escucha, ya que muero.
Yo contra ti y tu padre fui testigo;
falso, Fernando, fui, no verdadero.
Orden fue de mi padre; que conmigo
y con él de la envidia el rigor fiero
tan grande fue; perdonáme, pues eres
Vase. Sale CHICHÓN de donde ha sido escondido
CHICHÓN: Ya ha pasado la tormenta,
¡Triste de mí! ¿Qué he de hacer,
soy un tátaragallina.
descolgarme. Ya la turba
de los salteadores fieros
cuál huele mal, yo o el muerto.
Vase. Salen don FERNANDO, GARCERÁN,
CAMACHO, CORNEJO y BANDOLEROS. Dentro ruído de batalla
FERNANDO: Ésta es la ocasión, amigos,
en que justamente espero
Vitorioso el berberisco,
sigue el alcance, y los nuestros
acometamos en orden,
de los castellanos. ¡Ea!
Al rey, a la patria, al cielo,
GARCERÁN: Con tan valiente caudillo
que todos te seguiremos!
CAMACHO: ¡Restauremos lo perdido!
JARAMILLO: ¡Acometamos! ¡A ellos!
Pónense las máscaras. Salen el REY y
el MARQUÉS, armados, con las espadas desnudas
MARQUÉS: ¡Toma un caballo, señor,
pues yo la vuestra defiendo!
FERNANDO: ¡Volved, volved, castellanos;
Vanse don FERNANDO y los suyos
REY: ¿Qué escuadra es ésta, marqués,
que con los rostros cubiertos,
MARQUÉS: Favor al cielo has pedido,
REY: ¡Volved, soldados, volved!
la reputación perdida!
MARQUÉS: ¡Ya sube el moro sangriento
REY: ¡Embestid, marqués, volved
por mi honor y por el vuestro,
se ha ocultado, os obligastes
a pelear!
que estoy de haberle engendrado
REY: Partid; que yo, de cansado,
SOLDADOS: ¡Vitoria! ¡Castilla! Dentro
que de las piedades vuestras
Vase. Sale CHICHÓN, con la espada desnuda
CHICHÓN: Agora que por la sierra
participar de la gloria
de los vencedores. ¡Perros!
¿De perros os volvéis liebres?
Salen el MARQUÉS, herido, don FERNANDO,
MARQUÉS: ¿Quién eres, hombre? ¿Qué es esto,
contra los cristianos vuelves?
FERNANDO: Sólo contra ti lo vuelvo.
Sale el REY, y quédase retirado escuchando
FERNANDO: A quien quiso el cielo
y a ti el castigo sangriento
que a mi padre y a mi has hecho.
REY: (¡Misterios del cielo son! Aparte
CHICHÓN: (El tejedor al marqués Aparte
MARQUÉS: ¡Muerto soy! ¡Tente, Fernando,
Testimonio os levanté,
FERNANDO: ¿Tu majestad lo ha escuchado?
Con eso estoy satisfecho,
CHICHÓN: De ello soy testigo yo;
FERNANDO: Yo, señor, le di la muerte
y a mi esposa pretendiendo,
porque lo impedi, en mi rostro
tan justamente me vengo.
REY: Fernando, a vuestro valor
y cuando fueran los vuestros
tan justas, os diera, en premio
que os quitó la envidia. Lleguen
Salen GARCERÁN, CAMACHO, CORNEJO, JARAMILLO,
GARCERÁN: Todos, gran señor, ponemos
REY: Todos quedaréis premiados
vuestra hermana?
pero ya con el contento
los villanos, y con ellos
mi hermana y mi esposa, a daros
la norabuena.
Salen TEODORA, doña ANA y VILLANOS
FERNANDO: Llega, esposa; que ya el cielo
Llega, hermana, y a su alteza,
por la merced que me ha hecho,
TEODORA: Humildes besan el suelo
que honran tus pies nuestros labios.
REY: Alzad; que honraros deseo,
de Fernando.
FERNANDO: Y yo con eso,
a tus firmes pensamientos.
veis sin mancha el claro espejo
de mi honor, y el de mi hermana
por cuñado.
CHICHÓN: Y con esto
FERNANDO: Yo los perdono, con ser
a que perdone los nuestros.
FIN DE LA COMEDIA