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FILIPO: Tan resuelta, señor, y tan airada
rigores respondió a tus rendimientos,
que en el mar espumoso concitada
la furia de encontrados elementos
cuando turban la luz, el cielo ocultan,
confunden la región y el sol sepultan
espíritus del Austro, no amenazan
con tanto horror, con tan airado ceño,
funesto fin al naufragante leño,
como Aurora, si cabe por ventura
esta comparación en su hermosura,
duplicó furias, repitió rigores,
juzgando ofensas suyas tus favores,
vueltos vulcanes de iras y de agravios
los que eran de coral hermosos labios,
noches de espanto y Etnas de centellas
las que eran más que el sol claras estrellas.
Tal la vi al fin, perdona el desengaño,
pues como ofende al gusto, evita el daño,
que yo he juzgado que tu pecho amante
bate con cera muros de diamante.
REY: ¿Cómo, Filipo, basta el sufrimiento,
siendo tanto mi amor, a mi tormento?
¿Como puedo vivir si a mis sentidos
tanto veneno das por los oídos?
No es posible, Filipo; la paciencia
me falta; no, no tengo resistencia
contra mí mismo. Sujetarme veo
¿Qué importa la corona, qué la vida,
no siendo Aurora de mi amor vencida?
Todo lo he de arriesgar por obligarla,
todo lo he de perder por alcanzarla.
FILIPO: ¿Qué es esto? ¿Así, señor, de ti te olvidas?
¿Así excedes de ti, que así antepones
la ejecución de ilícitas pasiones
a tantas esperanzas concebidas
de tu prudencia, tu valor y seso,
cuando ha impuesto Sicilia el grave peso
de este reino en tus hombros solamente
por juzgarte filósofo prudente?
REY: Ya no lo soy Filipo, si lo he sido;
otro soy del que fui, porque he perdido
el ser y el alma, pues por ella agora
sólo me informo del amor de Aurora.
La ciencia filosófica, el prudente
discurso y el valor de los humanos
no evita los destinos soberanos,
no de los dioses el poder desmiente.
Amor es dios, la mano suya ha sido,
la flecha, Aurora, que mi pecho ha herido;
pues en mi rendimiento, ¿qué te admira,
donde es deidad la mano que me tira,
y porque del remedio desespere,
deidad también la flecha que me hiere?
FILIPO: (Resuelto está en mi daño.) Aparte
nada puedo conmigo; que en un loco,
la ciencia y el valor importan poco.
FILIPO: Gran señor, no está lejos de su acuerdo
Procura divertir tu mal, procura
templarte; que al principio el accidente
obedece al remedio fácilmente.
Y si juzgas difícil la vitoria,
en la dificultad está la gloria;
que en lo que el mismo caso facilita,
ni se muestra el valor ni se acredita.
Remedios traza, ocupa el pensamiento,
divierte la memoria, que al tormento
ministra la materia; otros amores
merezcan tus cuidados y favores.
¿Es sola Aurora? ¿En sola su belleza
extremó su pincel naturaleza?
Muchas hay en Sicilia que a la hermosa
Venus de Adonis tienen recelosa,
y las puedes amar sin el delito
que contra Aurora, tu sobrina, intentas,
pues afrentas tu sangre si la afrentas.
REY: Eso todo es así, Filipo amigo;
mas no es así poderlo yo conmigo,
que otro merece el bien que yo no espero.
de ella admitido, espera Policiano.
REY: Y ya la hubiera conseguido,
a no haberlo mis celos impedido.
FILIPO: Bien has hecho, señor; no lo consientas;
nadie merezca lo que tú no alcanzas;
baste que el mal, enamorado, sientas
de no poder lograr tus esperanzas,
sin que celoso te dupliques penas,
viendo también logradas las ajenas.
Desdichado se llora el que no alcanza;
mas su tormento alivia la esperanza
de ver al fin premiada su querella;
que no alcanzar la gloria no es perdella;
mas quien su prenda ve en poder ajeno,
ése pérdida llora, ése el veneno
mortal traslada al corazón del labio.
Desdicha es no alcanzar, perder, agravio;
y quien llora perdido el bien que adora,
agravios ése, y no desdichas, llora;
el sentimiento de no ser querido
puede morir a manos del olvido;
mas el agravio de perder la gloria
apuesta con la vida en la memoria;
y así, aunque resolvieses no quererla,
para olvidalla importa no perderla.
REY: Resuelto estoy. No gastes persuasiones
en lo que te aseguran mis pasiones;
que el curso arrebatado y la violencia
con que el celoso amor me precipita,
no de nuevos impulsos necesita.
Vuelve a mi bien, Filipo, y de mis males
le presenta evidencias, no señales;
por dicha mis tormentos repetidos
hallarán más piadosos sus oídos.
Procura persuadirla, y para vella
alcánzame licencia; que sin ella
el amor ciego que mi pecho anima,
teme el rigor cuanto el favor estima.
FILIPO: Yo parto, gran señor, a obedecerte,
y asegurara el fin a tus pasiones
dichoso, si en mi lengua las razones
tuvieran, cuando así obligar me veo,
las fuerzas que en mi pecho mi deseo.
REY: Si es efeto el amar de las estrellas,
en que no tiene parte el albedrío,
pedir que os inclinéis es desvarío,
Aurora, a lo que no os inclinan ellas.
Mas ya que de mi incendio a las centellas
ardientes vuestro pecho esté tan frío,
que no podáis sentir el dolor mío,
quered sentir al menos mis querellas.
Nunca, Aurora, en amantes mal pagados,
que a fuerza de los hados han querido,
vi que la libre voluntad no enferme,
Yo solo, a no quereros por mis hados,
os quisiera querer aborrecido;
¿por qué queréis, querida, aborrecerme?
Salen DIANA y ELISA, con mantos, por otra parte
DIANA: Vanos consejos me ofreces.
detenerme es por demás.
ELISA: ¿Tan ciega, señora, estás,
que contra ti te enfureces?
¿Qué ha de sentir de tu honor,
DIANA: De los dos inconvenientes
ELISA: Donde reina amor tirano
DIANA: Aquí está el rey. Llego, pues,
a Dïana.
no agravies la estimación
DIANA: Es exceso de mi suerte,
que hasta en negarme la muerte
te contemplé desdichada.
pues prometo agradecido.
DIANA: ¿Quién sino vos, cuya real persona
quilates de valor, luz de nobleza,
rayos de ciencia añade a la corona
que dignamente os ciñe la cabeza,
sabe premiar servicios, si a premiarlos
es bastante en un rey el confesarlos?
¿Quién como vos remediará mis males,
si en mí, para que de ellos el olvido
llegue a borrar las últimas señales,
es bastante el haberlo prometido;
pues en quien puede como vos no pesa
el mismo efeto más que la promesa?
¿Y a quién abrieran mis quejosos labios
las secretas prisiones en que el pecho
vergonzoso ocultaba los agravios
que en mi opinión tan duro estrago han hecho,
sino a un rey que por noble y por discreto,
el remedio asegura y el secreto?
Produzca pues tan justa confïanza
efetos libres de temor, y el daño
pronuncie con que paga mi esperanza
de Policiano el alevoso engaño,
que olvida acaso por desdicha mía
vuestro poder, cuando en el suyo fía.
El lustro apenas de mi edad tercero
me concedió de la razón el uso,
cuando él, traidor, amante lisonjero,
cautelas fabricó, medios dispuso,
mostró finezas, que a cualquier recato
el nombre dieran con razón de ingrato.
No se desmiente el cocodrillo tanto
en voz humana y en llorosa vena,
..............................[ -anto]
..............................[ -ena]
como él con quejas, lágrimas y amores
solicitó engañoso mis favores.
si no a mi honestidad, a mi albedrío,
porque más mis rigores no dilate,
promete que ha de ser esposo mío.
¡Oh, necia la que da a la confïanza
lo que puede negarle la mudanza!
Al fin les negoció la diligencia
crédito a sus ficciones de verdades,
y el crédito en mi amor correspondencia;
que si hay cómo obligar las voluntades,
es monstruo, no mujer, la que ha podido
ser esquiva al amor, si lo ha creído.
Pues teniéndole ya, ¿qué fortaleza
puede oprimir el encendido fuego?
Porque el mismo peligro en que tropieza,
el amante no ve, se llama ciego;
y así la fe de su promesa pudo
dar lengua en su favor al amor mudo.
Declaréme su amante, y como dueño
en público gozó correspondencias,
y menos el mayor, último empeño,
en mi amor se atrevió a tantas licencias,
que se puede atrever también el labio
más recatado a murmurar mi agravio.
Mi agravio, pues, os diga mi tormento,
publique sus traiciones su mudanza,
vuestras ofensas pruebe el loco intento
de poner en Aurora su esperanza,
y todo junto, gran señor, os diga
a lo que, siendo rey, todo os obliga.
que tu misma querella te acredita,
pues no con causa y ocasión liviana,
arriesgando su fama, a excesos tales
se arrojan las mujeres principales.
quien pueda murmurarte; y no permitas
más riendas al temor, pues te desea
lo mismo que agraviada solicitas,
agradecido un rey.
aun no me dejan sombras de temores.
Vanse los dos. Salen RICARDO y TURPÍN
RICARDO: ¿Qué dices? Dame esos brazos.
TURPÍN: Cuando del bien que codicias
RICARDO: Esta piedra, en quien vencido
de mi pecho agradecido.
TURPÍN: Esto han de hacer los amantes
RICARDO: En fin, ¿que se han dilatado
las bodas?
según vi desesperado
querellarse de Dïón.
TURPÍN: No la ha perdido; mas creo
Aun con los dioses, que entienden
las humanas intenciones,
a fuerza de peticiones
y al fin, para conclüir,
oye una comparación.
y con el otro cordero
calló, un rato, o bien turbada,
Estaba hambriento el león,
a declararle el intento
hablando, a informarme de ellos;
que en esto de corazones
de comerlos que entendellos."
que es cierto que con decilla
pues al menos no le dejas
la excusa de la ignorancia.
RICARDO: Bien dices; pero querría
sin su voluntad la mía.
TURPÍN: A mí también me contenta,
Ricardo, ese parecer;
RICARDO: Y su padre, ¿dónde está?
en hablarla y pretendella?
RICARDO: Al fin, pues tengo ocasión,
por declararme con ella.
pródigamente me ha dado,
sale para el desdichado.
AURORA: Ricardo, hallaros aquí
que si a verme habéis llegado,
que perdéis de desdichado.
RICARDO: ¡Cuán cierto me prometiera,
la desventura que siento,
me cuesta este atrevimiento!
se opone la resistencia
duerme en su esfera el cuidado;
de su furia, se estremecen;
Yo, en mi esperanza embarcado,
en voces y atrevimientos.
Con mil mudos pensamientos
a la lengua escucharéis,
desentendida a los ojos.
no os neguéis agradecida.
o desdichado morir.
AURORA: (Ni mi padre ha de querer, Aparte
pues, ¿qué arriesgo en no negar?
Y cuando venga a tener
si no gustos declarados,
desengañada, ¿qué aguardo?
RICARDO: Mucho me dais que temer;
ya llego a desconfïar;
el pecho que es noble, ingrato;
La suspensión en mirar,
antes en mi pensamiento
porque en los que amantes son,
es sobra de estimación
la falta de atrevimiento.
antes debo agradeceros
pues no es de haberme estimado
que esto sólo en mi obediencia
os queda por conquistar.
dad por hecho el casamiento;
mas si a vuestro pensamiento
y no mi agradecimiento.
RICARDO: ¿Qué imperio puede tener
que pues me has favorecido,
al menos no perderé
el haberlo conseguido.
TURPÍN: Pues, ¿qué tenemos? ¿Venciste?
RICARDO: Mi bien puedes celebrar.
yo te las debo.
no replico, porque al fin
ha de ser lo que quisieres.
RICARDO: Agora mi pretensión,
de Aurora favorecido
si acaso estáis satisfecho
RICARDO: Pues dais licencia, escuchad.
Hablan bajo
TURPÍN: (¡Mal haya, dijo un juglar, Aparte
de buen gusto y gracias lleno,
la ocasión de enriquecer,
o hija hermosa! Aquí entro yo.
porque nos hemos de hallar,
vuestros méritos conmigo,
y así mi conocimiento
culpa vuestras prevenciones,
para esforzar vuestro intento.
(Mas -- ¡ay de mí! -- la ocasión Aparte
es ésta de examinar
como también exclüir
de Ricardo el pensamiento.
RICARDO: ¿Qué os suspendéis? Si la mano
advertid...
que puesto que aún no está hecho,
tanto como a vos, no es eso
lo que impedimento os hace;
que es tan en agravio mío,
que en ella misma veréis,
cuando de mí la escuchéis,
le debéis en declararme,
pues no dudo avergonzarme
por dejaros satisfecho.
y estoy tal, que...
DIÓN: ¡Ésta es fineza! ¡Esto es ser
la demonstración debida,
FILIPO: Ni en mi tengo ya poder,
que declararme es mostrar
que al rey me atrevo a ofender;
mientras no me asegurare
que Aurora, del pensamiento
del pecho más invencible.
Retírase. Salen AURORA y CAMILA
CAMILA: Oye un pensamiento mio.
si llega a desconfïar
de parecer mudará,
muestra al rey el pecho humano,
anima su pensamiento;
y pues así no lo alcanza,
conservando su esperanza,
conserva el impedimento.
AURORA: Consejo es bien advertido.
CAMILA: Sal, pues, que Filipo espera.
AURORA: (¡Oh, si tan dichosa fuera, Aparte
el pensamiento primero!
no os admiréis de que sea
Y que advirtáis que no hay cosa,
si no mudáis parecer,
o a su amor dificultosa.
Perdonadme, si os parece
que quien yerra obedeciendo,
AURORA: Filipo, no sé qué os diga.
FILIPO: Yo sí sé qué me digáis.
AURORA: Ni es injuria ser querida,
no pagar la obligación,
si no amante, agradecida.
que a nadie, aunque mal le esté,
Y así, aunque al lance primero
mudanza en mí, conociendo
a quien ama, aborreciendo.
FILIPO: (¡Ay de mí! ¡Perdido soy! Aparte
AURORA: Mas, ¿por qué busco razones,
y me disculpo al hacer
FILIPO: (No saben callar los celos.) Aparte
No, señora. (¡Muerto soy!) Aparte
el que el rey ha de tener
AURORA: (¿De gusto mudáis color? Aparte
pues lo que el suyo estimáis
tanto habéis encarecido,
que le estoy agradecida,
la licencia.
FILIPO: (No puedo disimular. Aparte
que no podre refrenarla
AURORA: ¿Sin hablar os despedís?
AURORA: Que nada al rey le digáis
AURORA: Parece que os alegráis.
FILIPO: Parece que no os ofende
FILIPO: Pues, ¿que intento conseguistes,
AURORA: Ver declarado un secreto
que encubrirme pretendistes.
FILIPO: ¿Qué secreto os he negado,
AURORA: El que, a pesar de la boca,
FILIPO: Pues, ¿qué vistes en mis ojos,
que a mis labios contradiga?
AURORA: Pena de que el rey consiga
FILIPO: Pues, Aurora, con razón
que valga menos aquí
Porque si pudo contigo
y no a lo que siente el pecho.
AURORA: Luego es cierto lo que yo
FILIPO: ¿Quieres que diga que sí?
AURORA: ¿Y podrás decir que no?
FILIPO: Diré lo que tú gustares.
AURORA: ¿Es bien que yo, aunque te amara,
FILIPO: ¿Digo yo que te declares?
prometerse por ventura
pensamiento en favor mío?
FILIPO: Luego, ¿estimarás mi amor?
AURORA: ¿Quieres que diga que sí?
¿quién será tan atrevido?
AURORA: Quien tan venturoso ha sido,
que se lo pregunto yo.
FILIPO: Según eso, Aurora, hablar
Yo te adoro.
FILIPO: Desde el punto que te vi,
Este delito no es mío,
si es delito, tuyo sí;
no fue libre atrevimiento.
que a no ser tal la ocasión,
por respeto tuyo sí;
si a precio de confesarlo,
no despreciara la vida.
Pero, como a tu grandeza
diciéndolo las acciones
que llevas del sufrimiento,
publicando mi pesar,
refrene el atrevimiento,
viendo que no es recompensa
mi más grave rendimiento;
ni discurre el pensamiento
más que para obedecerte,
ni más que para quererte
me ha quedado entendimiento.
AURORA: Filipo, tres voluntades
donde hay mas dificultades.
La de mi padre y la mía
han de conformarse, o es
no me he de determinar;
si el rey hace resistencia.
Él, ya veis si la ha de hacer
ved si tanto inconveniente
la voluntad, de la mía
tras lo que os he respondido
FILIPO: No hay cosa que yo no pueda,
que de la Fortuna así
he puesto un clavo a la rueda.
AURORA: ¿Mi favor es tu fortuna?
FILIPO: Como es mi bien tu belleza.
AURORA: Si estriba en mí su firmeza,
mientras no la merecieres.
FILIPO: Quien ama, no desobliga.
al rey?
FILIPO: ¿Y no lo que me ordenabas?
AURORA: Para ver si, del tormento
AURORA: Sí.
FELIPO: Luego, ¿solo soy dichoso?
AURORA: Solo alcanzas mi favor.
FELIPO: Pues perdone el rey; que Amor