ACTO TERCERO
Salen LEONOR, poníéndose el manto, y
CELIA
LEONOR: ¿Que
Belisa está celosa
de don Enrique por mí?
CELIA: De sus
razones así
lo
colijo.
LEONOR:
¡Extraña cosa!
Di,
Celia, ¿qué puedo hacer
con que
viva satisfecha?
CELIA: Será
aumentar su sospecha
quererla satisfacer,
y
así es lo mejor hacello
sin
darte por entendida.
LEONOR: ¿Pues
cómo?
CELIA:
El ser tú querida
del
marqués fue causa de ello,
pues dio ocasión a su engaño.
Si
delante de ella das
favor
al marqués, harás
más
cierto su desengano;
que
así verá, si contigo
Enrique
procura hablar,
que es
sólo para terciar
por su
pariente y amigo.
LEONOR: Bien
dices; que siempre ha dado
más
segura información
aquella
satisfacción
que no
se da con cuidado.
CELIA: Ella
sale ya.
Sale BELISA, con manto
LEONOR: Belisa,
¿Iremos?
BELISA:
Aunque me siento
no bien
dispuesta, me aliento
por ir
a San Diego a misa.
LEONOR: De
tu salud la esperanza
pon en
el santo.
BELISA:
(Mis celos Aparte
la
ponen, falsa, en los cielos
de
alcanzar de ti venganza.)
Vanse LEONOR y BELISA
CELIA: Mi
intención he conseguido.
Al
marqués quiero avisar,
para
que vaya a gozar
de aqueste favor fingido.
Los prometidos doblones
me ofrezca, y salga después
de su engaño; que esto es
gozar de las ocasiones.
Dama
hermosa y de valor
pretendida y festejada,
enriquece a una crïada,
si sabe
usar del favor.
A dos manos he de hacer,
¡y al Amor ciego
pluguiera
dos mil
galanes hubiera
que
pescar y entretener!
Que
es muy breve la fortuna
que se
funda en la belleza,
y si la
vejez empieza
me he
de quedar a la luna.
Vase CELIA. Salen
TELLO y TRISTÁN
TELLO:
¿Cómo le va de la herida?
TRISTÁN: Don
Enrique, mi señor,
se
siente mucho mejor.
TELLO: El
cielo guarde su vida.
Díle
que mire por sí,
del negocio descuidado;
que la
justicia no ha hallado
indicio
alguno hasta aquí,
y no
hace ya diligencia.
TRISTÁN: ¡Gran
ventura!
TEZLO:
Grande ha sido.
TRISTÁN: Uno muerto y otro herido,
sepultarse la pendencia,
pocas veces sucedió.
TELLO: Valor
en eso ha mostrado
Marcelo.
TRISTÁN:
¿Cómo?
TELLO:
Ha negado
conocer
a quien le hirió.
TRISTÁN:
Negarálo de corrido.
¿Quédaste en San Diego?
TELLO: Sí;
que
tengo un negocio aquí.
TRISTÁN: Habrás
sin duda venido
con
ofrendas a obligallo,
y
pedirle que te guarde
de los
toros esta tarde;
que has
de salir a caballo,
según dicen.
TELLO: Y ha de ser
forzoso, por gustar de ello
el
duque.
TRISTÁN:
Dios quiera, Tello,
no nos
des en qué entender,
y
envuelto en polvo y en miedo
no
vengas rodando a dar
tanta
risa a este lugar
como el gracioso de Olmedo
a
toda la corte, cuando
en el
entremés entró
a dar
lanzada, y salió
sin
calzas y cojeando.
Vase TRISTÁN
TELLO:
¿También Tristán se conjura
a agüerarme mal suceso?
¡Plega
a Dios, Tello, que en eso
no
descontéis la ventura!
Salen LEONOR, BELISA y CELIA, con mantos y el MARQUÉS
TELLO: (Ya
ha llegado mi Leonor, Aparte
y el
Marqués con ella. ¡Cielos!
¡No
tanto incendio de celos!
¡Basta
abrasarme de amor!
Mas
sin ser visto pretendo,
por
satisfacerme, oílla.
La reja
de la capilla
favorece lo que emprendo.)
Éntrase en una capilla a escuchar
MARQUÉS: En mil años no escucharas
de mi boca mi afición,
si tu
gusto o tu opinion
por
oírme aventuraras.
LEONOR:
Después que de vuestro primo
vuestras penas escuché,
agradezco vuestra fe,
y
vuestro recato estimo;
y a
permitir más licencia
la
obligación de mi estado,
en mi
pecho hubiera hallado
vuestro amor correspondencia.
MARQUÉS: Por eso os beso los pies;
con ella premiado quedo.
LEONOR: De que
tengo la que puedo,
vivid
seguro, Marqués.
TELLO:
(¿Qué infierno se enciende en mí?) Aparte
LEONOR: Con
esto, señor, me haced,
si es
que me estimáis, merced
de no
dar más nota aquí.
MARQUÉS:
Leonor, en sólo serviros
funda
su gloria mi amor.
LEONOR: Adiós.
MARQUÉS:
Con sólo un favor
descontastes mil suspiros.
Habla CELIA aparte con el MARQUÉS
CELIA: ¿Vas
contento?
MARQUÉS:
Celia mia,
por ti
vivo, tuyo soy.
CELIA: Leonor
va a los toros hoy.
MARQUÉS: Será de mis ojos dia.
Vase el MARQUÉS
LEONOR: ¿Qué
te parece?
CELIA: Has tocado
el
punto con gran primor.
BELISA: (Si no
es cautela este amor, Aparte
mis celos me han engañado.)
Sale TELLO de la capilla
LEONOR:
Tello, ¿aquí estás?
TELLO: Leonor, sí;
que,
¿dónde sino en San Diego
hallar
pudo vista un ciego,
tan ciego,
falsa, por ti?
¿Dónde pudo a la verdad
reducirse un engañado?
¿Dónde
un loco aprisionado
cobrar
seso y libertad?
LEONOR: ¿Qué
dices?
TELLO:
Finge inocencia
cuando he visto tus traiciones;
comiencen tus invenciones
cuando acaba mi
paciencia.
LEONOR: Que
te están oyendo advierte.
No nos
eches a perder.
TELLO: ¿Qué
tiene ya que temer
quien
ha llegado a perderte?
No
ponga freno a mis labios
quien
no enfrena sus flaquezas;
sepa el mundo tus bajezas,
pues obligan tus agravios.
Sale el DUQUE que se queda escuchando
TELLO: Yo
lo he visto y no lo creo.
¿En qué
te obligó el Marqués,
para
que tan presto des
esperanza a su deseo?
Si
por señor, ¿eslo más
que el
duque? Pues si su amor
no
merece su favor,
¿por
qué al Marqués se le das?
DUQUE:
(Celos le pide por mí. Aparte
¡Qué fe y amor de crïado!)
LEONOR: Mira
que te has engañado.
No te
arrojes, vuelve en ti.
TELLO:
¡Vive Dios, si no temiera
el
disgusto y el rigor
con que
el duque mi señor
el
castigo a entrambos diera,
que
yo solo con mis manos
lo remediara de modo,
que
sabiendo el mundo todo
tus
pensamientos livianos,
en
descuento y recompensa
del
sentimiento que ves,
con la
sangre del marqués
lavara
tu injusta ofensa.
DUQUE:
(¡Qué valor y qué lealtad!)
Aparte
Bajo a TELLO
LEONOR: El
duque nos oye.
(¡Cielos! Aparte
Él ha
entendido mis celos.
¡Perdido soy!)
DUQUE:
Escuchad,
Leonor. (Disimularé
Aparte
lo que
he oído.)
LEONOR: Vuecelencia
advierta con la indecencia
que en
este lugar podré.
Para
mejor ocasión
el
escucharle remito.
Vase LEONOR
DUQUE: ¡Ah,
falsa! ¡Cómo el delito
huye el
rostro a la razón!
BELISA:
Duque, adiós.
DUQUE: Belisa mía,
ya veis mis penas.
BELISA: Las dos
estamos, señor, por vos.
CELIA: Tuya
soy, sigue y confía.
Vanse BELISA y CELIA
TELLO:
(Aquí es mi muerte.)
Aparte
DUQUE: A Leonor
quiero
seguir. Ven conmigo,
y
cuenta mientras la sigo
qué fue
esto.
TELLO:
Nada, señor.
(Todo lo ha oído.)
Aparte
DUQUE: ¿No vienes?
TELLO: (Sin
duda quiere sacarme Aparte
de la
iglesia a castigarme.)
DUQUE:
Acaba. ¿Qué te detienes?
TELLO:
Dijéronme que ha tenido
la
justicia indicios hoy
de mi
delito, y estoy,
señor,
aquí retraído
hasta asegurarme.
DUQUE: Tello,
quien
lo ha dicho se ha engañado.
Yo lo
sé bien; que he tratado
hoy con
un ministro de ello.
No
tienes qué recelar;
conmigo
vienes seguro.
TELLO: (¡Que
por más que lo procuro, Aparte
no he
de poderme escapar)
Mejor será no ponerte,
señor,
en ese cuidado.
DUQUE: Necio,
viniendo a mi lado,
¿quién
ha de osar ofenderte?
Y
más cuando la razón
tan
clara llevas contigo,
pues
diste justo castigo
a tan
infame traición.
TELLO: (No
hay remedio.) Aparte
DUQUE: Acaba, di.
¿Por
qué con Leonor reñías?
TELLO: ¿Yo
reñir? Te engañarías
si tal
pensaste de mí.
DUQUE: ¡Ah,
buen Tello, ejemplo extraño
de
prudencia y de valor,
pues
sin que sienta el dolor
quieres
remediarme el daño!
Dame
esos brazos. Bien vi
que con
Leonora reñías,
y
enojado le pedías
celos
del marqués por mí.
TELLO: (De
vida soy.) Aparte
Sí, señor;
con él la vi, y -- ¡vive el cielo! --
que a no enfrenarme el recelo
de que
le diera a tu amor
el
saber la causa enojos,
que yo
hiciera que el marqués
donde tú pones los pies
no pusiera más los ojos.
DUQUE: El
valor es conocido
de tu
brazo y de tu pecho,
Tello
amigo. Bien has hecho;
que sin
hacerme entendido
quiero proseguir mi intento,
y el
del marqués estorbar.
Yéndose
TELLO: Siempre
al fin viene a alcanzar
quien
ama con sufrimiento.
Vase el DUQUE
De
buena hemos escapado.
Quiero
avisar a Leonor
de que
el duque mi señor
la
historia no ha penetrado.
¡Caso extraño! Mi locura
ha
aplicado a su aficion;
que aun
con la misma traición
sabe
obligar la ventura.
Vase TELLO. Salen
BELISA y TRISTÁN
TRISTÁN: Si va a decir la verdad,
estar
tú sola penando
cuando
todo el pueblo holgando,
o es
locura o necedad.
Un
sabio a todos tenía
la
condicin tan opuesta,
que siempre
entraba en la fiesta
cuando
la gente salía;
y el
fin de esto preguntado,
era por
dar a entender
que los
sabios no han de hacer
lo que
el vulgo, siempre errado.
Si en tales caprichos das
tú
tambien por ser famosa,
no
comas, Belisa hermosa,
porque
comen los demás.
Cuando vienen a la fama
de las
fiestas que hace Henares
de comarcanos lugares
tanto
galán, tanta dama;
cuando puebla los caminos
gente a
caballo y a pie,
carros, mulas de alquilé,
coches, rocines, pollinos;
cuando en la confusa plaza
la
variedad es de suerte,
que la
atención se divierte
y el
sentido se embaraza;
cuando el toro embravecido
entre
la turbada plebe,
si como el rayo se mueve,
como el
trueno da el ruido;
y
del pueblo alborotado,
todo
alegre y todo junto,
tantos
ojos lleva un punto,
tantos
pechos un cuidado.
¡Estás tú, Belisa hermosa,
sola en
casa y retirada,
en tu
tristeza ocupada,
y en tu
ocupación ociosa.
Los
toros los ha de ver
aquél
que más se desvía
de
fiestas, porque en tal día
no hay
otra cosa que hacer;
y
más en esta ocasión
que
entra Tello a torear,
y sus lances han de dar
o risa, o admiración.
BELISA: Tristán,
no me canses más;
que si
la causa alcanzaras,
yo sé
cierto que aprobaras
lo que
reprobando estás;
y díme, ¿cómo no has ido
tú a los toros?
TRISTÁN: ¡Eso es bueno!
Si tu reclusión condeno,
ésa la
ocasión ha sido.
Seguirte es mi ocupación,
y como
no estás en ellos,
me he
quedado yo sin vellos
por
gozar de esta ocasión;
que
como los viera yo,
soy de
condición tan buena,
que en
mi vida me dio pena
que el
otro se huelgue o no.
Que
no es de aquéllos Tristán
de vana
fineza llenos,
que
estiman su gusto en menos
que el que a sus ninfas les dan.
¡Agudas impertinencias,
sutilezas insufribles,
buscar en gustos sensibles
mentales correspondencias!
Yo más a lo material
califico el mal o el bien.
Lo que
me sabe, esta bien;
lo que
me duele, está mal;
y
para con Dios remito
las
finezas; que en mi son
católica la razón
y
epicúreo el apetito.
BELISA: En
poco estimas, Tristán,
las
mujeres, según eso.
TRISTÁN: Señora,
aunque no profeso
ceremonias de galán,
no reina en mi corazon
otra
cosa que mujer,
ni hay
bien, a mi parecer,
más
digno de estimación.
¿Qué
adornada primavera
de fuentes, plantas y flores,
qué divinos resplandores
del sol
en su cuarta esfera,
qué
purpúreo amanecer,
qué
cielo lleno de estrellas
iguala
a las partes bellas
del
rostro de una mujer?
¿Qué regalo en la dolencia,
en la
salud, qué contento,
qué
descanso en el tormento
puede
haber sin su presencia?
Cercano ya de su fin
un
monje santo, decía
que sólo mejoraría
oyendo
el son de un chapín.
¡Y
era santo! ¡Mira cuál
será en
mí, que soy perdido,
el
delicado sonido
de un
órgano de cristal!
¿Sabes lo que echo de ver?
Que el
primero padre quiso
más
perder el paraíso
que
enojar una mujer.
¡Y
era su mujer! ¿Qué hiciera,
si no
lo fuese? ¡Y no había
más
hombre que él! ¿Qué seria,
si con
otro irse pudiera?
Porque con la competencia
cobra
gran fuerza Cupido.
BELISA: ¡Triste
de mí, que he tenido
de esa
verdad experiencia!
TRISTÁN: Según
eso, ¿cómo quieres
que yo,
que tanto las precio,
entre
en el uso tan necio
de injuriar a las mujeres?
Que entre enfados
infinitos
que los
poetas me dan,
no es
el menor ver que están
todos
en esto precitos.
BELISA: ¿Que
te dan muchos enfados?
TRISTÁN: Pues,
¿a quién no ha de cansar
uno que
da en gracejar
siempre
a costa de casados?
Dacá el sufrido, el paciente...
Hermano
poeta, calla,
y mira
tú si en batalla
mataste
moro valiente.
La
murmuración afean,
y están
siempre murmurando;
siempre
están enamorando,
e injurian a quien desean.
¿Que es lo que más
condenamos
en las mujeres? ¿El ser
de inconstante parecer?
Nosotros las enseñamos;
que el hombre que
llega a estar
del
ciego dios más herido,
no deja
de ser perdido
por el troppo
varïar.
¿Tener al dinero amor?
Es cosa
de muy buen gusto,
o tire
una piedra el justo
que no
incurre en este error.
¿Ser fáciles? ¿Qué han de hacer
si ningún hombre porfía,
y todos
al cuarto día
se
cansan de pretender?
¿Ser
duras? ¿Qué nos quejamos,
si
todos somos extremos?
Difícil, lo aborrecemos,
y
fácil, no lo estimamos.
Pues si los varones son
maestros de las mujeres,
y sin ellas los placeres
carecen de perfección,
¡mala pascua tenga
quien
de tan
hermoso animal
dice
mal ni le hace mal,
y quien no dijere -- Amén!
BELISA: En
obligación te están
las
mujeres, y no hubiera
fiesta,
si alegre estuviera,
como
escucharte, Tristán.
TRISTÁN: ¿Qué
tienes? ¿No me dirás,
señora,
de tanto enojo
la
ocasión?
BELISA: Es un antojo
que tú
cumplirme podrás.
TRISTÁN: Di,
pues.
BELISA:
¿Haráslo?
TRISTÁN: Si haré.
BELISA: El
disfraz de labrador
y el
papel para Leonor
me has de decir cúyo fue.
TRISTÁN:
(¡Pese a tal!)
Aparte
BELISA:
¿Dudas?
TRISTÁN: Señora,
¿qué
disfraz o qué papel?
BELISA: ¡Basta!
(¡Ay, Enrique crüel! Aparte
Tu
traición confirmo agora.)
TRISTÁN:
(Callarlo el marqués mandó,
Aparte
gran
riesgo corro si hablo
contra;
¡que me lleve el diablo
si lo
descubriere yo!)
BELISA: ¿Al
fin niegas?
TRISTÁN: Ni lo he hecho,
ni sé
qué dices, señora.
BELISA:
¿Enrique dónde está agora?
TRISTÁN: Sin
salud ocupa el lecho.
BELISA:
(¡Ah, falso! ¡Mirad si fue
Aparte
vana la
experiencia mía!
Por ver
si a Leonor seguía
o a mí,
no la acompañé,
y
fingiéndome indispuesta,
sola en
casa me he quedado;
y él,
tras su oculto cuidado,
secreto
asiste en la fiesta,
y
por no verme ha fingido
lo que
yo por que me vea.
¿Qué es
esto, cielos? ¡Que sea
traidor quien es bien nacido!
Con esto he probado
que es,
para
encubrir su traición,
cautelosa la afición
que a
Leonor muestra el Marqués.)
¡Vete, embustero, de aquí!
¡Vete,
y di a tu dueño ingrato
que ya
su alevoso trato,
ya mi
agravio conocí!
¡Que
siga sus pretensiones,
sin que
imagine el traidor
con la
capa de mi amor
encubrir otras pasiones!
¿Que
ha visto en mí? ¿Soy yo menos,
para
que sus desvaríos,
a costa
de agravios míos,
conquisten gustos ajenos?
TRISTÁN: ¿Qué
dices?
BELISA:
¿Hay tal cautela?
¡Fingirse enfermo por dar
a sus
intentos lugar!
¿Quién
le guarda? ¿Quién le cela?
TRISTÁN:
Señora, ¡viven los cielos
que
está enfermo mi señor,
y en la
cama!
BELISA:
Sí, de amor,
como yo
lo estoy de celos.
TRISTÁN: ¿No
me crees?
BELISA: Sé que ha ido
a los
toros.
TRISTÁN:
¡Vive Dios,
que
está, para entre los dos,
pues
que me aprietas... ! (Herido Aparte
iba
a decir, y romper
tan
importante secreto.
¡Guarda
fuera! Que, en efeto,
aunque es tan noble, es mujer.)
BELISA: ¿Qué
te arrepientes?
TRISTÁN: Quería
decirte
claro su mal,
y he
reparado que es tal,
que
oírlo te ofendería.
BELISA: ¡Que
me quieras de ese modo
engañar! ¡Vete!
BELISA se dirige a su cuarto
TRISTÁN: Si así
me
aprietas, traerélo aquí,
señora,
con cama y todo.
Vase BELISA
TRISTÁN: ¡Qué
nueva mudanza ha habido
en
Belisa! ¡Extraña cosa!
¿Como
se queja celosa
quien
nunca amor ha tenido?
Mirando hacia la puerta de la calle
Mas doña Leonor es ésta.
¿Tan presto a su casa
viene?
Misterio sin duda tiene
no
acabar de ver la fiesta.
¡Buena ocasión se ha perdido
el
marqués de ver y hablar!
Procuraréle avisar.
Por
dicha no lo ha sabido;
que
éste es camino real
para
medrar un sirviente,
porque
el gusto solamente
hace al
señor liberal.
Vase TRISTÁN. Sale
LEONOR,
quitándose el manto y CELIA
CELIA: Pues
tan temprano, señora,
de los toros te has venido,
mucho Belisa ha podido.
LEONOR: Y aun
me confieso deudora
de
la obligación de haber
dejado
a Madrid por mí.
CELIA: Si ama
a Enrique y está aquí,
¿qué le
quedas a deber?
Sale BELISA
BELISA: Leonora...
LEONOR:
Belisa mia...
BELISA: ¿Cómo
la fiesta has dejado?
LEONOR: Tu mal
me daba cuidado,
tu
ausencia melancolía;
y ya
que a los toros fui,
por ser
tan forzoso y justo
hacer
al duque este gusto,
para
agradecerle así
los
excesos que su amor
tan
liberal quiso hacer
en esta
fiesta...(Por ver Aparte
a Tello
diré mejor.)
...de esta manera cumplí
contigo, amiga, y con él,
pues
parte he visto por él,
y parte
dejo por ti.
Díme
ya, ¿cómo te sientes?
BELISA: No sé
qué diga, Leonor.
Crece y
mengua mi dolor
con mil
varios accidentes.
CELIA: El
duque ha entrado, señora,
en
casa.
LEONOR:
¡Qué atrevimiento!
No me
dejéis un momento
sola
con él.
BELISA:
(¡Ah traidora! Aparte
Si
le tratas con desdén,
y en tu
inquietud y cuidado
tener amor has mostrado,
¿a quién puedes querer bien
sino a Enrique, pues
mil casos
lo
prueban?)
Sale el DUQUE
DUQUE:
Como a la aurora
sigue
el sol, bella señora,
siguen tus plantas mis pasos;
y como todo el lugar
está en los toros, y hallé
la
calle sola, tomé
esta
licencia de entrar.
Perdona excesos de amor,
cuando
ya se ve rendida
al
sentimiento la vida,
y la paciencia
al dolor.
LEONOR: De
vuestra nobleza fío
que por
más ciego que estéis,
siempre, duque, miraréis
por la
fama y honor mío.
LEONOR habla aparte a la criada
Celia, ¿volvióse la gente
a los
toros?
CELIA:
Al instante.
Ésta
que tienes delante
hay en
casa solamente.
Sin
guarda alguna has quedado;
pues la
ocasión te convida,
págale
al duque
LEONOR: ¡Atrevida,
calla!
CELIA:
(El diablo me ha engañado.)
Aparte
LEONOR:
(Divertir y entretener
Aparte
con
industria me conviene
al
duque en tanto que viene
quien
me pueda defender;
que
ayudan las dos su intento,
y temo
alguna violencia;
que
suele la resistencia
despechar el sufrimiento.)
Supuesto que habéis entrado
sin ser
de nadie sentido,
duque,
seáis bien venido;
que a
ocasión habéis llegado
en
que deseaba el pecho
agradeceros,
señor,
la
fiesta que vuestro amor
hoy por
obligarme ha hecho,
e
intentaba relatar
a
Belisa lo que vi
de los
toros, porque así
su
dolor pueda aliviar.
DUQUE: Será
con eso doblada
la
fiesta de hoy para mí.
BELISA: Di,
pues, y veréla así
en tu
boca mejorada.
LEONOR: El
sol hermoso en movimiento leve
la
tercer parte comenzaba al día,
y
presurosa la alterada plebe
confusamente alegre concurría.
Según
que toda se baraja y mueve,
juzgaras que la plaza se movía,
compitiendo el bullicio y el rüido
en divertir la vista y el oído.
Cuando un ligero toro, que no olvida
en Henares los pastos de Jarama,
carbón del cuerno al pie,
porque despida
humo el
aliento, si la vista llama,
alta cerviz, cerdosa y recogida,
sale
furioso, y vengativo brama,
y a un
mancebo que ve, ciego arremete,
de la
cola erizado hasta el copete.
Hurtóse al golpe el joven con destreza;
y
aunque volver quisiera el toro airado,
obedece
a su misma ligereza,
y
contra sí se mueve arrebatado,
hasta
que de encontrar con la cabeza
en un
mármol, cayó desatinado,
donde probó el tumulto embravecido
cuánto
corta la espada en un rendido.
El
segundo salió, cuya belleza
al
robador de Europa dio recelo,
que lo
excede en blancura; en ligereza,
al Toro
vence que da signo al cielo.
Tres manchas en el anca, hombro y
cabeza
negros lunares son del
blanco velo,
y de color bermejo rodeadas
espesas nubes de Titán bordadas.
En breve rato en una y
otra vuelta
el
término cercado discurría,
dando a
la mal segura turba, envuelta
en
temor y alboroto, la alegría;
cuando
un impulso de intención resuelta
la
fiera en curso arrebatado guía
a la
fuente, que está dando a la plebe
contra
el toro y la sed andamio y nieve.
Arrojóse veloz, y saltó dentro
tras
uno que seguro le llamaba;
a tres
o cuatro arrebató de encuentro
el
ímpetu violento que llevaba.
Todos
visitan con el golpe el centro,
y el
toro entre ellos sólo procuraba
salir,
y el agua, de su humor teñida,
sepulcro de coral hizo a su vida.
En
esto comenzó súbitamente
una
cuestión de fieras cuchilladas,
y
amontonado el pueblo diligente,
brillan
al sol desnudas mil espadas.
Crece
el marcial ardor, y de la gente
dos
escuadras se forman encontradas.
Ésta
apellida al natural Henares,
aquélla
al forastero Manzanares.
Sueltan un toro, medio ya postrero
contra
la lucha y cólera encendida;
era
barroso y grande, aunque ligero,
corto
de cuello y cuernos, escondida
en un
cerdoso remolino fiero
la
frente, abierta la nariz hendida,
negro
de extremos, y de hocico romo,
de
negra cinta dividido el lomo.
Tello, airoso, galán, gentil mancebo,
al
mismo tiempo entró por otra parte,
confïanza al amor, envidia a Febo,
amor a
Venus y temor a Marte;
pardo
el vestido; mas con modo nuevo
de
diamantes tal copia le reparte,
que un
diamante juzgaras el vestido
y que
estaba de pardo guarnecido;
en
un rucio andaluz, pisador, bello,
de
grande cuerpo en proporción formado,
al
ancho pecho igual el corto cuello,
de
alta, corva cerviz hermoseado,
riza la
crin, la cola y el cabello;
el
breve rostro alegre y sosegado,
anchas las ancas, de barriga lleno,
presto a la espuela y
obediente al freno.
Y
parece que el toro, de ofendido
de que
el pueblo por él lo desampara,
parte
invidioso, y entra embravecido
al
experto caballo cara a cara;
mas
Tello, reportado y prevenido,
así el
rejón a la cerviz prepara,
que se
encontraron en la misma herida
a
entrar el hierro y a salir la vida.
DUQUE:
Vuestros sutiles pinceles,
Leonor,
la fiesta dibujan
de
suerte, que habéis vencido
la
verdad con la pintura.
BELISA: ¡Que
Tello matase el toro!
CELIA: ¿Qué
mucho? Diole en la nuca
como le
pudiera dar
en un
pie. Todo es ventura.
LEONOR: (¡Ay,
Tello, de cuántas flechas Aparte
hieren
mi pecho las puntas!)
CELIA habla aparte con BELISA
CELIA: ¡Oh,
qué necio anda en perder
el
duque esta coyuntura!
Sin
defensa está Leonor,
nosotras de parte suya,
y la
vecindad sin gente
que a
impedir su intento acuda.
BELISA: Bien
dices.
CELIA:
¿Cómo le puedo
advertir, sin que descubra
Leonora
que desleal
doy favor a sus injurias?
BELISA: Extremada
es la ocasión.
Algún
medio, Celia, busca;
que así
de Enrique me vengo
y mis
celos se aseguran.
CELIA: Si por
senas no me entiende,
no hay
remedio.
Hace señas al DUQUE por detras de LEONOR
¿Qué rehusas
gozar
la ocasión, cobarde?
DUQUE: (Celia
me dice sin duda Aparte
que me
atreva. Corazón,
¿qué
recelas? ¿Qué te turbas?
Intenta,
que a los osados
favorece la Fortuna.)
Ya, mi
bien, que esta ocasión
el fin
de mi mal anuncia,
pues no
hay aquí quien impida
tu
favor y mi ventura,
den principios tus alientos
a inspirar auras segundas,
y los astros de tus ojos
más benignamente
influyan.
Dulces
favores en premio
de
tantas penas tributa,
Tomándole la mano
y a mis manos comuniquen
rayos de cristal las tuyas.
LEONOR: Duque,
mirad...
Aparte a CELIA
BELISA:
Entendiólo;
mas
advierte con qué industria
al
duque animo, fingiendo
que doy a Leonor ayuda.
LEONOR, como quien pide auxilio
LEONOR:
¡Belisa!
BELISA:
¡Duque, soltad!
Despártelos; pero aprieta la mano al duque
en señal de inteligencia
DUQUE: ¿Tú mis
intentos repugnas?
BELISA: Si a emprender atrevimientos
os
anima por ventura
ver que
no hay hombres en casa
que a
darnos socorro acudan
CELIA: (Bien
le advierte.) Aparte
BELISA: Si el estar
en la
plaza toda junta
la
villa os pone osadía
para
hazañas tan injustas,
valor tenemos las tres
para impedir vuestra injuria.
Frágiles son nuestros brazos;
mas no nuestras lenguas mudas.
Voces daremos al
viento...
CELIA: (Al
viento.) Aparte
BELISA: ...que
el cielo escucha
si los
humanos oídos
las
fiestas agora ocupan.
DUQUE: (No hay
que esperar; que Belisa Aparte
con sus
razones agudas
del
poco riesgo me advierte
mientras de osado me acusa,
y en
tanto que me amenaza,
me
anima con señas mudas;
que
apretándome la mano
desmiente lo que pronuncia.)
Belisa,
a un rigor tan largo,
a una
condición tan dura,
ni hay
amor que la resista
ni
paciencia que la sufra.
Llégase a LEONOR para abrazarla
Y así,
pues eres discreta,
no te
espante que reduzga
a
violenta ejecución
dilaciones tan injustas.
LEONOR: ¿Qué es
esto, duque? ¡Escuchad!
¡Belisa!
BELISA:
¡Qué gran locura!
LEONOR: ¡Celia,
ayudadme las dos!
DUQUE: En vano
remedios buscas.
BELISA habla aparte a CELIA
BELISA: Yo me
finjo desmayada,
Celia,
por no darle ayuda;
tú
finge otra cosa.
CELIA: ¡Vaya!
BELISA, fingiendo que se desmaya, se retira
haciendo extremos, y se deja caer fuera de la escena
LEONOR: ¡Ah,
traidoras! ¡Que ninguna
me
socorre!
CELIA llega como a ayudar a LEONOR
CELIA:
Desmayada
Belisa
la tierra ocupa;
pero yo
basto. ¡Apartad!
Apártase ella poniéndose las manos en
los ojos
¡Muerta
soy! ¡Qué desventura!
¡Con los dedos me ha quebrado
los
ojos! ¡Ay, triste! ¡Nunca
te
diera favor! (Por Dios, Aparte
que
habéis de beber la purga.)
LEONOR: ¡Favor!
CELIA:
¡Confesión!
LEONOR se entra huyendo del DUQUE, que la persigue; CELIA
se
va también por otro lado.
Sale don ENRIQUE, sin espada y
con un brazo sostenido en una banda y TRISTÁN
ENRIQUE: ¡Ay, cielos!
Doña
Leonor pide ayuda.
Dame esa espada.
Sácale la espada a TRISTÁN y éntrase
TRISTÁN:
¡Que siempre
has de
andar en aventuras!
Sale LEONOR, con las faldas recogidas, huyendo y
TELLO, que le sale al encuentro
LEONOR: ¡Ay
de mí!
TELLO:
Leonor, ¿qué ha sido?
LEONOR:
Vencerme el duque intentó
por
fuerza, y Enrique entró
a
tiempo que lo ha impedido.
Salen el
DUQUE y don ENRIQUE, acuchíllándose, y BELISA
y CELIA deteniéndolos
DUQUE: ¿Sabeis
dónde habéis entrado?
ENRIQUE: (¡El
duque es!) Aparte
DUQUE:
¿Sabeis quién soy?
ENRIQUE: Bien lo
sé; pero ya estoy
con
justa causa empeñado.
DUQUE:
¡Muera el que se me ha atrevido!
LEONOR: ¡Viva
el que guardó mi honor!
TELLO: (Si es
el uno mi señor, Aparte
el otro
también lo ha sido.
Uno
mi dama ha guardado,
a otro
debo lo que soy.)
Sale el MARQUÉS
MARQUÉS: ¿Que es
lo que mirando estoy?
TRISTÁN le habla al oído al MARQUÉS
TRISTÁN: ¡A qué
buen tiempo has llegado!
Da
favor a tu pariente.
Saca la espada el MARQUÉS
MARQUÉS: Duque, enfrenad el furor.
DUQUE: ¿Aquí
estáis vos? Mi rigor
es
fuerza que se acreciente;
que
pues mi amor no ignoráis,
habéis de ver -- ¡vive Dios! --
que es
vedada para vos
esta casa que pisáis.
MARQUÉS: Yo
he de servir a Leonor
si al
mundo todo pesare.
Acuchíllanse
DUQUE: Si mi
espada no cortare
las
alas a vuestro amor.
Métese en medio LEONOR
LEONOR: ¡Duque,
marqués, reportad
el
furioso desatino,
o por
mi pecho el camino
para
los vuestros buscad!
¿Qué
es aquesto? ¿Por ventura
es
quererme, es obligarme
destrüirme e infamarme
con tan
extraña locura?
¿Así
me estimáis? ¿Acaso
sois
alguna parte aquí?
¿Como
litigáis por mí
sin
consultarme en el caso?
El
fin de vuestra porfía,
el
conquistar mi beldad,
¿está
en vuestra voluntad,
o ha de
nacer de la mía?
ENRIQUE: Dice
bien.
BELISA:
Tiene razón
doña
Leonor, y era justo
que fuese solo su gusto
jüez de
esta disensión.
Ella
declare su intento,
y al
que escoja la podrá
servir.
LEONOR:
Lo demás será
coger
en redes el viento.
DUQUE:
(Pues esto ha de ser al fin,
Aparte
ganar
por la mano es justo
en
obligarla.) Tu gusto
tiene
mi amor por su fin.
Leonor, tu sentencia espero;
en mis
servicios me fío.
MARQUÉS: En tu
gusto vive el mío.
(Con
esto obligarla quiero. Aparte
Demás que voy confïado,
pues
hoy me ha favorecido,
y el
duque es aborrecido,
si Celia
no me ha engañado.)
LEONOR: De
modo que prometéis
que a
mi gusto y eleción,
sin
hacer contradicción,
ambos
obedeceréis.
¿Cumpliréislo así los dos?
MARQUÉS: Que lo
cumpliré aseguro
como
quien soy.
DUQUE:
Yo lo juro,
Leonor,
al cielo y a vos.
LEONOR: Pues
tan confïada estoy
supuesto que es ley forzosa
vuestra
palabra, de esposa
a Tello
la mano doy.
MARQUÉS: Es engaño.
Aparte
al MARQUÉS
LEONOR: Yo he de ser
del duque si lo impedís.
DUQUE:
¡Leonor!...
Aparte al DUQUE
LEONOR:
Si contradecís,
al
marqués he de escoger.
MARQUÉS:
(Tello la goce marido,
Aparte
y no el
duque vencedor.)
DUQUE:
(Dársela a Tello es mejor
Aparte
que ser
del Marqués vencido.)
Dale la mano.
TELLO: Señor...
Aparte a TELLO
LEONOR: Dala, o
al marqués escojo.
DUQUE: O
apercíbete a mi enojo,
o a lo
que manda Leonor.
Aparte a TELLO
LEONOR: Bien
con esto se asegura
tu
celoso devaneo.
TELLO: (¡Que a
lo mismo que deseo Aparte
me
obliguen! Todo es ventura.)
Dale la mano
La
mano a Leonora doy,
y los
pies al duque pido.
DUQUE: Levanta.
ENRIQUE:
Amigo querido,
de tu
dicha alegre estoy.
TELLO: Pues
a ti la debo, es justo.
ENRIQUE: Tú,
pues, Tello, y tú, Leonora,
pues
sabes que me es deudora
de tu
vida y de su gusto,
con
Belisa habéis de hacer
que
galardone mi amor.
BELISA: A no
haber sido traidor
no lo
hubieras menester.
ENRIQUE: ¿Yo
traidor?
BELISA le muestra un papel
BELISA: ¿Quién escribió
este
billete?
ENRIQUE:
El marqués
a
Leonora, y Tristán es,
Belisa,
quien lo llevó.
BELISA:
¿Cuatro noches ha, infïel,
no la
requebraste?
ENRIQUE: Sí;
mas ser el duque fingí,
porque me hablaba por él.
BELISA:
¿Cómo a verme no has venido,
no yendo a los toros hoy?
ENRIQUE: Porque,
pues lo viste, estoy
desde
aquella noche herido.
BELISA:
Basta; satisfecha quedo.
LEONOR: Acaba,
Belisa mía.
TELLO: Haz ya
del todo este día
venturoso.
BELISA:
Ya no puedo
resistir. La mano doy.
ENRIQUE: Yo el
alma y la mano.
MARQUÉS: Y yo,
duque,
os la doy, pues cesó
ya la
ocasión.
DUQUE:
Vuestro soy.
Y
pues serviros procura
el
autor, noble senado,
si hoy
no os hubiere agradado,
dirá
que todo es ventura.
FIN DE LA
COMEDIA