ACTO SEGUNDO
Sale el DUQUE, TELLO, MARCELO, FABIO y JULIO
DUQUE: ¿Que
no harás esto por mi?
FABIO: Señor,
yo soy un peón
que en
la montaña nací.
Tan
caballerosa acción
en mi
vida la emprendí.
Y
pues del caballo infiero
que se
dice el caballero,
Fernán
Tello que lo es,
y está
ya rico, los pies
vista
de dorado acero.
DUQUE:
(Ésta es invidia.) Aparte
Marcelo,
yo me
he de valer de ti.
MARCELO: Si tú
lo mandas, harélo;
mas al
camarero así
causar
envidia recelo,
porque siempre al más privado
empresa
igual ha tocado;
y a
pensar le obligarás,
si a mí
ese cargo me das,
que soy
de ti mas amado.
DUQUE: ¡Qué
poco gusto sabéis
darme,
necios, enfadosos,
cuando
tan triste me veis!
(Todos
están envidiosos Aparte
de
Tello.) Presto veréis
cuán bien empleo el favor
en quien me sirve mejor.
Tello...
TELLO:
Detente, y advierte
si
puedo yo de otra suerte
festejar a tu Leonor.
DUQUE: ¿Has
de salir?...
TELLO: No sabré.
¿Gustas
de verme afrentado?
Jamás
gobernó mi pie
más que el estribo quebrado
de una
mula de alquilé.
Yo
nací en puerto de mar,
donde
es sólo navegar
lo que
se pratica y sabe.
El
caballo de una nave
sí me
atrevo a gobernar,
cuando en líquida región
por
pies lleva blancas velas,
riendas
las escotas son,
el
viento ministra espuelas
y
presta freno el timón;
mas
en públicos lugares
no
quieras, sin que repares
en el
riesgo en que me pones,
que con
no expertos talones
hiera
sentidos ijares,
y en
racional sujeción
tenga
de un bruto valiente
la
ignorada condición,
y la
incierta mano intente
poner
cierto el garrochón.
DUQUE: Ágil
y andaluz mancebo
eres, Tello, y yo me atrevo
a apostar que a dos
liciones
que te dé solas, te pones
en los caballos de Febo.
Y el que has de llevar es
tal,
tan presto, tan
arriendado,
tan
cierto en acción igual,
que de
un bruto gobernado,
obra
como racional.
Haz
esto, Tello, por mí;
que
estando Leonora aquí
desterrada y triste, es justo
que su
pena y su disgusto
procure
aliviar así,
ya
que yo tengo de estar
encubierto, por seguir
mi
pensamiento, sin dar
en
Alcalá qué decir y
en
Madrid qué remediar.
TELLO: Lo
mismo fuera, señor,
si le importase a tu amor,
que yo
en el coso probara
solo y
a pie, cara a cara,
con el
toro mi valor.
Como
lo ordenares sea.
DUQUE: Por eso
en ti mi afición
tan justamente se emplea.
TELLO: Mayor
es la obligación
que el
alma pagar desea.
Da
por cumplido tu intento,
como
esta facción le importe.
DUQUE: ¡Hola!
JULIO:
Señor...
DUQUE:
Al momento,
causando afrentas al viento,
parte a
traer de la corte
tantos diamantes, que el velo
que de
estrellas borda el cielo
a Tello
pueda envidiar.
Vase JULIO. FABIO
habla aparte con MARCELO
FABIO: De
esta vez han de vacar
los dos
oficios, Marcelo.
MARCELO: Eso
sí, coma las duras
el que
come las maduras:
pues
tiene con qué curarse,
ruede;
que así han de mezclarse
con
desdichas las venturas.
DUQUE: En
el rucio celebrado,
de mi
mano alicionado,
Tello,
en la plaza entrarás.
FABIO: (¡Pobre
caballo! Tú irás Aparte
rucio y
volverás rodado.)
Sale CELIA, con manto
DUQUE:
¡Celia amiga! ¿Por acá?
CELIA: A
avisarte que Leonora
a gozar
del campo va.
DUQUE: Di que
va a ser nueva Flora
de los prados de Alcalá.
Y,
¿adónde va?
CELIA: Yo sospecho
que
hacia la parte que ha hecho
fértil
el undoso Henares.
DUQUE: Porque
rinda Manzanares
desde
agora humilde pecho,
parto a seguirla al momento.
¡Ah,
Celia, amiga fïel!
Si
alcanzo el fin de mi intento,
pídeme
en albricias de él
cuanto
pinte el pensamiento;
y hoy, pues a verla y seguilla
voy por
ti, toma el diamante,
Dale una sortija
que el
sol en sus rayos brilla.
¡Oh,
Henares, presta a un amante
feliz
tálamo en tu orilla!
Vanse el
DUQUE y los CRIADOS
CELIA:
Vencerás, si puedo; que es
un vivo
despertador
del
ingenio el interés,
y en diligencias de amor
han de ser de oro los pies.
Vase CELIA. Salen
el MARQUÉS, don ENRIQUE y
TRISTÁN, poniéndose un sayo caperuza de labrador
MARQUÉS: La
vida nos va, Tristán.
TRISTÁN:
¡Pluguiese a Dios que en Turquia
tuviese
el Rey tal espía
al lado
de Solimán!
Los gustos y los enojos,
los desdenes y aficiones
infiero por las razones,
brujuleo por los
ojos.
MARQUÉS: Esto
importa, que en sabiendo
que el
duque Alberto es amado,
dejaré,
desengañado,
lo que
engañado pretendo;
que
los indicios que veo
mucho
prueban en mi daño,
y se
entra ya el desengaño
por los
ojos al deseo;
que
haber el Duque seguido
a
Leonora me ha mostrado
que no
está desesperado,
cuando
no favorecido.
ENRIQUE: No
concluye ese argumento,
supuesto que vos también,
aunque
os trata con desdén,
venís
en su seguimiento.
El MARQUÉS da un billete a TRISTÁN
MARQUÉS: Toma
el papel, advertido
que
Belisa no ha de ver
que lo
das, ni ha de saber
que
tras Leonora he venido;
porque no dudo que esté
de
parte del duque, y sea,
si su
vitoria desea,
la que
más guerra me dé;
y
mientras pretendo y sigo
ocultamente a Leonor,
ni aviso al competidor
ni
despierto al enemigo;
antes, si se viene acaso
a
sospechar y sentir
mi
afición, he de fingir
que por
Belisa me abraso;
y asi
lo escribo a Leonor.
ENRIQUE: Es
cordura; que, en efeto,
siempre
el amante secreto
es
quien negocia mejor.
MARQUÉS: Por
eso sin firma mía
va el
billete.
ENRIQUE:
De esa suerte
no hay
peligro.
MARQUÉS:
Al darlo, advierte
que le
digas quién lo envía.
Pónese una cabellera TRISTÁN
ENRIQUE: ¿Que
cabellera te pones?
TRISTÁN: Ya las
cabelleras bajan
tanto, que se las encajan
los
pelados más pelones.
Es
disfraz acomodado
para no
ser conocido;
que es
un remedio aprendido
en la
corte, de un letrado.
Pónese TRISTÁN un parche en un ojo
MARQUÉS: ¿Qué
es eso?
TRISTÁN:
Un parche, y por Dios
que sé
yo quien en su casa,
para no
ver lo que pasa,
tiene
puestos siempre dos;
que
sus poltrones resabios
ponen,
trocando despojos,
la
bigotera en los ojos,
los antojos en los labios.
ENRIQUE: ¡Qué
bien disfrazado vas!
TRISTÁN: Pues
esto es cosa de risa.
ENRIQUE: ¿Más
falta?
TRISTÁN:
Porque Belisa
me
conoce, falta más.
Métese TRISTÁN un bodoque o bala en la boca
De
esta suerte se asegura
el
disfraz.
MARQUÉS:
Es evidente
que es
el habla diferente,
y el
rostro se disfigura.
TRISTÁN: Más
falta; que me he de hacer,
para
descuidarlos más,
del
borracho.
MARQUÉS:
Bien harás.
TRISTÁN: Pues a
vino importa oler;
que con eso irá del todo
la
invención acreditada.
MARQUÉS: Dices
bien. Toma.
Dale dínero
TRISTÁN: Animada
cada
invención de este modo,
haré
dos mil cada día.
ENRIQUE: Vé
presto, y advierte bien
si
tiene causa el desdén
con que
mi ingrata porfía;
que
no puedo persuadirme
sino
que de ajeno amor
procede
tanto rigor
y resistencia tan firme.
TRISTÁN: De vuestros bienes y daños
hoy he de ser el Colón.
ENRIQUE: Es cierto, porque Indias son
en amor los desengaños;
que no hay riqueza mayor.
MARQUÉS: Antes, Don Enrique, anegue
el mar mi vida, que
llegue
a tales
Indias mi amor.
Vase el MARQUÉS
ENRIQUE: Tras
ti vamos.
TRISTÁN:
Y no es yerro,
porque
ayudéis a Tristán,
si le conocen y dan
lo que
llaman pan de perro.
Vanse todos. Sale
el DUQUE, acabando de leer una
carta, y TELLO, MARCELO, FABIO y otro CRIADO
DUQUE: Dice
que sin dilación
parta a
Madrid; que han notado
ya mi
ausencia y comenzado
a
murmurar la ocasión.
Al CRIADO
Al
punto ve a prevenir
postas.
¡Hola!
CRIADO:
Voy, señor.
Vase el CRIADO
DUQUE: En
hablando a mi Leonor,
quiero
a la corte partir.
No
haré más que parecer
en los
públicos lugares;
que en
postas parto de Henares,
y en
alas pienso volver.
TELLO: Bien
harás.
DUQUE:
Tú has de quedar,
Tello,
a asistir a Leonor,
con
poderes de mi amor
para
servir y guardar.
Los
engaños y traiciones
la
noche los ejecuta.
Aun no de su triste gruta
salga a
ocupar las regiones,
cuando ocupes tú la calle
de
Leonor. De ti me fío.
Los
átomos, Tello mio,
a este
sol has de contalle;
las sospechas con que fidio
me
aclara.
TELLO:
Déjame hacer;
que un
Argos tengo de ser
mejor
que lo pinta Ovidio.
FABIO: (Pues si os dormís -- ¡vive
el cielo! -- Aparte
que ha de ver vuestra privanza
que no
duerme mi venganza.)
Hablan aparte FABIO y MARCELO
Si tú
me ayudas, Marcelo,
quiero en esta coyuntura
este
valiente probar.
MARCELO: Sí,
bueno será quitar
estorbos a la ventura.
TELLO: Ya
llega.
Salen LEONOR y BELISA, con mantos, y CASTRO, escudero
LEONOR:
Apartad el coche,
porque
sin ser conocidas
aguardemos
divertidas
entre
estos olmos la noche.
Siéntanse las dos
BELISA: Aquí
del famoso Henares
el
claro cristal gocemos,
porque
con él olvidemos
la
ausencia de Manzanares.
DUQUE: Tello, entretén a Belisa.
TELLO: Tiempo
daré a tus amores.
Lléganse a las damas
DUQUE: Ya
alegra el campo sus flores,
ya el
agua aumenta su risa.
LEONOR: El
duque.
Vase a levantar LEONOR, y tíenela el DUQUE
DUQUE:
No os levantéis,
Arrodíllase el DUQUE
si no
es que al dichoso suelo
que
habéis convertido en cielo,
dar
queja de mi queréis.
LEONOR: Señor, no es razón que estéis
de rodillas.
DUQUE: ¡Ay, Leonor!
Cuando no os duele mi
amor,
¿del
cuerpo tenéis piedad?
Esa
compasión guardad
para el
alma, que es mejor.
El cuerpo, señora, que es
de
barro humilde formado,
¿reparáis en que de estrado
sirva a
vuestros blancos pies?
Y el
alma, a cuyo interés
no se
iguala precio humano,
¿dejáis que os adore en vano
siempre
a esos pies derribada,
sin ser
jamás levantada
de
vuestra dichosa mano?
LEONOR:
(¿Qué le puedo responder,
Aparte
si en
una misma ocasión
me
enfrena mi obligación
y me
obliga su poder?
Si se
ausenta, no he de ver
al que
causa mi tormento;
si
favorecerle intento,
su
poder y mi favor
darán licencia a su amor
a un
injusto atrevimiento.)
Sale TRISTÁN, con el disfraz
TRISTÁN:
(Hablando están dos a dos,
Aparte
el
duque a Leonor, y Tello
a
Belisa. Agora es ello.
Embisto en nombre de Dios.)
Llega TRISTÁN haciendo del borracho
¡Ah,
buen señor! ¿Quien sos vos?
Y vos, que humilde os adora
santa, ¿quién sos, mi
señora?
CASTRO: ¡Qué
borracho tan perdido!
¡Aparta!
TRISTÁN:
Yo so Cupido,
que
bajo del cielo agora.
TELLO:
¡Graciosa transformación!
TRISTÁN: Señora,
quiérale bien
al
señor; que a fe que tien
bien
abierto el camisón.
DUQUE: Bien
herido el corazón,
dirás
mejor.
TRISTÁN:
Cosa es crara,
que es
de morir esa cara.
¿No os
quiere?
DUQUE:
No.
TRISTÁN:
¡Voto a ños,
que si
yo fuera que vos!...
DUQUE: ¿Qué
hicieras?
TRISTÁN:
¿Qué? La dejara.
TRISTÁN se deja caer junto a LEONOR y
fíngese dormido
LEONOR:
(¡Ojalá!)
Aparte
DUQUE: ¡Qué buen consejo!
CASTRO:
Durmióse.
TRISTÁN:
(¡Bien lo entendéis!) Aparte
DUQUE: Cuando
el alma me tenéis,
¿cómo
viviré si os dejo?
Con
justa causa me quejo.
TELLO: ¡Que
habiendo el duque servido
tanto a
Leonor, haya sido
tan
constante en su crueldad!
Belisa,
a decir verdad,
yo no
fuera tan sufrido.
BELISA: El
que no espera no alcanza,
y lo que yo te aseguro
es que
del duque procuro
ver
cumplida la esperanza.
TELLO: Él
tiene en ti confïanza.
Sale un CRIADO
CRIADO:
Prevenidas están ya
las
postas.
LEONOR:
Pues, ¿de Alcalá
os
partís? (Ya no lo puedo Aparte
encubrir: sin alma quedo
si
Tello también se va.)
DUQUE:
Agora mal negaréis
efeto
tan conocido.
Mi
partida habéis sentido.
Claro
está que amor tenéis.
LEONOR: ¿Yo la
siento? ¿En qué lo veis?
DUQUE: No es
vuestra pena muy poca,
pues al
corazón os toca.
Mi
bien, ¿qué color es ésa?
Lo que
la cara confiesa,
¿por
qué lo niega la boca?
A
Madrid parto sin vida,
Tello
se queda a serviros;
él
podrá, Leonor, deciros
la
ocasión de mi partida.
No es justo
que me despida
de vos,
o por no creer
que me
aparto, o por saber
que
pues sus alas me ha puesto
Amor,
ha de ser tan presto
como el
partir el volver.
LEONOR: No os
fatiguéis. Lléveos Dios
con
bien, señor, a Madrid.
El DUQUE habla aparte a BELISA
DUQUE: Belisa,
adiós y advertid
que
estriba mi dicha en vos.
BELISA: Yo
espero que de los dos
esta
fuerza combatida,
al fin
has de ver rendida.
DUQUE: Tú sola
puedes hacello.
Vanse el DUQUE y el CRIADO
LEONOR: (Como
me dejes a Tello, Aparte
no
vuelvas acá en tu vida.)
TELLO:
Triste quedo.
LEONOR: (¡Qué grosero! Aparte
¡Triste, quedando conmigo!
¡Mal
haya!... Mas, ¿qué maldigo,
si no
sabe que le quiero?)
Desta súbita partida
me di
la ocasión agora.
TELLO:
Escribiéronle, señora,
de
Madrid.
CASTRO:
No vi en mi vida
peña
más inanímada
que
este bruto.
BELISA:
¿Quién le hiciera
alguna
burla que fuera
más
gustosa que pesada?
TRISTÁN:
(¡Bueno es esto!)
Aparte
CASTRO: Yo imagino
que
ninguna puede darle
tanta
pena como aguarle
a un
punto el sueño y el vino.
BELISA: Bien
dices.
CASTRO:
Por agua voy.
BELISA: Henares
la puede dar.
CASTRO: Un vaso
quiero buscar.
Vase CASTRO
BELISA: Y ven
presto.
TRISTÁN:
(Oyendo estoy, Aparte
traidores; mas proseguir
la
ficción importa agora,
y lo
que tratan Leonora
y Tello
a solas oír;
que
al bautizarme Belisa,
con su
agua misma procuro,
por
dejar mi vino puro,
dejar
aguda su risa.)
Sale don ENRIQUE
ENRIQUE:
(Pues el duque se ha ausentado. Aparte
ventura
quiero probar;
que
Tello no ha de estorbar
el remedio a mi cuidado.)
Belisa hermosa...
BELISA: ¿Qué es esto?
¿Es don
Enrique?
ENRIQUE: Señora,
es
quien la dicha que adora
sigue,
a su fortuna opuesto.
BELISA: Tras
de tantos desengaños,
¿qué
pretendes? ¿Qué porfías?
ENRIQUE: Crüel,
las firmezas mías
se
alimentan de los daños.
BELISA: Por
eso de mí te vengas
en mi honor; que en Alcalá
y en
Madrid, ¿qué se dirá
de que
siguiéndome vengas?
Tú
quieres verme perdida;
que
esto no es quererme bien.
ENRIQUE: No
culpes, señora, a quien
viene buscando la vida.
LEONOR: Vaya a Madrid; que es razón
desmentir a las espías.
(Insufribles ansias mías, Aparte
aquí tenéis la ocasion,
pues
vuestra dicha es tan poca,
acabad
de reventar,
por el
pecho a matar,
a dar
vida por la boca.
Ya
del terrible dolor
la
paciencia está vencida;
callar
acaba la vida,
hablar
infama el valor.
Mas
bien es que mi cuidado
por
tales medios le diga,
que
parezca que me obliga
más que
amor, razón de estado.
Con
más decoro encamino
mis
intentos de este modo.)
TRISTÁN: (Por
Dios, que me duermo todo; Aparte
de las suyas hace el vino.)
Duérmese TRISTÁN
LEONOR: De
tu pecho principal
confïada, Fernán Tello,
si bien
debajo del sello
del
secreto natural,
comunicarte el archivo
de mi
corazón prevengo,
las
afliciones que tengo
y
remedios que apercibo,
pues
me da esta soledad
ocasión tan deseada.
TELLO: Hablar
puedes confïada,
señora,
en mi voluntad.
LEONOR: Don
Bernardo de Luján
y doña
Isabel Mejía
me
dieron en su nobleza
la
ocasión de mis desdichas.
Soy
única sucesora
de una
casa no muy rica,
pero
tal, que a un noble esposo
puede
dar dichosa vida.
Viome
el duque tu señor
en la Trinidad en misa
una
fiesta, que me ha dado
de
trabajo tantos días.
Dio en
mirarme, dio en seguirme,
no sé
si en amarme diga;
que
tiene a veces de amor
apariencia la porfía.
Ya mis amigas granjea,
ya mis
crïadas obliga,
que
siempre alcanzó
el poder poderosas tercerías.
Sus músicas las ventanas
de noche me solicitan,
y sus caballos
la puerta
me
desempiedran de día.
Al
principio -- esto confieso --
me tuvo
desvanecida
la
grandeza del amante
y la
imprudencia de niña.
Parecióme -- ¡oh, propio amor! --
que,
ciego el duque, podría
levantar a su excelencia
por mi
hermosura mi dicha;
que mis locas esperanzas
ejemplares me ponían,
y disculpaban su exceso
mis presunciones altivas.
Estos engaños hicieron
que su pensamiento
admita,
que su
esperanza entretenga;
siempre
cauta, si no esquiva;
que
nunca de mí alcanzaron
sus
amorosas caricias
más
respuesta que escucharlas
ni más
favor que admitirlas.
Mas
como el tiempo y los casos
en edad
más entendida
su
injusto intento descubren,
mi
ciego engaño averiguan;
contra
su amor y poder,
que mi
perdición codician,
defensas traza el temor,
trazas
el honor fabrica.
Desdeñarle era irritar
a una
violencia sus iras;
favorecerle era abrir
las
puertas a su osadía;
y así entre los dos extremos
mi resistencia camina,
ni con
favor que provoque,
ni con desdén que despida.
Tú,
pues que su lado ocupas,
que en
su pensamiento privas,
que su
inclinación gobiernas
y su
voluntad inclinas;
si
piadosa alma te informa,
si noble sangre te anima,
si la
razón te conmueve,
y si
una mujer te obliga,
da
sagrado a mis peligros,
de
suerte los casos guía,
que ni
al duque precipiten,
ni honrado esposo me impidan.
Por tus
manos quiero el bien;
en
ellas me pongo; ¡mira
cuánta
obligación te pone
quien
tanto de ti confía!
A tu
valor se encomienda
una
mujer afligida.
Ya
corren por cuenta tuya
mis
desgracias o mis dichas.
Y mira
que puede ser
que si
con honra me libras
de este
naufragio, a la tuya
venga a
importar algún día.
TELLO: Señora,
aunque te agradezco
que en
tu defensa me elijas,
ser
contra mi dueño mismo
me
acobarda y desobliga;
y no sé
qué pueda más
importar a la honra mía
que
guardar la fe al señor,
naturalmente debida.
LEONOR: (¡Qué
torpe es quien no es amante!) Aparte
Bien
fácil lo entenderías
si
advirtieses lo que arguye,
si
vieses qué significa
la que
pone por tu cuenta
su
ventura o su desdicha.
TELLO:
¡Espera!
LEONOR llama al cochera que está dentro
LEONOR:
¡Llega ese coche!
TELLO:
¡Señora!
LEONOR:
¡Tello, desvía!
TELLO:
¡Díme...!
LEONOR: Harto he dicho por hoy;
no demos nota a Belisa.
¿No
vienes, amiga?
BELISA: Vamos.
Vase LEONOR
TELLO: (No
creas lo que imaginas, Aparte
alma
incapaz de tal bien;
no te
mate la alegría.)
Reparando en don ENRIQUE que habla con BELISA
Mas, ¿no es don Enrique? Él
es.
No
estorbarle es cortesía,
darle tiempo es amistad.
Hable a
su adorada esquiva
mientras veo si Leonor
lo que
he entendido confirma;
que es
tanto el bien, que aunque vea
y
escuche clara mi dicha,
pensaré que me han mentido
los
oídos y la vista.
Vase TELLO
BELISA:
Perdona, que es imposible;
que el
corazón no se inclina.
ENRIQUE: Pues
perdona; que es forzoso
que
aunque te canse te siga.
BELISA: Piensa
que sigues el viento
con
torpes pies; imagina
que un
rayo sigues; que sigues
al sol
en su esfera misma.
Vase BELISA
ENRIQUE: Bien sé
yo que sigo el viento,
el rayo, el sol, enemiga;
porque
todos tres se encierran
en tu
condición esquiva.
Vase ENRIQUE. Sale
CASTRO, con un cántaro
de agua
CASTRO: ¿Don
Enrique en Alcalá?
¡Bueno
a fe! Todos a guisa
de caballeros andantes
tras sus infantas caniman.
Sin ver lograda la burla,
se
entra en el coche Belisa;
mas pues yo pasé el trabajo,
pase el cuero la mohina.
Al revolverse TRISTÁN durmiendo se le caen
la caperuza, cabellera y parche
¿Qué es
esto? Por Dios que trae
la
cabellera postiza.
Mas,
¿no es Tristanillo? Él es.
La
cabellera me hacía
desconocerlo. ¿Qué enredo
tales
disfraces maquinan?
Un
papel tiene en el pecho.
Sácale el papel
Él me
dirá estas enigmas.
Y con
esto...
Échale el agua en la cara
Labrador,
despertad; que viene el día.
Vase CASTRO.
TRISTÁN se despierta y hace
ademanes de nadar
TRISTÁN: ¡Que me
ahogo, que me ahogo!
¡San
Crispín! ¡Santa Lucía!
¡Qué
terrible tempestad!
¡Echa un cabo! ¡Arriba, arriba!
Sake don
ENRIQUE
ENRIQUE: ¡Buenos andan los disfraces,
Tristán!
TRISTÁN: ¿Quién? ¿Quién es?
ENRIQUE: ¿Dormías?
TRISTÁN: Y
soñaba que la mar
me
zabucaba la vida;
que
Belisa y su escudero,
creyendo lo que fingía,
trataron de remojarme;
oílo
yo, y mientras iba
él por
agua, quiso el diablo
hacer
verdad la mentira;
pues
como el que duerme sueña
lo que
al dormirse imagina,
y yo me
dormí pensando
en la
burla prevenida,
agua y
mas agua soñaba,
cuando
un mar se precipita
sobre
mi boca y narices,
con que
de aliento me priva;
y
soñando que me ahogaba,
nadaba
y favor pedía.
ENRIQUE: ¡Por
Dios, gentil centinela!
¿En la
vigilancia misma
te
duermes?
TRISTÁN:
Como bebí,
y
estuve haciendo la espía
tendido
tan grande rato,
y ha
tantas noches que sisan
su
acostumbrada porción
al
sueño vuestras vigilías;
la
ocasión me persüade,
el
verde campo me brinda,
el
manso viento me arrulla,
la
necesidad porfía,
despacha el vino vapores
al
celebro y a la vista,
y al
fin sé rinde el cuidado
a tan
poderosa liga.
Sale el MARQUÉS
MARQUÉS:
Tristán...
TRISTÁN:
Señor ...
MARQUÉS: ¿Qué tenemos?
TRISTÁN: No sé,
por Dios, qué te diga.
El
duque encarece mucho
de
Leonor las tiranías;
mas
ella no le desdeña,
supuesto que le resista.
Él
parte agora a Madrid,
y en
esta ausencia a servirla
se
queda Tello, que es ya
quien
más con el duque priva.
ENRIQUE: Yo me
huelgo.
TRISTÁN:
Todo el bien
le debe
a tu despedida.
MARQUÉS: De
saber que se va el duque
te
debo, Tristán, albricias.
Mas
después que él se ausentó,
¿qué
trataban? ¿Qué decian
Tello y
Leonora?
TRISTÁN: De ahí
no pasó
el Evangelista.
MARQUÉS: ¿Cómo?
TRISTÁN:
Dormíme a ese punto.
ENRIQUE: ¡Ved
qué vigilante espía!
TRISTÁN:
Flaqueza humana.
MARQUÉS:
¡Bien dieras
mi
billete!
TRISTÁN:
Ya verías
que
nunca tuve ocasión,
pues
has estado a la vista.
Buscándolo
Mas -- ¡por Dios! -- que lo he perdido,
si no
es que mientras dormía
me le
sacaron del pecho.
ENRIQUE amenaza a TRISTÁN
ENRIQUE: ¿Hay
tal descuido? ¡Por vida!...
MARQUÉS:
Enrique, tened. ¿Qué importa,
supuesto que va sin firma?
Vamos a
trazar el modo
con que
Leonora y Belisa
en esta
ausencia del duque
nos
oigan menos esquivas.
ENRIQUE: La
diligencia conviene,
pues
que la ocasión convida,
aunque
ninguna lo es
para
quien ama sin dicha.
Vanse
don ERIQUE y el MARQUÉS
TRISTÁN: ¡Válgaos Dios, amantes trasgos!
Yo apostaré que hasta el
día
no se
acuestan, y será
mala
noche y parir hija.
Vase TRISTÁN.
Salen CASTRO y BELISA, con el
papel
BELISA: ¿Que
era Tristan?
CASTRO: Sí, señora.
BELISA: ¿Por
qué se disfrazaría?
CASTRO: En el
papel que traía
lo
echarás de ver agora.
Lee
BELISA:
"Bella Leonor, de la corte
viene
siguiendo un perdido
en el
mar de vuestro olvido,
de
vuestra hermosura el norte;
recelo, desconfïanza,
recato,
duda y temor
tienen
oculto mi amor
y
cobarde mi esperanza;
que
como guardada os veo
de
otros vigilantes ojos,
temiendo vuestros enojos,
sufro
los de mi deseo,
hasta que el ver, Leonor mia,
que
pagáis mi voluntad,
a mi
amor dé libertad
y a mi esperanza osadía.
Mientras no, pienso igualar,
sin que
lo estorbe el morir,
la
fortaleza en sufrir
a la
firmeza en amar;
y
fingiendo otros intentos,
amaré vuestros despojos,
contento con que mis ojos
os digan mis pensamientos."
Acabóse. En lo postrero
mi
sospecha se confirma,
porque
un billete sin firma,
ser Tristán el mensajero,
haber, siguiendo a Leonor,
venido
a Alcalá, y decir
que
otro intento ha de fingir
para
proseguir su amor,
probanza dan verdadera
de que don Enrique ha sido
quien
lo escribe, y yo he servido
a su
intento de tercera.
¿Quién vio falsedad mayor?
¿Quién
astucias más extrañas?
¿Vos sois Enrique?
CASTRO: Las mañas
del reloj tiene su amor.
La
campana es Leonor bella,
tu eres
la hora; y así
apunta
la mano a ti,
y da
los golpes en ella.
BELISA: (¿No es bueno que me da pena? Aparte
¿No es
bueno que estoy celosa?
¡Ah,
condición codiciosa
sólo de
la dicha ajena!
Huí
cuando me seguía,
desdeñando y ofendiendo,
¡y ya me da pena huyendo
quien
siguiendo me ofendía!
Sí,
no hay duda; yo lo siento.
O causa
Amor el dolor,
o rabia
de que mi amor
sirva
al suyo de instrumento.
Pues
no ha de pasar asi.
¿Una
amada, otra ofendída?
¿A
Leonor para querida,
y para
burlada a mí?
No
es razón.) Castro, al momento
busca a
Tello, y de mi parte
le
llama.
CASTRO:
Para agradarte
igualaré al pensamiento.
BELISA: (Don
Enrique, bien podéis Aparte
otros
medios intentar;
que
impidiendo he de vengar
lo que intentando ofendéis.)
Vase BELISA
CASTRO: La
centella del papel
gran
incendio ha levantado,
y no se
le hubiera dado
si tal
entendiera de él.
Vase CASTRO. Sale
TELLO, con una capa de color
guarnecida
TELLO:
Declaróse mi ventura,
pues
declarada, publica
Leonora
que sacrifica
a mi
humildad su hermosura;
y en edad tan breve, Amor,
no hay gigante ya que
iguale
tu
grandeza.
Sale CASTRO
TELLO:
(Un hombre sale Aparte
de su
casa. ¿Qué temor
la
empieza a culpar? ¿Será
por
dicha algún escudero
suyo o de Belisa? Quiero
certificarme.) ¿Quién va?
¿Es
Herrera? ¿Es Castro?
CASTRO: ¿Es Tello?
TELLO: Sí,
Tello soy.
CASTRO:
El vestido
a la
luna es tan lucido,
que
pude reconocello.
¿No
es el que el Duque os ha dado?
TELLO: Sí.
CASTRO: Con
salud lo rompáis.
TELLO: Dios os
guarde. ¿Dónde vais?
CASTRO: Ya
donde iba he llegado.
Habla en voz baja a TELLO. Salen el MARQUÉS
y don
ENRIQUE
ENRIQUE: Sin
duda es él, pues la calle
por el
duque en esta ausencia
guarda
con tanta asistencia.
MARQUÉS: ¿Qué
haremos?
ENRIQUE: Yo quiero hablalle
a
solas, y ver si puedo
algún
buen medio trazar,
y en
tanto habéis de buscar
vos un
crïado.
MARQUÉS:
¿Qué enredo
imagináis?
ENRIQUE:
Si obligalle
a
ayudar vuestro cuidado
no
puedo, con un recado
falso
haré que de la calle
nos
le lleve; que con eso
se
consigue la intención.
MARQUÉS: Abreviar la ejecución
es
acertar el suceso.
Vase el MARQUÉS
TELLO: Di
que la iré a obedecer
en
pudiendo.
CASTRO:
Harélo así.
Vase CASTRO
TELLO: (Un
hombre viene; hacia mí Aparte
se
llega. ¿Quién puede ser?)
ENRIQUE: ¿Es
Tello?
TELLO:
¿Quién es?
ENRIQUE: Amigo,
don
Enrique soy.
TELLO: Señor,
tus pasos mueve el amor.
ENRIQUE: ¿Qué he de hacer? Mi suerte sigo.
De
la tuya me he alegrado.
TELLO: Conozco
tu noble pecho.
ENRIQUE: Grande rondador te has hecho.
TELLO: No te
espantes, soy mandado,
y a
gran cuidado se obliga
el que
sirve a gran señor,
porque
el descuido menor
por
gran delito castiga;
y
más cuando recibidas
tengo
dél mercedes tales,
que no son gracias iguales
arriesgar por él mil vidas.
ENRIQUE:
(Fuerte está por esta parte;
Aparte
tentemos otro camino.)
Por eso
mismo imagino
que
jamás has de olvidarte
de que cuando pude fui
amparo
tuyo.
TELLO:
Jamás
lo
olvidaré.
ENRIQUE:
Pues, ¿no harás
sola
una cosa por mí?
TELLO:
Señor, en el alma siento
que así
dudes de mi fe.
ENRIQUE: Pues
negocia que me dé
Belisa
audiencia un momento.
TELLO: Sabe
que el duque mi dueño
partió
a la corte, y a mí
me
mandó velar aquí
sin dar un instante al sueño;
pues
como está mi privanza
tan
tiernamente nacida,
y es
fuerza ser combatida
de la
envidia y la asechanza,
temo
que me han de espïar
mis
contrarios, con intento
de
abatirme, si un momento
me
aparto de este lugar;
y
esta ocasión me obligó
a
ponerme este vestido
tan
vistoso y conocido
que el mismo duque me dio,
porque puedan conocerme
claramente las espías
con la
luna.
ENRIQUE:
Bien podias,
si
quieres, favorecerme
usando de traza.
TELLO: Di.
ENRIQUE: Pues
dices que es el vestido
de
todos tan conocido,
troquemos capas, y así
con
la tuya engañaré
las espías.
TELLO: ¡Pensamiento
extremado!
Truecan las capas
ENRIQUE:
Si a mi intento
no
puedes hacer que dé
con
recatos de su honor
Belisa
a solas audiencia,
haz que
me escuche en presencia,
Tello
amigo, de Leonor,
porque la murmuración
así no
pueda temer.
TELLO: Hoy,
don Enrique, has de ver
si me
debes afición.
Vase TELLO
ENRIQUE: Por
dicha así con Leonora
una
ocasion hallaré
en que
le diga la fe
con que
mi primo la adora;
que
ya con Belisa doy
mi
esperanza por perdida.
Sale LEONOR, a la ventana
LEONOR: (El que
da vida a mi vida Aparte
es él
que mirando estoy.
Sí, no pueden engañarme
las señas. ¿Qué guardas,
di,
la
calle? Solo de ti
tienes,
Tello, que guardarme.
Quiero hablarle.) Caballero
de la
capa guarnecida,
guarda
fïel de una vida
que
sólo por vuestra quiero,
no es justo -- ¡así os guarde Dios! --
que en
guardarme os desveléis;
que
bien guardada tenéis
a quien
se pierde por vos.
ENRIQUE: (Por
la capa se ha engañado, Aparte
y ser
yo el duque ha creído.
No debe
de haber sabido
que el
vestido a Tello ha dado;
y
piensa que o no ha partido
a
Madrid o ha vuelto ya.)
LEONOR: ¿No me
habláis?
ENRIQUE:
(Fuerza será, Aparte
para no
ser conocido,
responder a su intención.)
Sale BELISA, a otra ventana
BELISA: (Tello
me vino a rogar Aparte
que a
Enrique salga a escuchar.
Pidió
lo que el corazón
deseaba, y no he querido
declararle mi sospecha
hasta
estar más satisfecha;
que me
puede haber mentido.
Aquél, conforme a las señas
que
Fernán Tello me ha dado,
es
Enrique.)
ENRIQUE: Mi cuidado,
Leonor, excede a las peñas
en firmeza.
LEONOR:
A mi afición
lo
debes.
BELISA:
(¿Qué escucho, cielos? Aparte
No me
engañaron mis celos.)
Salen MARCELO y FABIO
MARCELO: Gocemos
de la ocasión.
FABIO: En
el mismo sitio está
en que
le dejé.
MARCELO:
El vestido
del
Duque es tan conocido,
que
engañarnos no podrá.
ENRIQUE:
Gente viene.
MARCELO:
Muera aquí
este
dichoso.
FABIO:
Callar
conviene y ejecutar.
Sacan
las espadas
ENRIQUE: ¡Ah, traidores!
Al verse acometido, desenvaina y hace frente, y
éntranse
riñendo los tres
LEONOR: ¡Ay de mí!
Crïados, ¡traición,
traición!
¡Salid
a la calle presto!
Quítase de la ventana
BELISA: Ved
cómo la ha descompuesto
con el
temor la afición.
¡Qué
rabia! No sé, traidor,
lo que
pida aquí a la suerte.
Mis
celos aman tu muerte,
tu vida
quiere mí amor.
Quitase de la ventana.
Sale TELLO y luego salen
don ENRIQUE, y MARCELO
TELLO: ¡Don
Enrique! La cuestión
sin
duda con él ha sido.
FABIO: ¡Muerto
soy! Dentro
Vuelve MARCELO, retirándose de don ENRIQUE
MARCELO: (Nunca ha tenido Aparte
dicha
la mala intención.)
TELLO: En
cuanto bajé y salí
sucedió.
MARCELO:
No hay quien aguarde
su
furor.
Huye MARCELO
ENRIQUE:
¿Huyes, cobarde?
TELLO: Don
Enrique...
Deteniénele
ENRIQUE:
¿Es Tello?
TELLO: Sí.
ENRIQUE:
Sospecho que me han tenido
por ti
los que me intentaron
dar la muerte; mas llevaron
la pena
que han merecido.
Dame
esa capa, y adiós;
que
herido también estoy,
Destruecan capas
TELLO: Pues a
acompañarte voy.
ENRIQUE: Si
vamos juntos los dos
en gran riesgo nos ponemos,
Tello;
que es muy conocida
tu
capa. Guarda tu vida;
que
mañana nos veremos.
Vase ENRIQUE
TELLO: ¡Ah,
Dios! Que a tal coyuntura
me quitase
yo de aquí,
para
que hiriesen por mí
a
Enrique? Todo es ventura.
FIN DEL ACTO SEGUNDO